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Lian~

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Este es un pequeño relato que cree hace un tiempo, es el primero que hago de este tipo, espero que le guste y cualquiera critica es aceptada.
(no se si este es el lugar donde publicarlo so... Espero estar en lo correcto)

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Es bastante frío aquí arriba.

Además de solitario. Todos mis vecinos viven lejos, no se conocen entre sí. El vecindario no es muy amistoso.
Aunque tampoco puedo quejarme, es increíble cuánto se aprovecha el tiempo cuando no hay nadie que lo malgaste por ti.

Cualquiera podría preguntarse qué hago yo con tanto tiempo, tanta libertad, tanto espacio.
Yo podría decirle a Cualquiera que es una pregunta válida, pues lo es: al fin y al cabo, no saben de mí, tampoco de mis intereses. También podría contarle a cualquiera que adoro
cantar –aunque nadie me escuche-. Esto tiene sus ventajas, pero, por supuesto, con ellas vienen las desventajas; por ejemplo, sin nadie que me escuche, no tendría por qué tener vergüenza, pero cantar me trae una gran felicidad que no tengo con quién compartir. No hay siquiera un eco piadoso que lleve la voz de mi alegría a otros.

Sé que la gente a veces pide deseos. Es una lástima que no pueda desear saber pedir deseos.
Así, podría desear un público.
Pero también sé que hay ciertos imposibles: para aprender, alguien debe enseñarme, y para eso necesito conocer a alguien, cosa que nuca haré, pues no tengo ese espíritu nómada de
aquellos que veo pasar.

Siempre me ha asombrado la facilidad con que algunos abandonan sus hogares. Si hasta pareciera que no los tienen. Tengo la teoría de que, si alguna vez les llegase a preguntar de
dónde vienen, la mayoría me diría que de ningún lado, o de todos lados, o que simplemente ya no lo recuerdan.
Yo no recuerdo no estar aquí, aunque no sé muy bien por qué o para qué lo estoy.
Cualquiera que sea mi trabajo en este lugar, no lo debo estar haciendo muy mal, de lo contrario ya me habrían regañado.
Creo que he estado aquí siempre. Bueno, tal vez no en estricto rigor de la palabra, pero sí desde que tengo memoria, lo cual es desde hace mucho tiempo, pues tengo muy buena
memoria.

Por ejemplo, aún recuerdo que una vez –y solo una vez –alguien me habló, a mí y solo a mí. Dada la importancia del momento, cada detalle de aquella voz - aguda,
somnolienta y temblorosa– me quedó grabado. Aquella criatura –me parece que se llama “niño”– me pedía que, por favor, por favor, le permitiera pasar solo una noche más con su padre.
Había tal combinación de esperanza y tristeza en sus palabras que, por
primera vez en mi existencia, una lágrima saltó al vacío.
Tras un poco reflexionar, comprendí que lo que hacía el niño era pedirme un deseo. ¿Por qué me lo iba a pedir a mí? Quería ayudarlo, pero ¿qué podía hacer yo… si no soy más que una estrella?
 
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