Bienvenidos a Café Shibe

Cafe Shibe

SITIO: PLAZA GRAND-PLACE

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Hayan

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Es un magnífico conglomerado de enormes edificios importantes. El lugar se sitúa en el corazón de la ciudad, circundado por las calles más famosas. Acercarse a Grand Place es sinónimo de quedar atrapado en el bullicio y el tráfico, pues es el engranaje que mueve toda la economía. En ese cúmulo de rascacielos impactantes se encuentran los establecimientos del sector público y privado. Por ejemplo, allí está la Universidad de Tesla, el Hospital St. James, la biblioteca y los enormes centros comerciales. Así también, varias compañías (textiles, automotrices, cerveceras, etc), complejos buffets de abogados, los corredores de bolsa, la estación de policía, de tránsito, allí también es donde debes acudir si deseas tramitar documentos personales. Las tiendas más costosas ahí se instalan junto con los diseñadores de moda ¿Buscas un restaurante de lujo para impresionar a tu chica? Jajaja, más bien pregúntate cuánto estás dispuesto a gastar.
 
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Hayan

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La peor parte del día era esa, tener que llegar a tiempo a la comisaría. Es decir, al final cada día se despertaba más temprano de lo necesario, pero entre el tráfico y alguna distracción con la gente, siempre iba apurada. Por suerte todavía estaba a tiempo para tomar el autobús que la llevaría al corazón de Grand Place. Se detuvo en la parada acomodando un poco su cabello mientras pensaba en lo sucedido, no esperó encontrarse con Kai. Ojalá la edad lo hubiese hecho madurar un poco, al menos lo suficiente para dejar de meterse en problemas. De su bolsillo extrajo un paquete de pastillas de menta y se llevó una a la boca. Luego ahí, al fondo de la avenida apareció el transporte, a esa hora aún no estaba tan concurrido así que podía tomar un asiento. Pagó al subir y se sentó, soltando un suspiro, después miró su celular. Estaba a tiempo de llegar.​
Fueron cerca de veinte minutos desde aquella parada hasta el centro de la plaza. Se bajó con paso apurado, ya solo restaba caminar una cuadra para llegar. Como era de esperarse Grand Place ya tenía movimiento a esa hora, muchos abogados entraban temprano, los enormes edificios abrían sus puertas ya para recibir a sus empleados. Los estudiantes de universidad ya llenaban las aceras y cada cruce de semáforo de paso a la Universidad de Tesla. Por suerte ella se desviaba, y en escasos minutos llegó a su destino. El móvil sonó, una llamada. Contestó rauda esbozando una sonrisa traviesa al tiempo en que ascendía los escalones de la entrada. Al entrar al recibidor hizo un saludo de mano en señal de buenos días, algunos le correspondieron. De igual forma, solo se dedicó a pasar la ficha para marcar su llegada.​
Sí, estoy bien… ¿Hoy? No lo sé. Quizás. Te llamo―. Y colgó. Había que ir a la oficina del jefe para que asignaran tareas de patrullaje por sector. Por supuesto la Comisaría estaba llena, todos los oficiales del primer turno estaban allí o por llegar y los del tercero ya tenían un pie en la puerta tras dar el reporte diario―. Buenos días, comandante Perl ―entró la pelirroja dando un saludo de respeto.​
Buen día, Shikinami ―bostezó. En su escritorio había desorden, papeles recién firmados, otros apilados, copias de las copias y una torre de vasos de café seguramente del día anterior que amenazaba con caerse sobre los documentos. Abajo, detrás de su asiento, latas de refresco y muy seguramente una cerveza, podía olerlo―. Uf, estoy agotadísimo.
Me imagino ―los ojos miel de la mujer se afilaron. Se notaba que el muy cerdo acababa de despertar después de dormir toda la noche y cobrar de igual manera el turno.​
Mira, saldré a tomar aire ¿Te importaría ordenar aquí un poco? eres una chica, a las chicas les encanta limpiar.
Puedo hacerlo si quiere.
Muy bien, pequeña, regreso en una hora.
Me llevará solo quince minutos.
No importa, estoy entumido, quizás aproveche para almorzar. Contestas las llamadas si llegan ―por supuesto que lo harían, todos los días entraban decenas de ellas―y diles que no estoy.
Entiendo.
Cuando vuelva te daré tu ruta.
Maldito inútil.​
 

ROJO Y NARANJA

Dios Shibe
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-Satoshi estaba buscado la jefatura de policía, estaba muy nervioso, y no sabía ni dónde estaba, su GPS le decía a dónde ir pero solo lo perdía más, así que le preguntó a una mujer que iba pasando en dónde podía encontrar la jefatura y esta le dijo, así que siguió las indicaciones y no tardó en llegar, ya ahí fue a la recepción
Satoshi: ¡Señorita, por favor, tiene que ayudarme!
Recepcionista: ¡Muy bien joven! tome un número y por favor espere su turno
Satoshi: Señorita, por favor, esta es una emergencia
Recepcionista: Tome un número y por favor espere su turno
-Satoshi tomó un número y se sentó en una de las sillas, le tocó el número 47
Recepcionista: Número 32, favor de pasar a recepción....... número 32
Satoshi: Señorita, soy el único aquí ¿por qué no me deja pasar?
Recepcionista: Por favor, espere su turno joven, número 33, favor de pasar a recepción
-A Satoshi no le quedó de otra que sentarse a esperar, y cuando por fin fue su número pasó con la recepcionista
Satoshi: ¡Ya era hora! Señorita tiene que ayudarme, me acaban de asaltar, se robaron la motocicleta que traía junto con las pizzas que iba a entregar
Recepcionista: Sí, un momento, déjeme anotarlo
-Pero la recepcionista no anotó lo que le dijo Satoshi, en vez de eso estaba conversando con sus amigas en redes sociales
Recepcionista: ¿Así que le robaron la bicicleta y su almuerzo?
Satoshi: Motocicleta señorita, y no, yo no me iba a comer las pizzas, tenía que entregarlas a un cliente
Recepcionista: muy bien, espere un momento y veremos qué podemos hacer
-Satoshi se volvió a sentar impaciente mientras la recepcionista salió a otra sala y ahí se puso a jugar "Among us" en su celular, mientras el repartidor se preguntaba si no había nadie que pudiera ayudarlo
 

ROJO Y NARANJA

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-Satoshi llevaba esperando media hora y nadie lo quería ayudar, así que fue al cubículo de la recepcionista a pedir ayuda
Satoshi: ¡¿Holaaaa?! ¡¿Que no hay nadie que me quiera ayudar?! ¡Llevo aquí mucho rato esperando!!! ¡¿ALGUIÉN?!
-Entonces un oficial de policía pasa cerca de él, es el comandante Perl
Satoshi: ¡Gracias a Diós! Señor, tiene que ayudarme por favor
-Pero el comandante estaba con una actitud apática, así que se le acerca al repartidor mientras come una rosquilla
Perl: ¿Sí? ¿Qué se le ofrece?
Satoshi: Me robaron la motocicleta, la que uso para hacer mi trabajo, y si no la recupero me va a despedir
Perl: Sí, muy bien, espere a que la recepcionista venga de su descanso y ella tomará notas
Satoshi: ¡Ya se lo comenté! y hace rato que se fue y no ha vuelto
Perl: Sí, muy bien, no se preocupe, aquí nos encargaremos de recuperar su bicicleta perdida
Satoshi: Motocicleta
Perl: Lo que sea, solo deme un momento
-El comandante trataba de comunicarse con la agente Shikinami por la radio
Perl: ¡Oficial Shikinami! ¿Me copia? ¡Cambio! Aquí tenemos a alguien que necesita su ayuda ¡Cambio!
-Pero la oficial no le respondía, entonces el Comandante notó que las baterías de su radio estaban muertas
Perl: ¡Qué fastidio! Bueno, esperemos un momento a que llegue
-El comandante se regresó a su oficina, ya ahí les cambió las baterías a su radio, pero en vez de comunicarse con la oficial se dedicó a tomar una siesta, mientras Satoshi seguía esperando
Satoshi: ¡¿Qué no hay nadie que me ayude?!
-Entonces Satoshi se volvió a sentar a seguir esperando, entonces recibe una llamada de su jefe por su celular, que le pregunta dónde está y por qué no ha entregado las pizzas, Satoshi no se atreve a decirle que le robaron su motocicleta, así que solo le dice que se atoró en el tráfico y las entregará pronto, luego de un par de regaños de su jefe Satoshi cuelga y se siente aún más angustiado
 
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Hayan

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Al cabo de unos quince minutos Levi logró llegar nuevamente a la comisaría. Como siempre, el tráfico dificultaba mucho la movilidad dentro de Grand Place, sobre todo en horas de tanta actividad… si tan solo ese maldito viejo le diese una patrulla el asunto sería más fácil. Llegó un tanto apurada, pensando que quizás el caso sería de suma importancia así que entró directamente hasta la oficina de Perl encontrándose no solamente con un chico, sino con que el área estaba nuevamente mugrienta y desordenada. Disimuló el tic en el ojo.​
¿Me necesitaba, comandante Perl? ―dijo apenas cruzó el umbral, el viejo sonrió al verla. Al fin había llegado alguien que sacara al tipo ese de allí, le ponía nervioso que fuese tan insistente.​
Sí, Shikinami. Mira, encárgate del asunto de este chico, está algo apurado por su bicicleta.
Motoneta ―corrigió el joven.​
Eso, lo que sea. Haz lo que tengas que hacer, ya sabes.
Sí, claro ―evitó rechinar los dientes. El nivel de irresponsabilidad y desinterés de Perl amenazaba con sacarla de sus casillas. Sin embargo, dirigió su atención hacia el chico que se notaba preocupado y ansioso. Le hizo una seña para que la siguiera al pasillo, cualquier lugar era mejor que seguir en la oficina grasienta de Perl ―. Dime qué necesitas.​
Llevo bastante tiempo aquí esperando que alguien me ayude, me han robado mi motocicleta, soy repartidor de pizzas y si no regreso con ella a mi trabajo, me despedirán. De hecho, ni siquiera pude hacer la entrega de mi último pedido.
Muy bien, necesito que me proporciones información de la última vez que la viste. Dónde estabas y qué hacías ¿Tienes tu tarjeta de circulación? Se supone debes tener licencia ¿Podrías mostrarla? ―la oficial tomó una libreta pequeña de su bolsillo, de su camisa tomó la pluma dispuesta a hacer anotaciones, había que comenzar a analizar el caso para dar con la motocicleta perdida.​
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Unas aclaraciones: No puedes llamar a nadie u obligarlo a atenderte sin haberlo consultado antes con esa persona (pues desconoces su disponibilidad). En este caso, no estoy obligada a atender todos los casos de la comisaría, tú mismo podrías resolverlo si quieres. Así que ten cuidado con eso. Cuando tu vas a un tema de negocio entonces sí, el dueño debe atenderte, pero aquí estamos en un tema "abierto" de sitio.​
Otra cosa, el mínimo de palabras por post son 300 y tus post no las cumplen.​
 

Xelloss

- el orate del pueblo -
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Lugar: Grand Place | Universidad

La jornada realmente había sido extenuante, tome algunas cosas de la sala de profesores antes de irme. Alexandra me miraba por sobre sus lentes con la rigidez de siempre, se comenzó a acercar a mi “Que diablos tendré que corregir ahora, solo quiero llegar a casa y dormir” pensé mientras se aproximaba, siempre que me hablaba era para ordenar algo o criticar mi poco adecuada conducta como docente, no me agradaba ella y al parecer yo tampoco le agradaba. Cuando estaba muy cerca mío me hice el desentendido, algo en lo que soy experto, fingí que no la había visto en absoluto y metí las cosas rápidamente en mi mochila, pero aún así había sido demasiado lento.

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— ¿Rubén tienes algo que hacer hoy en la tarde? — me pregunto, la ultima vez que me lo pregunto pasamos de largo revisando los promedios que había ingresado, fue un día funesto y lo peor es que me hizo revisarlos junto a ella a mano, ¡a mano! no había errores, pero desde ese día la evito tanto como me es posible

— No, pero no he dormido bien desde ayer así que quiero llegar a mi casa a descansar. Agradecería que no me solicitaras nada a estas horas — mire mi reloj y continúe con la charla — realmente estoy exhausto y como mañana tengo libre. Necesito realizar unos tramites desde temprano, cualquier cosa urgente creo que hay colegas más capacitados — concluí mientras cerraba mi mochila.

Si había eludido o no las tareas, no lo sé.

Cuando Alexandra se empecinaba en capacitar a los demás era realmente insistente, al punto de que varios habían renunciado al trabajo “será una especie de juego sádico, tipo pasivo-agresivo”, me reí mientras pensaba en la idea de una Alexandra con una fusta ordenando que todo vaya tan implacablemente ordenado como ella quería.

Tomé mi mochila y salí entonces de la universidad, camino a mi departamento.
 
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ROJO Y NARANJA

Dios Shibe
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Satoshi: Era una motocicleta roja que tenía el logo de la pizzería donde trabajo en el lado izquierdo, la pizzería se llama "Pisa", y el logo es la torre de Pisa con una rebanada de pizza a un lado, tiene una caja blanca adherida al asiento trasero
Shikinami: ¡Muy bien! Y ahora..... Descríbame por favor cómo lucía el que lo asaltó
Satoshi: Tenía un pasamontañas, así que no pude reconocer su rostro, pero era un tipo fornido y muy alto, tenía una camisa verde y una chamarra de cuero café, unos pantalones de mezclilla con las rodillas rasgadas y unos tenis azules, tenía piel morena, lo se porque pude verle las manos, y llevaba un arma
Shikinami: ¿A qué hora y en dónde fue el asalto?
Satoshi: Fue exactamente hace una hora con 10 min. a una calle antes de entrar a Grand Place, de hecho vi que se dirigía precisamente aquí a Grand Place, pero no se en qué parte se podrá encontrar
Shikinami: ¡Muy bien! ¿Y qué hacías justo cuando te asaltaron?
Satoshi: Detuve mi motocicleta un momento para revisar el GPS de mi celular y ver la ruta más corta a mi destino, pero en cuanto estaba a punto de seguir de repente me apuntaron por la espalda con una pistola, el asaltante tenía la voz demasiado gutural, me bajé de la motocicleta y en cuanto este se subió pude verlo, y se la llevó junto con 2 pizzas grandes y una soda dietética
Shikinami: Muy bien, ahora muéstreme su licencia de Shibe World por favor
-Entonces Satoshi sacó su billetera y le mostró su identificación
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Shikinami: De acuerdo, entonces se llama Satoshi Aioi..... muy bien, todo parece estar en orden, despreocúpese, encontraremos al que robó su motocicleta y así no perderá su trabajo
Satoshi: ¡Muchas gracias señorita!
-Entonces Satoshi acompañó a Shikinami afuera de la estación, ahí ella pidió un taxi y le mostró al taxista su placa de policía y le dijo que era un asunto oficial, y le dijo que buscara por los alrededores a un hombre con la descripción que Satoshi le dio
Satoshi: Disculpe la pregunta pero ¿no sería mejor buscar en una patrulla?
Shikinami: Por desgracia no me han querido dar una.
-El taxi arranca y empieza la búsqueda
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ROL OFF:
Unas aclaraciones: No puedes llamar a nadie u obligarlo a atenderte sin haberlo consultado antes con esa persona (pues desconoces su disponibilidad).
O.K. LO SIENTO, TRATARÉ DE SER MÁS CUIDADOSO​
Otra cosa, el mínimo de palabras por post son 300 y tus post no las cumplen.
YA EDITÉ EL POST ANTERIOR PARA PONER MÁS PALABRAS
ROJO Y NARANJA ¡CAMBIO Y FUERA!
 

Hayan

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El taxi siguió derecho por la enorme avenida, el tráfico era medianamente fluido a esa hora así que no tardó en llegar a la intersección, giró a la derecha por instrucción de la pelirroja. Levi sabía que no muy lejos de allí había estrechos callejones. Al mismo tiempo, usó el radio para pedir apoyo a sus compañeros de rutas aledañas y que de paso sí tuvieran una patrulla. Maldita meritocracia corrompida.​
Según dices ―dijo la policía, dirigiéndose a Satoshi ―, el asunto pasó hace aproximadamente hora y media. En ese momento era la hora pico matutina de Grand Place, así que asumo no pudo haber ido muy lejos. Lo más inteligente que pudo hacer el sujeto es esconder la motocicleta hasta tener oportunidad de irse rápido.
Sí, es muy difícil filtrar cuando el tráfico es muy denso, además que el régimen de tráfico es muy estricto aquí.
Exacto, ganarse una infracción es lo menos que desearía.
¿Entonces crees que no está muy lejos? ―Levi asintió. El taxi se detuvo un par de minutos antes de volver a avanzar ―La motocicleta es roja, muy llamativa ―Satoshi miró por la ventana, sabía que si no recuperaba la unidad tendría problemas con su trabajo. Es más, en su teléfono había varias llamadas perdidas de su jefe, extrañado por no verlo volver al negocio y peor aún, por no entregar el pedido.​
Si me permiten sugerir algo ―habló el taxista mientras lo miraba desde el retrovisor ―, hay unos callejones donde asaltan mucho ―en seguida recompuso, sobre todo al sentir la mirada intensa de la oficial ―, o sea, es decir, es un asunto curioso ―. Tosió y se acomodó los lentes―. Tengo la teoría de que las personas no denuncias porque los robos son ridículos, numerosos pero inofensivos.
Ningún tipo de delincuencia es inofensiva, señor ―corrigió la mujer.​
A lo que me refiero es que no son violentos. Por eso la policía no se entera. Esos sujetos terminan robándote un reloj y ya, ni siquiera te sacan la billetera.
De pronto, el taxista se detuvo delante de una callejuela que se formaba a causa del espacio entre un edificio de habitaciones y un supermercado mediano, alejada de la manzana principal. Los botes de basura se alineaban uno tras otro hasta perderse en la oscuridad pestilente.​
Aquí es ―aseguró el taxista. Shikinami se bajó de prisa. Sí, parecía la guarida adecuada para la delincuencia. Los supermercados solían tener un manejo turbio de la mercancía y convenientemente cerca una madriguera de inmigrantes. Grand Place solía tener sus manchas oscuras en medio de tanto lujo y opulencia. Esa era una de ellas.​
Bueno, iré al fondo del callejón. Esperen aquí ―el fin de la callejuela no era visible por las sombras de ambos edificios, es más, podía adivinarse por el olor que ese espacio convergente había terminado convirtiéndose en un pequeño basurero ilegal.​
¿Estás segura? ―Inquirió Satoshi.​
Sí. Es pan comido. Quédate aquí. No entres por ningún motivo.
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-La oficial Shikinami entró sola a ese oscuro y feo callejón mientras que Satoshi se quedó dentro del taxi, una vez que ella se alejó el repartidor empezó a ponerse nervioso.
Satoshi: La oficial entró solita a ese feo lugar ¿qué tal si no logra recuperar mi biciceta?
Taxista: Tranquilo hijo, estará bien, es una profesional que sabe hacer su trabajo ¿Quieres un cigarro?
Satoshi: No gracias, no fumo, pero...... ¿Y si no la recupera, y si el ladrón la mata, y si el ladrón vende la motocicleta al mercado negro? ¡Entonces mi jefe me regañará, perderé mi trabajo, tendré que pagar por la motocicleta, me quedaré en bancarrota! ¡NO VOLVERÉ A VER A LA CHICA QUEM E GUSTA, PERDERÉ MI CASA, Y MI BICICLETA, TENDRÉ QUE IRME A VIVIR A CASA DE MIS PADRES, TRABAJARÉ EN LA FÁBRCA DE SUELAS DE ZAPATO DE MI PAPÁ! ¡NUNCATENDRÉUNAESPOSANIUNPERRITOSIEMPREQUICETENERUNPERRITOYLOPEORDETODO.....!! ¡EL CLIENTE NO RECIBIRÁ LA PIZZAAAAAAAAAA!!!!
-Satoshi todo angustiado se quita el cinturón y baja del taxi pero el taxista lo detiene
Taxista: ¡Espera hijo! La oficial te dijo explícitamente que te quedaras aquí ¿recuerdas?
Satoshi: Tiene razón, debería quedarme aquí ¿Pero y si la oficial necesita ayuda? ¿Pero y si tiene todo bajo control y si entro solo empeoro las cosas? ¿Y SI ESTÁ HERIDA Y NECESITA AYUDA? ¿Y SI NUNCA LLEGAN LOS REFUERZOS? ¡¿QUÉDEBERÍAHACERDEBOIRAAYUDARLAOQUEDARMEAQUÍCOMOMEDIJOAYNOSENOSENOSEQUÉDEBOHACERQUÉDEBOHACERQUÉDEBOHACERQUÉDEBOHACEEEEEEEERR?!
-El chico caminaba de un lado a otro mientras tenía ataque de pánico tratando de decidirse si iba a ayudar a la agente o no mientras el taxista lo grababa todo con su teléfono para subirlo a las redes sociales

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El sitio estaba en silencio, solo se escuchaba el ruido de la calle. Levi tomó su pistola y la levantó a la altura de sus hombros en caso de que algo sucediera. La pestilencia iba en notable aumento y conforme resonaba su andar, extraños ruidos comenzaron a escucharse, como el estrujar de bolsas, acto seguido algo cayó. Su mirada dorada se desvió hacia el ruido solo para comprobar que se trataba de un gato, el felino maulló y salió corriendo. El callejón de pronto perdió lo angosto, abriéndose un área amplia donde, como era de esperarse, los inquilinos del edificio continuo y el supermercado, acumulaban basura. Bolsas enormes de productos caducos, la descomposición orgánica en todo su esplendor mezclándose con la basura cotidiana de al menos unos veinte inmigrantes. Levi movió la cabeza en un intento por sacudirse la pestilencia. Hasta el fondo de allí, una lámpara taciturna alumbraba silente a algunas siluetas que parecían estar conversando, no se escuchaba nada pero gesticulaban con las manos. Movimientos rápidos y agresivos. Era momento de actuar.

La mujer se acercó a paso raudo, resguardando su arma por un costado, donde su saco pudiera ocultarla, llevó la mano hasta su bolsillo para extraer la placa. Apenas se hizo mirar los sujetos dieron un salto.
Oficial Shikinami ¿Puedo ver sus identificaciones? ―habían hecho amago de querer salir corriendo, pero en realidad aquel sitio era un callejón sin salida. La única vía de escape estaba a espaldas de la mujer. Se miraron entre ellos y rebuscaron entre sus ropas. Esos instantes sirvieron para que ella buscara la pista que les delatara… había un pasamontaña colgando del bolsillo de uno de los chicos. Uno bastante alto―. Tú, el de la camisa verde ¿Cómo te llamas?
Albert ―contestó con voz gutural. Bingo. En ese momento tomó su g18 y cortó cartucho, sin apuntar a nadie ―¿Dónde está la motocicleta? ―los ojos del tipo se abrieron con espanto, buscando una salida. Sus compañeros se miraron, nerviosos. Y, como era de esperarse, todos cómplices. Levi no podría mantenerse atenta a todos. Albert salió corriendo, al mismo tiempo uno de ellos intentó quitarle el arma a la pelirroja, ganándose un golpe en la cara. Otro la tomó del brazo, los tres restantes simplemente salieron huyendo.
No me toques ―volteó la policía con furia para plantar un codazo seco sobre la mejilla del hombre, terminó en el suelo… pero Albert se iba. Sin embargo, se escuchó un golpe… o dos. Albert terminó chocando con Satoshi, quien entraba apurado sin saber lo que ocurría. La falta de luz y la precipitación de ambos hizo que ninguno pudiera evadir el encontronazo. Albert se rompió la nariz cuando la cabeza del repartidor, más bajo, diera contra su rostro. Ambos cayeron sobre sus espaldas.
¡Qué dolor! ― gritó Satoshi sobando su cabeza, aun en el suelo. Albert no dejaba de sangrar. Toda la escena se detuvo de momento por el choque, Shikinami lanzó un disparo al aire.
Nadie se mueva.

Fue cuestión de minutos para que llegaran los refuerzos que cerraron inmediatamente la única salida. Tomaron la declaración de los sujetos y dieron con el paradero que Albert había robado. Estaba escondida en uno de los departamentos del edificio de inmigrantes. Tras un papeleo sencillo, Satoshi la tendría de vuelta. La ambulancia también vino.

ROJO Y NARANJA ROJO Y NARANJA listo
 
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-A Satoshi se le estaba pasando el dolor del golpe, y al por fin recuperar su motocicleta estaba muy feliz, le dio varios besos a esta
Satoshi: ¡Mi amada motocicleta! ¡No volveré a perderte!
Shikinami: Bueno, el caso está cerrado, ya puedes volver a tu trabajo muchacho, pero antes de irme solo te diré una cosa, aunque por un lado te dije que no entraras al callejón, ya que podía manejar esto yo sola y te pudiste haber lastimado seriamente, por otro me da gusto que lo hicieras, ya que gracias a eso pudimos atrapar a este ladrón y recuperar tu amado vehículo
Satoshi: Sí, muchas gracias de nuevo oficial, estoy en deuda con usted
Shikinami: Ni lo menciones, solo hacía mi trabajo, bueno, cuídate mucho, yo tengo aún cosas por hacer
Satoshi: ¡Espere! no se vaya, me gustaría recompensarla
-Entonces el chico Aioi sacó un papelito de su bolsillo, era un cupón para la pizzería Pisa
Satoshi: Aquí tiene, es un cupón, en la compra de una pizza grande de 2 ingredientes, le damos la segunda a mitad de precio, con una bebida de su elección también a mitad de precio
Shikinami: Este...... Gracias, ya me tengo que ir
-Después de eso la ambulancia se llevó a Albert, las patrullas a los 2 ladrones que sí lograron atrapar mientras que buscaban a los 3 que se escaparon, Shikinami guardó el cupón y se volvió a subir al taxi para regresar a la comisaría y Satoshi revisó su motocicleta, no tenía ningún daño, y a la entrega que tenía que hacer no le había pasado nada, pero las pizzas que iba a entregar ya estaban frías, igual se subió a su transporte y se dirigió a su destino, que no estaba lejos de ahí, pero antes se detuvo en una tienda de abarrotes a comprar una bolsa de papitas grande, luego llegó a la casa donde tenía que hacer la entrega, ahí la señora que vivía en esa casa lo regañó feo, Satoshi se disculpó explicándole lo que pasó, y le dio las pizzas y la bebida y no le cobró, le dijo que era cortesía de la casa, y como regalo le dio la bolsa con papitas, luego de eso Satoshi regresó a la pizzería donde tenía que enfrentar a su jefe
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ROL OFF: EL TIPO QUE ASALTÓ A SATOSHI, ALBERT, TENÍA CAMISA VERDE, NO AZUL
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Usagi

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Había salido de su hogar, la verdad que no tuvo muchos clientes hoy y quería observar los escaparates de los grandes centros comerciales, se sentía intimidada por los imponentes vestuarios de diseñador pero no podía evitar disfrutarlos al mismo tiempo pues a eso se dedica, sin embargo pensaba en adquirir algo, no tenía mucho dinero, apenas tiene para pagar la universidad, comprar material, alimento, las necesidades domesticas y pagar la renta con ayuda del dinero que le envía su padre. En verdad quería ser totalmente independiente pero entiende que por el momento no es posible además que tener el apoyo paternal la conforta.

Posa su vista en la vitrina de un lugar con vestidos hermosos, ella busca unos accesorios así que piensa que dentro del lugar podrá encontrar algunos, no obstante se distrae observando un conjunto de finas telas que le dejo impresionada. La dependienta observa a la joven frente al maniquí y le pregunta si necesita ayuda, algo formal cual empleada, Cerise le observa apenada respondiendo de forma tranquila una negativa pues solo esta observando.
Terminada las formalidades se dedica a observar los accesorios encontrando unos que le gustaron bastante, pregunta el precio nota que para su belleza entran en su presupuesto y procede a ordenar el juego de anillos y pulseras, agrega unos pendientes y un labial que tomo del mostrador en una pequeña caja de exposición.

Hecha su compra procede a salir del sitio, guarda su ticket dentro de su bolso mientras se pone en marcha a la tienda de material, llegado al sitios pasados unos minutos se entretiene buscando cuadernos de bocetos además de algunos pinceles y pinturas.
 

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-Bien, por fin había llegado, "Grand Place", no le gustaba nada estar ahí después de lo que pasó el día anterior, y con muy justa razón, pero tenía que hacerlo, el taxi lo dejó enfrente de la tienda y Satoshi le pagó, luego entró al establecimiento, ya ahí dentro estaba muy nervioso, es cierto que el asalto no pasó dentro de Grand Place, pero aún así estar en el lugar no dejaba de preocuparlo.
El lugar en el que estaba era el super mercado más abastecido de todo Shibe World, fue a la sección de especias a buscar el clavo de Madagascar, cuando de repente, oyó un balazo
Satoshi: ¡ME RINDOOOOOO!!!
-El repartidor de Pizzas levantó los brazos y tembló con mucha fuerza, pero el sonido venía del celular de otra persona que también estaba de compras, estaba jugando un juego, Satoshi se disculpó avergonzado, luego volvió a buscar lo que necesitaba, y lo encontró, tomó el frasco y se dirigió a la caja registradora
???: ¡ESTO ES UN ROBO!
-El chico Aioi al oír esto se agachó atemorizado y temblando, pero luego volteó a ver que era una señora que también hacía compras
Señora: ¡¿300 Shibecoins para esto?! ¡No inventen!
-Satoshi suspiró aliviado, se sentiría más seguro si un buen oficial de policía estuviera con él en estos momentos, como esa simpática oficial Shikinami que conoció ayer, entonces al pensar esto se le ocurrió una idea, fue a la sección de regalos y tomó un par de cosas más, luego fue ahora sí a la caja registradora, pagó sus cosas y salió de ahí, primero se dirigió a la estación de policía
Recepcionista: Bienvenido a la jefatura de policía ¿en que le puedo ayudar?
Satoshi: ¡Buen día! ¿Está la oficial Shikinami?
Recepcionista: ¡Ay! Usted otra vez, la oficial no se encuentra en estos momentos ¿Y ahora qué? ¿Acaso le robaron sus pañales?
Satoshi: No, solo quería darle un regalo ¿Puedo dejárselo para que se lo de?
Recepcionista: ¿Me vio cara de mensajera? Déjelos en su oficina, esta por este pasillo, la tercer puerta a mano derecha
Satoshi: ¡Gracias!
-El chico entró al pasillo y encontró la oficina de la oficial, efectivamente era la de ella, ya que tenía escrito su nombre en la puerta..... en una hojita de papel y con mala ortografía, entró y no había nadie, así que dejó unas flores y una tarjeta en su escritorio y luego se marchó, saliendo de la comisaría tomó otro taxi y se regresó al restaurante

¡Gracias por su ayuda el día de ayer! Me salvó la vida
"Satoshi Aioi"
---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Hayan Hayan TU PERSONAJE NO TIENE QUE INTERACTUAR CON EL MÍO, SOLO LE DEJÓ UN REGALO
ROJO Y NARANJA ¡CAMBIO Y FUERA!
 

SHO-JIN

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Re.

Para el tercer día Kaiser ya había memorizado el patrón de las grietas en el tejado, como un pequeño mapa, eran como riachuelos que nacían en la parte superior de una pared áspera y grisácea, se extendían por un poco más de veinte centímetros y ahí mismo se rompían en dos, luego en tres y así hasta crecer en una telaraña; de justa forma, en el vértice derecho de la habitación de cemento, un arácnido de un amarillo mostaza se balanceaba. Este se adornaba con rayas marrones o quizá rojizas, los extraños puntos negros que cubrían el cuerpo de la araña hacían difícil describirla, fue durante el primer día que Kaiser la nombró amiga, durante el segundo la bautizó como "Mia".​

Esposado y con su espalda pegada a la pared algunos mechones de cabello cubrían unos ojos escarlata que tenían horas clavados en el suelo, en su mente se repetían, como flashes de cámara, la continua repetición de imágenes: Su misión había sido robar tres cuadros, una tercia de obras invaluables del artista Zach Dolton tituladas: Amanecer, Atardecer y Crepúsculo; esas piezas explotaron en valor cuando se dio a conocer la muerte de su pintor (sucedido hace un año aproximadamente), su cadáver fue descubierto en la tina de baño en un motel de carretera, la ciudad más cercana era Nueva York y por tal la prensa se movió como una plaga, no pasó más de dos días para que la noticia se esparciera en todo el mundo.​

¿Cómo descubrieron el robo? Kaiser se preguntaba; sus asaltos siempre eran perfectos, detallados, exquisitos y esculpidos de forma minuciosa, con un detalle que denotaba la obsesión perfeccionista del muchacho. El lugar de su derrota fue la casa de un millonario ubicada en la zona más exclusiva de SW, en la colina de la calle Harmon, la única mansión a la vista. Su disfraz fue perfecto, la tez de la máscara era idéntica a la humana, su peluca sin un atisbo de ser falsa. Un plan pensado en seis meses, tirado y defecado, completamente arruinado.​

Traición, era la única razón posible, su contratista lo había delatado.​

Kaiser observó al arácnido en el suelo, un finísimo hilo, casi invisible, colgaba desde el techo. Él hizo una leve mueca y observó los detalles de la araña, hubiese matado a Mía en ese mismo instante si no tuviera las esposas puestas.​

Otro relámpago cayó en el cielo de su mente, de su psique, entre culpas e intentar buscar respuestas, una conversación se iluminó en aquella polvareda; los oficiales que lo encontraron y arrestaron estaban ahí, no opuso resistencia alguna ante eso, analizando la situación huir hubiese sido inútil y efectivamente un suicidio. De camino a su futura celda, le taparon el rostro y la oscuridad empezó, fue entonces cuando se decidió a escuchar (y a escuchar con mucho detalle); sus opresores comentaban, de forma muy baja, ciertos datos, con ello el joven ladeó su cabeza y puso mayor atención, los murmullos revelaban lo siguiente: Él era sospechoso de otros crímenes, creían que estaba relacionado con la desaparición de varias mujeres en la ciudad.​

Al parpadear, los ojos escarlata seguían observando al arácnido, no se movía de sitio, era como una pequeña estatua que se batía a un duelo ocular con el preso. Se escuchó un zumbido, un fuerte ruido que asustó a Mia lanzándose a escapar, un haz de luz entró una ventana, era la primera vez en horas que presenciaba la luz.​

Kaiser Mizuno, es hora de tu interrogatorio.

---
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A continuación apareció el repiqueteo de unos tacones claramente puntiagudos poniendo así en evidencia la presencia de una mujer. El preso sonrió en sus adentros creyendo que tendría alguna oportunidad, estadísticamente le era más sencillo engañar una fémina al provocarle simpatía a diferencia de aquellos bribones mal pagadas que seguro se morían por romperle la cara. Los escuchó varias veces tronarse los dedos. Entonces cuando aquella luz se espació al abrirse la puerta completamente fue como ver la entrada al más allá y lo que siguió después le revolvió el estómago. Vio a satanás y a Dios en la misma persona. Condena o salvación.​

Los oficiales que custodiaban al reo enderezaron la postura y salieron inmediatamente. El encargado de la cuadrilla se acomodó la corbata y llevó unas hojas a la altura de su vista para enunciar los cargos al momento en el que extendía la orden de aprehensión. Levi la tomó para darle una ojeada rápida. Recordaba ese caso perfectamente, ella había ayudado a detectar que la silueta aparecida bajo las cámaras de seguridad era un impostor y no el verdadero, descartando el tema del autor-robo, concepto bajo el cual estuvo a punto de cerrarse el caso ¿Un artista que se deshacía de sus obras para simular un hurto y así cobrar un seguro millonario? No sería raro. Sin embargo no era el caso y a decir verdad por poco y el desgraciado ladrón quedaba impune. Jamás pensó que se trataría de Kaiser. Y, de haberlo sabido ¿le habría dejado pasar? La voz del oficial pasó en Off mientras ese nombre vibraba bajo sus ojos. Mantuvo el gesto serio y se limitó a no mirar al preso, solo a su homólogo quien dicho sea de paso era un varón de unos cuarenta y cinco con un rango no tan dispar al suyo. De hecho, el rango actual de Shikinami no le permitía hacer ese tipo de interrogatorios, era más bien una experticia inusual y su obsesivo compromiso lo que le terminó colocando en aquella posición. Quizás también por el temor que imponía pese a no ser una mujer corpulenta.​

Le agradezco oficial Maxwell, déjemelo a mí.
¿Está segura?
Por supuesto. Sé cómo tratar con ello ―el varón no puso ninguna objeción más, le había visto lidiar con sujetos tres veces más grandes que ella así que optó por una retirada rápida dando su trabajo por terminado. Hubo silencio gélido. Fue más que incómodo, era irritante. En ningún momento los amigos cruzaron mirada, agudizando la sensación de desosiego.​

Tras cerrarse la puerta con la salida del señor Maxwell la oscuridad reinó por unos segundos, los ojos de Káiser descansaron de la presión mental que le dictaba tener que mirar a la pelirroja, porque tendría que hacerlo en algún momento. No supo si era frustración o vergüenza, su mente de quedó en blanco por un segundo hasta que una lámpara se encendió sobre su cabeza. La estela cegadora le obligó a achinar los ojos ¿De donde diablos había salido ese reflector?​

Maxwell trancó tras de sí con una sonrisilla burlona en el rostro. Le provocaba placer cada vez que veía a un delincuente recibir su merecido y Levi... Levi tenía estilo, posiblemente por eso le respetaba a pesar de tener casi la misma posición jerarquíca. Avanzó unos pasos hasta que se posicionó a la misma altura de la mujer pero fuera de aquella habitación. El show estaba por servirse a través de aquel vidrio aparentemente opaco que permitía mirar desde el exterior. Incluso su cuadrilla se había quedado allí también para observar.​

¿No tienen que irse a trabajar? ―refirió Maxwell a sus subordinados, los cuales entre muecas y regañadientes abandonaron su palco de honor. Los ojos castaños del varón se prepararon para el espectáculo. Siempre había pensado que disfrutaba hacer pagar a los criminales regresándoles una parte del dolor que causaban, pero era un deleite mayor cuando aquella mujer, sin mucho bullicio ni amenaza, les hacía llorar y confesar como niños asustados. Se llevó una mano al espeso bigote y después se cruzó de brazos. Acto seguido miró los labios de la mujer, había pronunciado algo en tono bajo, lo hacía a propósito para que el interrogado no escuchase la pregunta, éste alzara el rostro intentando entender o que se le repitiera la pregunta y después... sí, el dulce sonido de una frente partiéndose contra la madera. Juró que incluso fue más fuerte de lo normal. Apretó el ceño tras admirar el impacto. Hubo sangre, claro que sí, la señorita cada vez se volvía mejor. No por nada le apodaban la oficial shinigami. El sujeto en cuestión debió sentirse mareado, como mínimo, después de semejante sacudida de ideas. Los dedos de la fémina se enredaron en los rubios con furia haciendo que el criminal dirigiese su cabeza y por ende, toda su atención hacia ella.​

Confiesa...

Si hubiese querido hacerlo no tuvo tiempo, un segundo impacto le rompió la ceja. Golpes tan consistentes como quien tomar una hoja y la sella con firmeza para asegurarse que la marca de tinta ha quedado perfectamente plasmada. Extasiado, Maxwell anhelaba que le rompieran la nariz al muchacho, era una lástima que no forcejeara, eso lo haría más emocionante. Pero en seguida se escuchó una voz por el radio, había una trifulca en un barrio de chinos mugrientos y eso... eso también era digno de mirar. Con algo de mala gana respondió la radio asegurando su llegada en quince minutos, menos de lo que su patrulla atravesaba el tráfico de SW. Torció la boca resignándose a que ya llegaría otro desgraciado para torturar.​

La sombra del oficial retirándose de la pared de cristal fue apenas perceptible, detalle que pasaría inadvertido si Levi no hubiese prendido la lámpara a máxima potencia. Mizuno apretaba los dientes ¿De verdad había llegado hasta allí? Y a pesar de estar siendo maltratado entendía que ese no era el propósito de su amiga, de lo contrario ya no tendría nariz... ¿verdad? ¿seguían siendo amigos? Kaiser sabía muy bien el poder de la influencia y si aún quedaba algún rastro de amistad podría salir de esa. Y vaya que lo deseaba, estaba muy metido en el hoyo.​

No creí que hicieras eso...
No tuve más opción ―quizás un poco de victimismo funcionaría ―, necesitaba el dinero.​
Esa no es justificación ―Kaiser sintió algo de ira que se reflejó no en la voz de la pelirroja, sino en el agarre que mantenía en su cabello. Una mala frase y ahora sí tendría una hemorragia.​
Lo sé. Es un asunto complicado ―sonrió y al hacerlo dejó escapar algo de aire con desgane―, de hecho no entiendo cómo me descubriste ―quizás si daba su brazo a torcer las cosas podrían tomar otro rumbo... porque básicamente estaba confesando ¿Qué podía perder? Realmente ya no tenía escapatoria. En ese instante Shikinami lo soltó y relajó la postura, no así el rostro. Aunque sabía que Maxwell se había ido había cámaras, se aseguró de darles la espalda para que no leyeran sus labios y así mismo eclipsar lo más posible a Kaiser.​
Por el perro. Tu disfraz para hacerte pasar por el artista era perfecto y, aunque decidiste distraer al perro introduciendo un gato callejero, en cuanto éste volvió comenzó a ladrar al percatarse que alguien ajeno había estado allí. Es que es muy difícil imitar el olor de otra persona, aún si usas el mismo perfume. La nariz de los animales es muy sensible. Pasaste por alto el apego que siente por su dueño. Él supo que eras un impostor y te delató.


Ya veo. No volveré a...
Cierto, no volverás a cometer ese error ―la voz de la mujer que se había suavizado un poco volvió a retomar un aire firme y áspero―. Porque dudo bastante que salgas de aquí.
¿Eso significa que no me vas a ayudar? ¿Vas a dejar que me pudra en una celda?

Levi se rio discretamente, aquello había sonado como un reproche ¡Nadie lo mandó a robar! Debía hacerse responsable de las consecuencias de su estupidez.
Kaiser, sé que eres buen negociante. Noté la pericia con que ejecutaste el robo y casi te retiras para vivir como millonario. Para llegar a ese nivel se necesita mucha habilidad, experiencia y contactos.
¿Eso quiere decir que quieres negociar?
Quiero hacer una transacción.
Si eso me ayudará a salir de aquí, te escucho ¿Cómo será la transacción?
Traiciona a tus aliados para trabajar para mí y yo traicionaré a los míos para dejarte en libertad...

Parecía una salida fácil... pero por alguna extraña razón Kaiser sintió una pistola imaginaria apuntándole la sien, dispuesta a sacarle toda materia gris si cometía un error. Si traicionada a sus allegados podrían matarlo si se enteraban, si la traicionaba a ella podría hundirlo en la fosa más profunda. Si no decidía nada terminaría en la cárcel por unos cuantos años, quizás convivir con los reos no sería tan mala idea...
 
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Hace unos veinte años aproximadamente, Kaiser y Levi jugaban en un parque, su localización es inexacta, los cambios en la ciudad era muy frecuentes en aquella época y hace que actualmente sea imposible saber a ciencia cierta su antigua localización; SW crecía y añadía nuevas zonas, se expandía cómo un ser vivo, se convertía en una metrópoli. Por ese tiempo se construía un centro comercial, el edificio Warren frente a la calle Marsh y esquina con la avenida veintidós, el sitio estaba cercado, sus murallas de madera podían ser vistas desde el parque que se visualizaba frente al mismo, nubes de polvo se escapaban por encima y los estrepitosos sonidos de la maquinaria pesada se repetían de forma monótona, empezaban a las 5 am y terminaban a las 7 pm.​

Un pequeño Kaiser se veía jugar con una pelota, pero no era eso solamente, lloraba, su llanto era apagado por el violento sonido de martillo que demolía el asfalto. Otro niño le había quitado su pelota junto con otros infantes, lo empujaron al suelo y se burlaban de él, el llanto consumió a Kaiser hasta que llegó otra persona, una niña pelirroja que no dudó en golpear aquellos bravucones, fue cómo ver un ángel o un demonio; ese día los ojos de ella brillaban de dorado, siempre le parecieron estrellas.​

Siempre la han parecido estrellas.​

Kaiser estuvo viendo al vacío por unos segundos, una gota de sangre recorrió su mejilla hasta llegar a su barbilla, tragó un poco de saliva para luego parpadear. Los recuerdos de su infancia aterrizaban sin compasión alguna, cómo mariposas que invadieron la habitación, cada recuerdo revoloteaba y no le permitía pensar con claridad. ¿Qué fue lo último que dijo Levi?, cierto, traicionar a sus aliados.​

Quiero un abogado.

―No seas idiota, eso no va a suceder.

Levi vio de reojo al espejo a sus espaldas, se reflejaban ambos, posiblemente había oficiales del otro lado; sin embargo, había algo extraño, desde que empezó el interrogatorio se decidió al fin a mirarle. Figura esbelta y cara de pocos amigos, cabello largo y rojizo, ojos color castaño y una mirada demasiado penetrante, imposible era detectar algún punto ciego, una debilidad que mostrara la chica y que le permitiera a Kaiser poner la situación a su favor.​

―Le quisiste robar a alguien muy peligroso Kaiser, no saldrás de la comisaría con vida, te lo aseguro.

―Tengo derecho a un abogado.

―Es en serio Kaiser, mírame ―Ella se acercó, se vio el reflejo del rubio en sus pupilas―, Te prometo que te cortaran el cuello o terminarás con una bala en la frente si no dejas que te ayude.

Había frustración en su voz, cómo un regaño y preocupación, era imposible que ella le hablase de esa manera frente a sus compañeros. Kaiser miró sobre el hombro de ella, pudo observar nuevamente el espejo en la pared.

―Estamos solos… ―Susurró.

―¿Qué dices? ―Respondió ella.

―No has cambiado nada, Levi ―Kaiser sonrió, ella lo miró y también se vio reflejada en sus ojos azules.

―Tú tampoco, siempre te tengo que estar sacando de tus tonterías; pero esta vez estás demasiado enterrado, hasta el cuello estas de problemas.

―¿Y crees que puedes ayudarme? ―Ella se alejó de su rostro para asentir con la cabeza―, Entiendo, si mis cálculos no fallan, han pasado tres días desde que me encerraron, hoy en la noche debería verme con el sujeto que quería las pinturas, mi contratista.

―¿En qué lugar?

― En el octavo piso del edificio Warren, el bar Holland, a las once en punto ―Dijo, al intentar relajar sus muñecas, sus brazos empezaban a doler después de llevar varios días esposado―, Tienen demasiada seguridad, si quieres contactarte con él debo ir yo. El nombre del sujeto es Eden Holmes.

Con aquel nombre dicho Kaiser puso su mano sobre la mesa, si Levi fallaba en sacarlo de ahí, podía darse cómo hombre muerto.
 

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El asunto era más complicado de lo que esperaba ¿Qué se suponía que Kaiser hacía con su vida? ¿Encontrar mil formas de terminarla? Ciertamente la revelación de su oficio no le sorprendía del todo. En los últimos años le vio vivir económicamente estable, lo cual no cuadraba mucho con su estilo de vida "ambulante", siempre cambiando de un empleo a otro al grado de haberle perdido la pista. Ahora todo tenía sentido. Kaiser era una persona muy astuta y siempre se las arreglaba con un plan secundario más al parecer esta vez no contaba con margen de error. Estaba atrapado. En cualquier caso estaba condenado a la muerte fuese dentro o fuera de la cárcel. En términos policiales aquello no era su problema, el trabajo de Levi terminaba en cuanto él estuviese tras las rejas, sin embargo... suspiró.

Muy bien, acompáñame y no hables. Obtendré una orden de investigación para sacarte de aquí. Serán únicamente 24 horas y si no resuelves tus asuntos en ese tiempo eres hombre muerto.
Debería ser lo suficiente para huir del país.
No vas a huir a ninguna parte. No dejaré que te alejes de mí. No vas a abandonar tu condición de preso ―enunció como si estuviese enumerando el código de reglas dispuestas para regir su convivencia.
¿Y en qué momento pierdes? ―soltó el rubio con algo de indignación ¿acaso no era una traición compartida? luego recompuso ― es decir, ¿cuando es que traicionas a tu grupo de uniformados?
Desde el momento en el que estoy arriesgando mi reputación por ti, mi sueldo, y la comodidad de mi gato. ―Para Mizuno aquello no sonó nada convincente, estaba claro que era ella quien estaba poniendo las reglas del trato. En todo ello, fue capaz de leer entre líneas, realmente su amistad no le obligaba a salvarlo, si algo conocía de Levi era que sus actos nacían de plena convicción. Nadie le estaba obligando, y aunque hubiese suplicado su ayuda, si no existía razón en el fuero interno de la pelirroja ni el llanto más sentimental le hubiera hecho cambiar de opinión. El joven se limitó a quedarse callado, con un gesto ella le hizo saber que iban a salir de la habitación de las preguntas.

Se levantó con desgane, aquellas últimas horas no habían sido las mejores. Apenas dio unos pasos fuera de la silla sintió con claridad que algo se clavaba en su espalda, más específicamente a la altura de los riñones. Nada más y nada menos que una boca... de la g18 que portaba Shikinami. Mizuno avanzó y fue dirigido por varios pasillos idénticos cuyo fin era confundir. La pintura blanca brillosa e impoluta lastimaba los ojos y regalaba la sensación de estar jugando al laberinto. Muy posiblemente Levi lo estaba mareando para evitarle un futuro escape. Tras unos minutos de silenciosa travesía ascendieron a los pisos de administración y donde se distribuían las oficinas de los oficiales. Ella fue directamente con el comandante, aún con Kaiser esposado y amenazado por la pistola. Mientras atravesaban pasillos más concurridos se dejaban escuchar murmullos, las miradas caían encima como un balde de agua. Finalmente una puerta de cristal se abrió, ella no se molestó en saludar. El ambiente olía a café de mala calidad y galletas azucaradas. Obviamente un vaso humeaba en el escritorio del superior.

El sujeto tiene cómplices. Requiero una orden de investigación a la brevedad.
Se la otorgaré, claro, lo que pida nuestra más brillante oficial ―se acarició el bigote, obviamente le era más fácil que alguien hiciese el trabajo por él. Sin embargo, saltaba a la vista lo evidente ―, pero no veo necesario que trajera al preso. Debiste dejarlo en su celda mientras decidimos un castigo ejemplar antes del juicio.
―Necesito que él me acompañe a la investigación, de lo contrario todo se tornará complicado. Solicito permiso para hacerme cargo del preso. Solo por 24 horas mientras encontramos más pistas.
¿No cree que es demasiado arriesgado creer en él? ―sonrió burlonamente ―, oficial, entiendo y créame que agradezco su entusiasmo pero no debe ser lo bastante ilusa como para creer que una basura como ésta va a guiarla a su cómplice. Fácilmente podría estarla llevando a una trampa y así escapar. Uno no puede confiar en alguien que ha decidido convertirse en un enemigo público. Supongo que estará de a cuerdo conmigo.
Tomaré el riesgo. Podríamos estar a punto de dar con el más grande traficante de arte del país.

El sujeto se tocó la barba, de ser cierto podría quedarse con el crédito, si el plan fallaba la oficial sería la culpable. No tenía nada que perder. Aún así entre gestos de desaprobación otorgó el permiso haciendo a Shikinami responsable de cualquier acción tomada por el prisionero y el tiempo comenzaba a correr desde esa misma hora. Le estaban dando más beneficios de los que un oficial de ese rango podría tener y debía estar agradecida ¿no?
Ah, y una cosa más. Para evitar problemas te llevarás a los hermanos Thompson para que te apoyen... nadie quiere que ocurra una desgracia.

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Intentando negociar la situación, las palabras de Levi siguieron después de las de su comandante, el rubio escuchó una voz firme y convencida, pero igualmente femenina, se sentía la confianza y cenizas de muchas experiencias en el rasposo timbre de la misma. Su amiga de la infancia había cambiado de forma explosiva o al menos él tuvo ese presentimiento al verla vociferar; los argumentos que escupía ante su superior se desplegaban cuál ejército en un campo sin fin, era su intención ejecutar ese caso por su propia mano y una pareja de compañeros entorpecerían su plan, ellos no serían más que obstáculos en una carretera en contra de un poderoso criminal. Se apoyaba con fundamentos e historias, empezó a enumerar vivencias, las aventuras e infortunios que tuvo en una persecución (años atrás) en la cual fue acompañada por esos mismos sujetos y terminó en un desastre, luego prosiguió con su prueba número dos ante un juez tan estoico como su jefe: la segunda evidencia delataba a los agentes Thompson y los acusaba fríamente (Y sin ninguna pausa en sus argumentos) de ser traidores a la justicia misma de SWO.​
Ella no tenía prueba alguna, solo una vocecilla y un fuerte presentimiento que la hacía dudar al ver aquellos oficiales, el juicio improvisado duró algunos minutos, fue un va y ven de palabras que continuaron con un balanceo casi armónico que se mecía en el viento del aire acondicionado. Aun mientras ambas partes debatían y el sonido de timbres de teléfono se escabullían en la sala, Kaiser miró con el rabillo del ojo el tiempo mostrándose en la pared, pudo apreciarlo aún con sus cabellos tapando parte de su vista, dígitos verdes brillando en un reloj de fondo negro, en la pared frontal, encima del hombre corpulento al que los oficiales llamaban superior. Eran las ocho con treinta y cinco minutos de la mañana, una locura, el muchacho había perdido completamente la noción del tiempo, según sus cálculos debía ser mucho más tarde, en algún momento debió confundirse o quizá la falta de comida le distrajo más de lo que creyó, de igual manera eso le hizo respirar con más tranquilidad, un suspiro leve e insonoro pasó desde su pecho hasta su boca, seguido de una leve sonrisa que no duró siquiera segundo, tenía más tiempo de lo pensado.​
Pero la sensación de tranquilidad y el breve descanso se fraccionó, como un rayo chirriante o una estrepitosa estocada, la boca de un arma le apuntó directo en su mandíbula. El cañón de una g18 presionaba fuertemente, una mano de piedra mantuvo la amenaza dejando caer un silencio en la atmosfera, pudo escuchar el seguro del arma y la culpable lo miró de reojo; fue en un segundo, si Kaiser no hubiera puesto atención la danza asesina de Levi pudo haber pasado por algo mágico y demoniaco; sin embargo, pudo verlo, pudo visualizar el movimiento de la oficial con algo de dificultad, aun así le impresionó la velocidad y la seguridad de sus movimientos, ella era realmente algo de temer.​
Deja de estar de curioso ―Dijo ella―, Señor, este hombre es peligroso, con un solo vistazo quizá ya tuvo más información de la necesaria para poder escapar. Creo ser capaz de poder contenerlo por mi cuenta si es que me permite hacerlo.
Kaiser tragó saliva, luego miró la boca abierta del comandante frente a él, quiso reír pero Levi apuntaba con gravedad ante su quijada, era incluso más doloroso que las esposas que tenía puestas.​
Finalmente, la agente Shikinami no pudo convencer a su superior para que hiciera tal misión en solitario, Kaiser sintió la frustración en el aire y pensó en la posibilidad de un juego de poderes presentes, posiblemente el comandante tenía otros planes o era un simple seguro para que su oficial estrella no se saliera de control; al menos la misión fue aceptada y eso ya contaba cómo una victoria, una victoria a medias, ya que debía hallar la manera de manejar a tres oficiales. Por el momento el plan era escapar, hallar una pequeña apertura en la mirada sagaz de la chica que parecía ser un sabueso del inframundo , aquella cerbero no despegaba la vista de Kaiser, inclusive mientras le explicaba como sería la situación en las siguientes horas.​
Ahora ambos volvían a estar solos en una habitación de pintura grisácea y rodeada de varios casilleros metálicos que se miraban cuáles centinelas, una mesa de madera se posaba en el centro y sobre ella varios artículos, él reconoció algunos, ninguno de esos era una buena noticia. La mujer enseñó una especie de collar, parecido a las placas que llevan los soldados, se vio un leve brillo y este reflejó el rostro de ambos, para mostrarlo más detalladamente, ella levantó el mentón de Kaiser con la punta de sus dedos, retiró los cabellos de sus ojos y este la vio sonreír, ahí estaban otra vez esos ojos dorados.​
Este botón hará que recibas una descarga eléctrica por medio del collar, posiblemente desmayaría a un elefante si lo mantengo presionado lo suficiente ―Ella sonreía mientras explicaba―, Eso hará que te sea imposible escapar, ¿Quieres que lo probemos?
Creo en tus palabras ―Exclamó al tragar saliva, la sonrisa y tranquilidad de ella al hablar le hicieron dudar por unos instantes, finalmente miró hacia la ropa doblada en la mesa. Una playera roja y una chaqueta negra, pantalones de igual color y zapatos que hacían juego, para terminar, un celular.​
Necesito que me quites las esposas para cambiarme.
Levi asintió y pasó sus manos hacia la espalda del joven, sintió su cuerpo presionar contra el suyo, mientras lo hacía el chico pudo apreciar la puerta verdosa y un poco oxidada del sitio, era la única entrada. Entonces, el aroma de un perfume penetró su mente, era dulce y hacía recordar a flores silvestres; sin embargo, no logró asaltar por completo a Kaiser, de alguna manera el ladrón se puso a divagar, al menos hasta ahora parecía que las cosas irían bien, podía seguir vivo unas horas más.​
Te vas a cambiar, luego te llevaré a comer algo ―Escuchó decir a Leví en su oído―. Más tarde veremos a los otros para ver el plan de esta noche.
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La escena era bastante pintoresca y pasaba desapercibida para la mayoría de los comensales cuyo único interés era sentarse a degustar un buen almuerzo antes continuar con el trabajo. La manecilla del reloj rondaba casi el medio día y el centro de Grand Place sufría el clásico embotellamiento. Afuera se escuchaba el claxon histérico de algún taxista iracundo y apurado por llevar el cliente a su destino. El tiempo es sinónimo de dinero en las grandes ciudades. La fila de automóviles se perdía a la vista en el serpenteante sendero de asfalto. Las aceras también estaban llenas, mientras unos iban otros ya volvían, personas de todas las edades dejando sus huellas en el concreto y moviéndose en manadas a través de los pasos peatonales. Los semáforos cambiando de color sincronizadamente en un intento estéril por disminuir el caos que se suscitaba cada día en las avenidas principales. Arriba, las nubes avanzando con solitaria parsimonia ajenas al bullicio.

Un niño lloró tras dejar caer su helado que no tardó en ser consumido por el sol. Los ojos de Káiser, que lo recorrían todo con húmedo nerviosismo pese al ventilador que giraba sobre sus cabezas, terminaron anclados a la escena trágica con hipnótico interés. El chocolate dejó un enorme charco que no tardó en ser pisoteado por los interminables transeúntes al tiempo en que el pequeño era arrastrado lejos de la escena. Lloridos y mocos, lágrimas que escurrían copiosas por sus mejillas enrojecidos por el esfuerzo y una madre primeriza y avergonzada que luchaba por contener el berrinche de su pequeño. La gente seguía pasando sin reparar.

Aquello era un cuadro perfecto de lo que estaba sucediendo con su vida. Mientras él se encontraba sentado delante de una temible oficial cuyo control eléctrico estaba a un movimiento de sus dedos y a la vez era custodiado por los hermanos Thompson, un par de matones con uniforme, el resto de personas a su alrededor comían y charlaban del trabajo y del clima, ignorando que aquel podría ser su último día si las cosas no salían bien. Muchas veces solo somos conscientes de nosotros mismos, pensó. Por eso ignoraban al niño del helado. Por eso lo ignoraban a él. Claro, nadie pensaría que aquella chica delante de él tenía el poder de electrocutarlo o dispararle más rápido de lo que él tardaba en levantarse. Quizás, solo quizás alguien más allí estaba sufriendo y lo pasaba en el más frío anonimato.

Los matones habían pedido una orden grande de aros de cebolla y costillas, no se sentaban lejos, de hecho uno le miraba de reojo. Levi tenía un sándwich de pollo con papas fritas que se veía bastante delicioso pero que no se había atrevido a tocar por estar clavada en el móvil, aparentemente. Él había pedido una hamburguesa con doble carne, papas grandes y una malteada y aunque tenia hambre su estómago se mantenía revuelto.

―¿Qué esperas para comer? ¿Una invitación? ― la oficial finalmente dejó el celular de lado y tras desinfectar sus manos procedió a tomar los aderezos para inundar sus papas de ketchup y queso picante. A los triángulos de sándwich tampoco les faltó su porción de habanero, todo bajo la mirada incrédula del rubio ―¿Qué? Me gustan los sabores intensos.
―Eso veo ―
con la seguridad de que los hermanos Thompson de alguna forma estaban escuchando se limitó a no hacer preguntas y tomó la hamburguesa con ambas manos para darle una gran mordida. La carne jugosa fue una explosión de sabor en su boca, sin embargo, al hacerlo, algunos vegetales que complementaban el interior de la hamburguesa resbalaron al plato. Quizás había puesto mucho ketchup. Shikinami le miraba con un gesto serio ¿acaso le iba a reprochar por los malos modales? Y, aparentemente, sacando sus propias conclusiones, habló.
―Parece que no te gustan los pepinillos, a mí tampoco. Son demasiado ácidos y no aportan textura. Me alegra que los hicieras a un lado ― dijo sin antecedentes a los gustos de Mizuno, pero con marcada seguridad. El joven logró entender, o de eso se quiso asegurar. Alargó los ojos hacia el plato de la chica. Un par de rodajas de tomate estaban puestas a lado e inundadas de ketchup, en una esquina de la circunferencia.
―¿Odias el tomate? ―inquirió en una sonrisilla, deseando relajarse ante lo que miraban sus ojos e interpretaba su cerebro.
―Odio que me estorben. Por eso prefiero sacarlos de mi comida y ponerlos donde ni yo misma pueda verlos ― tras decir eso sepultó las rodajas de tomate en una espesa capa del puré de tomate y mordió su sándwich felizmente. En su cara pudo mirar cierta satisfacción.

Káiser acababa de comprender pero dudaba de la literalidad de aquellas palabras. Claro que sabía que debían deshacerse de los hermanos Thompson para tener éxito, pero ¿tenían que matarlos?

SHO-JIN SHO-JIN
 
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SHO-JIN

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Las aspas de un ventilador sonaban, platos de porcelana chocando entre ellos, una gaseosa siendo servida, burbujas, burbujas subiendo por un vaso que era llenado con refresco de cola, el fuego de una estufa, un sartén que friendo patatas, aceite hirviendo, voces fuertes, las órdenes de un chef a sus pinches, son casi gritos, ellos están concentrados, ojos clavados en otra orden, son diez, quince pescados a la plancha, ese platillo es la especialidad de la casa, el sonido de una caja registradora, se acaban de meter varios billetes y ahora mismo otro cliente acaba de pagar con su tarjeta de crédito. En siete minutos más serán las dos de la tarde, eso marca el celular de un obrero que acaba de entrar, está sudado y viene con otros compañeros, llegan riendo y pidiendo un par de cervezas, aún queda tiempo para salir de su labor, su jefe le pedirá explicaciones, al más alto y calvo de ellos le suda un huevo, hace demasiado calor.​

La gente deambula frente al restaurante, hay un semáforo a varios metros de la entrada. Ya han pasado tres minutos, Káiser los contó, el cuarto empezaba su cuenta regresiva, lo hacía detrás de sus pensamientos, como un cronometro imaginario, se concentraba de tal manera que ignoró una gota de sudor que se dejaba caer en su frente. Miró a Levi, había comido mucho, casi demasiado, pero lo hizo de manera elegante, siempre había tenido modales, nunca manchaba sus ropas por más salsas que le pusiera a su comida.​

Es como una princesa amazona... ― Susurró.​

¿Disculpa? ―le respondió, luego le dio un sorbo su bebida.​

Él solo movió su cabeza negando levemente, nuevamente empezó a enumerar los segundos, ya casi era el momento, en un minuto exactamente, el bufete de abogados que estaba cruzando la calle empezaría su hora de comer, los oficinistas, los abogados de segunda clase y las secretarias saldrían en grupo, contaba unas diecisiete personas en su totalidad, miró hacia la derecha, un hombre de overol bebía una cerveza y un otro tipo alto llamaba por teléfono, reía fuertemente, era alguien social, amigable, apostaba todo su tercera cuenta bancaría que vendrían más personas de su círculo en los siguientes diez minutos, volvió a escucharlo decir un chiste, recalculó, vendrían en los siguientes cinco.​

Estoy satisfecho ―dijo Kaiser―, ¿Sabes una cosa? De niño jugaba por estas calles.

¿A qué jugabas? ―Levi se ponía de pie mientras llamaba a los hermanos Thompson con la mano.​

Al escondite.


Ambos intercambiaron miradas, entonces se escuchó una campanilla, varias personas entraban al establecimiento.​

Salir del lugar fue una tarea difícil, no solo un numeral considerado de personas entraron al restaurante, sino que las calles empezaron a llenarse todavía más, como cardúmenes, la gente se movía en una especie de serpenteo que cruzaba el centro de la ciudad. En un grupo infinito, gente alta, gente de color, gente apresurada, el pasar en una aglomeración así no era común, la razón era el sitio y la hora, en especial por las avenidas por donde pasaban. Káiser estaba por delante, la chica pelirroja lo mantenía agarrado frente a él para no perderlo de vista, sus perseguidores los seguían de cerca. Su marcha de alguna manera era ordenada, los tres policías estaban bien entrenados y sabían manejarse en la muchedumbre, debía actuar con delicadeza, fuerte y veloz sin que se dieran cuenta, el joven daba giros microscópicos, un pequeño movimiento de hombros que hacían notar a Levi por cuál calle ir. Ella confió en él, dio gracias a algún ser cósmico porque la chica siguiera sus leves instrucciones, primero los dirigió al este, luego al norte y pasando por una oficina de correos siguió derecho. Era cuestión de tiempo, sabría por donde estaría más concurrido.​

Hasta que dio un giro, pero esta vez más brusco, más ágil. Vio venir a una mujer que traía un perro consigo, un espécimen enorme de una raza desconocida, su correa era verde y dirigía al animal frente a ella, hacía que el espacio entre ella y la siguiente persona fuese suficiente. El rubio dio un paso a la derecha en el momento justo, jaló a la oficial y logró que ambos entraran a un callejón realmente pequeño.​

Ese pasillo llevaba a un lote baldío que colindaba con un almacén abandonado, las imágenes se reprodujeron en un flahseo en su psique, el chico la tenía frente a él, su movimiento al parecer la sorprendió pero no en su totalidad. Ella lo veía a los ojos, estaban tan cerca que podía sentir su respiración, Levi se mantuvo en calma, luego miró a su derecha y confirmó sus sospechas, había sacado el control remoto y lo puso casi frente a él ¿Cuándo hizo eso? Su velocidad seguía siendo increíble. Amenazando con presionar, el chico susurró.​

Espera... ―Dijo este.​

Y la joven pudo mirar como ambos hermanos pasaron el callejón sin darse cuenta de su presencia, uno de ellos parecía confundido e intentaba localizarlos entre el gentío, si ambos se movían rápido quizás los perderían, solo era cuestión de seguir recto y llegar al almacén abandonado.​

Hayan Hayan
 
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