Aquello no es como lo esperó tampoco se sorprendió que fuera exactamente algo tan riguroso como una prisión así que entendió que eso no era alguna clase de aventurilla o vacaciones, eso se trataba de algo importante, grande y peligroso.
Sí, peligroso e incluso prohibido porque sino no estuvieran en un lugar a las profundidades de la superficie así que cuestionarse si estaba bien o mal ya era muy tarde por ello es que se puso el abrigo, se peinó y acomodó la maleta debajo de la cama para luego marcharse de la recámara que le designaron. Fueron amables felizmente, pero no dieron muchos detalles solo de que podía pasear y familiarizarse con el entorno, eso sí, respetando las señales y no causando problemas que podrían expulsar en un instante de tal manera que Gianna camino por el pasillo deshabitado, pulcramente limpio más su color le hacia recordar el laboratorio de ciencias de la escuela donde trabajaba y así mismo habían puertas donde era evidente que no podía entrar de modo que sin mucho pensarlo terminó llegando donde era un acceso libre:
La cafetería.
Al menos necesitaba leer, y felizmente en su bolsita traía un cuaderno donde apuntaba sus vivencias en la escuela, a veces se preguntaba si fue correcto dejar su vida para llegar allí y no es que algo le impidiera retractarse, pero estaba preocupada por sus pequeños, sus alumnos, sus amigos que a pesar de ser un dolor de cabeza, ellos la veían como una madre y terminaban en la jornada estudiantil regalándole un beso, abrazo e incluso dibujos, por eso no pudo dejar de observar los papeles doblados que guardó en ese cuaderno.
Los niños. Eran la motivación de imaginar que podía hacer una vida diferente, que inculcarles los principales valores contribuirá a cambiar la sociedad para bien, de que quizás el mundo debía de dar un gran cambio para el bien de la supervivencia.
Gianna lo deseó, pero también entendió que todo era una falacia.
Y fue entonces que se había dado cuenta su nueva realidad, algo que aceptó gustosa para cambiar lo que tanto le martillaba en la mente, algo por lo que pudiera decir “al fin, un cambio que yo pude hacer”, la italoperuana dobló los papeles y volvió la mirada hacia las mesas, evidentemente había estantes de comida que solo debía presionar un botón para elegir qué cosa deseabas comer, tal vez comidas precocinadas.
—Esto parece como las universidades privadas mas costosas—musitó al ver a hermosa mujer rubia que parecía pensar bien lo que iría a pedir.
Y llego el momento de pensar cuantas personas más, aparte de ella y situación, estaban allí porque era claro que no solo ella había arribada a dicho lugar, pero lo que no supo era la cantidad precisa, ni quienes eran, ni como eran o de donde venían. Luego vio a otro joven, uno castaño que parecía más enfocado en inspeccionar con la mirada todo el entorno en que estaban.
Gianna no les dio mucha importante, pero sabía lo importante que era hablar para tener mayor referencia del lugar, aunque también le era una especie de problema debido a que fue más su trato con niños que con adultos así que imaginar dialogar como tal seria un poco problemática más no podía andar así. No comió nada en esos momentos, guardó el cuaderno y salió de la cafetería con intención de buscar al menos un mapa para ubicarse, para saber hacia donde ir y con quien relacionarse o al menos tener con quien hablar.
Sus ojos se enfocaron en una de las columnas, a su lado un cartel algo grande que reposaba cobre una especie de escultura de mármol siendo evidente que era una tableta gigante que reposaba sobre dicho objeto.
—Es un resumen de los lugares que hay aquí—musitó al acercarse deslizar el dedo una vez que salió el holograma con nombres del lugar—, sitios que sean accesibles.
Empezó a revisar uno a uno, si bien no había detalles, sabía que los de circulo verde estaban a disposición de los demás de modo que eligió lo que parecía ser un campo de entrenamiento deportivo.
Sí, peligroso e incluso prohibido porque sino no estuvieran en un lugar a las profundidades de la superficie así que cuestionarse si estaba bien o mal ya era muy tarde por ello es que se puso el abrigo, se peinó y acomodó la maleta debajo de la cama para luego marcharse de la recámara que le designaron. Fueron amables felizmente, pero no dieron muchos detalles solo de que podía pasear y familiarizarse con el entorno, eso sí, respetando las señales y no causando problemas que podrían expulsar en un instante de tal manera que Gianna camino por el pasillo deshabitado, pulcramente limpio más su color le hacia recordar el laboratorio de ciencias de la escuela donde trabajaba y así mismo habían puertas donde era evidente que no podía entrar de modo que sin mucho pensarlo terminó llegando donde era un acceso libre:
La cafetería.
Al menos necesitaba leer, y felizmente en su bolsita traía un cuaderno donde apuntaba sus vivencias en la escuela, a veces se preguntaba si fue correcto dejar su vida para llegar allí y no es que algo le impidiera retractarse, pero estaba preocupada por sus pequeños, sus alumnos, sus amigos que a pesar de ser un dolor de cabeza, ellos la veían como una madre y terminaban en la jornada estudiantil regalándole un beso, abrazo e incluso dibujos, por eso no pudo dejar de observar los papeles doblados que guardó en ese cuaderno.
Los niños. Eran la motivación de imaginar que podía hacer una vida diferente, que inculcarles los principales valores contribuirá a cambiar la sociedad para bien, de que quizás el mundo debía de dar un gran cambio para el bien de la supervivencia.
Gianna lo deseó, pero también entendió que todo era una falacia.
Y fue entonces que se había dado cuenta su nueva realidad, algo que aceptó gustosa para cambiar lo que tanto le martillaba en la mente, algo por lo que pudiera decir “al fin, un cambio que yo pude hacer”, la italoperuana dobló los papeles y volvió la mirada hacia las mesas, evidentemente había estantes de comida que solo debía presionar un botón para elegir qué cosa deseabas comer, tal vez comidas precocinadas.
—Esto parece como las universidades privadas mas costosas—musitó al ver a hermosa mujer rubia que parecía pensar bien lo que iría a pedir.
Y llego el momento de pensar cuantas personas más, aparte de ella y situación, estaban allí porque era claro que no solo ella había arribada a dicho lugar, pero lo que no supo era la cantidad precisa, ni quienes eran, ni como eran o de donde venían. Luego vio a otro joven, uno castaño que parecía más enfocado en inspeccionar con la mirada todo el entorno en que estaban.
Gianna no les dio mucha importante, pero sabía lo importante que era hablar para tener mayor referencia del lugar, aunque también le era una especie de problema debido a que fue más su trato con niños que con adultos así que imaginar dialogar como tal seria un poco problemática más no podía andar así. No comió nada en esos momentos, guardó el cuaderno y salió de la cafetería con intención de buscar al menos un mapa para ubicarse, para saber hacia donde ir y con quien relacionarse o al menos tener con quien hablar.
Sus ojos se enfocaron en una de las columnas, a su lado un cartel algo grande que reposaba cobre una especie de escultura de mármol siendo evidente que era una tableta gigante que reposaba sobre dicho objeto.
—Es un resumen de los lugares que hay aquí—musitó al acercarse deslizar el dedo una vez que salió el holograma con nombres del lugar—, sitios que sean accesibles.
Empezó a revisar uno a uno, si bien no había detalles, sabía que los de circulo verde estaban a disposición de los demás de modo que eligió lo que parecía ser un campo de entrenamiento deportivo.