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Cafe Shibe

Fanfic +18 Noche Sagrada-Primera Parte.

Sweet Bear

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Para LoretoFaron LoretoFaron

El mercado egipcio estaba más bullicioso que nunca en aquella mañana de verano despejada y sin nubes.
La atmósfera era algo más pesada que otros días y estaba cargada con el dulce aroma del pecado que provenía del Mercado de Esclavos. La brisa del lugar era extrañamente fresca y traía consigo una maravillosa mezcla de perfumes de lugares lejanos e indómitos donde mercenarios de piel curtida cosechan su tesoro en las profundidades de la selva y existen hombres que cantan una canción especial para sus amantes.

Los opulentos mercaderes gruñeron y sus sirvientes armaron las tiendas rápidamente con grandes estacas de madera recia ayudándose con cuerdas y mazos. Una mujer ataviada con un velo obscuro gastado miró la escena y no dijo nada, parecía dispuesta a ofrecer vino con especias en copas de bronce a los hombres que trabajaban.
Era el día perfecto para comerciar, comprar y vender. Era el momento para saciar los deseos del cuerpo. No había limite escrito para ello.
Pesados camellos cargados arrastraban sus pesados cascos a través de la arena ardiente que se levantaba de vez en cuando hiriendo los ojos de los esclavos que maldecían al viento.

Los mercaderes discutían entre sí riñendo unos con otros disputándose la posesión de un joven esclavo humano. Era blanco como el marfil y tenía un cuerpo atlético que invitaba a ser tomado por detrás. El ritual empezó y fue cubierto con collares, finos brazaletes de oro en sus brazos y pendientes de plata de hermoso esmalte azul muy codiciado. Toda discusión terminó cuando el joven esclavo siguió a los mercaderes a sus tiendas para saciar sus deseos prohibidos y ocultos. Una venda fue colocada sobre sus ojos antes de entrar lo que lo privó de ver el interior de la tienda. Fue despojado de la tela que lo cubría y sus pezones quedaron al descubierto inmediatamente, él sintió como eran lamidos y pellizcados una y otra vez. Era evidente que deseaba ese momento sublime porque su erección asomó entre sus piernas.

Todos los mercaderes apretaron sus dedos enjoyados sobre las nalgas del esclavo regocijándose de su cuerpo joven y casto. Uno de ellos mojó dos dedos en saliva y los hundió muy lentamente en el ano del esclavo que se retorció de inmediato cuando aquellos dedos salieron y entraron de su esfínter apretado tanteando su interior casi estimulando su próstata.
Varias miradas lascivas se juntaron y la orgía empezó sin demora.
El Mercader más importante se quitó la túnica después de manosear a su presa, era evidente que ambos estaban muy excitados. Colocándose detrás de él sacó su miembro erecto, era bastante grueso y grandes venas lo recorrían desde la base hasta la dura punta separando las nalgas de su víctima. Con una fuerte embestida empujó su pene hinchado en el ano del esclavo, abundantes gemidos de placer se mezclaron con gruñidos de dolor. Cuando se sintió penetrado no pudo evitar derramar una buena cantidad de líquido preseminal sobre los cojines de seda.
¡Más!—Gimió el esclavo débilmente sintiendo como su intimidad era dilatada. Uno de los mercaderes que observaba el espectáculo se había deshecho de su ropa y se colocó delante del esclavo, posicionó su miembro erecto dejando que se hundiera en la boca de aquel chico. Parecía que iba cogiendo ritmo hasta que con una última embestida derramó toda su semilla caliente en el rostro del siervo.
¡Más!—Rogó en una súplica antes de que un grueso pene se hundiera en su boca. El esclavo bañó el miembro con saliva sintiendo como se endurecía con cada lamida que recibía para después recibir una carga de semen tibio.

Un hombre atado con cuerdas bajó la cabeza, ignorando el bullicio que lo rodeaba. Fue rápidamente sujetado por dos mercaderes con turbantes carmesí adornados con plumas de avestruz rizadas. Su expresión de codicia aumentó cuando supieron que el Soberano de Los Muertos necesitaba servidumbre.

El comercio de esclavos era particularmente activo aquel día. Atractivos hombres de grandes pectorales esculpidas en mármol blanco sonrieron a los mercaderes, su cabello dorado ondeaba al viento mientras esperaban pacientemente a su próximo comprador. Sus entrepiernas estaban envueltas en mantos de seda verde.
Griegos de expresión dulce y abundante melena rizada permanecían dispuestos a aceptar cualquier oferta aguardando encima de un tablón de madera acoplado a unas vigas enmohecidas. Un cartel indicaba el precio, era un valor alto pero el vendedor estaba dispuesto a regatear, comprar y vender.
Los esclavos podían intercambiarse una vez que el dueño se aburría. Sólo los mejores eran enviadas a la morada del dios Anubis y los mercaderes lo sabían. La deidad prefería a sus siervos vírgenes y jóvenes, se decía que experimentar un encuentro con el dios proporcionaba un raro e intenso placer muy poco conocido.


Cuando el sol llegó al cenit, el Sumo Sacerdote tomó la senda que llevaba al Mercado de Esclavos, miró sin interés a las jóvenes bellezas y se dirigió con pasos rápidos al área de los esclavos varones. Traía en sus manos una orden del Templo de Anubis. El dios solicitaba un esclavo fuerte y resistente apto para toda clase de labores dentro y fuera de la alcoba de la deidad. Solamente el mejor de Egipto podría satisfacerlo plenamente.

El sacerdote miró a media docena de esclavos atados con cuerdas, su piel era oscura como el ébano y tenían gruesos músculos. Era evidente que tenían grandes bultos sobresaliendo de sus taparrabos desgastados. El precio no era el mejor pero valían completamente la pena, cualquier esfuerzo era necesario para satisfacer a su señor.
El clérigo hizo un gesto y el mercader levantó ligeramente la única prenda de su esclavo, acto seguido, tomó el miembro semierecto entre sus manos y lo masajeó suavemente para ponerlo duro, el cautivo gimió suavemente y echó su cabeza hacia atrás, parecía que disfrutaba ese momento. El mercader sonrió satisfecho contemplando la firme erección de su esclavo mientras era masturbada de arriba a abajo muy suavemente.

¡Llévenlo al palacio!—Ordenó el Sumo Sacerdote con una sonrisa—¿Cómo te llamas?.
—Osaze.
 
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