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Cafe Shibe

Levi Shikinami | Oficial de Policía

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Hayan

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Su casa es pequeña pero bastante acogedora. Tendencias blancas y luminosas. Levi es amante de lo sencillo y minimalista. Quizás no cuente con muchas cosas a primera vista y es que, considera que debe tener solo lo necesario, después de todo su trabajo le exige varias horas al día y la pasa en la calle o en la comisaría. Es una persona limpia y ordenada, así que si la visitas seguramente encontrarás la sala limpia, un aroma dulce en el aire y a Vaina durmiendo en algún sofá.
Por cierto, a Vaina no le gustan mucho las visitas. No es agresivo pero es seguro que te ignore y te juzgue con su mirada felina. Es muy curioso y le encanta comer.

El sofá es muy cómodo y destacan la presencia de la madera. La cocina tampoco es muy amplia ya que vive sola, eso sí, trata de mantener el refrigerador lleno. Ama la leche de fresa, es su gusto culposo. Tiene una cama amplia, considera que el descanso es importante, así que invierte en buena mueblería. No tiene televisor pero sí una laptop.

Vaina es bastante pachoncito, tanto por su pelo como por su cuerpo robusto. Sus ojitos son de un color ligeramente magenta. Es muy perspicaz y le encanta la comida del mar. A diferencia de otros gatos, ama el agua. El sonido de su cascabel alegra la casa.
 
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Hayan

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El despertador sonó como todas las mañanas. Con la estridencia de quien desea irrumpir sorpresivamente para asesinar la paz. Para entonces Levi llevaba varios minutos con los ojos abiertos, con la mirada puesta en el ventilador de techo que se movía con una lentitud aburrida. Siempre le pasaba, se despertaba mucho más temprano de lo necesario y es que, era como si tuviese una planta nuclear en su interior generando energía. Se hubiese levantado hacía una hora de no ser porque Vaina dormía encima de su pecho. Amaba poner la cabecita en el medio y sentirse arrullado por la respiración calma. Provocaba envidia mirar cómo el pequeño peludo disfrutaba tanto su descanso que Levi se negó a interrumpirlo. Había escuchado que los gatos solían despertarse antes que sus amos, pero Vaina era la excepción a esa y muchas otras normas de felinos. Dormía con el amanecer y, si se le dejaba quieto, era capaz de reaccionar hasta medio día. Sin embargo era hora de levantarse o llegaría tarde a la comisaría. Shikinami era bastante puntual, no por los incentivos sino por su maniática necesidad de control. Con la mano derecha acarició la cabecita del gato suavemente, repetidas veces hasta que los ojos felinos se abrieron somnolientos. Luego abrió la boca en un bostezo dejando ir todo su alientazo a la cara de la oficial. Levi hizo una mueca, pero no era nada a lo que no estuviese acostumbrada.​
Amor, es hora de levantarnos― le dijo, tomándolo con ambas manos para depositar su cuerpecillo aguado a un costado. Vaina movió la cola enojado por haber sido molestado y resguardando la cabeza entre las sábanas revueltas se volvió a dormir.​
Afuera el sol aún no terminaba de salir, le daba tiempo perfecto para ir a tomar un delicioso café. Fue a lavarse la cara y los dientes. Había mucho silencio, era bastante temprano. Se miró al espejo para comenzar a peinarse, no tardaba mucho en ello. Por eso cortaba su cabello regularmente. Con los dedos comenzó a trenzar, era normal que se le escaparan algunos mechones. De todos modos, la gente debía agradecer que tuviera la decencia de arreglarlo un poco, de lo contrario lo tendría suelto todo el día. Mmm, no. Eso no era conveniente para un policía, lo que menos quieres que el cabello te impida mirar mientras conduces y persigues un delincuente. Terminó y se colocó la camisa blanca perfectamente planchada, después el corbatín. El pantalón fue en un salto, lo ajustó con el cinturón. Los zapatos estaban al fondo, bien lustrados.​
No debía olvidar dejar el plato lleno de Vaina.​
 

Hayan

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Después de rellenar el plato de su gato terminó de abrochar los zapatos. Caminó hacia la mesa y tomó su placa, brillaba como nueva. La guardó en su bolsillo y después miró el reloj, no había pasado mucho tiempo, sin embargo le daba suficiente tiempo para ir caminando a la cafetería. Tomó el saco y lo colocó sobre sus hombros, sin ponérselo realmente. Las reglas decían que debía usarlo pero ponérselo limitaba ciertos movimientos. Todo aquello era una precaución por si aparecía un delincuente, aunque en realidad, según las estadísticas, SW era bastante tranquilo. Tomó la pistola de su cajón y la ocultó de tal manera que el saco la cubriera. Allí la policía no usaba los clásicos trajes azules, sino trajes negros bastante formales. Daba la impresión de que pertenecía a un buffet de abogados en Grand Place, pero nada había de eso. Ahora sí estaba lista, cerró la puerta con llave después de cerrar las ventanas, lo que menos deseaba era que Vaina se extraviara.​
Salió a la calle. Para Levi, el turno comenzaba desde el momento en el que ponía un pie fuera de su casa. A partir de allí, se volví vigilante. Con pasos firmes y rápidos avanzó por la calzada, sabía de una cafetería recién abierta no muy lejos de allí, esperó que estuviese abierta tan temprano. Para ese momento el sol ya había salido y su luz hizo hecho apagar las lámparas de la calle. Algunos estudiantes se preparaban para salir y el movimiento vehicular se empezaba a hacer notable. Indudablemente una buena mañana. Levi saludó a algunos vecinos por la cuadra, pero solo algunos le correspondieron. La veían rara, no solamente por ser nueva allí, sino por el uniforme. Sí, era de suponerse que muchas personas le temieran a la policía y que tuvieran el impulso de agachar la mirada en el encuentro. La pelirroja se encogió de hombros y siguió su camino, anduvo por al menos unos cinco minutos más hasta que al fin divisó el establecimiento que buscaba, estaba abierto y un delicioso aroma salía de allí.​
 

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Otro día, otro dólar... la delincuencia iba en aumento por alguna extraña razón, quizás nuevos mafiosos acababan de llegar a la ciudad o tal vez sólo era el número de psicópatas creciendo desmedidamente, lo cierto era que la desaparición de personas, sobre todo mujeres, iba en aumento. Los periódicos tapizaban su primera plana con rostros y listas de desaparecidos, pilas de documentos llegaban a su escrito listos para ser examinados. Testimonios, hallazgos, intentos de secuestro, denuncias, expedientes de delincuentes y más. La torre amenazaba con desplomarse si no era disminuida pronto. De solo pensarlo Levi sentía un palpitar en la sien, pero siempre trataba que toda aquella marea pesada de trabajo no interrumpiera las escasas horas de tranquilidad que tenia por las mañanas antes de llegar a la oficina.​
Como era de esperarse había ascendido un poco, ya no se encargaba de los parquimetros y áreas verdes, ahora recaía más responsabilidad sobre sus hombros, hombros que a veces se pongan tensos. Levi se masajeó un poco el hombro con la mano izquierda mientras esperaba delante de la cafetera, mentalmente llevaba la cuenta regresiva hasta que un pitido le hizo saber que su bebida caliente estaba lista. Al mismo tiempo se escuchó un maullido desde la habitación continua, Vaina estaba hambriento y venía a reclamar lo suyo. El gato apenas entró busco los pies de la oficial para enredarse en ellos cual serpiente, dejando unos cuantos pelos en el perfecto uniforme de Levi. Ella suspiró y antes de servirse café buscó llenar el recipiente de su gato. El pienso cayó como una cascada, cascada que era música para los oídos de Vaina. Hubo otro maullido, esta vez de alegría antes de ser silenciado. Después sólo hubo crujir. Levi tomó la tostada que recién emergía de un brinco y tomándola con la punta de los dedos la llevó a su boca para atraparla con los dientes. Estaba caliente, así como la taza que humeaba en sus manos. Era otro día de desayuno rápido. Comió en silencio y apenas terminó levantó todo con cierta obsesión dejando todo limpio.​
Sí, la consideraban un poco rara por tener un tic con el orden, lo perfecto. Eso era un rasgo muy bueno para un oficial de policía. Quizás por ello Shikinami se había vuelto un vertedero de trabajo, era allí todo mundo depositaba las tareas que nadie quería realizar, los casos difíciles, los sinsentidos, los carpetazos que volvían a abrirse. Su obsesión por el trabajo le habían convertido en un brillante elemento y posiblemente foco de la más injusta explotación laboral. Aún así era de pocas quejas, tampoco se confundan, no era del tipo de personas positivas que creen que todo va a salir bien. El trabajo era un objetivo, uno que debía ser eliminado poco a poco. La cordialidad y la amabilidad como habilidades humanas necesarias para la interacción, la interacción como un requerimiento para alcanzar el objetivo y aun para mantener la paz. Paz social.​
Levi se acomodó la corbata y tomó el saco para colocarlo sobre sus hombros. Era hora de irse.​
 
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