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"There is a man on the cross!"
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HammerDown.
Siete días y medio después del “incidente”.
Quedan dos días de infección.
Siete días y medio después del “incidente”.
Quedan dos días de infección.
El sonido de metales chocando me despertó. Lo último que recordaba era comer un delicioso pescado que Chiara había preparado, también recordaba que se quejaba por no tener los ingredientes suficientes ni el espacio adecuado, una queja bastante atendible si consideras que Chiara en realidad es una chef profesional en Milán. Cuando quise moverme, todo hizo sentido… me incorporé con dificultad y noté una mancha de sangre en dónde tenía la cabeza, me miré al retrovisor y pude ver tanto la herida como el golpe en el parabrisas de la camioneta… me cago en la puta madre, Jeanne ahora si me va a matar.
-No se preocupe, joven, pudimos verlo todo y venimos en su ayuda.
-¿Eh?, pero qué…
-Pasábamos por aquí y vimos que lo tienen prisionero, el príncipe Arno se encargará de ella.
-¿Se va a encargar?... no, espera, desátame ahora.
El príncipe obedeció y con un cuchillo cortó las sogas. Aún seguía mareado por el golpe, pero podía caminar hasta dónde Chiara seguía peleando con el príncipe Arno; y tan comprometidos estaban en su pelea que no me vieron cuando me metí en medio de ellos, cada uno a centímetros de poder haberme provocando una herida pero bueno, no es la primera vez que hago esto.
-¡Alto! – dije, mientras que a Chiara le empujé con mi hombro izquierdo y a Arno le di una patada en el pecho, haciéndolos retroceder a ambos – él es mi amigo, Chiara… Arno, ella es mi amiga… y si no se han dado cuenta tengo una herida bastante grave en la cabeza y me gustaría tener la oportunidad de atenderme a mí mismo sin que se quieran cortar la cabeza por cinco minutos.
Ambos guardaron sus armas pero seguían en guardia.
-Bien, si el joven Daniel dice que confía en ti, entonces significa que hay una razón para que te haya mantenido prisionero.
-La hay, su majestad, pero primero deseo atender esta otra situación.
Me quité la chaqueta y la camiseta que llevaba puesta y me fui al río que estaba cerca, comenzando a lavarme la herida y el cabello empapado en sangre seca. Cuando estuve satisfecho, usé mi camiseta para secarme mientras volvía con los demás.
-Como te dije, Arno, hay una muy buena razón como para que Chiara me mantuviera atado – les dije a ambos, mientras me metía a buscar el botiquín de nuevo – verás, desde que tomamos el fuerte, sufrí la infección de algo que solo se puede calificar como un parásito, que cuando toma control cambia totalmente mi personalidad, lo suficiente como para que sea seguro estar así. Eventualmente va a pasar, pero solo tengo que dejar pasar dos días más – le expliqué a Arno y a su acompañante, mientras me vendaba la cabeza – por eso también me fui del Galileo, supe las verdaderas intenciones de esta cosa y preferí alejarme, pero en eso me encontré con Chiara; por eso estamos viajando juntos… por cierto, ¿quién es la chica en la armadura?
La mencionada se sacó el casco y se dejó ver: De piel blanca como la nieve, ojos verdes como esmeraldas y el cabello de un rubio casi blanco. Arno sonrió como un hombre enamorado al verla sin su casco.
-Mi nombre es Elise, de la casa Montpellier, al servicio de su majestad como general de sus ejércitos – dijo ella, haciendo una pequeña reverencia – lamento que no nos hayamos conocido antes, pero tuve que defender la capital de un asedio. Su majestad-
-Elise, sabes que me puedes llamar por mi nombre – dijo Arno, riendo un poco.
-Ah… s-su majestad… n-no sé si debería – respondió ella, totalmente ruborizada.
-Pronto te vas a convertir en mi princesa, Elise, deberías comenzar a llamarme por mi nombre.
-¿Es tu prometida? – le pregunté a Arno, mientras ellas se tapaba el rostro con ambas manos, muriendo de la vergüenza – hombre, me hubieras dicho antes y les traía obsequios de bodas. Mi bendición para ambos, les deseo una larga y feliz vida juntos, sus majestades.
-Les íbamos a avisar para la boda, pero antes quería venir a esparcir las cenizas de mis hermanos y hermanas en nuestro lugar favorito cuando éramos niños.
-Oh… lamento interrumpir su duelo – les dije, mientras me volvía a colocar la chaqueta de mi uniforme.
-No es tanto, era algo que veía venir… pero bueno, ha sido suficiente tristeza y pelea por el día de hoy. Los invito a ambos al Palacio en la capital, hasta cuando ustedes consideren seguro volver o hasta el día de nuestro matrimonio, que será dentro de muy poco. Además, joven Daniel, quiero que me enseñes a manejar mejor esta cosa que encontré cerca de la capital hace unos días.
Después de decir eso, sacó de su espalda un rifle M1 Garand, pero con varios detalles en oro y marfil.
-Vaya belleza de arma – le dije, observándola detenidamente.
-Lo es, pero me resulta sumamente rebelde en su control.
-Es cosa de práctica y aprender a disparar – dije, viendo un árbol frutal a casi 200 metros de distancia, no era mucho, pero era un blanco; coloqué la culata del rifle contra mi hombro, apunté y disparé al árbol, logrando sacar una manzana de este – al menos la mira y el cañón están en perfecto estado. ¿De dónde dijiste que lo sacaste?
-Lo encontré tirado, como si fuese basura, pero después de ver lo que ustedes hacen con estas armas, me la quedé sin pensarlo dos veces.
-Mmm… eso podría llegar a ser un problema si caen en manos equivocadas. Bueno, vamos a la capital, nosotros los seguimos en la camioneta.
Me subí con Chiara a la camioneta y comenzamos a seguir a Arno y Elise, no tardamos mucho en llegar a la ciudad capital, que tenía un parecido a Paris casi calcado… claro, al París medieval, no veríamos nada parecido a la Torre Eiffel o al Arco del Triunfo. Los ciudadanos se veían ocupados en sus labores pero se detenían siempre a saludar a Arno o a ver con asombro la máquina de metal sobre la cual me movía con Chiara. Pasamos por una de las avenidas principales cuando un edificio de aparente construcción reciente llamó mi atención: De fachada blanca y decenas de ventanas, sobre la entrada de este se veía un escudo blanco con una cruz roja en medio de este, y abajo se podía leer “L'Hôpital Universel”, pudiendo ver como entraba y salía gente que parecía buscar alivios médicos. Sonreí inconscientemente ante el escenario, quizás no prediqué en oídos sordos.
Después de unos minutos arribamos a una copia exacta del Palacio de Versalles, que parece no recibió los castigos de la guerra. Nos estacionamos en uno de los costados del edificio y entramos al palacio que no defraudó en dejarnos completamente asombrados con el lujo con que viven. Arno mandó a unas sirvientas a que recogieran nuestras cosas y nos llevasen a la habitación en el segundo piso, con una terraza que daba para ver la ciudad capital. Temí un poco cuando nos dijeron que íbamos a compartir una habitación, ya que estaban reservadas para los invitados a la boda de Arno y Elise y no contaban con que iba a ser yo quien llegara con alguien más asique solo había una cama, pero cuando vi el sofá que acompañaba la habitación respiré un poco más tranquilo. Las sirvientas se fueron y por fin pudimos hablar.
-Bueno, quédate tú con la cama, yo duermo en el sofá – le dije a Chiara, comenzando a acomodarme sobre este – después de dormir en piedras o pantanos, cualquier lugar es lo suficientemente cómodo para dormir. Además, lo que me preocupa ahora es eso de que están apareciendo armas por ahí… no sabemos en manos de quien pueden caer.
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Evie Fauret
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