Hayan
V A M P I R E
¿Cuántas veces hemos perdido el propósito? Y en cada una he acudido a este rincón inhóspito para beber de la nocturnidad preternatural y volver a ser el prestidigitador que de sentido a esta baraja de pensamientos. Corrí al papel, porque fue el único que jamás huyó de mí. El único que aceptó la fealdad de ésta realidad para aceptar cambiarla. No me cobró los desahogos y tampoco abusó de mi confianza, por el contrario, trajo a mí la esperanza de poder plasmar el plasma del alma y sus alas, el poder de liberar los secretos sin temer a la traición. Sobrevivir sin medicación. Entregarse a la dedicación con el denuedo de un devoto y reiniciar si me equivoco.
Pasó a ser mi confidente, entregándome una mente más consciente y un talante más errante. Allí aprendí a viajar por los mares más profundos, los océanos más confusos y el desierto caliente. Valiente. Así le llamo a quien con alegría hace su arte y lo comparte.
Al papel recurro para conocer los recovecos ignotos y matar a la inopia; mientras el mundo me mira, mientras también me odia. No busco la fama, mucho menos lo hago por gloria, se ha vuelto parte de mí y yo de él; escribo en el papel y el tiempo sobre mi piel en un ciclo infinito. Cuando me vaya no quedará nada, solo lo escrito. Y en el homenaje que aquí rindo agradezco su fidelidad, pues solamente en él pude hallar la virtud de mi debilidad, la utilidad de una humanidad predeterminada que fracasó al no encontrar el camino. Convino el extravío.
Y mis letras se conjugan con sus fibras, el sufrimiento con la tinta y el latido sin sentido logra una revolución. Emoción, devoción, expansión ¿Hacia dónde va la razón? No lo sé, lo hago por gusto, por capricho, no porque lo lean ni porque lo crean. Amor al arte. Al lápiz y al papel. Lo llevo a flor de piel. Si lo tengo que definir: es la única forma en que sé vivir.