— Capitulo I —
Segundo Acto:
Nuevos Horizontes
Aquella mañana se despertaron con normalidad, puesto la luz del sol que entraba por sus ventanas interrumpía sus preciadas horas de sueño. El Chino se despertó otra vez con aquellas cachorras encima. Una vez más, hizo todo el esfuerzo para no despertarlas, puesto una bocina es menos ruidosa que esas tres en la mañana. Se puso lo más listo que podía en cuanto a ropa y salió de la habitación.
Tocó la puerta siguiente, la de Alan, solo para ser recibido por una voz antes escuchada.
— ¿Quién osa interrumpir la humilde morada de mi amo?
— Soy yo, El Chino.
Sonó como si una docena de candados se abriesen en un momento.
— Puede pasar.
El Chino se dirigió a la cama de su amigo y tomó una silla para sentarse cerca. Posó su mano sobre él y lo sacudió levemente para que despertase. No logro sacarlo de su profundo sueño. Se levantó de la silla y miro la misma: Madera de roble. Levantó la silla con intenciones de partírsela en el pecho, pero a sus espaldas sintió un siseo de serpiente. Bajó la silla.
— Cuando despierte, dile que vaya al comedor a toda prisa — dijo luego de voltearse y ver como el León tenía la boca abierta a punto de comerle la cabeza. — Lo más pronto posible.
— Como usted diga.
Salió de la habitación. Tocar la puerta de Diego no era opción, puesto tal vez aún se recuperaba de lo de ayer y Brichu tampoco. Se propuso entonces, lograr ir a la cocina y tal vez hacer algo para todos. Al llegar a la cocina usando [Salto] se encontró con una peculiar escena.
— Esos libros de los que hablas no son interesantes ¿Conoces Evangelion?
— No estoy muy interesada en la cultura humana — decía Clara, con unas visibles ojeras. Su tono era pausado y cansado.
— Buenos días ¿Que hacen tan temprano?
— Buenos días Lee.
— Buenos días, Señor Chino. No he podido descansar por todo el barullo que esos pueblerinos hacen en mi biblioteca. Solicito que los corra de allí lo más pronto posible — volteó a hablar con Brichu de nuevo. — ¿Ya está el café?
Era verdad. Ayer cuando volvió con Alan y Las Cerberos, supo que Alan había ordenado una evacuación de los aldeanos a la Biblioteca. Se lo comentó una Maid Skater mientras el tomaba un baño. Al parecer tienen una manía con ser serviciales. Ese lugar era especial ya que guarda una cantidad de conocimiento impensable a la capacidad humana, pero también era un lugar atemporal. Solo Clara soportaba estar allí mucho tiempo dado a ser la bibliotecaria, y obvio, un demonio.
Aunque haya pasado un día, allí el tiempo transcurre tan lento, que para ellos habrán sido un par de horas. Clara suele dormir a pesar de ello, y aunque no importa cuánto lo haga, siempre tiene ese aspecto de cansada y hoy se veía fatal. Un pequeño sonido fue la alerta de que el café estaba listo. Brichu lo sacó de allí y lo sirvió en dos tazas y le entregó una a ella. Ella, a pesar de estar caliente y sin agregarle una pizca de azúcar, lo bebió como si de agua se tratase. Parecía haberse recuperado, así que acomodó sus anteojos y se despidió del par. Brichu le daba un sorbo a su café.
— ¿Y vos qué onda? — inquirió el Chino. — Es re temprano ¿Qué haces levantado?
— Cosas de la vida Lee, cuando vives como yo, levantarse a esta hora es tarde.
— Lo que pasó ayer fue terrible, y ahora el poblado está hecho bolsa ¿Qué vamos a hacer?
— Ah sobre eso Lee, ayer cuando te fuiste el monstruo ese feo dejó caer esto — dijo mostrándole una esfera roja. — No sé qué sea, pero es mía ¿Oíste?
Obviamente era mentira. Esa esfera era el resultado de horas de sudor y esfuerzo tratando de sacarle algo de provecho a la tortura de ese monstruo. Según el inventario de Brichu y Elizabeth, se le pudieron extirpar 89 dientes, 307 huesos de todo tipo de tamaño, 30 ojos y alrededor de 300 kilos de carne antes de que el mismo, pereciera a causa del desgaste. Esa esfera fue uno de los pocos descubrimientos que hizo mientras lo destripaban. Al quitarla obviamente pereció, de haberlo sabido lo hubiera dejado allí para tener una reserva infinita de materia prima para los experimentos.
Esa esfera probablemente tendría un gran valor dado que era causante de sus altas aptitudes regenerativas. Luego pensaría como utilizarla. Diego llegaba a la cocina, somnoliento.
— ¡Ehhh, muchachos! — le dio un abrazo al Chino, ya que si lo hacía con Brichu probablemente terminaría en cama. — Están vivarachos, menos mal boludo.
— Tranquilo chabón, estamos bien. A Alan... — Fue interrumpido.
— ¿Que? No me vas a decir que el gordo la ripió ¿No?
— No, está bien. Se le cayó un edificio encima nomas, pero está bien. No se moriría así nomás — logro despegarse de Diego. — Me dijo que, si moría, iba a ser en una explosión. Quiere que sea muy dolorosa.
— Ah un amor el gordo ¿Y qué hay para desayunar?
— Por ahora no vi a la Maid, probablemente esté durmiendo, pero tenemos mejores cosas en que pensar. Ah boludo, no te dije, pero menos mal mandaste a Las Cerberos, no estaríamos acá para contarlo sino.
— Se me cruzó la idea, pero casi me desmayo en la puerta. Les dije rápido y se fueron al toque — hizo una pausa para recordar. — Hablaban como boludas, pensé que iban sacar armas o algo.
— Son perras ¿Que esperabas? Che ¿Tenes idea de qué hacer con los aldeanos? Ayer atacaron la Aldea y la hicieron bosta.
— ¿Enserio? ¿Qué fue lo que atacó el pueblo?
— Una cosa enorme, de más de tres metros de alto, dos de ancho y con hachas — Brichu dijo para luego bostezar. — Me dejó esto cuando lo matamos — le arrojó la pequeña esfera roja a Diego.
Diego la atrapó con cuidado dado a su apariencia vidriosa. La sostuvo en sus manos un momento y la puso de modo que el sol de la ventana lo alumbrase; Pudo ver ciertas escrituras en un lenguaje incomprensible para los demás, pero tal vez no para él.
— Che esta re bueno esto ¿Me lo puedo quedar?
— ¿Ah? No, lo siento Diego, pero me costó bastante tener eso.
— ¿Para qué lo querés? Si dice que es compatible con los tipo [Fuego].
— ¿Podes saber qué es lo que hace?
— Si, obvio.
— Y que hace pues.
— Hmm...Tiene que ver con el Maná.
— ¿No dice nada de regenerar partes del cuerpo o algo así?
— No, re flasheaste boludo.
Brichu golpeó la mesa con su puño algo enojado.
— Me acordé de algo. Al rato nos vemos.
— Banca, te olvidas la bocha.
— Ya quédatela, tengo otras cosas que hacer — camino hasta una máquina expendedora cercana y obtuvo un energizante de marca reconocida. Al parecer el café no fue suficiente — Hoy voy a estar ocupado, no quiero que nadie me llame.
— ¿Qué vas a hacer?
— A ti que te importa Lee — respondió cortante y se retiró.
— ¿Vos decís que fue por culpa mía?
— Supongo que dormir poco le pasó factura. Bueno Che, vos me vas a ayudar a tratar con los aldeanos hoy ¿Te parece?
— Si, banca que vaya a dejar esto a mi pieza, a Aura le va a encantar, si la miras con el reflejo del sol, parece una de las constelaciones que le gustan.
— Dale, te espero acá nomas.
Al cabo de unos minutos de que Diego desapareciese, Alan llego al comedor.
— Qué onda puta.
— ¿Y esa frialdad? ¿Ni un abrazo?
Ambos se rieron.
— ¿Y qué onda con los otros?
— Andan bien, nadie tiene nada roto, pero la cosa son los aldeanos. Clara parecía estar hasta las pelotas.
— Uhh mala mía, yo los mandé ahí.
— ¿Como vamos a hacer con las casas? Ni una sola quedo completa.
— Podemos usar a los Gnomos — sugirió él.
— ¿Tenemos Gnomos?
— Gnomos, Gárgolas, Faunos, de todo. Pero están petrificados, una vez cumplan su trabajo vuelven a dormir.
— ¿Desde cuándo?
— Fue algo que hicimos entre yo y el Diego ¿No sabías? Están en el techo.
— Bueno, sería mejor que empecemos cuanto antes con todo, ya más o menos sé que vamos a hacer hoy.
— ¡Ehh, pero mira quien llego! — la voz de Diego venía desde el pasillo. — Como andas, genocida de choripanes.
[mientras tanto, En la Sala de Torturas]
— ¿Creías que podías engañarme eh? — Birchu arrancaba algo con mucha fuerza de su cabeza con una pinza de hierro. — ¿Tanto así querías atención? Ahora vas a conocerme.
Aquel monstruo se había hecho el muerto desde las primeras seis horas de tortura. Las cadenas de Elizabeth eran irrompibles dentro del calabozo.
— Amo Brichu, le sugiero que arranque esta parte de aquí... — Elizabeth fue silenciada dado a la mirada de su amo.
— ¿Estás diciéndome que no sé cómo hacer mi trabajo?
— N-No no no no, obviamente no — incluso se notaba su temblar en su voz. — Solo decía...Que para que esta bestia se crea la gran cosa como para tomarlo como tonto, debe querer morir lentamente y sufriendo mucho ¿N-No le parece?
— Hmm...Al fin dices algo coherente — Brichu le dio la espalda y empezó a buscar cosas. Elizabeth limpió el sudor de su frente. — Me tomé el día libre solo para asegurarme de una cosa... — se puso unos guantes de cirujano y un cubrebocas — Ayer tuvimos grandes reservas gracias a ti, así que hoy no necesitamos más. La disección de ayer fue el comienzo. Hoy vamos a ver qué tanta sangre le podemos sacar.
[horas mas tarde, en el techo]
— Quién lo diría, es enorme y hay un montón.
El "techo" era de cristal y podía verse bien el sol de la mañana. Frente al trío de amigos había una infinidad de estatuas, y aunque les haya costado, encontraron unas cuantas de las de los Gnomos y las pusieron juntas.
— Si, todo lo que quieras hermano, ayúdame con el enanito porque me está partiendo la espalda — Alan reclamaba mientras estaba llevando un par de esas entidades, siendo cuidadoso. — No vaya a ser que se me caigan porque estas como tarado pegado al vidrio.
El Chino fue a ayudar y entre todos ya los tenían.
— ¿Y ahora?
— Bueno, prepárate para ver la magia — Alan de agacho hasta estar a la altura de las estatuas. — ¡Aufwachen! — No sabía si era un chiste o no, pero su alemán sonaba raro.
Luego de decir lo mencionado, sopló sobre el rostro de uno de ellos, y la pequeña cascara pétrea cayó de apoco. Varios de esos seres sacudían los pequeños pedazos de piedra de encima y el polvo.
— Saludos, Amo Kymera ¿Cuál es nuestra misión?
— Reparar el pueblo.
Aquellos enanos poseían atuendos de cuero livianos y barbas blancas un tanto largas. Sus apariencias no concordaban con sus estaturas, puesto parecían muy viejos, teniendo desde arrugas hasta verrugas. Eran alrededor de diez de ellos, y entre ellos comenzaron a cuchichear hasta decidirse.
— Amo Kymera, queremos la mitad de nuestra recompensa ahora.
— ¿Que? Ni en pedo, todavía no.
Los enanos volvieron a formar una ronda para hablar y luego volver a dirigirse a él.
— Amo Kymera, queremos comer algo antes de empezar a trabajar.
— Ahí si estamos hablando ¿Que quieren?
Una vez más volvieron a hacer esa ronda y a susurrar entre ellos.
— Queremos un [Guiso].
— Dicho y hecho. Diego, vos anda haciendo los planos.
— De una Gordis.
El único que no entendía nada era el Chino. En menos de un santiamén partieron hacia la cocina. Alan no tardó ni un minuto en ponerse su delantal de "Un aplauso para el asador" y ponerse manos a la obra. Picó cebollas en láminas finas y zanahorias en cubitos.
— ¿Necesita una mano, Señor Kymera? — Mirta entraba en escena.
— No, acá no, pero podés ir preparando "eso".
— A la orden.
Alan picaba los tomates y mientras lo echaba todo a la sartén. Abría los gabinetes en busca de las especias correspondientes. Probo un poco de la salsa ya hecha y asintió demostrando que ya estaba sabrosa.
— Encontré los planos del pueblo base — Diego llego a la cocina, probablemente por el olor de la comida. — Paraaa máster chef.
Alan estaba salteando las cebollas de manera vistosa. Apartó un plato con un poco del alimento ya listo.
— Todo listo Amo Kymera — sentenciaba Mirta dando una reverencia.
— Listorti, todos afuera, a la puerta del gremio — dijo sacando la gran olla del fuego — Dale que me cago quemando.
Todos hicieron lo que dijo, aunque el Chino seguía muy extrañado por todo eso. Las grandes puertas del gremio se abrieron dejando entrar una fría ventisca.
— Listo, hagan una fila — Alan hincaba la rodilla y dejaba la olla en el piso. Mirta había traído platos y unas cuantas cucharas.
Cada Gnomo tenía su plato y comenzaron a degustar la comida. Comer algo recién hecho en un ambiente así de frío era una experiencia placentera. De pronto uno de los Gnomos se hinchó y se volvió completamente un físico culturista, incluso rompiendo las mangas de sus pequeñas chaquetas. No pasó mucho tiempo hasta que la mayoría había brotado cuando terminaron su platillo.
— ¿QUE MIERDA?
— Mirta ¿Dónde está la catapulta? — Mirta le quitaba la manta de encima y la dejaba ver. — Gracias. Bueno ¡A laburar!
Y entonces un Gnomo forzudo se subió sobre la catapulta y Alan accionó la palanca. Lo mandó a volar en dirección al pueblo. No pasó mucho tiempo hasta que volvió a accionar la palanca.
— Diego, anda yendo vos. Sabes que sin instrucciones no hacen mucho.
— Dale nomas, guárdame un toque de guiso eh.
Y Diego se subió a la carreta y estaba de camino al pueblo.
— ¿Por qué se chetaron así los tipitos?
— No era parte del plan, creí que iban a hacer las cosas más rápidos si mejoraba el [Guiso] — y otra vez mandaba a un Gnomo al pueblo a través de la catapulta.
Cuando mando hasta el último de los Gnomos volvieron a la cocina.
— ¿Que? ¿Y mi guiso?
[de vuelta en la Sala de Tortura]
Brichu estaba comiendo sentado a un lado del monstruo mientras este estaba encadenado a una cama de metal. El monstruo giró uno de sus ojos hacia Brichu y al oler el guiso mostró su lengua, babeando.
— ¿Que? ¿Querés un poco compa? Abrí la boca — tomó una cucharada de la comida hasta el monstruo.
Le clavó la cuchara con comida caliente en el ojo y entonces le cortó la lengua.
— ¿Verdad que te engañe? No nos habías mostrado esa lengua hasta ahora eh compa — sacaba otra cuchara de su bolsillo y volvía a comer. El monstruo solo rugía enfurecido.
[ahora en la Cocina]
— Wacho, juraría que deje un plato con guiso acá.
— Bueno che es lo de menos, tenemos que ir a la Biblioteca, los aldeanos y eso.
[Salto: Biblioteca]
La Biblioteca no estaba para nada en silencio cuando volvimos, puesto había madres con niños llorando y la desesperación había estado entre ellos todo este tiempo.
— ¡Reyes! Han vuelto ¿Que sucedió en el pueblo? — todos comenzaron a juntarse sobre los dos que estaban allí.
— Tranquilos, ya no hay amenaza, nos hemos encargado.
— Rey Kymera ¿Que sucedió con el Patriarca?
Alan se mantuvo callado. No sé necesitaban palabras y el Chino lo entendió.
— Hicimos lo que pudimos...El pueblo mismo fue destruido, pero no se preocupen, ya lo están...
— ¡Mentirosos! ¡Dijeron que nos protegerían! — una mujer abofeteó al Chino, y este solo le dirigió una mirada.
— Hicimos lo que pudimos, estamos tomando la responsabilidad de lo que pasó.
— ¿Como piensan devolverme a mi padre? — casi rompía en lágrimas aquella madre que sostenía un bebé. Alan la reconoció, era la hija del patriarca.
— No podemos hacer tal cosa...
— ¡¿Y entonces cómo piensan solucionarlo todo?! — al parecer estaban protestando, y cada vez los tenían más en su contra.
— Bueno, a ver ¿Entonces qué teníamos que hacer? ¿Dejarlos a todos ahí mientras esa cosa los hacía bosta? —
Alan no parecía medir sus palabras.
— ¡Tendrían que haber protegido más el pueblo!
— Hicimos lo que estaba a nuestro alcance, priorizamos las vidas de las mujeres y los niños ¿Sabes por qué? El mismo patriarca me había dicho que lo haga en caso de algo como esto — eso logro silenciar a las personas. — Si tienen algo que decir por nuestras decisiones, hagan lo que se les dé la gana, pero dense cuenta de que este era un plan en donde el patriarca participó — al parecer no estaban tranquilos con esas palabras, pero ahora ya no iban contra la marea — ¿Que decías, chino?
— Ahem...Las casas probablemente estén preparadas dentro de poco tiempo. Estamos implementado mejoras en las defensas para que no sufran más accidentes...Como este — se acercó a Alan y le susurró. — Che, te los dejo, llévalos a algún lugar y tranquilízalos.
El Chino salió de la Biblioteca y quiso pensar un poco en la situación.
[En el pueblo]
Aquellos Gnomos Forzudos talaban árboles a toda velocidad y lo primero que hacían era acumular madera. Había pasado un buen rato desde que empezaron, pero lo primero era lograr una empalizada más gruesa, de unas tres o cuatro rondas de troncos para que, en caso de ataque, tener tiempo de sobra para resguardarse.
Los gnomos también realizaban hoyos en donde iban a hacer las casas, no solo como base para las mismas, sino para lograr un bunker de emergencia en cada casa lo suficientemente grande para una familia promedio. Diego estaba al tanto de que todo se lograse en tiempo y forma desde un pequeño cuartel improvisado. La idea era construir centinelas para así alertar al pueblo antes de un ataque.
[Mensaje]
— ¿Como va todo?
— De ruta, los Gnomos estos trabajan re bien, mejor que los paraguayos.
— Tenemos un problema con los aldeanos.
— Uhh, ya me lo esperaba, no te preocupes que cuando el pueblo esté listo van a ver que de verdad las cosas las hacemos bien.
— Eso espero, y dado a como están saliendo las cosas vamos a tener que hacer un viaje ¿Como hacen para despertar a los del techo?
— Tenes que decir "Su maestro les ordena que despierten" en cualquier idioma.
— Es bueno saber que hay algo de seriedad al menos. Nos vemos al rato.
[Fin del Mensaje]
Por ahora la idea era lograr que los aldeanos volvieran a confiar en nosotros. Pensando más a futuro el pueblo se convertiría en ciudad, y la ciudad en un reino, pero para ello debían tener al pueblo de su lado. Lo ideal para tranquilizarlos sería darles seguridad, cosa que aún no lograríamos a menos que tuvieran guardianes allí. Eso le dio una idea.
El Chino realizó [Salto] a la azotea y se propuso a buscar las estatuas de las gárgolas; Con solo dos le bastó.
— Su maestro les ordena que despierten.
No necesitó tocarlas, ya que solas comenzaron a sacudirse y quitarse esa capa pétrea de encima. Al verlo a él, agacharon la cabeza a la espera de órdenes.
— Vuelen al norte y vuelvan antes del anochecer.
Sin más dilación las bestias obedecieron y emprendieron vuelo.
[Mensaje]
— Che, ya parece que se tranquilizaron, todavía algunos sienten rencor, pero con el tiempo van a estar mejor.
— Me alegro, tenemos que buscar la manera de crear golems, así se sienten más protegidos.
— ¿Golems? ¿Los vas a hacer de tierra?
— Si, se que pueden ser débiles, pero por ahora es lo único que podemos hacer.
— Nah, no da. En mi armario hay unas cuantas armaduras, podrías preguntarle a Diego sobre cómo crear Armaduras Vivientes.
— ¿Enserio es para tanto? Vas a perder tus armaduras.
— Como que ni las necesito, además es mejor para ellos.
[Fin del Mensaje]
Las horas pasaron hasta que el sol se puso. El pueblo estaba casi terminado y solo se hacían unos últimos retoques en la entrada; El pueblo ahora poseía un vallado más fuerte y grueso, Torres vigías en cada esquina y guardianes.
Las casas poseían un compartimiento subterráneo, posible bunker ante desgracias. Los pocos aldeanos que quedaron estaban sorprendidos, pero al ser tan pocos no poseían puestos para trabajar y tener vigías y entonces hubo una reunión.
— Bueno, acérquense gente — decía Diego parado sobre una caja de madera. — La verdad es que es una pena lo que paso ¡Pero que eso no los deprima gente! No se preocupen por el trabajo, al menos este mes, les vamos a proveer comida y abrigo.
— Si, hoy vamos a celebrar la nueva Aldea con un banquete, va a haber comida y escabio así que no desperdicien nada.
Y así fue. La hija del patriarca parecía triste durante el banquete, pero fue cuestión de tiempo que aparecieran pretendientes en busca de ser el nuevo jefe de la Aldea. El banquete se celebraba con música, comida y alcohol. Alan era el encargado de preparar la comida y sirvió mucha de ella, Diego estaba de animador haciendo todo para que los aldeanos lo pasasen lo mejor posible y Brichu aparecía eventualmente en busca de alcohol y comida.
La verdad la idea del banquete nunca pasó por sus cabezas, salvo la de Diego; El mismo ideó un plan muy bueno sobre el mismo. Al tener un mes de alivio sobre el trabajo van a tener tiempo suficiente para recrearse, no tendrían resultados al instante, pero sí podrían verse. Las casas a su vez fueron bien distribuidas y "para utilizar bien el espacio" las casas fueron compartidas entre aldeanos, obviamente, parejas de personas solteras y gente casada. También poseían reservas de comida en los sótanos así que podrían utilizar este tiempo de recreación de la mejor manera posible.
El Chino estaba en una de las Torres de vigía expectante. Ya había caído el anochecer y era de esperarse que las gárgolas no viniesen. No volvieron, y solo una respuesta era lógica; Los derribaron. Eso demuestra la presencia o existencia de formas de vida tanto humanas como no humanas, y las mismas se encontraban al norte.
— ¡Eh chinito! — Diego llamaba desde el pie de la torre. — Baja boludo, los Gnomos están jugando un partido de fútbol y estamos apostando quien le gana a Brichu en pulseadas.
— Ahí voy.
Mañana sería otro día agotador.
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Comentarios del Autor
Antes que nada, me disculpo por la tardanza; habia planeado subir los fragmentos dia por medio, y ayer mismo lo habria hecho, pero no lo hice. Lo siguiente es que el capitulo está terminado y será subido a Aura Link mañana, en formato pdf con la informacion adicional de la que estuve hablando. Espero sea todo de su agrado.
For The Glory Online — Capitulo I
Lectores
Lian~
Fatman
Evie Fauret
Kanra-chan
Sigues viva? Si es asi, no mires esto(?