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Original Fic Furry "Fardia: El mundo oculto"

Lionheart71

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Hola que tal, un saludo a todos. Aquí vengo a publicar algunas partes (por ahora) de una novela original mía que estoy escribiendo. Con una temática furry, justo como lo indica el tag de esta publicación. Esta es una historia de la cual se lleva trabajando aproximadamente desde un año atrás; aunque es una idea que llevo formulado y moldeando en mi cabeza desde hace muchos años mas atrás, y pienso que sería una buena idea para traerles la historia, aquí como parte de coolaborar en un aspecto de literatura de un genero de personajes poco utilizados en el mundo real. Esta novela maneja los géneros de ciencia ficción, fantasía y realismo épico (que en lo personal pienso que no era necesario un prologo como una ligera introducción) Así mismo, solo para comentar que esta novela estará publicada mas adelante en tiendas en linea una vez terminada y quizás mire hacia una publicación en una editorial. Actualmente se tiene 26 capítulos de un total que todavía no se tiene contemplado a ciencia cierta (quizás 50 o 60 en total)

Puesto a que la narración y el escrito de esta novela es muy extensa, tendré actualizada los capítulos cada cierto tiempo que se suban para mantener la cohesión entre los lectores y yo mismo en un tiempo que a mi me parezca adecuado, al igual que ustedes. Y pues sin mas que agregar, dejo aquí el primer, y segundo capítulo de la novela:


NOTA: El primer capítulo de la historia puede resultar algo confuso al leerse, sin embargo, no es nada de que preocuparse por ahora; de hecho estaba en duda sobre si subirlo o no, pues quizás rompería el tono de este blog, normalmente empezaría desde le capitulo numero 2; sin embargo eso quita el valor y la trama profunda que toca el arco de la novela. Ademas el capitulo 1 puede contener cierto carácter o temas fuertes o sensibles. Bajo este aviso se recomienda discreción.
P.D: No se porque razón no puedo poner algún spoiler en los capítulos que acabo de poner, si bien al editarlos si aparece el código.


Génesis

Tú cargarás ese peso.

Todos los presentes en la plaza corrieron despavoridos al observar con sus distintos ojos la magnificencia del fenómeno que estaban por presenciar, se escuchaba el descontrol de las autoridades; y las plegarias de aquellos que daban sus últimos alientos se elevaban al cielo y formaban una nube espesa de humo que se propagó por la ciudad y poco a poco se fue expandiendo, la nube se tornaba negra y el cielo empezó a oscurecerse. Mientras las plantas del mundo se encerraban en sus capullos y se preparaban para morir, todos corrían sin saber a donde, sin tener dirección, eran como pájaros con el afán de salir de la jaula en que están encerrados, pero sin tener éxito. Sus vidas corrían y sus almas se quedaban atrás, mientras sus corazones latían con gran velocidad, y el aliento de los hocicos se consumía como el fuego de un cerillo. Alguno caían en su paso, las masas se concentraban y bloqueaban el paso de calles y avenidas. Algunos reían por sus vidas otros lloraban, otros morían en su intento por ser felices. Al final los intentos de alcanzar el cielo se desvanecían, y las esperanzas de los más fieles se trasgredían y luchaban con fuerza por sobrevivir al acontecimiento que vivirían.

El pueblo se estremecía, y el correr de aquellos que buscaban escapar, para nada servía. Pues él fue el causante de todo el conflicto, él encerró a todos e incluido a él mismo. Sus deseos no podían satisfacerse, no encontraban un límite; sin embargo gracias a las cosas que hizo, construyó y destruyó, ahora ha encontrado el límite de sus pasiones. Mientras que el pueblo presentía algo y se sentaba a contemplar, pues ya habían parado de correr y ahora se disponían a ver el espectáculo que su dueño les había creado desde el inicio y que nunca supieron apreciar.

Ahora que todos encontraron un lugar donde sentarse, ya sea en la calle, en las bancas, arriba de los edificios o en los parques abiertos, lo que importaba ahora era el cielo y su hermosísimo circo. Dieron las doce del mediodía y el sol, quien jugaba con la luna en aquel momento, danzaron al ritmo de los sollozos y gritos de la multitud, quienes aplaudían incesantemente por verlos bailar; sin embargo el humo cubría el azul del cielo, y ahora no era más que admirar una mancha negra flotante que rebasaba el nivel de los rascacielos, y apuntaba a estar estático, mientras que arriba de esta nube se encontraban los dos astros alineándose para su gran presentación.

Desesperados y con el corazón en sus manos, todos comenzaron a experimentar el miedo más profundo de sus vidas, sus cuerpos empezaron a temblar sin control, mientras los escalofríos de algo desconocido los atormentaba y les escalaba la espalda con cuchillos afilados que hacía a todos estremecer y agruparse en pequeños grupos, ya sea familiares, amigos o simplemente conocidos, se reunían con alegría y gozo a disfrutar sus últimos momentos juntos, y aquellos que se quedaron solos, se reunieron con árboles muertos, postes, esquinas o botes de basura quienes eran su única compañía, la gente los veía como pobres almas sin amor. Todos en bola, pues el frío amenazaba con congelarlos vivos, gracias a la nube negra y opaca que se posicionaba sobre el mundo, y no eran impenetrables los cálidos rayos del sol, quienes amenazaban como flechas ardientes a encajarse en los cuerpos de los pobres sin calor.

Todo se congelaba y se volvía frio al tacto, el agua de fuentes y ríos se convertía rápidamente en hielo, la gente no soportaba el frío, y sin importar en donde estuvieran, dentro o fuera de sus casas, la temperatura empezaba a bajar drásticamente, así como sus posibilidades de vivir. De norte a sur, de este a oeste, el frío intenso se extendió velozmente a todo el globo y cubrió todo rincón de este, mientras se tornaba frígido como una nevera y la gente no resistía. Mientras tanto el rey en su silla ni se inmutaba, su carácter frío y sobrio lo ayudaba a protegerse de las extremas temperaturas, y a pesar de las súplicas de sus subordinados y aliados, él seguía sentado, ni un gesto de expresividad dejaba mostrar su cara.

Veía a su alrededor un zócalo vacío, que solamente albergaba unos cuantos cadáveres de aquellos pobres que no llegaron a ser partícipes de dicho festival, o simplemente no correspondían a estar ahí; sucias almas malparidas que se prostituían por las calles del mundo sin pudor ni peligro de ser descubiertos por el “grande” y supremo mesías que tanto los odiaba. Él seguía sentado en la silla, esperando el momento justo de actuar; a pesar de no mostrar alguna iniciativa ante la situación, el tiempo se le agotaba, el reloj de la computadora marcaba 20 minutos. Al observar el tiempo, tomó un gran suspiro del helado aire el cual le congeló la nariz y con su mayor esfuerzo y apatía se levantó de la silla como si nada. Seguido de esto levantó su mirada al cielo y se percató que el espectáculo estaba por comenzar. De sus entrañas deseó levantar la mano y desaparecer la niebla tan densa de aquel momento, pero no podía, sus poderes no podían parar el evento ya programado, la computadora lo impedía, pues era ella quien reinaba entonces.

En aquel momento la luna extendió su mano al sol quien acogió a su amiga tomándola de las manos y comenzando a llevarla hacia él, y el rose que hubo entre ambos astros obligo a la nube negra a disiparse y desvanecer en cuestión de segundos, un aire de esperanza tibió los cuerpos de los pobres que se encontraban congelados, y les permitió moverse al fin después de aquella diminuta era de hielo. Fue entonces cuando todo el mundo, salió de sus escondites y se posó de pie sobre el frígido pavimento, el patio, jardines o techos y levantaron la mirada al cielo para observar con sus ojos el baile divino de los astros celestiales que jugaban en éste. Solamente quedaron el sol y la luna en el firmamento mientras que toda nube u objeto celeste desapareció espontáneamente. El espectáculo había empezado y ahora todos pasarían por sus últimos momentos para presenciar el eclipse que se avecinaba.

El foco de oscuridad dará lugar en la ciudad y arrasará con todo lo que conocemos. En el momento en que todos empezaron a caminar y a separarse de sus grupos y obtener calor, todos los presentes en el mundo empezaron a cuestionar su cordura.

Estando de pie y de cara al zócalo y con la frente en alto, miró con ansias y temor el reloj que marcaba sus horas sin mostrar alguna expresión o gesto, se guardaba el gusto de hacerlo públicamente. Entonces volteó otra vez a ver la vasta metrópolis al mismo tiempo que observaba el cielo, y al momento de analizar el panorama, dio un paso hacia adelante y se dijo a sí mismo, con un tono sobrio y seguro:


- Ya es hora.
El desastre no se hizo esperar, y salió directamente de las cloacas de la pútrida ciudad, la cual se desmoronaba en aquel momento con el más mínimo viento. Todos sus habitantes vestían con colores sobrios y la luz que se recorría en las calles cubiertas de sombras con el paso de la luna, a quien tocara una de éstas, se volvía loco. Los pocos animales que había, decidieron dejar de vivir y se dispusieron a dormir, otros débiles seres de vida también perecieron en las aceras y avenidas de la gran ciudad, mientras que de los edificios y casas salían por las puertas y ventanas las “personas” que suponían ver el pobre espectáculo, que los dominaba. Todos aquellos que salían afuera de sus jaulas y veían arriba se colmaban de su propia existencia y perdían el sentido de vivir. Los ojos de la luna y el sol, evocaban locura y muerte a quien los viera directamente, no podrían ver nunca más el futuro tan anhelado que soñaban con tener.

Cuando todo se descontrolo y el ambiente de paz jamás se volvió a aparecer, todos rondaban como títeres inertes por las calles vagando por una vida. A las horas restantes del día sagrado de conmemoración y danza, vestía la muerte con mucha devoción y carácter, las almas de los pobres cuerpos sin amor, gritaban y pedían auxilio al cielo con muchísimo fervor. Imploraban con todo su ser a descansar en paz, pero su creador no se los permitía, más bien, no podía.

Para cuando la luna llevaba un cuarto del sol cubierto con su finísima tela oscura, se podía ver desde todo el globo el lado oscuro que poseía, la inocencia y carisma de la luna atacó al sol de repente y ahora se encuentra a pocos minutos de abrazarlo por completo. Es entonces cuando las lámparas de luz de la ciudad ahora se convirtieron en fuego, las cuales iluminaban las calles del rededor. Los cuerpos vagos de la ciudad que rondaban por las avenidas y calles más transitadas de ésta, concentraban el intenso calor de las lámparas de fuego que les quemaban los ojos con un dolor incesante, para estos el líquido de sus ojos se secó y seguido de esto se empezaron a derretir sus corneas, dejando salir de sus cuencas sus ojos y dejando un espacio vacío y negro recubierto con paredes de sangre que al mismo tiempo se escurría como cascadas rojas que tiraban sus ojos. El dolor era inmenso, mientras que esto no les era suficiente para descansar en paz. Caminaron las pobres almas sin vista de a dónde ir, vagando como siempre en las calles y rincones de la metrópoli.

Por otro lado el vandalismo de algunos, a causa de su desesperación y ansias por morir incrementaba y esto los llevo a el cansancio extremo y no tuvieron otra opción que caer al pavimento ardiente que les rostizaba su cuerpo como carne en una estufa, quienes al mismo tiempo expiraban sudor y sangre que liberaba un aroma que perfumaba la atmósfera infernal y caótica de la ciudad. Los gritos de mujeres y niños pequeños hacían que sus plegarias y sufrimiento acabara en quedarse afónicos y liberar ruido molesto que a más de uno perturbaba y hacía llorar, las lágrimas de los llorones implacables y débiles hombres y mujeres servían de catalizadores para aumentar las flamas de la ciudad y agregar la diversión y pasión amorosa viviente, de un mundo candente que alentaba al sol y la luna a unirse cada vez más.

Como detalle del universo para adornar la danza de los astros, simultáneamente, alrededor del mundo caían las estrellas que pulverizaban el planeta y lo dotaba de una brillantez única y que lo ornamenta para un mejor espectáculo, mientras el calor del amor de los astros calienta el globo y hierve la sangre de todos mientras hace explotar de emoción a aquellas almas perdidas ya fallecidas, quienes observan todo el espectáculo detrás de bambalinas, y esperan con ansias la venida de sus seres queridos con ellos.

Las calles ahora son ríos de fuego, y los edificios sirven como cerillos gigantes para iluminar el mundo, el agua escasea y ahora todos tienen mucho calor, mientras con mucho sudor y debilidad piden a gritos que el eclipse se pose sobre ellos y termine con el calor y sus vidas. Ya nadie llora en la ciudad pues las lágrimas son automáticamente evaporadas por el intenso calor, y el dolor de la pena de los pecados de toda la población se derrite sobre ellos y los condenan. La mitad de la población del mundo ahora ya perece inconforme y muerta; sin embargo aún no tiene la paz.

Mientras tanto, él se encuentra parado en su trono con arma en mano afilada y de brillo excelso, esperando a quien le haga frente. Cuando de pronto, el órgano de la iglesia comenzó a sonar, los acordes más finos y fuertes comenzaron a entrelazarse, las campanas temblaron y las notas del majestuoso órgano respondían al desesperado llamado de las almas en llamas; arpegios y acordes de gran carácter retumbaban la ciudad con su inmenso volumen. La enorme y potente sonoridad le hizo sonreír un poco y disfrutar de la tétrica y macabra melodía que se escuchaba al unísono por toda la metrópoli, mientras que no se preocupa ya por su pueblo o por el mundo, porque ahora sólo está esperando su destino. Y así, con la vista abrumada y llena de locura, el Dios del mundo vivía en su convicción, de la música y los trinos que escuchaba de aquel órgano, y movía su índice al ritmo del segundero del reloj que le marcaba su tiempo, mientras que las caras de su pueblo estaban derritiéndose en el calor de las flamas y pecados frente suyo, mientras los aullidos de voces que resonaban en su cabeza no lo dejaban descansar, su locura ahora superaba a su poder. Dentro de toda ésta caótica ciudad, repentinamente observó a la lejanía a una chica de corta edad con cabello largo y dorado que salía de su casa destruida y en llamas la cual cayó al suelo ardiente de inmediato. La miró allí por unos breves momentos que para él parecían una eternidad, cuando de pronto ella se levantó y le dirigió la mirada hacia él, rápidamente se miraron por milisegundos y perdió la vista en ella.

Repentinamente, volvió a la realidad donde estaba siendo atacado por un afable conocido enemigo, a quien no le tomó mucho la importancia en su debido momento. Cuando volteo de reojo a la chica, ya estaba muerta en el suelo la joven que había salido de la casa. Confundió la silueta de la joven con otra chica que le trae dolor de cabeza y melancolía a su consciencia.

Con cataratas de sudor en la frente, la sangre fluyendo como lava en sus venas, empuñando con inmensa y visible fuerza el mango de su arma, devolvió la vista a su único enemigo quien venía acompañado de otros dos parásitos inservibles, quien por supuesto le venían a alegrar el día. Al levantar la mirada lentamente y con cautela, los supuestos “héroes” y el mundo entero fue presente su verdadera esencia y carácter.

Estaba posado frente a ellos el mismo Satanás. Era él mismo en toda su autoridad y al desnudo de sí mismo, la faceta de ira y locura más soberbia que el mundo haya apreciado, un mundo que se encontraba en ruinas y que pedía a gritos una reencarnación de vida. Nada había cambiado físicamente en él, seguía igual pero algo no cuadraba bien.

Al mismo tiempo que se posaba el Dios sobre la tierra de los mortales, toda la vida y el planeta mismo comenzó a gritar sin cansarse, un grito de desesperación incontrolable, de ansiedad y locura desmedida. Así mismo el órgano tocó su mayor acorde agudo, que hacía parecer sonar un canto angelical situado en el mismo infierno de siempre. Un acontecimiento inaudito que minutos después se convertiría en una pesadilla viviente teñida de rojo por la sangre de los que ahora caminan en la escalera al cielo, y que corren por las calles aquellos que se dirigen para allá, con los pies pútridos y ensangrentados, por donde corren también ríos de sangre que emanan de los lagos de los corazones de los supuestos salvadores.

Desde arriba el sol y la luna bailaban sin cesar el vals que tocaba él en el órgano, mientras que eran testigos del edén que había vuelto a ser el planeta. El edén donde alguna vez estuvo Adán y Eva, que disfrutan su estadía en su cómoda distancia del pecado y de sus hijos que derivan de su fruto querido, fruto del pecado humano, quien el propio hombre se ha provocado comerlo.

Profanado y sin aliento en boca se dispuso a terminar lo que empezó, de igual manera esto fue sólo el inicio. Lo último por hacer fue su propio ultimátum:


- Ahora que todo está hecho, espero su misericordia y profunda comprensión, si los ves, mándales un saludo de mi parte…





Zoológico en la ciudad

  • Beeep, beeeeep, beeeeeeep.
  • ¡Click¡
Sonaba el despertador del reloj por toda la habitación, mientras que él ya lo había suspendido.

Entraban los matutinos rayos del sol por la ventana semiabierta del cuarto, mientras que iluminaba todo por dentro a su lento paso, dejaba ver un desorden de lo peor, había zapatos y tenis por debajo de la cama que ya parecía zapatero, una mochila colgada en el respaldo de una silla amontonada de libros, sobre quien posaba en un escritorio una lámpara para leer, y diversas historietas y cómics encimadas. Al paso lento del sol sobre las paredes dejaba ver un cuarto confortable y cálido, con una pared amarilla oscura resistiendo el peso de posters y collages de varias bandas y personajes, así como una cama individual, donde yacía un joven coyote descansando de la vida y la escuela. Por desgracia el sonido de cada día lo despertó por segunda vez.

  • Beeep, beeeeep, beeeeeeep.
  • ¡Click¡
Apretó con fuerza el botón de aquel reloj que hacía sonar su despertador, el cual marcaba con números digitales de color verde, las 7:05 a.m. de la mañana. Sin perder el tiempo miró de reojo la hora de dicho reloj, y con una expresión de alivió se levantó de la cama lentamente, estirando las extremidades de su cuerpo. Fue entonces cuando se dirigió al baño completamente descalzo, y comenzó a lavarse la cara con un jabón, y seguido de eso se cepillo sus filosos dientes blancos como todo buen cánido. Alistando sus cosas se cambió ágilmente y se puso una ropa casual pero cómoda reposando en el respaldo de una silla, como era de costumbre para él. Metió sus cosas a su mochila y se dirigió a la planta baja para desayunar.
  • Buenos días Jack.
Recibió como todos los días a su querido hijo Jack, su madre quien le tenía mucho aprecio.
  • Buenos días ma, ¿qué hay de desayunar?
Preguntaba el hambriento animal con ansias.
  • Huevos con tocino y unos hot-cakes.
  • Suena bien.
Contestó el coyote con apetito de todos los días. Una vez servido el plato en la mesa, mientas que él comía con gran tranquilidad y tiempo de sobra, y su madre preparaba más del desayuno, desde arriba del segundo piso se venía ya un tormento para Jack bajando las escaleras. Aunque para su madre era su diablillo de todos los días, en cuestión de segundos apareció con gran porte el hermano mayor de Jack, Tyron.
  • Buenos días ma; qué onda tú.
Respondía Tyron a su madre con gentileza y normalidad, mientras que saludaba al mismo tiempo a su pequeño hermano despectivamente. Jack sólo miraba a su hermano con ganas de responderle, aun así él no quería enojarse tan temprano en la mañana. Al poco rato los tres se encontraban desayunando, y charlando un poco. Para entonces Jack estaba terminando de beber un natural y fresco jugo de naranja que se había servido con anterioridad; cuando su madre se percató de la hora del reloj de la cocina que quedaba en frente suya, le comentó a su hijo con furor que ya era hora de irse, o de lo contrario llegaría tarde. Su hermano lo miraba desde su asiento en cómo se preparaba y cargaba su mochila, listo para salir, en eso levantó la voz diciéndole:
  • Ya vete, te van a dejar afuera otra vez.
Su madre lo acomodó en sus casillas jalándole un poco su respingada oreja izquierda, diciéndole que se calmara y fuera más respetuoso con su hermano. Él solamente asintió con la cabeza. Mientras que Jack ni caso le hizo a su voz.
  • Ya me voy, adiós ma.
  • Bye hijo, cuídate.
Se despedían los dos mientras que Jack salió hacia la calle y su madre le deseaba ánimos y cuidado para la escuela. Entre ellos dos existía un ambiente de armonía y amor.
  • ¿Por qué a mí no me tratas así?
Se quejaba preguntando Tyron a su madre, en busca de alguna afectividad materna que tanto le envidia a su hermano menor. La madre solamente se le quedó viendo con un gesto de desagrado y enojo, como si la pregunta la estuviera respondiendo de manera obvia con su rostro. Al mismo tiempo le ordenó que recogiera los platos y se aliste para ir a trabajar. Tyron lo tomó como una opinión y no como una orden, aunque de todas maneras lo hizo.

Por su parte Jack, quien estaba afuera de su casa, a pesar de que lo que llama casa era en realidad un departamento de dos plantas algo pequeño pero justo para tres personas, se dispuso a levantar su bicicleta que estaba recargada en una pared de piedras que era una parte de un pequeñísimo jardín de hortalizas y plantas que pertenecían a la vecina del departamento de al lado. Ya con la bicicleta en mano y mochila en la espalda empezó a pedalear tranquilo mientras salía de su humilde y pequeña vecindad en donde vivía.

Así pues el joven coyote de 19 años de edad, andaba en su bicicleta de siempre en camino a la escuela, mientras que pasaba por la acera de las calles de la transitada ciudad de Zarco, la cual era una metrópolis enorme y que abastecía a una población de 14.5 millones de habitantes repartidos de distinta manera en diferentes secciones de ésta. Vivían en ella todas las especies de animales, los cuales coexistían armónicamente. Además era la capital del continente Carnecio. Jack, quien vivía en la sección 5, podía ver una infinidad de carros de todos los tamaños y colores llenando como gotas de agua un río inmenso que fluía por la avenida principal de la ciudad y que conducía al centro de ésta. Así mismo por donde andaba podía ver a la lejanía los inmensos rascacielos y edificios más conurbanos de todo Zarco, en los cuales vivían la gente de la más alta sociedad, o por así decirlo los ricos del pueblo. La vista que tenía Jack al llegar a una pequeña lomita era increíble y se tomó el tiempo de pararse algunos instantes para observar la magnífica ciudad que parecía no tener un fin, y desde ahí arriba podía ver todos los edificios, el centro de la ciudad a lo lejos, casas y tiendas por doquier, así como estadios y alguna fabrica a lo lejos a las orillas de esta, aunque abundaban también los parques y áreas verdes que daban toque de vida natural a la ciudad. También pasaban ríos por la ciudad que adornaban y vestían a la misma de un tiempo constante e imparable, al que siempre se fluía como la vida misma.

Jack siguió para adelante y bajando dicha loma se desvió de la calle por la que iba y se dirigió a un atajo que él conocía perfectamente.

Zarco era una ciudad localizada en el justo centro del continente Carnecio y está rodeada de otras cuatro ciudades que hacen resaltar a Zarco a nivel mundial y la toman como capital de dicho continente. Su grandeza se debe a los grandes avances científicos y mecánicos que ha brindado a toda Fardia. Pensaba en su mente el coyote andando en bicicleta, mientras trazaba su curso hacia la escuela por su atajo secreto, esta vez aceleraba el paso. De pronto que había cruzado varios metros de callejones y patios de casa abiertas que daban a un área verde. Jack rápidamente llegó al lugar deseado, un aire fresco y sereno acompañaba su llegaba, haciendo levantar el pelaje café al aire, y su cola moviéndose por la ventolina. Había llegado a un jardín muy arreglado y lleno de árboles frondosos y frescos, el cual estaba abierto al público general, para pasear. Había desde pirules verdes y sauces de todo color que acompañaban los caminos, grandes fresnos que hacían frenar los rayos del sol y solamente filtraban pequeños hilos de luz blanca que se marcaban en el césped e iban caminando conforme el sol se movía. Grandes y medianos arbustos verdes con pequeñas buganvilias y petunias moradas, rosas y magentas también acompañaban los caminos de piedra que zigzagueaban a lo largo del jardín. Jack adoraba pasar por ese jardín todos los días que iba al colegio y otros que simplemente lo hacía por salir de la rutina y descansar un poco. El jardín contaba también con diversas bancas para sentarse y estanques de agua limpia y cristalina donde sobresalen rocas naturales y diminutos filamentos de moho las visten, mientras que Jack atraviesa un pequeño puente en forma de arco hecho de madera barnizada que cruza un gran estanque a la mitad del jardín, y donde de vez en cuando se dejan ver algunos peces que nadan tranquilamente en esas limpias aguas.

Ya casi saliendo de aquel jardín, Jack se va topando con diferentes individuos que salen en la mañana a caminar y de paso saludan con unos serios pero afables buenos días, mientras que Jack puede responder al saludo apenas por la velocidad que lleva. Una vez saliendo del jardín, el coyote siguió por la banqueta de la calle que al final desembocaba en el colegio al que asiste. Justo iba a tiempo y entonces decidió acelerar el ritmo que llevaba; algunas cuadras antes de llegar a la escuela, Jack vio de reojo que la tienda de historietas y comics a la que tanto le gustaba ir y ya era cliente leal, ya estaba abierta. Entonces pensó en su mente posponer la visita al lugar hasta después de clases.

Llegando a la entrada del colegio, había mucho tumulto y ruido por fuera de las instalaciones y aulas de clase, el bullicio de diversos jóvenes universitarios no se hacía esperar. Para Jack no le daba mucha importancia, él simplemente dejó su bicicleta en su lugar de siempre, agarró su mochila y se dirigió a su área correspondiente. La Universidad Autónoma de Zarco era una de las universidades con mayor prestigio y reconocimiento a nivel nacional e internacional, gracias a su mayor desempeño en las ramas de la ciencia y la ingeniería en general. Jack estudiaba su carrera de ingeniería en electrónica, y apenas iba por a la mitad de su segundo semestre.

Pasando por los pasillos repletos de estudiantes y diversos tumultos de ellos, Jack por fin llego a su área después de 2 minutos y medio de haber llegado. Saco de su bolsillo del pantalón su llave de casillero para sacar sus cosas. En el momento que abrió su casillero se acercó hacia él una voz y silueta muy familiar para él. Para el momento que ya había sacado solamente dos libros y un cuaderno que necesitaba, los sostuvo con su mano izquierda reposados sobre su antebrazo y hombro, para dar bienvenida al sujeto que lo esperaba detrás de él.

Cerró su casillero con seguro y volteó hacia atrás con una sonrisa leve en su rostro.

  • Qué onda Jack.
  • ¿Y ese milagro que llegas a tiempo?
Preguntaba y saludaba su mejor amigo Max, un perro labrador de pelaje beige marrón, con largas orejas caídas y una sudadera negra con la capucha en la cabeza; al mismo tiempo que estrechaban sus manos, Jack contesto:
  • Ya sabes que siempre soy puntual, o al menos lo intento ¿no? Jajaja.
Contestaba sarcásticamente una respuesta que les soltó a ambos una pequeña carcajada.
  • ¿Tú nunca cambias verdad?
Preguntó irónicamente el labrador a su amigo.
  • Ya me conoces que no; de que dices si tú tampoco cambiaste nada a diferencia del semestre pasado.
Contestó Jack esperando respuesta del cánido labrador.
  • Ya cállate y vámonos.
Respondió en tono de burla Max con el sarcasmo siempre presente en todas sus oraciones. Así fueron charlando de temas de todo lo que ha pasado y de lo que habrá por venir, mientras que caminaban a la par riéndose y dirigiéndose a su salón, atravesando entre todo el tumulto de personas. Una vez entraron al salón se sentaron en sus respectivas butacas. Así pues se les impartieron sus clases del día y tuvieron tiempo para descansar y relajarse un poco, así como comer un almuerzo y charlar con más de sus amigos suyos.

Después de unas cuantas horas dio el término de la penúltima clase del día, y se habría pasado a la última por dar, la cual tanto Jack y Max consideraban que era la clase más aburrida. Aun así por fortuna del destino, el profesor que impartía la clase no llegaba al aula, y tras 10 minutos de no haber llegado, tanto Jack, Max y otros compañeros salieron de la escuela ya que no había profesor que diera la asignatura.

  • Que suerte ¿no crees? Y eso que siempre viene.
Decía Max a Jack mientras guardaban sus cosas, listos para irse del colegio.
  • A mí me da igual. (Respondía Jack)
  • ¡Oye! ¿Y si vamos con el grupo al café y de ahí con Marcus?
Pregunto con mucha emoción el coyote.
  • Órale va.
Afirmó Max.
Y así fue como los dos fueron directamente al café que quedaba a una cuadra y media del colegio, caminando con mochila en espalda y manos en bolsillos mientras iban conversando más y más. Su caminata parecía que fuera infinita, pues se veían obstaculizados por la bola de estudiantes enorme que estaba rodeando el perímetro de la escuela, parecían molestos y entre ellos también había padres protestando con carteles en mano y alguno que otro con una bocina o un megáfono para hacer oír entre el inmenso mar de bulla. Su razón de estar era porque estaban protestando por la aceptación e ingreso libre de alumnos rezagados de la escuela, por las injusticias que el gobierno les había hecho; sin embargo el par de cánidos no les importó y se abrieron camino por la fosa de estudiantes.

Al salir y casi llegar, Max saco de un compartimiento de su mochila una cajetilla de cigarros de los cuales tomó uno de ellos y con su encendedor en la bolsa de su sudadera, encendió uno y procedió a fumarlo. Al mismo tiempo que exhalaba el humo de su boca le ofrecía uno gentilmente a Jack, a lo que él contesto que no, gracias.

Después de unos minutos llegaron al tan conocido café, en donde rápidamente observaron a su grupo de amigos charlando cómodamente en una mesa. Estaban muy atentos a lo que uno de ellos, Daniel, les contaba a las otras dos amigas. Llegaron tanto Jack y Max como si nada a sentarse y saludaron como siempre.

  • Qué onda. - Hablaron al mismo tiempo el coyote y el perro.
  • Hola, qué onda.
Respondieron al unísono la ya conocida y concurrida tercia de amigos de Jack y Max, conformados por Daniel, un puma, Ana, una lémur gris y Jessica, una chacal gris. Mientras que rápidamente Jack y Max fueron a comprar sus bebidas. Al volver notaron como su atención seguía con las palabras de Daniel. Jack aprovecho una pausa de Daniel para preguntarles en general de que hablaban, a lo que Ana les contesto:
  • Es que Dani nos está contando de cómo le robaron su casa y sus cosas.
  • ¿Enserio?
Preguntaba Jack con un poco de asombro y lleno de curiosidad, mientras que Jack le suplicaba a Daniel que si pudiera repetir la historia desde el inicio, por lo que él no tuvo ningún inconveniente y volvió a relatar la historia de inicio a fin. Daniel era un joven que vivía en la sección 9, la cual era considerada como la más peligrosa y con más delincuencia que en otras secciones, ya que a diferencia de las demás, esta zona era la que sufría de menor atención al pueblo y mucha corrupción involucrada. Aun sabiendo esto, Daniel, quien solamente vivía con sus hermanos en una casa de renta, nunca consideró que se meterían a robar a su casa cuando no cerró la puerta de la misma con seguro, dado a las prisas. Seguían hablando los cinco amigos mientras que argumentaban y opinaban respecto al caso de Daniel, y empezaron algunos como Max a criticar al gobierno y la policía de la ciudad, en la mesa se hablaba y comentaba de la inseguridad y la pésima realidad social en la que viven. Ellos sabían que a pesar de tener gran capacidad y las herramientas necesarias para erradicar el presente problema que atacaba la ciudad, era necesario un buen líder que comandara las acciones y mejorar el sistema policiaco y de seguridad con el que debería de contar la ciudad.

Durante mucho tiempo se creía que la paz reinaba al mundo y que la violencia era un recurso último en la toma de decisión de un país, pero cuando el tiempo avanza, la maldad se desespera y las pasiones pueden matar a cualquiera que se ponga en el camino, y poner en peligro aquello que alguien puede llegar amar.

  • Así está la cosa. ¿Cómo la ven? - Decía Daniel un poco desesperanzado.
  • Qué asco de seguridad y de policías. - Se quejaba Max.
  • Y nadie hace nada. - Reafirmaba Jessica con un poco de enfado.
De todas maneras, todos habían acabado sus bebidas y algunos se propusieron a marcharse para aprovechar la tarde que les esperaba, mientras que el primero en desertar fue Daniel quien con cara de cansancio y dolor se marchaba hacia su casa; sin embargo acompañantes no faltaron y Ana le pregunto si lo podía acompañar, ya que ella iba a visitar a su abuela enferma en un hospital que quedaba por la ruta que Daniel tomaba para llegar a su hogar; Daniel no se negó y acepto la propuesta. De igual manera Max, Jack y Jessica, se levantaron de la silla y con gesto de afabilidad y como buenos amigos se despidieron de Daniel, sobre todo Jack quien le fue a estrechar su mano y darle un pequeño abrazo de consuelo y ánimos, así mismo lo hizo Jessica y Max quienes que al mismo tiempo que despedían a Ana, fueron con Daniel e hicieron lo mismo, aunque no faltó que Daniel le pidiera un cigarro a Max como de costumbre y se despidieran.

Mientras tanto Jack se acercó con Jessica.

  • Oye, Jessica, emm, ¿quieres ir al cine esta sábado a ver la nueva película que salió de Mar de la muerte? - Preguntaba con algo de inseguridad Jack a su amiga.
  • Sí está bien. El sábado, ¿va?
  • Ok, está bien ahí te veo entonces.
Ahora se sentía un poco alivianado un Jack algo nervioso de querer hacer esa pregunta, pero al mismo tiempo con gran satisfacción al saber de qué la chica que le gusta le dio un afirmativo al cine.

Se despedían todos como siempre mientras que Jack y Max sabían cuál era su próximo destino; la tienda de cómics de Marcus a dos cuadras de donde estaban. Ya iban a paso veloz pues sabían que Marcus tenía la mejor mercancía guardada para los dos mejores clientes de su tienda.

  • Bien, ahora tienes cita el sábado con Jessica ¿no es así campeón?
  • ¿Qué crees que dirá tu celosa ex cuando le diga? - Preguntaba Max con tono de burla.
  • No es una cita, tú cállate perro gordo.
Le contestó de forma infantil un coyote a su mejor amigo, mientras se reían e iban de camino a la tienda de historietas, y cada quien caminaba para su rumbo. Ahora la ciudad de Zarco andaba por las 3:30 de la tarde, y todos se disponían a comer o descansar; aunque otros como Max y Jack no harían lo mismo.



Mientras tanto en otro lugar de Zarco:

  • ¿Lo trajiste? - Preguntaba una sombra en la pared.
  • Está en la maleta. Dame mi parte. - Correspondía la voz en la silla plateada.
  • Ya está donde la querías; recuerda que aún tienes un último pedido. - Termino de contestar la sombra y desapareció.
 
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