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Cafe Shibe

El viajero

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Shadowj5000

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Tamerlan se bañaba en un pequeño estanque al lado de una rudimentaria aldea, con casas hechas de un extraño material de color amarillo. No solo se higienizaba, también limpiaba todo su equipamiento; una espada de madera manchada con sangre, una armadura muy sucia y desgastada y una esfera de metal.

El cielo de aquel mundo era blanco, con la tierra de color marrón sin aparentemente tener algún rastro de césped, no obstante no estaba ausente de vegetación. Por todo el lugar había arboles con copas de formas geométricas.

El azul poco le prestaba atención a estos detalles, ya había estado ahí por un año, se había acostumbrado totalmente a este terreno.

Se enjuagaba la cara cuando de pronto notó a tres extraños individuos frente a el parados fuera del estanque. Todos traían capuchas que tapaban la totalidad de su cuerpo, sin embargo no eran capaces de ocultar ciertos detalles que los delataban. Uno tenía una extraña figura alargada y delgada de cerca de dos metros y medio, otro era bajo y ancho, poseyendo una joroba de la cual sobresalía un cuerno el cual emanaba electricidad. Y el otro tenía unos cuatro brazos y una cola que envolvía su torso.

Estos sujetos no causaban ninguna buena sensación, Tamerlan enseguida se alertó del peligro. Agarró su espada de madera y se sentó, ocultando la mitad de su torso y su arma, entonces dos de los extraños sujetos se acercaron hasta el adentrándose en el estanque. Timur tan solo suspiró y susurró.

-Que fastidio…

Entonces los dos de ellos lo encararon. Eran el alto y el de cuatro brazos, el bajo y ancho se quedó fuera del estanque observando y emanando chispas.

El cuatro brazos se paró frente a Tamerlan, se miraron fijamente por unos segundos hasta que alzó uno de sus brazos y le apuntó a su frente mientras su dedo se iluminaba.

Timur actuó rápido. Se levantó al mismo tiempo que cortaba la mano del extraño individuo. Este de inmediato cayó hacia atrás gritando del dolor con una voz muy gutural. El alargado no perdió el tiempo, al ver esto atacó de inmediato a Tamerlan dándole un manotazo con su largo brazo. Impactó justo en su cabeza, cerca del odio, la increíble fuerza lo mando a volar aturdiéndolo en el proceso. Cayó lejos de ellos, sumergiéndose en el agua y tratando de levantarse de inmediato.

El ser alto corrió hacia él, deslizando una cuchilla de las mangas de su túnica. La empuñó y entonces cuando estuvo lo suficientemente cerca de su adversario lanzó una estocada directo a su vientre, pero Tamerlan pudo atrapar el arma con ambas manos. El filo de la hoja le cortó las palmas, estas de inmediato comenzaron a sangrar, Timur arrugó el rostro del dolor soltando un quejido.

Se sumieron en un duelo de fuerza, con el alto tratando que la punta de la espada pinchara la carne de su oponente, mientras Tamerlan la empujándola lo más lejos de él.

El ser alargado de pronto se cansó de esto, si no iba a dejarse apuñalar entonces se aseguraría de que pierda ambas manos. Retiró su espada de manera ágil apartándola del agarre de Tamerlan, esperó ver como los dedos se le caían al agua, pero no se encontró con eso, hubo un resultado muy diferente. Tenía ambas manos pegadas aun a su brazo. Se quedó un segundo contemplando eso confundido, pero no le dio importancia alguna, no iba a perder el tiempo.

Alzo su arma y la atizó contra el hombro de Tamerlan, de seguro ahora si le cortaría un brazo entero, pero eso no sucedió. La hoja de la espada se dobló apenas tocó la piel, se había vuelto tan blanda que se deformaba con facilidad.

Tamerlan agarró enseguida la túnica de su enemigo, la cual se enfrió de golpe hasta el punto de congelarse. El ser alargado cayó de inmediato, rompiendo su ahora frágil ropaje. Cuando tocó el agua Timur de inmediato vio que se trataba de un individuo compuesto de madera con hojas en su cabeza, el cambio brusco de temperatura lo dejó fuera de combate, entró en shock.

De pronto oyó un ruido agudo, un haz de luz le rozó la mejilla a gran velocidad, apenas pudo percatarse de eso. Es mismo roce había causado una diminuta herida en su piel. Volteó su cabeza en dirección de dónde provino ese singular proyectil, ahí está parado el ser de cuatro brazos, apuntándole con dos de sus manos mientras que con la tercera se agarraba dónde estaba sangrando la herida que le había causado con la espada de madera.

-¡Muere infeliz!-Gritó colérico el individuos de las cuatro extremidades.

Sus dedos se iluminaron, de inmediato dos rayos de luces salieron disparados de ellos. Tamerlan los vio claramente, pero no tuvo tiempo de reaccionar, uno le rozo de nuevo la cabeza mientras el otro impacto directo en su hombro y lo atravesó saliendo por la espalda. Timur gruñó del dolor, en el acto cayó de espaldas al agua por la fuerza que tenía ese proyectil lumínico.

No salió de inmediato, se quedó unos cuantos segundos sumergido.

-¡Sal de ahí escoria! ¡Te voy a agujerear entero!

No obtuvo respuesta, de inmediato disparó otros dos rayos de luz a la posición en donde había caído. No se anduvo con rodeos, si no daba la cara igual lo mataría. Pero había algo raro, la sangre no se diluyo en el agua, no logró atinarle. Se puso de inmediato en alerta, todavía seguía sumergido, de pronto sintió que algo pasaba al lado suyo.

De inmediato disparó, pero Tamerlan nuevamente lo había engañado. Era su compañero, el sujeto mitad árbol, le había atinado en medio de la cabeza, su cuerpo salió a flote.

-¡Mierda!-Expresó alarmado.

Detrás suyo escuchó como alguien emergía repentinamente del agua, era Tamerlan, agarrando el chaleco de su armadura con la intención de golpear a su adversario. Sosteniendo la protección en sus manos atacó directo a la cabeza, su enemigo no logró darse la vuelta por completo por lo que recibió el golpe de lleno, no tuvo oportunidad de defenderse.

Pero había algo más, Timur volvió el chaleco tan pesado que le rompió el cráneo con una inmensa fuerza. Los huesos que protegieron su cerebro no pudieron ejercer ninguna oposición. Tamerlan de inmediato le retiró aquella propiedad antes de que ese increíble peso lo desequilibrara.

Su adversario quedó flotando en el agua mientras se desangraba con una grave contusión y un miembro amputado. Tan solo quedaba uno.

Tamerlan se volteó hacia él, mirándolo fijamente con el ceño fruncido y una expresión de enojo.

-¿Y tú que vas a hacer?-Preguntó el viajero dimensional.

El individuo bajo y ancho se quitó la capucha de su túnica, mostrando un rostro de anguila el cual emanaba pequeñas chispas por toda su cabeza.

-Mandarte a la oscuridad engendro, suficiente blasfemaste en Vatico como para seguir con vida. Ahora me asegurare de que mueras hereje.

-Así que viajaste hasta este mundo solo para matarme por “blafesmar”… son unos fanáticos desquiciados ustedes.

-Haremos lo necesario para destruir el pecado andante que eres, iremos hasta lejos de nuestras tierras para apagar la llama pagana que eres. Nadie puede soltar herejías, así como así y pretender vivir. La voluntad de mi señor es que te elimine.

-Pues ven desgraciado.

El individuo con túnica saltó a una gran altura emanando ahora rayos mucho más potentes que simples chispas, entonces aterrizó en el estanque, justo enfrente de Tamerlan. Ahora moriría electrocutado, una inmensa fuerza eléctrica destrozaría su cuerpo y detendría sus órganos, sus músculos se freirían hasta convertirse en cenizas por el inmenso calor. Pero eso no sucedió, Tamerlan estaba parado frente a él mirándolo con una sonrisa victoriosa.

-¿Qué herejía es est…?

No tuvo tiempo de terminar de preguntar, Tamerlan le propinó un puñetazo tan fuerte que rompió su mandíbula, cayó inconsciente en el agua. Misma agua que hace segundos había convertido en un perfecto aislante para la electricidad, ni un solo voltio pudo afectarlo.

Timur no perdió el tiempo, tomó su espada de madera y la clavó en el pecho del último que quedaba con vida.

-Sí que peleas bien viajero-Dijo una voz femenina detrás de Tamerlan.

De inmediato se dio la vuelta alarmado listo para seguir peleando.

-¡Alto! No vengo a pelear-Informó la mujer que alzaba sus brazos.

Tamerlan de inmediato bajó su arma.

-¿Quién eres tú? ¿Vienes con estos sujetos? -Preguntó inquisitivamente.

La mujer que tenía delante suyo era una humana de piel morena, con ojos rojos y un pelo ondulado que caía por su espalda. Traía puesto ropa de granjero, una camisa blanca sucia, unos pantalones con agujeros y unas sandalias.

-En absoluto, no tengo ni ida de quienes son. Yo soy solo una simple mensajera, mi maestro quiere verte.

-¿Quién es tu maestro?

-Un Otsukami.

Tamerlan se sorprendió al escuchar eso.

<<Así que un otsukami, ahora no resulta tan extraño, pero ¿Qué querrá de mí?>>

-Es uno que vive lejos de aquí-Continuó la mujer.

-¿En otro mundo?-Preguntó de pronto Tamerlan.

-No, tan solo a una semana de viaje de aquí a pie, en una ciudad.

-Ya veo ¿Por qué motivo quiere verme?

-No lo sé muy bien, tan solo me dijo que quiere hablar con un viejo conocido.

Tamerlan de pronto se quedó confundido, no conocía a ningún otsukami. Esto le resultaba extraño, pero era una perfecta oportunidad para resolver sus problemas. Esos otsukamis eran los indicados en temas dimensionales y espaciales.

-Está bien, iré contigo. Espera que tan solo me vista-Aceptó Tamerlan.

-Muy bien-Dijo la mujer.



La ciudad era inmensa, enormes edificios tocando las alturas, naves trasladándose a través del aire, millones y millones de ciudadanos caminando por las calles. Colosales palacios burocráticos en medio de todo. Tamerlan estaba acostumbrado a esta vista, este no era el primer mundo el cual veía una ciudad de esta envergadura.

Luego de varias horas caminando por las calles llegaron a un edificio lujoso, decorado con cuatro pilares en cada esquina con motivos de dragones y estrellas. La mujer condujo a Tamerlan hasta la recepción, saludó los empleados que trabajaban en el edificio cada uno de una raza diferente de la otra. Lo llevó entonces hasta lo que parecía ser un pequeño armario en el que cabrían varias personas, entraron en él y el suelo se ilumino con una luz anaranjada.

-Ya llegamos, dijo la mujer.

Abrió la puerta del armario y Tamerlan se dio cuenta de que aquella luz los había tele transportado hasta alguno de los pisos del edificio. Luego de seguir a la mujer doblando algunos pasillos lo guío hasta la puerta de una habitación. La puerta era de color dorado, con unos símbolos de un lenguaje el cual Tamerlan reconocía.

-El alfabeto de los otsukami -Susurró para sí mismo

Conocía aquel sistema de escritura, en las grandes ciudades de su mundo estaban muy presentes, como así también de otras dimensiones en las que estuvo.

-Entremos-Indicó la mujer.

Abrieron la puerta, la habitación tenía un buen tamaño, ocupaba casi todo el espacio del piso. Era como un templo, con varias esculturas doradas, estandartes colgados en la pared que presentaban el símbolo de un ojo con una estrella, un estanque de agua en el medio en el que nadaban varios peces. Pero eso no era lo más destacado, no, lo que más llamó la atención del viajero fue el individuo que estaba del otro lado de la habitación.

Un ser de una raza que Tamerlan conocía. Un otsukami.

Era un hombre mayor de piel blanca pálida como la leche, de vestiduras del mismo color como una vestimenta religiosa, poseedor de una inmensa barba llena de canas. Con unos cuernos similares a un alce a los lados de su cabeza, se trataba de una cornamenta de buen tamaño, superaba por mucho a los pequeños cuernos de Tamerlan. Se encontraba con las piernas cruzadas levitando sobre el suelo, parecía meditar ya que su respiración era relajada y tenía los ojos cerrados. Sin embargo, tenía una cosa que llamaba aún más la atención. Un tercer ojo.

Uno que su pupila tenía forma de estrella de unas siete puntas. Su color era verde. El globo ocular estaba ubicado en medio de la frente y miraba directo a Tamerlan.

Aquel individuo emanaba una presencia de gran poder, aun con estar relajado se notaba de cierta manera intimidante. La mujer que estaba detrás de Tamerlan se mostraba respetuosa mientras que el azulado por otra parte estaba algo nervioso, conocía muy bien el poder que estos seres manejaban. Estar delante de uno era una experiencia que pocos podían contar.

Cuando vio a Timur abrió sus dos ojos restantes. Unos ojos negros, con la pupila carente de iris.

-Un yazidi-Señaló el imponente hombre al ver a Tamerlan.

Tamerlan no dijo nada, tan solo se quedó mirando al otsukami.

-No es muy común ver a los tuyos fuera de su mundo, solo conozco a uno que puede viajar entre ellos.

Tamerlan abrió grande los ojos.

-Espera ¿Lo conoces?-Preguntó Timur con sorpresa.

-Oh, pareces que sabes de quien estoy hablando. Por supuesto que lo conozco, es un muy buen amigo mío, hace mucho que no lo veo. Han sido unos buenos años.

-Pues no creo que lo puedas volver a ver, está muerto…-Informó Tamerlan.

El otsukami cerró sus ojos y suspiró.

-Ya veo… que descanse en paz entonces.

Tamerlan apartó la vista al suelo, pensar en aquel individuo del que hablaban le traía mucha tristeza.

Se quedaron varios segundos en silencio, la mujer los veía confundida. No sabían de lo que estaban hablando.

-Por cierto-Dijo finalmente Tamerlan-¿Para qué querías conocerme?

El otsukami abrió los ojos y miró directo al rostro de Timur.

-Pues cuando entraste a este mundo pude sentir una energía familiar, una que ya había conocido antes, pensé que se trataba de él, por lo que envié a mi sirvienta a que buscara a quien pensaba que sería mi antiguo amigo. Era de los pocos de los tuyos que podía viajar entre mundos como lo hacen los míos, pero ahora que estas aquí me gustaría conocerte a ti ¿Cómo te llamas?

-Soy Tamerlan ¿Y usted como se llama?

-Soy Kamumaru.

Tamerlan hizo entonces una pequeña reverencia y se sentó con las piernas cruzadas delante de su anfitrion. El otsukami alzó la mano en dirección a la mujer que estaba detrás de su invitado, haciéndole saber que trajera algunos aperitivos. La chica entendió de inmediato y salió de la sala en búsqueda de alimentos.

-Me gustaría saber…. Me gustaría saber ¿Cómo es que conoce a mi capitán?

El hombre se acarició la barba.

-Hace mucho, cuando él todavía era un joven. La primera vez que lo vi era un soldado del ejército que yo comandaba, estábamos en guerra con los demás reinos de tu mundo. Subyugando aquella dimensión usando a sus propios habitantes para que combatieron contra los suyos, muy buena parte de los de tu raza nos apoyaban, detestaban con mucho fervor a los otros gobiernos que los sometieron.

<<Tu capitán participaba entre esa gente, cuando me cruce con él era por entonces un niño de unos doce años. Pensé en ese entonces que era alguien muy insignificante como para prestarle atención, hasta de la nada me desafió a un duelo apenas el me vio. Yo ni siquiera me molesté en mirarlo, tenía asuntos que atender con los altos rangos de mi raza, por lo que me teletransporté a mi dimensión natal para dar unos informes de la conquista.

<<En ese mismo instante el chico me siguió el paso había viajado a la misma dimensión que yo. Me quedé fascinado. De inmediato le pregunté qué estaba haciendo y como es que podía, él me contestó “que lo había visto hacerlo a mis subordinados”, por lo que practicó un poco y logró saltar de mundos en mundos. Pero luego de contestarme cayó desmayado, tales viajes le consumían mucha magia hasta el punto de hacerle perder la conciencia.

-Sí, ya veo. Es lo que me pasa a mi cada vez que visito un nuevo mundo. Pierdo mis energías por días y estoy muy debilitado.

-Eso mismo. Mi raza posee la capacidad natural de viajar entre dimensiones, nuestros ojos nos confieren esa capacidad. Es algo innato nuestro y que podemos hacer sin mucho esfuerzo, sin embargo, otros seres que no estén acostumbrados a hacerlo o que sus cuerpos no sean capaces de resistir pagan las consecuencias. Viajar entre mundos no es fácil, solo unos pocos privilegiados pueden hacerlo-Explicó Kamumaru-, eso está reservado para nosotros y los dioses.

-Lo sé, es por eso que en varios mundos vi palabras del alfabeto otsukami. Tanto en mundos prósperos como en mundos ya destruidos.

Kamumaru suspiró.

-Nuestra raza son tanto profetas como conquistadores. Algunos incluso son hasta destructores, pero no temas, somos pocos. No hay muchos de los nuestros, nos juntamos en pequeños grupos que controlan imperios a lo largo de los mundos como así también hay algunos que vagan en solitario. Aunque, generalmente solemos ir en parejas. Me pregunto qué pasaría si fuéramos millones, una raza como la nuestra que con pocos es capaces de conquistar dimensiones enteras ¿Qué sería de la existencia?

-Imagino que serían los amos y señores de todo lo que existe-Comentó Timur.

-Posiblemente, si hay hasta de los míos que pueden batirse en duelo con los dioses y salir victoriosos.

La chica entonces volvió a entrar con un poco de comida, se trataba de empanadas de carne. Traía consigo dos docenas. Puso el plato en medio de los dos y se sentó en una silla a escuchar la conversación que tenían, sin intervención de su parte. Ambos agradecieron por los aperitivos.

-¿Por cierto? ¿Te es difícil viajar entre los mundos? Espero que mi viejo amigo te haya enseñado bien.

-No me enseñó-Contesto Tamerlan melancólico-, me maldijo…. Para salvarme la vida.

Kamumaru guardó silencio.

-Estábamos en una batalla, casi todos habíamos muerto, solo quedábamos él y yo. Mi capitán estaba moribundo, no iba a sobrevivir y el enemigo estaba cerca de nosotros conociendo nuestra ubicación, no le quedó más elección para salvarme. Puso su mano sobre mi hombro y con su última voluntad encantó mi cuerpo para que pudiera salir de aquella dimensión, pero como estaba moribundo no calculó bien, no solo me sacó de mi dimensión. También de la que me había enviado y de esa a la que fui, y a la siguiente y siguiente.

<<Básicamente estoy condenado a viajar entre dimensiones hasta que muera, esta mi condición actual y busco solucionarla-Dijo con firmeza.

-Ya veo… déjame ver tu hombro.

Tamerlan se quitó la ropa que traía encima del torso, la chica observó muy atentamente. Cuando Timur quedó con los hombros descubiertos Kamumaru fijó su vista sobre ellos, en especial con su tercer ojo.

-Esa marca roja que traes encima del hombro es el hechizo que está actuando sobre ti-Informó el otsukami a Tamerlan.

-¿Marca roja?-Preguntó Tamerlan confundido.

-Así es, solo mi ojo puede verla y seres que puedan viajar entre dimensiones. Es la fórmula del hechizo que te afecta, y es uno muy bueno debo decir, uno que no puede ser roto de manera convencional.

Tamerlan quedó consternado al escuchar eso, sintió una gran angustia.

-¿Y tú puedes romperlo?-Se arriesgó a preguntar.

Kamumaru cerró los ojos y suspiró.

-Temo que no. Ni aunque diera mi vida-Informó con bastante pesar.

Tamerlan agachó la cabeza, decepcionado. Nunca se iba a librar de este sufrimiento, estaba condenado a viajar eternamente por las dimensiones.

-El hechizo es demasiado fuerte como para que yo pueda hacer algo y estoy en lecho de mi muerte, tan solo me quedan días de vida. Ya estoy muy viejo y debilitado, no soy ni la sombra de lo que fui. Tan solo la imagen vieja del inmenso poder que alguna vez llegue a acumular. Además, se necesitaría una inmensa cantidad de magia para quitarlo de tu cuerpo, cantidad que dudo que puedas resistir y la cual te acabaría matando.

<<Sin embargo, se cómo puedes romper el hechizo.

Tamerlan de inmediato alzó la cabeza, había algo de esperanza, mentiría si el negara que en ese preciso momento sintió una gran emoción al escuchar esas palabras.

Kamumaru acercó su mano en donde estaba su tercer ojo, con suavidad lo arrancó de su frente y extendió su mano chorreando sangre hacia donde estaba Tamerlan.

-Con esto podrás hacerlo, con mi ojo.

Timur quedó abrumado, no sabía que decir ni que hacer, tímidamente recibió el regalo de Kamumaru. No entendía sus palabras ¿Cómo su ojo que le permitía viajar entre dimensiones solucionaría esto?

-Tendrás que implantártelo para hacer contra peso con el hechizo que te afecta, una vez lo tengas podrás manipularlo a tu conveniencia. Pero, alguien con conocimientos transdimensional tendría que realizarte la operación, de lo contrario morirías. Dudo que tu cuerpo pueda resistir la energía bruta que te pueda dar mi ojo, sin embargo, alguien lo suficientemente experto puede realizar la operación con éxito.

Todo esto conmocionó a Tamerlan por completo, era la primera vez desde años que veía algo que pudiera solucionar su inmenso problema. Un rayo de luz esperanzador se presentaba ante él. No sabía que decir más allá de estar inmensamente agradecido con el amigo de su antiguo capitán, estaría en eterna gratitud con él.

-Si mi antiguo y querido amigo dio su vida para salvarte yo daré mi ojo para solucionar tu problema.

-Muchas gracias, no sé cómo…

-No es necesario agradecerme, pagarme mucho menos. Esto es favor hecho de buena voluntad, me sentiría insultado si te sintieras en deuda conmigo-Dijo Kamumaru sonriendo de oreja a oreja-. Aunque… puedes considerarlo como un pago por haberme traído buenos recuerdos de mi amigo.



Los días pasaron, Tamerlan se hospedó en ese tiempo en el edificio al cual había sido invitado, con una habitación propia. Se encontraba tirado en la cama, mirando al techo y jugueteando con el ojo el cual se le había otorgado, no podía encantarlo con ninguna propiedad, dicho ojo ya de por si era mágico por lo que la habilidad del viajero no surtía efecto en él.

Kamumaru por su parte falleció a la semana de encontrarse con Tamerlan, era tal y como él había dicho, tan solo le quedaban días de vida. Timur se imagina como debía de sentirse, estar en el lecho de su muerte y detectar la presencia de un viejo conocido, pero enterarse más tarde de que no era así y que este había muerto hace tiempo. La desilusión debía de ser inconmensurable.

El tiempo que pasó con él lo hizo escuchando muchas historias de su capitán, historias las cuales conocía y otras no. Kamumaru también habló mucho sobre él, los distintos viajes que realizó por diferentes mundos; Chagatai, Andra, Catai, Quebec, Nihon, etc. Dimensiones en las que Tamerlan había pasado como algunas las cuales desconocía todavía. Timur por su parte compartió historias de sus viajes, como se enfrentó a muchos peligros, como una secta teocrática mandaba súbditos a lo largo de las dimensiones para matarlo, como desarrolló su habilidad para sobrevivir.

Fueron unos buenos momentos, en los que Tamerlan finalmente pudo relajarse un poco. Disfrutó mucho compartir con Kamumaru mientras duró, estaría eternamente agradecido por el regalo que le otorgó.

Alzó su mano, observando el ojo sin despegar la vista del techo.

-¿Cómo será? ¿Realmente podre solucionar esto?

Por más que recibió aquel regalo en su interior había cierta incertidumbre ¿Y si en mitad de camino perdía el ojo? ¿O si jamás encontraba a alguien con conocimiento transdimensionales? Era posibilidad, no podía evitar pensar en lo peor, ya había vivido experiencias en las que la esperanza se esfumaba con mucha facilidad. Estuvo en mundos donde su presencia era hostil, en los que no podía dormir tranquilo. Dimensiones las cuales enviaban gente a matarlo.

Tamerlan para sí mismo se preguntaba si alguna vez tendría paz en su vida. Si algún día podría dormir seguro, sin miedo, sin temblar, sin la insoportable angustia.

De pronto recordó, el momento donde su vida cambió para siempre. La última vez en la que estuvo en su mundo, la última vez que estuvo con su capitán. Quizás la última vez que fue feliz.
Estaba en medio del campo de batalla, en una meseta rocosa donde miles de su gente se batían en combate contra los suyos por cuestiones políticas. Tamerlan era tan solo un mocoso de unos quince años, luchando para poder llevarse alimento a la boca.

Ahí, en uno de los pasos por la meseta se había dado una masacre, los dos bandos habían chochado causando la perdida de decenas de vidas. Los refuerzos del enemigo se acercaban para rematar a los heridos o capturarlos como prisioneros.

Ahí, estaba Tamerlan sollozando frente a su moribundo capitán sentado en una roca, con los órganos fuera de su vientre. Timur sostenía su rifle eléctrico mientras suplicaba a todas las fuerzas que salvaran a su querido capitán, pero muy en el fondo sabía que eso no iba a suceder, el destino de su mentor estaba sellado.

Las tropas de refuerzos estaban a tan solo pasos de llegar, ya habían divisado al pequeño mocoso que aun sostenía su arma. Un enemigo peligroso. Se dirigieron a él con el propósito de acabar con su vida, de neutralizar la amenaza que se presentaba ante ellos. Tamerlan se dio la vuelta, agarrando su rifle y apuntando directo a sus enemigos, de pronto sintió una mano en su hombro. Era su capitán.
-Perdóname por lo que voy a hacer-Dedico sus últimas palabras a su querido subordinado, una disculpa.

Con su última voluntad uso la magia que le quedaba, dio todo de si como jamás lo había hecho. Lanzó su hechizo más poderoso, uno que le costaría la vida pero que salvaría una. Una marca roja se impregnó de inmediato en el hombro del chiquillo sin que este lo supiera, entonces sintió como empezaba a desvanecerse, se estaba yendo del lugar, sin embargo, no se sentía como la teletransportacion usual que empleaba su capitán para ir de lugar en lugar. No, esto iba más allá.

En cuanto menos se dio cuenta ya estaba en otro lugar, sus energías habían desaparecido, se encontraba increíblemente agotado como si hubiera corrido por horas sin descansar.
Alzó la vista y se topó con el extraño espacio en el que estaba, esto no era Chagatai. Era otro mundo. Estaba totalmente conmocionado, no sabía a donde ir, no tenía conocimientos de aquel lugar, no entendía lo que estaba sucediendo. No sabía qué hacer. La angustia se apoderó de él y lo acompañaría por mucho más tiempo.

Tamerlan entonces suspiró, agarró con fuerza las sabanas de la cama en donde estaba acostado. Las lágrimas comenzaron a descender de sus ojos.
 
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