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[Dias ABC] Color [Poseidon-Shuumatsu no Valkyrie]

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Cuando lo vi, supe que las cosas no podían ser de otro modo, que su mente estaba terriblemente desenfocada, tal vez mal trecha o únicamente desvariada. Muy a pesar de todo, preferí quedarme quieta y mirarlo.

Su nombre…, su nombre no tiene relevancia en esta confesión porque eso sería, inútilmente, revelar lo que había callado desde que sus ojos intensos color azul se enfocaron hacia mí, por supuesto, no me atribuyo felicidad cuando sé que esa mirada era el reflejo de un ser completamente egocéntrico, despiadado y con un profundo desprecio a los de mi raza.

Los humanos.

Me dio pena, una lástima tal vez, o quizás una conjetura de que la rutina de su existencia lo había alcanzado. Ser un dios no solo representa poder. Ser un dios también te hacia sentir olvidado y frustrado por la tan longeva existencia. Los colores de su vida eran, desde mi punto de vista, gris con negro, no había más que referenciar al ver su traje y su manera de tratar a los demás era la prueba concreta de mi teoría.

—Está mucho más irritado, nos matará a todos.

—Y todo por culpa de esa…repugnante humana—oí a la otra ninfa gruñir—; yo sé que mi señor está decepcionado y lamenta haber traído a esa especie repugnante que no sabe siquiera presentarse como una dama. Es una torpe hasta para hablar.

No me moví del lugar en donde estaba oculta, apoyada en la pared que me cubría con unas cortinas, en la sala en que se suponía debía de terminar de arreglar por las cosas que desordené o más bien…

Relajé los hombros, no podía pensar en esos recuerdos, no en esos momentos porque me mantuve a oír los chismes de las muchas ninfas exclamaban en los rincones del castillo. Supe de que hablaban de mí. No era buena en casi la mayoría de las cosas, pero aprendí a diferenciar los movimientos corporales y el tono de voz.

Ellas me odiaban, me lanzaban comentarios en una lengua que desconocía más sabía que estaban cargadas de ira y todo porque el dios de los mares me tenía a su lado. ¿Cómo novia? ¿Amante? ¿Amiga? No lo sé, pero era una especie de mascota que en momentos lo oía tan frágil y por otros aguantaba su ira.

Era una prisionera. Mi vida perdió color en este inmenso castillo.

—Dice que es torpe con el idioma, ¿cómo pudo siquiera dirigirle la palabra a nuestro amo y señor? Definitivamente es una completa idiota. No tiene ni idea siquiera de apreciar los hermosos colores de las joyas más bellas que el amo le ha dado. Ella jamás será como nuestra señora Anfitrite.

—Nuestra señora debió ser la reina de este castillo, tan delicada, tan devota a los colores, apreciando todo.

—Esa repugnante humana…—una de ellas lanzó el cojín—, cambiar a una delicada gema de colores por un pedazo de piedra negra, realmente no lo entiendo.

Ni yo. No tenía ni idea del porque el dios Poseidón había hecho tal cosa, yo jamás podría llenar de bellos colores la vida de un dios porque ni yo reflejaba algún color diferente al negro.

—Es una convenida, tal vez solo el amo la tiene para divertirse, ya sabes, desde lo ocurrido aquella vez, él no ha permanecido con mujeres por tanto tiempo. A lo mucho una noche y luego…, ya sabes.

—El señor Poseidón es un tirano y no tiene piedad ni de sus propios aliados.

Mis manos temblaron un poco, podía sentir que algo iría a ocurrir, mi sentido común que evolucionó en ese lugar no hizo más que advertir en agacharme, cerrar los ojos y aguantar…otra vez.

Solo gemidos, ruegos y algo salpicando como si fuera agua lanzada hacia las paredes o pisos.

—Aprendiste a salvar tu vida.

No lo aprendí, tú me obligaste hacerlo.

Tu vida llena de color oscuro y azul, contra mi vida de un opaco color.

—Mi señor me ha enseñado bien—controlé mi nerviosismo, tenia miedo del majestuoso dios de los mares más tuve que fingir no expresar lo que sentía en realidad—, lo lamento, limpiaré lo más pronto posible.

—Déjalo, el rojo es un color majestuoso e impone poder—podía oír sus pisadas—, sal de allí y ven ante mí.

Tenia ganas de vomitar al ver los dos cadáveres de las ninfas, prácticamente destrozador como si fueran galletas, la sangre coloreaba toda la sala donde se suponía él me la entregó para alojarme.

—Ya no te alojarás aquí, este lugar se abierto para todos los sirvientes lo contemplen—arrugué el borde del vestido ocultando mi terror, el rubio dios no podía mirarme a los ojos, pero sabia que mis orbes reflejaban algo más que respeto—. Nadie deberá siquiera murmurar tu nombre más para alabarte.

—Mi señor Poseidón.

—¿Qué más quieres? —indagó al sacudir la mano para quitarse las manchas de sangre.

—¿Dónde está la señora Anfitrite?

Maldita curiosidad. Maldita ganas de saberlo todo cuando apenas tenía derecho de caminar o comer algo, para el rey de los mares, yo solo era una simple basura recogida de la superficie, una mancha asquerosa que contamina su precioso océano.

Él no me miró a los ojos, sé que era inexpresivo y por tal no podía conseguir nada más que una posible muerte, algo que no me importó porque mi vida había concluido el día en que fue tirada a las orillas de la playa, el día en que perdí lo que tanto amaba.

El día en que mi existencia se pintó de un color tan negro como las profundidades del océano.

Sin embargo, mi cuerpo se tensó tanto cuando esa mano grande tomó de mi barbilla de manera tosca. Fue entonces que logré contemplar algo que me fue imposible: Esos bellos ojos azules.

Orbes de color tan intenso. Un color magnifico que me revolvió hasta el espíritu.

—Eso fue hace mucho, ni siquiera tus ancestros existían, o quizás sí—su mano era tan fría—; ella era la joya del océano, pero los colores que emitía no me complacían…no es como el color que tu manifiestas.

—¿Mi color?

—El color de la tierra.

No podía moverme ni siquiera para responder porque estaba tan cerca de mí, a unos centímetros. Sus ojos se habían conectado conmigo en una sola mirada, y sus labios tocaron los míos sin mucho esfuerzo.

—Eres mía, y te quedarás a mi lado hasta que tu vida llegue a su fin.

—Cuando sea una anciana y me deseche.

—Soy un dios y puedo hacer muchos milagros—él me jaló algo brusco con el fin de cargarme entre sus brazos—. Dormirás conmigo, estoy cansado, tendrás que complacerme.

—Mi señor.

—Poseidón, no me digas señor porque solo lo haces por cumplir y no por devoción.

—Si…Poseidón.

—Quiero que veas algo también, lo encontré cerca de la superficie—apoyé mis manos sobre su duro pectoral, tocando su piel—. Posee un color atrayente, algo que se ajuste a ti.

—¿Te llama la atención los colores de la tierra?

—Si no fuera así, te hubiera matado.

—Eso es una amenaza muy tétrica.

—Tú eres una amenaza para mi existencia, pero estoy complacido de aceptarte.

Sonreí sin decir nada más, dejándome llevar a donde quiera que fuera porque Poseidón era así, tan único, tan odiado, amado y tirano más nadie podía sentir el gusto que él evocaba en mí porque ningún ser lograría ver esos bellos ojos del color del océano.

Tan embravecido

Tan tétrico.

Tan único.

Tan perfecto.
 
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