Brave
Elijo creer.
Dije que desde hoy dejaré de amar al Universo, ya me cansé de guardar en vilo este sentimiento que me lleva cuesta abajo. Me enamoré del Universo en sus oscuros vórtices, cuando levanté mis ojos hacia su inmensidad sentí opresión en mi corazón pero también alegría.
Quise ser astronauta solo para sentirlo más cerca, para intentar palparlo, perderme en sus adentros y descubrir sus secretos misteriosos y místicos. Pero como todo enamorado ya estaba perdido, solo buscaba sentirlo, mantenerme a su merced aunque de eso dependiera mi libertad.
Mi ser ha sentido ansiedad de él desde siempre, desde que lo conoció, pudo sentir su benevolencia pero también las tempestades de sus nebulosas y la soledad de su infinitud. Amar al Universo se hacía cada vez más doloroso para un simple humano que lo único que desea es sentir, todo, porque los seres humanos siempre queremos todo.
Soñaba día y noche con que el Universo se hiciera corpóreo y tenerlo, acariciarlo y apropiarlo entre mis brazos, pero somos y seremos extraños, lejanos y ajenos el uno al otro. Cada día me ahoga más la indiferencia del Universo, su altiva majestad, mi triste inclinación. Ya no podría seguir manteniendo mis sueños y mis deseos por él, solo me queda llorar y olvidarlo.
Paseando por el Universo he podido sentir el calor de los cometas azules, he podido rozar su calor y probablemente caminar en sus superficies.
Acariciar con mis manos el terciopelo de sus flores, la grandeza del mar, lo frío y efímero de la lluvia mojando mi cuerpo y también mi alma. A veces me ha resultado difícil rechazar lo cercano a mí y a mi mundo por el Universo, aquel que nunca será conquistado y que nunca será de un astronauta, aquel que nunca podré palpar y al que juré dejar de amar y necesitar. Cada vez que he pensado en dejarlo mis ojos se llenan de lagrimas que me impiden ver lo real a mi alrededor, lo alcanzable.
Lloro no solo porque desde hoy dejo de amar al Universo, lloro por las oportunidades, cometas y estrellas fugaces que perdí pensando solo en su inmensidad, por los años que ya no volverán a ser míos ni suyos, porque yo he perdido al Universo, pero él ha perdido a su astronauta enamorado. A la hora de dejarlo en mi pequeñez y su inmensa soledad lo que le ofrecía era eterno y él ya no me tendrá. Yo aprenderé a valorar la lluvia, las flores y el mar, quién sabe si algún día yo no recuerde lo lejano del Universo y el extrañe lo cerca que tuvo a un astronauta.
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