Bienvenidos a Café Shibe

Cafe Shibe

Fanfic Antes de ponerse la capa

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Nota del autor: Antes de cualquier otra cosa, hay algo que nada más dejaré en claro. Si la región que leerán les recuerda a cierto sitio que visitaremos dentro de este próximo otoño/invierno :cough:Galar:cough:, les hago saber que ya había pensado en una región basada en Reino Unido antes, y publiqué ya el trabajo antes. Si aún así quieren decirme si está mal y por qué, siéntanse con el gusto de decírmelo. Sin nada más qué decir, que la lectura comience.

Capítulo 1: Primera vista

Nos encontramos en la curiosa región de Bristar, una gran isla al norte de Kalos. Esta región sufre de un problema único, la falta de pokémon endémicos a la región. Dicho problema debido a una guerra de hace tres mil años, cuando esta región y Kalos entraron en conflicto, y el rey de esta última, en venganza por la muerte de su amado Floette, activó un arma poderosa que acabó con el noventa por ciento de la población de Bristar, incluyendo a los hermosos pokémon que provenían de ahí y a los hábitats en los que vivían. Lo que quedó de sus habitantes tomó el control de la región, y para compensar por la caída de todos los seres que vivían en la naturaleza, se vieron obligados a importar pokémon de otras regiones. En el lapso de los tres mil años, los paisajes de la región pudieron regresar a un estado aceptable, que aunque no se comparaban en nada a lo que alguna vez fueron, podían al menos decir que eran bellos, sin embargo, el vacío que dejó la ausencia de sus especies locales jamás pudo ser llenado.

La historia a contar que esta región hospeda, trata sobre el encuentro entre un chico deprimido y una chica alegre que llevó al nacimiento de una amistad y de un infortunio enorme que causó en el primero un cambio radical en su vida.

En la pequeña vía fuera de la mansión Abbeystead, hogar de una de las familias más ricas de Bristar, se encontraba un joven de quince años sentado en tristeza. Tenía un cabello oscuro como un cuarto cerrado sin luz y sus ojos tan rojizos como una rosa, vestía una camisa negra con el símbolo blanco de una Poké Bola en la zona del pecho, unos pantalones azules y zapatos igual de negros que su cabello y camisa. Su nombre era Damian.

Él descansaba debido a que llevaba mucho tiempo caminando, atrapado en una nube de pensamientos que lo torturaban. Tenía la mirada hacia el suelo, y estaba tan distraído en sus propias ideas y emociones, que no se fijó en la presencia de una chica que lo estaba observando al otro lado de la vía. El chico eventualmente volteó debido a que su posición le estaba molestando el cuello, permitiéndole observar a una silenciosa espectadora, con un cabello largo de color blanco y unos hermosos ojos azules, una combinación que le hacía recordar al cielo mismo; llevaba puesta una blusa color celeste, un suéter blanco y unos tenis de ese mismo color; y cargaba a un Eevee de color gris, un color poco común en su especie, en sus brazos. Ambos jóvenes intercambiaron miradas. Damian no sabía cuánto tiempo llevaba ella ahí, pero la forma en que le miraba le causaba una sensación de incomodidad. “¡Ay! ¿En serio llamé la atención de alguien? Ojalá mi presencia no le haya molestado,” pensó, así que decidió levantarse y alejarse. Al notar la acción del chico, la chica alzó la voz.

—¡Espera, no te vayas!

“¿Acaso me acaba de hablar?” Damian quedó perplejo al oír a la joven. Él no estaba acostumbrado a ser llamado por otros más que su propia madre y una que otra enfermera que se encargara de sanar a sus pokémon, por lo que volteó de nuevo para ver a la chica, ahora curioso porque no creía que de verdad le estuviera hablando. “Sí, sí lo hizo,” pensó una vez que la vio directo a los ojos. Sin embargo, su silencio le dio a la muchacha otra impresión.

—¿No vas a hablar?

El joven ahora se vio obligado a salir del silencio para contestar, algo que le incomodaba bastante:

—Perdón, no estoy muy acostumbrado a hablar con otros.

—Está bien, pero primero, déjame salir. —ella entonces abrió la enorme puerta de la mansión para poder acercarse al muchacho y presentarse:

—Me llamo Danielle Abbeystead, pero puedes llamarme “Dani”, Y este es “Grisy”. —dijo refiriéndose a ella misma y al Eevee en sus brazos.

—Mi nombre es Damian Kaine.

—¡Mucho gusto, Damian! —Danielle alzó su mano en señal de un apretón. El joven con gustó aceptó y estrechó su mano con la de la chica.

—Te ves muy triste, ¿estás bien?

—Sí. Estaba cansado. Llevaba mucho tiempo caminando y necesitaba donde poder sentarme y relajarme un poco. Espero no te haya molestado que terminara cerca de tu mansión.

—Oh, para nada. Pero tu cara no me parece de cansancio, ¿seguro que no te pasó algo más?

—Bueno…

“No voy a decirle nada,” a Damian no le gustaba hablar de sus problemas con nadie, porque no podía encontrar a alguien que entendiera sus frustraciones en la vida, y porque tenía la idea de que era mejor ahorrarle a los demás unos minutos de vida que podían ser desperdiciados en anécdotas personales que no les han de interesar. Sin embargo, al admirar a la adolescente, bonita de apariencia, no podía evitar las ganas de querer hablar con ella, con la idea de que ésta le escuchara y comprendiera, eso sin mencionar que hablaba con una chica adinerada que seguramente no se juntaba con extraños. “Pero, pensándolo bien…”

—¿Pasa algo?

—Oh, para nada, solo que, en verdad me siento sorprendido de esto…

Pero ella le miró sospechosa, levantando la ceja izquierda.

—En serio, no es nada. En cuanto a lo que pasó conmigo, es una larga historia.

—Pues dímela, estoy lista para escuchar.

La respuesta le sorprendió, ella realmente quería escucharlo y él estaba deseoso de contarle su pasado. Pero siendo un lobo solitario por gran parte de su vida, no pudo evitar que el orgullo le comiera la consciencia, así que trató de desviar la atención preguntando.

—¿Segura que no tienes problema o asuntos más importantes qué atender? No quiero que pierdas el tiempo en algo que no quieres.

—Insisto. Cuéntame todo.

Su intento de evitar su propia narración fracasó y el muchacho de ojos rojos no tenía motivación para inventar más excusas que pudieran desviar el tema, por lo que soltó un suspiro y dijo:

—Bueno, si así lo dices…

Pero antes de que pudiera decir algo más, una voz interrumpió la conversación.

—¿Hermana? —dijo otro chico, con la misma combinación de colores en su cabello y ojos, aunque el de éste era más corto y tenía un enorme flequillo de frente—. ¿Con quién estás hablando?

—¿Ron? —ella volteó para ver a su hermano—. ¿Qué haces aquí?

—Mamá lleva varios minutos llamándonos para el almuerzo, y te encuentro aquí con alguien que no conozco.

“Ay no…” pensó Damian. Esa actitud con la que cuestionaba el hermano le hacía sentirse como alguien que toca una pertenencia ajena: no debería hacerlo, pero lo hace, y el resultado a esperarse es que el dueño de dicho objeto le llame la atención al culpable y lo castigue debidamente.

—Él es Damian.

—¿De dónde lo conociste?

—Lo encontré aquí hace unos minutos.

—¿Es en serio, hermana? ¿Qué nos han dicho nuestros padres acerca de juntarnos con la prole?

—¡Cálmate, Ron! ¡Él no vino a robar nada!

—Si sirve de algo, no estoy muy interesado en el dinero. —comentó Damian.

—¡Nadie pidió tu palabra! —Ron exclamó hacia el transeúnte, pero luego dirigió la palabra a su hermana—: Ahora, hermana, ven conmigo y dejemos a este pobre infeliz.
Ron agarró a su hermana del brazo izquierdo para llevársela, pero ésta se soltó con molestia.

—¡No! —Danielle se alejó del hermano para acercarse una vez más a su compañero de pelo azabache—. No hemos terminado esta conversación, ¿hay algún lugar al que recurres? —preguntó la ella al transeúnte.

—En realidad, no acostumbro ir directamente a un lado, pero a veces me gusta ir a la pizzería de Ciudad Swanna-

—Entonces te veré ahí este viernes. A las doce en punto. No vayas a faltar.

Danielle entonces se alejó de Damian y regresó con su hermano.

—¡Oh, claro que no faltará porque tú no saldrás a ningún lado!

La hermana no puso esta vez ninguna resistencia, aunque no sin antes dar unas últimas palabras.

—¡Nos vemos este viernes, Damian!

Los dos hermanos entonces volvieron a su lado de la zona que separaba a la mansión de la vía pública, cerraron la puerta y dejaron a Damian sólo una vez más.

La experiencia había dejado confundido a Damian. Él, hasta ese momento, no se consideraba amigo de nadie, pero ahora había alguien interesado en su persona y quería verlo dentro de tres días, por lo que se cuestionó: “¿debería ir, o simplemente hacer de cuenta que nada ocurrió?”. Pasó un tiempo reflexionándolo, volviendo a vagar sin rumbo por Bristar hasta que la noche cayera, cuando tenía que regresar a su hogar en Pueblo Knight, al sur de donde se encontraba actualmente.
Cuando Damian regresó a casa, fue recibido por su madre.

—¿Estás bien, hijo? —preguntó.

—Sí, madre. Solo que ahora…

Damian quedó en silencio debido a que le incomodaba hablar de sucesos poco comunes, más de un tema que podía sorprender a su progenitora.

—¿”Ahora” qué?

—Bueno, es complicado, pero… alguien quiere verme este viernes.

—¡¿Quién?!

—Es una chica que conocí mientras caminaba.

—¿Sabes su nombre?

—Sí. Se llama Danielle. Danielle Abbeystead.

—¡¿La hija de los Abbeystead?!

—Hablo en serio, madre. Realmente se trata de esa chica.

—No te creo…

—¿En serio crees que te mentiría sobre algo así?

La madre del muchacho estaba de acuerdo. Conocía a su hijo y sabía de muchas artimañas suyas, pero a ella no le constaba que él fuera deshonesto con temas simples, menos si se trataba de algo muy inusual: la idea de que el chico fuese a ver a alguien más, incluso para algo simple como lo es charlar.

—Y… ¿dónde verás a esa chica?

—En la pizzería de Ciudad Swanna…

—¿Elegiste el lugar?

—No realmente, no. Digamos que ella estaba peleando con su hermano, y cuando me preguntó sobre algún lugar, le dije que no salgo mucho, pero le mencioné el nombre del lugar y ella simplemente me dijo que la viera allí el viernes a las doce.

—Eso es extraño.

—Lo sé, pero así ocurrieron las cosas.

La señora Kaine entonces miró a su hijo con lástima, sabiendo que éste aún tenía problemas para hablar con los demás y hacer amistades.

—Y entonces, ¿vas a verla?

—No sé si debería. Me sorprende que realmente alguien quiera hablar conmigo, pero a la vez, no sé si de verdad la vea. Me da miedo que por cualquier razón, no la encuentre, incluso si voy tan temprano como pueda.

—Deberías intentarlo de todas formas. Eres muy cerrado, y creo que te haría bien si hicieras alguna amistad.

—Es verdad… esto es tan nuevo para mí. Realmente no sé ni qué pensar. Tal vez si duermo un rato, pueda pensarlo mejor.

—Solo no vayas a pensarlo demasiado o terminarás olvidándolo.

—Recuérdamelo mañana de todas maneras.

La madre accedió al favor de su hijo y éste se fue a dormir.

Damian pasó toda la noche pensando en lo que ocurrió. “¿Debería ir o no?” ese dilema lo tenía tan distraído, que había olvidado por completo su tristeza anterior. Ahora tenía algo nuevo en qué pensar, pero aún con eso, seguía temiendo a lo peor: “Pero, ¿qué pasa si ella no llega? ¿O si yo no voy? ¿Qué tal si ella quería venir y no pudo por su hermano? ¿O si me ausento y resulta que me estaba esperando?”. El miedo a la ironía hacía su decisión difícil, pero eventualmente, llegó a una conclusión: “Solo ve. No pierdes nada en lo absoluto por intentarlo, menos si fracasas. Lo peor que pasará si no la encuentras es desperdiciar un par de horas, que al menos sería por algo fuera de lo habitual.”
 

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Capítulo 2: El viernes

Ciudad Swanna era una ciudad costera, importante en el negocio de la pesca, por ende está siempre llena de barcos y puertos; fue nombrada así porque su fundador era un capitán perdido que logró reubicarse con la ayuda de su fiel Swanna y regresar con vida de lo que fue una expedición peligrosa; ¿qué hacía una pizzería dentro de una ciudad tan industrial? Uno nunca sabrá qué estaba pasando por la cabeza de su dueño cuando la instaló ahí.

Como había acordado tres días atrás, Damian se encontraba fuera de la pizzería agendada para asegurarse de ver a la chica. Tenía cero expectativas acerca de su posible encuentro con Danielle, dado al conocimiento que tiene sobre su familia y a lo absurdo que le sería verla en un lugar tan obvio para ésta. Su idea era darle treinta minutos para poder reunirse con ella. Si no llegaba a las doce y media, él se marcharía.

El adolescente de pelo negro empezaba a perder su paciencia con el paso del tiempo, mirando el reloj en su pokédex. Cada vez que un minuto pasaba, el joven más empezaba a creer que la chica no llegaría. Ahora eran las doce con veintiocho minutos. Damian ya estaba tentado a irse, hasta que escuchó una voz:

—¡Damian!

Eso llamó la atención del joven y lo hizo voltear a su derecha. De cerca veía a Danielle corriendo hacia su dirección. Para su fortuna, ella no olvidó ir. Sin embargo, algo le pareció extraño, la chica llevaba un par de lentes oscuros y un fedora negro, eso le daba la impresión de que ella trataba de esconderse de su familia. Sin embargo, decidió ignorar la ropa sospechosa de su compañera para hablarle.

—¿Sabes? Ya me daba miedo de que no fueras a venir. —dijo él.

—Lo siento, Damian —respondió Danielle jadeando de haber corrido—. Pero mi papá no sabe que estoy afuera y mi madre tuvo que ayudarme a salir.

—Está bien. Entremos de una vez.

La chica asintió al comentario y ambos entonces entraron a la pizzería.

Los dos jóvenes ordenaron una pizza de pepperoni. No era la preferida de ninguno de los dos, pero les era más fácil empezar con algo simple. Luego de obtener la pizza y sentarse en una mesa, ambos empezaron a hablar.

—Oye, disculpa por lo de ayer.

—¿De qué hablas?

—Del idiota de mi hermano. Exagera demasiado con lo que nuestros padres nos dicen sobre hablar con los demás.

—No se puede esperar menos de los ricos… —comentó él, pero luego recordó que su compañera de charla era una persona adinerada, cosa que lo hizo decir—: ¡Oh! ¡Perdóname, no quise-!

—Está bien. Con lo aislados que son muchos en mi familia, es normal que la gente piense así de nosotros.

—¿No te molesta eso?

—Sí. A veces quisiera que mis padres intentaran abrirse a más gente, pero la única forma de que le hablen a la “chusma”, es con conferencias, que ni siquiera son directamente con alguien, solo dejan que llegue una muchedumbre emocionada y ya con eso les basta para hablar con los demás…
El comentario de la muchacha sorprendió a su compañero. Damian pensaba que la gente rica no necesitaba de otros, teniendo el dinero suficiente para proveerles de distracciones y una felicidad que otros no podían conseguir.

—Pero dejemos eso de lado —comentó ella—. Háblame de ti.

—Bueno… es complicado. Yo solía ser un entrenador pokémon.

—¿”Solías”?

—Es una larga historia… pero ahora que lo pienso, creo que aún no puedo ir en detalle sobre eso. No porque no quiera contártelo ni nada, sino porque tal vez podríamos conocernos un poco más antes de llegar a ese punto. Esto de las amistades no es algo a lo que estoy muy acostumbrado.

—Oh, pues hay mucho que podemos intentar.

—Supongo que tienes razón en eso. Ahora habla tú. Me parece curioso que te hayas fijado en mí.

—¿A qué te refieres?

—Ya sabes. Yo andaba cerca de tu casa, y tú de la nada, empezaste a observarme como si poseyera algo de importancia. ¿Qué fue eso?

—Bueno… tampoco puedo hablarte de eso, si aún no puedes explicarme tu tristeza.

—Entiendo. Supongo que entonces habrá que empezar de alguna otra forma.

—¿Tienes alguna idea?

—Ya verás. Solo terminemos este almuerzo y de ahí, voy a intentar algo.

Danielle aceptó la propuesta de Damian y ambos dedicaron una hora a devorar la pizza que habían ordenado, tomando cuatro rebanadas cada uno. Al terminar, ambos salieron del lugar, ahora sin conocer su siguiente rumbo.

—Esta es mi idea —propuso él—: a mí me gusta caminar por los alrededores de la región cuando debo meditar las cosas. ¿Qué tal si ambos tomamos una caminata y charlamos en el camino? Tal vez hasta encontremos algo que nos llame la atención.

—¡Me encanta!

Ambos empezaron entonces a vagar sin rumbo por Bristar.

—Bueno, ¿crees poder decirme algo sobre ti ahora?

—Je —Damian se burló—, ahora que lo mencionas, creo que puedo empezar por un detalle de mi problema: soy débil.

—¿De qué hablas?

—Soy débil como entrenador. En serio.

—No me das la pinta de débil.

—¿Eso crees? Tal vez si nos vieras en acción, no dirías lo mismo. Y ahora que lo pienso, ¿no tendrás pokémon para defenderte? Quizás podamos intentar una pelea.

—Lo siento, pero yo no tengo ningún pokémon.

—¡¿Lo dices en serio?! Digo, nadie suele andar sin pokémon, y considerando lo que pasó con tu hermano ayer, habría asumido que no te dejarían andar sin uno.

—Pues sí. Mis padres no me dejan tener pokémon de combate como los tuyos ni me dejan salir, aunque logré convencer a mamá para que pudiera venir. Literalmente estoy usando este sombrero y lentes porque si papá o mi hermano me vieran fuera de casa, me habrían detenido.

—Oh… lo siento.

—No pasa nada. Perdón si te molesta, pero asumo que tus pokémon son más que capaces para protegernos a ambos.

—Tal vez. Creo que deberías mirarlos, pero antes de eso, dime, ¿qué pasó con Grisy?

—¿Grisy? Mi hermano se lo llevó a pasear. Los dos compartimos tiempo con ella.

—Vaya. —luego Damian cambió de tema—. Bueno, supongo que mejor no pierdo más tiempo y te enseño a mis pokémon.

Fue entonces que el chico decidió sacar dos poké bolas, una bola red y una bola ocaso.

—¡Salgan ahora, chicos!

Damian lanzó las bolas al aire. Éstas se abrieron, permitiendo a la pareja ver a los monstruos que contenían: un Scizor, un Roserade, un Gliscor y un Hydreigon. Las criaturas que salieron se veían sorprendidas. No estaban acostumbradas a ver a su amo con gente desconocida, por lo que la mayoría reaccionó confundida, y Hydreigon en cambio, se mostró amenazante, gruñéndole a Danielle.

—Calmado tú —Damian comandó al dragón de tres cabezas acariciando su cabeza de en medio, y luego se dirigió a los demás—. No se asusten por favor. Ella es Danielle, una amiga.

Los pokémon entonces perdieron el miedo que le tenían a la chica y permitieron que su entrenador los presentara.

—¿Son todos tus pokémon?

—De hecho, no lo son. Hay uno más que te voy a mostrar con este truco.

Damian alzó su mano derecha a la altura de su cabeza. Sus dedos pulgar, índice y medio se unieron, mientras que su anular y su meñique se cerraban. El joven entonces deslizó sus dedos pulgar y medio, provocando un pequeño estruendo. Del sonido, se escuchó a otra poké bola abrirse desde el pantalón del muchacho. De ahí salió otro pokémon: un Gardevoir.

—¿Te gusta?

—¡ESO ES ASOMBROSO! ¿Cómo puedes invocar a un pokémon de un chasquido?

—Disciplina. Disciplina y mucha práctica. Los pokémon pueden escuchar cosas dentro de sus pokébolas, por eso es que luego aparecen casos de pokémon desobedientes que salen de sus pokébolas por voluntad propia. Mi Gardevoir fue entrenada para que saliera de la suya si chasqueaba los dedos.

—Wow…

—Maestro —dijo una voz femenina—, ¿quién es ella?

—¿Eh? —cuestionó la chica de ojos azules—. ¿Quién habló?

—Oh, perdón —musitó Damian, y luego le habló a su pokémon—. Gardevoir, ella es Danielle. Una amiga.

—¿Tu Gardevoir puede hablar?

—Es una telépata. Eso también ya es de hace años.

—Saludos, Danielle. —el pokémon se comunicó.

—Asombroso.

Danielle estaba sorprendida por el nuevo truco que le enseñó Damian, pero se había fijado en algo extraño:

—Oye, ¿no te hace falta un pokémon? Solo me mostraste cinco.

—Bueno… en realidad, solo me quedé con cinco. Solía tener muchos más, pero…

Damian regresó al silencio, volviendo a pensar en su tristeza.

—¿”Pero” qué? —Danielle se preocupó.

—Es algo que aún me molesta admitir, pero los liberé a todos…

—¿Y eso a qué se debió?

—Te lo dije antes, como entrenador, soy demasiado débil —Damian comentó no sin antes dar un suspiro de estrés—. Aún me duele recordar a los demás.

—Pues como dije antes, no me dan la pinta de débil, ni tú ni tus pokémon. Digo, ¿qué clase de debilucho anda con un Hydreigon? Ese solito podría defendernos a ambos.

—Y vuelvo a decirlo: no pensarías eso si nos vieras combatir… —el chico recuperó la calma para dar otra orden a sus pokémon—: Ahora, todos ustedes, regresen.

Damian devolvió a todos sus pokémon de regreso a sus cápsulas. Su compañera notaba la amargura del joven, pero antes de poder decir cualquier otra cosa, empezó a escuchar una voz familiar:

—¡Detente ahí!

Esa voz hizo que Danielle empujara a su amigo hacia el espeso bosque que rodeaba la vía por la que caminaban, y que luego se escondieran detrás del árbol más robusto que encontraron.

—¡Oye, ¿qué te-?!

Dani interrumpió a Damian:

—Shh —musitó la chica—. Mi hermano está cerca.

Ambos entonces voltearon con la discreción para pasar sus caras desapercibidas. Lograron ver que Ron se encontraba cerca de dónde los dos estaban, paseando a Grisy, mientras éste trataba de salir de la vía.

—¡No te alejes de mí! —exclamó el joven rico hacia su zorrito.

La pequeña criatura entonces aulló con alegría, agitando su cola.

Para un paseo simple, el joven rico no era capaz de controlar a su Eevee sin que éste tratara de salir de las vías, corriendo el riesgo de perderse y meter a su co-dueño en problemas. Ahora el zorro estaba olfateando una esencia que le parecía familiar, entonces empezó a acercarse hacia donde estaban Damian y Danielle, sin embargo, Ron detuvo al pokémon antes de que pudiera encontrar a los dos.

—¡Nada de eso! No me importa si hay un tesoro ahí, vas a obedecer cuando te diga que no te alejes.

El zorrito perdió los ánimos al oír eso.

—Ahora vámonos, nos están esperando en casa. —dijo mientras ajustaba la correa de Grisy.

Los dos jóvenes se sintieron aliviados al ver que no fueron descubiertos por el hermano de Dani. Ahora solo tenían que esperar unos minutos más para poder regresar a la vía y continuar su paseo tranquilamente, pero para su desgracia, la naturaleza les había tendido una trampa: una briza de aire pasó por los dos, causando una molestia en las fosas nasales de Damian, que obligaron al ex-entrenador a estornudar.

El sonido hizo que Ron se distrajera, permitiéndole a Grisy correr hacia el árbol al que se dirigía, logrando que ambos encontraran a su co-dueña y a su compañero.

—¡¿Hermana?! —exclamó furioso. Los dos habían reconocido a Danielle incluso con un disfraz tan simple como lo eran un sombrero y unas gafas.

—¡Ron, esto no es lo que crees!

—¡Te dije que no ibas a ver a ese desconocido y me ignoraste! ¡Pero ahora vas a acompañarme a casa y le dirás a nuestros padres de tu pequeña huida!

Ron entonces agarró a su hermana por el brazo derecho y trató de llevársela. Sin embargo, en un intento por defenderla, Damian lo detuvo.

—¡Claro que no! —dijo el muchacho de cabello azabache mientras quitaba la mano de Ron de su amiga—. ¿Sabes por qué esto ocurrió? Porque estaba cerca de tu mansión cuando ella me encontró y decidió hablarme. ¿Quieres desquitarte con alguien? Hazlo conmigo entonces.

—Bien —rió—, te reto a un combate pokémon. Si yo gano, no volverás a acercarte a mi hermana.

—Y si yo gano, nos dejarás en paz y no le dirás a nadie de esto. ¿Capisci?

—Con gusto.

—Ten cuidado, Damian.

—Es un combate, sé cómo se hacen las cosas. Y aunque no gane, ya estoy acostumbrado a perder cuando menos lo deseo.

Los dos chicos entonces regresaron a la vía, y después, midieron su distancia para poder permitirse un campo lo necesariamente amplio para que ambos pudieran pelear apropiadamente. Solo necesitaban decidir quién empezaba primero. Danielle simplemente miraría con Grisy en sus brazos.

—Hermana, haznos el favor y elige quién debería empezar la pelea.

—Empieza tú, hermano.

Danielle no era tonta. Pensaba que si dejaba a su hermano empezar, le daría una oportunidad a Damian para plantear una estrategia que le permitiera ganar.

—¡Sal, Rhyperior! —Ron sacó a su pokémon.

Damian se encontraba sorprendido con el pokémon de su oponente, pero él conocía las fuerzas y debilidades de los Rhyperior, así como de la mayoría de los pokémon en su rango de conocimiento: lo que Bristar contenía, los provenientes de Hoenn, Sinnoh, Unova y Kalos; una gama muy amplia. Había pensado en lanzar a Roserade, considerando que tiene una gran ventaja de tipo y un mejor combate a distancia sobre Rhyperior, pero recordó que ese pokémon cuenta con una gran fuerza física, cosa que Roserade no podía resistir por mucho, y Damian no iba a arriesgar el combate con uno o dos ataques desde lejos; así que recurrió a su segunda mejor opción, que aunque no tuviera la misma ventaja elemental que el tipo hierba, estaba mejor preparado para el combate físico:

—¡Scizor, yo te elijo!

Ambos entrenadores ya estaban listos.

—Que comience la acción —comentó Ron—. ¡Usa Megacuerno, Rhyperior!

Rhyperior empezó a correr hacia su adversario. Damian entonces planeo su primer ataque:

—¡Puño Bala! —Scizor entonces dirigió un puño cerrado hacia la cabeza de Rhyperior antes de que éste pudiera dañarlo con su cuerno, pero cuando asestó el golpe, tanto Scizor como su entrenador notaron que el gigante no se inmutó ante el ataque.

—Buen golpe —sonrió Ron—. Pero eso no bastará, ¡usa Taladradora, Rhyperior!

El cuerno de Rhyperior empezó a girar rápidamente, y con Scizor cerca, logró dirigirlo a su pecho, causando que éste último cayera de dolor.

—¡Scizor! —exclamó su entrenador, hasta notar que aún podía levantarse—: ¡Usa Tijera X!

—¡Megacuerno!

Antes de que la mantis roja pudiera rasguñar a la bestia, Rhyperior embestió con tanta fuerza, que terminó tirando a su oponente al suelo.

“Supongo que su fuerza actual no es suficiente…” pensó Damian.

—¡Usa Danza Espada!

El pokémon invocó entonces un grupo de espadas de energía que rodearon su cuerpo, girando, otorgándole energía para poder provocar más daño con sus ataques.

—¡Rhyperior, usa Romperrocas ahora! —el gigante creó con sus manos una enorme piedra y la disparó a su oponente.

—¡Destrúyela con Tijera X! —Scizor entonces preparó sus brazos y atacó a la piedra disparada. Ésta entonces se partió en pedazos, y el pokémon no dio muestras de daño alguno. Eso le devolvió algo de confianza a su entrenador.

—¡¿Qué?! ¡Usa Machada, Rhyperior!

Rhyperior cerró su mano izquierda en un puño lleno de fuerza que aventó hacia Scizor.

—¡Esquívalo! —Scizor se movió con la velocidad suficiente para evadir el golpe de Rhyperior, dándole una oportunidad para contraatacar—. ¡Ahora dale otro Puño Bala!

El rinoceronte no se preparó para el golpe siguiente, y recibió otro puñetazo a la cabeza, pero con la diferencia de que esta vez, retrocedió ante el daño.

—¡Usa Giro Brutal! —ordenó Ron a su pokémon. Rhyperior giró su larga cola y con ella, le dio un duro golpe a Scizor.

—¡Scizor! —exclamó Damian de nuevo, con miedo a que ya había perdido la pelea—. ¡Levántate, por favor!

El insecto obedeció a las órdenes de su entrenador y se volvió a parar más cansado que antes. Eso alivió a Damian, aunque éste seguía preocupado por perder, más viendo el agotamiento de su pokémon, pero no perdió la esperanza.

—¡Usa Taladradora una vez más, Rhyperior! —el colosal rinoceronte empezó a girar el largo cuerno de su nariz.

—¡Tijera X, ahora!

Ambos pokémon colisionaron con sus ataques. Scizor tenía el cuerno frontal de Rhyperior entre sus brazos. Parecía que iba a perder, pero el insecto logró poner la fuerza para quitarse el cuerno de los brazos, empujando a su adversario para atrás. Rhyperior entonces tropezó y cayó de espaldas, pero aún podía pelear, así que se levantó.

—¡Dale con Machada! —Rhyperior preparó otro golpe para su oponente.

—¡Usa Superpoder ahora, Scizor!

Mucha energía empezó a rodear el cuerpo de Scizor, y éste la concentró en su pinza derecha. Ambos pokémon libraron sus ataques, pero el insecto logró asestar el suyo primero, al dirigirlo al estómago del coloso, empujándolo lejos del campo batalla, cosa que llevó a Ron a alejarse para no recibirlo; y haciéndolo rodar del impacto hasta caer. Ron entonces corrió hacia su pokémon para ver su salud: estaba bien, pero ya no podía seguir peleando.

—Tú ganas… —musitó Ron.

—¿Eh? —Damian no entendió el comentario.

—¡Dije que ganaste!

Al escuchar el comentario, tanto Damian como Dani gritaron de alegría.

—Hiciste un muy buen trabajo, Scizor. —dijo el entrenador a su pokémon, tocando su hombro izquierdo en señal de felicitación—. Te lo agradezco mucho, ahora descansa.
Damian entonces devolvió a Scizor a su pokébola. Dani luego corrió hacia éste y lo abrazó, sabiendo que su amigo no era débil como él mismo clamaba. Ese acto sorprendió a Damian, y luego su amiga también se dio cuenta de lo que estaba haciendo. Ella quitó los brazos del chico de ojos rojos y se alejó sonrojada.

—Lo siento. Me dejé llevar.

—Ya no importa…

—Bueno, un trato es un trato —Ron se acercó a ambos—. Pueden seguir con su paseo. No le diré a mamá y papá de nada. Solo por favor no regreses tarde, hermana.

—Te prometo que estaré de regreso para las cuatro de la tarde.

—Preferiría que fuera menos tiempo, pero está bien. Eso sí, me llevaré a Grisy conmigo.

Ron entonces sacó al Eevee de los brazos de su hermana.

—Oh, y una cosa más: Damian, ¿verdad? —se dirigió hacia el compañero para susurrarle algo al oído—: Yo acepto mi derrota porque tuvimos un combate justo, pero por donde oiga que le hiciste algo a mi hermana o que la tocaste, créeme, que no voy a jugar limpio contigo.

El hermano entonces se fue para dejar a los dos sólos.

—Entonces… ¿qué era eso de que eras un entrenador débil?

—No te emociones demasiado. Si fuera fuerte, ni me habrías conocido por casualidad.

—¿De qué hablas?

—Ya sabes, de la Liga Pokémon. A lo que varios entrenadores aspiran, a ser Campeón de Bristar, el más fuerte de la región.

—Y luego participar en la Liga de Campeones para así estar más cerca de ser un Maestro, ¿verdad?

—Nah… hace tiempo supe que nunca iba a alcanzar eso, mejor me conformo con una buena posición en la región y trato de defenderla por siquiera un año. Eso es más que suficiente.

—Estás siendo pesimista, ¿no crees?

—Quisiera decir que así lo es, pero, seme honesta, Dani, ¿realmente estarías dispuesta a atrapar a cientos, si es que no, miles de pokémon únicos en este mundo? Y también, ¿a criarlos con el mismo amor que le puedes dar a un equipo?

—Hmm… —La chica de pelo blanco se puso a pensar en una buena respuesta para la incógnita que le dio su amigo, pero no pudo encontrar nada satisfactorio. Aunque Damian tenía razón sobre ser Campeón, a pesar de que no era una posición tan prestigiosa como lo es ser Maestro, seguía destacando, y era, por su naturaleza, más fácil de alcanzar—. Tienes razón, no podría capturar y criar a tantos pokémon.

—Te lo dije.

—De todas formas, tú y Scizor fueron capaces de vencer a mi hermano y al Rhyperior de la familia.

—Eso no es nada. De no haber dado ese último golpe primero, Rhyperior habría vencido a Scizor.

—Pero al final, ganaron ustedes, y deberías estar feliz por eso.

—Pues sí. Estoy feliz con esa pelea. Lástima que no puede irme así cuando más lo necesito…

Danielle quedó en silencio por la respuesta de Damian. Era más que claro que no podía hacer mucho para sacar a su amigo de ese complejo de inferioridad que lo invadía. Sin embargo, no podía tampoco permitirse verlo sufrir, por lo que una idea entró en su cabeza:

—¿Sabes qué? No podré entender ahora por qué te consideras débil, pero quiero apoyarte, y lo que sea que necesites, estaré ahí para ti.

—¿Es en serio? —Damian se sorprendió por la idea de la chica. Ambos se conocieron ayer y ya hablaron de sus vidas personales, Damian de su complejo de inferioridad y Danielle de su familia, y no solo eso, sino que ella ya quería apoyarlo contra sus problemas. Eso le era como una bendición para él, pero seguía sin creerlo—. No tienes qué hacer nada, ¿sabes?

—No, quiero ayudarte. No me importa cómo, pero quiero que ambos trabajemos juntos en esto.

—¿Y qué hay de ti? Yo no he hecho nada que te sirva de algo.

—Me defendiste de mi hermano, ahora es mi turno.

—Oh… —Damian se sintió halagado por el comentario.

—¿Qué dices entonces? ¿Aceptarás mi ayuda? —Dani alzó su mano izquierda, justo como cuando se conocieron.

Damian se puso a pensar en lo que su amiga estaba haciendo, ¿de verdad le era creíble lo que veía? No. Algo le parecía raro, no tenía ni idea de lo que era, pero sabía que Danielle le ofrecía su ayuda por algo, y fuera lo que fuera, iba a descubrirlo. Sin embargo, tampoco podía obligarse a rechazarla, a fin de cuentas, no tenía con qué cerciorarse de que ella tramara algo contra él. Así que tomó una decisión.

—Muy bien —el joven alzó su mano derecha para unirla a la mano de Dani—, acepto tu oferta.

Ambos entonces apretaron sus manos, cerrando su trato.

—Mi madre dice que me haría bien tener un amigo. Así que espero poder lograr que esta amistad funcione.

—Por supuesto que funcionará, aunque tengamos que ir a paso lento.

—Claro que sí…

Los dos entrenadores continuaron su recorrido, moviéndose por toda Bristar sin rumbo aparente. Fue de esta forma que ellos empezaron a hablar de gustos e ideas personales hasta haberse cansado y regresar a la ruta que llevaba al hogar de Danielle.

—Y… ¿no te interesaría hacer otra cosa?

—No… creo que me doy por satisfecha con la caminata, y con haberte visto pateándole el trasero a mi hermano.

Damian se desanimó al oír eso.

—Aunque si me gustaría que nos viéramos más seguido.

—Claro, claro —eso le recuperó el ánimo al joven de pelo azabache, y éste preguntó—: ¿cuándo nos veríamos? Digo, considerando todo, creo que es necesario organizarlo ahora mismo.

—Vamos a vernos de nuevo en la pizzería, pero ahora en un sábado —contestó la chica—. Creo que sería más práctico que los viernes.

—Okay. Supongo que entonces ya nos separamos.

—Sí…

Ambos quedaron de nuevo en ese silencio vergonzoso, viendo que no tenían más qué hacer.

—¡Nos vemos la próxima semana!

—¡Seguro!

Entonces los dos adolescentes partieron a sus respectivos hogares, felices de haber empezado una amistad. Lo que Damian había considerado apenas tres días atrás como algo difícil de creer no solo se hizo realidad, sino que tuvo resultados que él consideró como buenos.
 

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Capítulo 3: Las veces que se vieron

En dos meses, limitados a los fines de semana, Damian y Dani dedicaron su tiempo a encontrarse y socializar. En este relato se hablará de aquellas ocasiones, en las que ambos pudieron desarrollar su conocimiento del uno a la otra y viceversa.

Fin de Semana 1:

Como acordaron la vez anterior, los dos adolescentes volvieron a verse en la pizzería de Ciudad Swanna, y de igual forma, salieron del lugar una vez que terminaron de almorzar, solo que ahora eligieron un sitio particular, en lugar de simplemente dedicar su tiempo a vagar.
Ciudad Lonhart era la capital de Bristar, y debido a ello, era una urbe llena de gente, tanto locales como turistas; también hogar de la familia real que gobierna la región, por lo que todas las decisiones y conferencias públicas se toman en su interior; sus atracciones principales eran la Torre Crónica, un enorme edificio que destaca por un gran reloj que puede ser visto desde una larga distancia; y el Gran Teatro de Lonhart, mejor conocido por los entrenadores como el último gimnasio antes de la Liga, pues no solo se practica la actuación, sino que el combate también se lleva a cabo en su interior, a veces como un entretenimiento de medio tiempo entre las obras que se llevan a cabo cada fin de semana.

Como decisión, los jóvenes eligieron visitar la Torre Crónica. El interior no era muy interesante observando todos los engranajes y mecanismos que le permitían al reloj funcionar, pero una vez que llegaron a la última planta de la construcción las cosas se volvieron un poco más interesantes. El piso era abierto, por lo que ambos podían admirar toda la ciudad desde ese punto, aunque Dani se fijó en que Damian observaba hacia el fondo, sin moverse de la posición en la que estaba. A ella le daba miedo que el joven pudiera caerse, así que se le acercó:

—Damian.

—¡Oh! —las palabras le hicieron saltar de la sorpresa—. Perdón, Dani.

—¿No crees que es peligroso mirar hacia abajo en esa posición?

—Quisiera decir que lo es. Digo, claro que da miedo que alguien pueda empujarte y que caigas desde esta altura, pero tengo a Hydreigon conmigo.

—Eso es cierto. Igual, yo no me pondría tan cerca de un precipicio. ¿En qué estabas pensando de todas formas?

—Me vino una idea.

—¿Cuál?

—Bueno, no sé si te interese, pero se me ocurrió que podríamos montarnos en Hydreigon desde aquí y volar alrededor de la ciudad por un tiempo. Lo único en lo que pienso es en si no te asusta la idea. Y bueno, no voy a pedirle que vaya demasiado rápido, por si las moscas.

—Me llama la atención. ¿Qué tal si los sacas y le damos una probada volando hacia ese edificio de allá? —comentó mientras indicaba con sus dedos hacia una construcción de color gris al este de la torre.

—Pues no se diga más. ¡Sal, Hydreigon!

El muchacho sacó la poké bola de su dragón para invocarlo, y éste surgió amenazante como cualquiera de su especie, pero lo suficientemente tranquilo para no rugir en el área.

—Sabes, Damian, sé que te lo dije antes, pero un entrenador “débil” no podría haber domado a una criatura tan fuerte y feroz como Hydreigon.

—Es cierto que es fuerte —mencionó mientras acariciaba la cabeza media de la hidra—, pero con lo de ser feroz, está adiestrado, así que no atacará si no es en combate o defensa. Así que no le tengas miedo.

—Entonces, ¿por qué me gruñó?

—Digamos que no estaba acostumbrado a verme con otra persona, pero ya quedó todo bien, no volverá a hacer algo así.

—¿Eso significa que puedo subirme en él sin problemas?

—Si así lo deseas, con gusto.

—¡Pues hagámoslo!

Ambos entonces se montaron en el dragón negro, con Dani detrás de su amigo. Mientras que el muchacho se sostenía directamente del pokémon, su compañera puso ambos brazos en la cadera de éste. Rápidamente, la hidra empezó a levitar, y pronto sacó a los dos jóvenes de la Torre Crónica.

—Hydreigon, llévanos a ese edificio. —él indicó hacia el edificio que Dani le mostró antes.

Y obedeciendo sus órdenes, el monstruo se dirigió rápidamente hacia la obra y luego descendió en la terraza de la misma.

—Bien, ¿qué te parece? ¿Te interesa que sigamos volando?

—Con gusto.

Así, los tres pasaron muchos minutos surcando por los cielos de Bristar. Los adolescente admiraban Ciudad Lonhart desde lejos: gente caminando, autobuses rojos, taxis negros, niños jugando con sus pokémon en las calles, el Gran Teatro, el castillo de la Familia Real; Dani se sentía muy asombrada por tal experiencia.

Eventualmente, se toparon con una parvada de Spearow. Con el motivo de no provocarlos, el muchacho de ojos rojos ordenó a la bestia que bajara de altitud para así evitarlos, pero los pájaros no quitaron su atención de Hydreigon, así que se dirigieron directamente a los tres para atacar. El grupo empezó a molestarlos a través de Picotazos, los jóvenes trataron de alejarlos moviendo las manos sin soltarse del dragón, sin embargo, Danielle perdió el balance en el proceso y terminó por caerse.

—¡DANI! —gritó antes de saltar, impulsivamente, del pokémon, cabeza primero hacia su amiga.

Una vez que se fijó en eso, Hydreigon atacó a la parvada de Spearow lanzando rayos oscuros con sus tres cabezas, Pulso Umbrío. Con eso, logró tirar a varios de los pajarracos y hacer que los demás se alejaran de su vista. Después de deshacerse de ellos, se enfocó en su entrenador y la chica: Damian logró descender lo suficiente para ponerse al mismo nivel que Danielle y abrazarla.

—¡¿Damian?! ¡¿Dónde está Hydreigon?!

Tras oír eso, el chico de cabello negro se dio cuenta del grave error que cometió. Pensaba que ambos iban a morir, hasta que éste sintió un pellizco en la espalda, mientras que Dani recibió dos mordidas en sus hombros. La fiel hidra logró alcanzarlos, y usando sus tres cabezas, consiguió sostenerlos a ambos. Rápidamente los llevó a tierra firme, sanos y salvos.

—¡Ay, Dani! ¡Perdóname, no pensé que esto fuera a ocurrir!

Ella entonces se soltó de los brazos de su compañero y le metió una cachetada.

—¡¿Por qué te soltaste de Hydreigon?!

—¡Porque no quería verte caer mientras estaba montado! —lágrimas caían de sus ojos por el dolor en la mejilla derecha y la impresión de casi caer hacia su propia muerte—. Sé que fue un impulso, pero no podía alejarme de ti en una situación así. Lo siento mucho…

Tras oír eso, ver la cara de su amigo y darse cuenta de lo que ella misma hizo, la chica se apaciguó.

—Oh, Damian… —después le volvió a abrazar—. Perdóname tú por golpearte, estaba muy asustada.

—Disculpa aceptada…

Después volvió a separase, y ésta vez le ofreció un pañuelo.

—No llores, por favor. Toma.

—Gracias.

El muchacho tomó el pañuelo y se quitó las lágrimas de la cara.

—Esto fue una pésima idea. Debí haber pensado en que algo así iba a pasar.

—No lo fue. Simplemente nos tocó una pésima ocurrencia. Vamos, fue divertido antes de que eso ocurriera.

—Pues, lo fue…

—Aparte, creo que le debemos una grande a Hydreigon. —ella indicó directo al dragón.

—Es verdad —después se acercó al pokémon para acariciarlo—. Muchísimas gracias, Hydreigon, te debo una enorme por salvarnos la vida.

La hidra le respondió con una lamida enorme a la cara, llena de mucho cariño.

—Yo también te quiero —después dirigió la palabra a su compañera—. Vamos, Dani, acércate.

Ella con gusto decidió también acariciar a la enorme bestia, y también besó la frente de su cabeza media.

—Gracias, Hydreigon. En verdad que eres muy fuerte.

Con eso logró hacer que el pokémon se sonrojara de vergüenza, pero de igual forma, lamió su rostro.

—¡Aww! Creo que le agradas.

—Por supuesto que sí —luego ella volvió a mirar a su amigo, aún con un rastro de molestia—. ¡Vamos, Damian! Sé que reaccioné mal, pero tampoco es para que te lo tomes a pecho.

—No es eso. Simplemente me pregunto si puedo pensar en buenas ideas. No quiero que hagamos cosas si no te van a gustar, y deseo que esta amistad funcione.

—Tu idea de volar fue buena. Yo soy la que no está acostumbrada a la adrenalina. Lo único que sí quisiera pedirte es que trates de no hacer las cosas por impulso como cuando saltaste.

—Bueno… y ahora que lo pienso, ¿está tu ropa bien? No vaya a ser que las mordidas de Hydreigon te delaten.

—No te preocupes mucho por ello. Tengo como tres pares de este mismo suéter, así que realmente no me preocupa que este haya sufrido un poco de daño, sé con quién arreglarlo.

Eso era una mentira. Ella no sabía qué hacer más que esconderlo.

—Okay… ¿no quieres que bebamos algo?

—Por favor. Algo cremoso me haría bien ahorita.

Los dos entonces se dirigieron a un pequeño café que tenían cerca. Dani bebió de un Skittolate que despejó su mente del estrés y le calentó el estómago; mientras que Damian prefirió tomar una simple limonada, fría, pero el sabor ácido nunca fallaba en satisfacerlo. Una vez que terminaron eso, el muchacho se puso a pensar:

—Hmm…

—¿Se te ocurre algo?

—El siguiente lugar para vernos. Nada que corra riesgos. ¿Está bien si nos vemos en el Gran Teatro de la ciudad el próximo fin de semana?

—Con gusto. ¿Misma hora?

—Misma hora.

—Bien, entonces te veo allí el siguiente sábado.

—Nos vemos.

Ambos ahí se separaron y regresaron a sus hogares. Aunque ella le insistiera que no hubo nada de malo con surcar los cielos, Damian no sintió nada más que arrepentimiento, y prefirió asegurarse en que el resto de sus reuniones carecieran de cuanta adrenalina se pudiera, para evitar otra situación como la de hoy.

Fin de Semana 2:

Damian y Danielle se vieron como habían acordado. A la entrada del teatro se fijaron en la cartelera, buscando alguna obra que les gustara.

—¿Qué tal “Plusleo y Minetta”?

—Nah. No me gusta mucho el romance.

—¿O tal vez, “El Rey Pyroar”?

—Creo que la he visto demasiadas veces…

—Oh mira, esta es nueva, “La Pequeña Primarina”

—¿Eh?

El joven decidió observar el cartel de la obra, y una ola de horror entró en su mente. Y no sin razón, ya que él conocía al pokémon que fungía como actriz principal de la obra, y no quería estar cerca de ella por motivos personales.

—Creo tener una idea.

—Dime.

— “Christopher el Vampiro”.

—¿Te gusta el horror?

—No mucho, pero estoy con las ganas de algo distinto.

—Bien…

Ambos ordenaron sus entradas y asistieron a la obra. Su trama consistía en la llegada de un nuevo rico a la región de Bristar, cuyo nombre era, Christopher, interpretado por Irving, líder de gimnasio de Ciudad Rivermouth, séptimo en orden para aquellos que quieren desafiar la Liga. Ese hombre era perturbador para la gente que debía visitarlo por asuntos de negocios y trámites. Y en el tiempo en que éste permaneció instalado en Ciudad Lonhart, las mujeres de la ciudad empezaron a desaparecer, hasta que varios hombres locales sospecharon del nuevo inquilino, entraron a su castillo y descubrieron que era un vampiro, que secuestró a las mujeres y vampirizó a algunas de ellas. Los héroes se enfrentaron al monstruo, que se transformó en un Noivern, el mejor pokémon del líder, a los cuales vencieron con un puñado de pokémon muy peculiar: Gallade, Arcanine, Magneton y Vanillish; y con un cuchillo que cayó directo en el corazón del vampiro, destruyéndolo y acabando con la influencia que tenía sobre las mujeres.
Una vez terminada la función, Damian y Danielle dedicaron el resto del día a pasear por Lonhart.

—¿Qué te pareció la obra? —preguntó ella.

—Estaba bien. Debo admitir que el horror no me gusta mucho en el teatro, ya que no suelen emular algunas de las cosas que puedes ver en cambio en los libros o las películas. Pero aquí, estaba muy bien la actuación, más que nada por todos los Rattatas que vinieron desde los asientos para entrar en escena.

—Eso me sacó un susto.

—A mí también. Lo único que no me gustó mucho fueron los pokémon.

—¿Hubo algo de malo?

—Pues, no realmente, pero como llegué a pelear con el Noivern de Irving en su debido momento, no pude evitar sentir que la pelea fue muy poco intensa.

—Obvio, es una actuación, no un combate legítimo.

—Ya sé, pero ese Noivern era tan fuerte que se sentía como un obstáculo imposible cuando me lo enfrenté.

—¿Y piensas que todavía es uno ahora?

—No veo por qué no. Aún puede usar Lanzallamas y Chupavidas, así que no me sorprendería si conserva su arsenal completo.

—Digo, tienes a Hydreigon y Gardevoir. Ellos deberían poder vencerlo sin problemas.

—Cierto. Sin embargo, dado a que ya han pasado años desde que peleé con Irving y un mes desde que abandoné el entrenamiento, no sé si aún sea capaz de ganarle.

—¡Pfft! Un mes sin entrenar y aun así destrozaste a mi hermano.

—¿Qué? ¿Acaso ese Rhyperior tiene algo de importante o algo?

—Papá le pagó a gente experta para entrenarlo y asegurarse de que pudiera proteger a nuestra familia, así que sí.

—Pues no se equivocó del todo, considerando lo fácil que habría podido acabar a Scizor, y eso que la estaba jugando a la segura.

—¿Cómo que “a la segura”?

—Básicamente, pude haber mandado a Roserade, que tiene mejor ventaja de tipo, pero el gran problema, es que ya he peleado con otros Rhyperior en el pasado, y tienden a ser muy resistentes a los golpes, cosa en la que ella no es muy buena que digamos. En cambio, Scizor aguanta más ataques, y cuando su fuerza normal no basta, con una o dos Danzas Espada mejora.

—Inteligente, pero pesimista. No sé cómo es que decidiste retirarte con esas ideas.

—Créeme. Tal vez ser el más fuerte de una región no te parezca la gran cosa, pero yo dediqué mucho tiempo para eso, y al final no llegué a ningún lado.

—¿Acaso nadie te apoyó en ese tiempo?

—Para serte sincero, no realmente. Tú eres la primera amiga que tengo, así que nunca he tenido alguien que me pudiera motivar a seguir.

—¿Y crees que yo podría hacerte cambiar?

—Dijiste que me ibas a apoyar. Y cuando pienso en tu amistad, siento que debo mantenerla cuanto tiempo pueda, y evitar que mis acciones te quiten la sonrisa. Por eso me sentí tan mal por lo de la Torre.

Esas palabras hicieron que Danielle se sonrojara, viendo el tipo de importancia que su amigo le daba.

—Sin embargo, realmente no siento que sirva como entrenador. Aunque dime, si me vieras perder, ¿te entristecerías?

—Un poco —respondió ya sin sonrojarse—. Pero si me dijeras que eso no te quitará la motivación de continuar, me pondría más que feliz.

Con esa respuesta, Damian quedó perplejo. Aunque accedió a la propuesta de Dani sobre apoyarlo, la sinceridad que tenía a la hora de comentar su opinión sobre la derrota le era tan fuerte, que no podía evitar sorprenderse.

—Piénsalo. No dejaré de ser tu amiga por algo como perder.

—Bueno…

Una vez terminado ese tema, ambos decidieron separarse, aunque claro, sabiendo en dónde verse la próxima vez.

Fin de Semana 3:

Damian y Danielle se encontraron cerca de la mansión Abbeystead, lo suficiente para que los padres no cacharan al joven de ojos rojos cerca de su hija. Como siguiente destino, ella le pidió a su amigo que Hydreigon los llevara volando, cosa que éste aceptó a regañadientes debido a que aún tenía latente una desconfianza en ideas extremas.
Su destino ahora fue una pequeña zona ajena al resto de ciudades de la región: el Lago de los Lapras. El lugar se encuentra al extremo norte de Bristar, lejos tanto de Ciudad Brokenglass como Ciudad Rivermouth. Como el nombre sugiere, está habitado mayormente por Lapras, aunque éstos coexisten con pequeños peces como Goldeen y Finneon en su interior. Destaca principalmente por ser, junto a la Cueva Glaciada de Kanto y la Cueva Unión de Johto, uno de los pocos lugares fuera del mar donde el pokémon Transporte puede ser encontrado, y el único en ser una zona abierta comparado a las dos áreas rocosas antes mencionadas.

—Hiciste muy bien, Hydreigon. Regresa ahora. —él retiró al pokémon.

—Parece que aún no te gusta que volemos.

—Spearow es un pokémon muy común. Toma eso en cuenta.

—Cierto. Pero de igual forma, podría simplemente no soltarme de Hydreigon y dejar que ustedes los ataquen.

—¿No te molesta esa idea?

—Sé que lo harían nada más por defenderse, así que no.

—‘Kay…

—Oye, Damian, ¿no sientes algo de familiaridad con este sitio?

—Estuve aquí antes, eso es seguro, pero no tengo memoria que realmente me resalte de aquí.

La respuesta desanimó a la joven. Ella deseaba escuchar algo distinto, algo que pudiera activar cierto recuerdo en su compañero.

—Pero dejando eso de lado, vamos a ver a los Lapras.

Ambos se dirigieron al lago, frío y brumoso. Mantuvieron sus pies cerca de la costa, solo para evitar mojarse los zapatos. Observar al pokémon ícono del lugar les era algo complicado debido a la niebla constante. La mayoría de los Lapras seguramente estaban lejos, y Damian no deseaba usar a Hydreigon para acercárseles por miedo a que les atacaran al ver a un pokémon tan brutal. Eventualmente, Dani se fijó en algo:

—¡Mira! —ella indicó hacia una silueta que se acercaba hacia ellos.

Una vez que se fijaron en ella, admiraron al pokémon llegar rápidamente hacia su posición. Se trataba de un Lapras, considerablemente pequeño a comparación del promedio, seguramente un niño. Una vez que estaba cerca de ellos, Dani le saludó.

—¡Hola, amigo! ¡Soy Danielle! ¡Un gusto conocerte!

La criatura respondió con un pequeño gemido de gracia y sonrió hacia los amigos. Luego acercó su cabeza a la chica para acariciarle.

—¡Qué lindo eres! —luego dirigió la palabra a su compañero—. Damian, acércate y saluda a Lapras.

El joven accedió.

—Hola, bonito. ¿Estás bien? —él le acarició la cabeza, cosa que le gustó.

Luego el pokémon volteó hacia su lomo, indicándoles que les ofrecía un viaje por el lago. Ambos decidieron montarse, pero el lagarto no podía salirse de la costa para moverse en el mar. Eso les desanimó, hasta que Damian pensó en algo:

—Creo que poder solucionar esto. ¿Importa si te quedas aquí?

—¿Qué planeas hacer?

—Algo sencillo. Solo necesito estar en la costa. Ya verás.

—Bueno…

El joven se salió del pokémon, y una vez que lo hizo, volteó a sus compañeros y dio un chasquido, haciendo que Gardevoir saliera.

—Maestro, ¿qué necesita?

—Gardevoir, usa Fuerza Psíquica para mover a Lapras y Dani hacia el agua. Con cuidado, por favor, para no asustarlos.

—Como usted desee.

La ninfa entonces usó su poder mental para levitar a la chica y el pokémon y moverlos a un área que le permitiera al lagarto moverse libremente por el lago, todo con la precaución necesaria para no alarmarlos y que Dani no se mojara. Una vez que lo logró, Damian le dio otra orden.

—Ahora llévame hacia ellos.

—Con gusto.

Y el pokémon siguió la orden, llevando a su entrenador con sus compañeros con la misma precaución. Una vez que se encontraba montado en Lapras, Damian retiró a Gardevoir.

—Gracias, Gardevoir. Hiciste un muy buen trabajo.

—Fue bueno que vinieras levitando.

—¿Lo dices porque pude haberme resfriado?

—Pues sí. Todavía es invierno, por lo que sería preferible el que no nos mojáramos en estas condiciones.

—Cierto, cierto. Ahora —luego dirigió la palabra al pokémon—. Lapras, llévanos de paseo, por favor.

El lagarto asintió con alegría y les dio una vuelta por todo el lago. En el proceso, éste les llevó donde el resto de su familia se encontraba, con los demás observándoles con alegría.

—¿No son los Lapras geniales? —preguntó ella.

—Por supuesto. Son pokémon muy pacíficos. Lástima por la gente que no les aprecia por ello.

—¿Sabes, Damian? Hace años vine con mi familia a este lugar. Ya que era verano, vinimos a nadar directamente entre ellos, y nos trataron tan bien. Me dan ganas de hacerlo de nuevo uno de estos días.

—Bajo las condiciones en las que nos vemos, no creo que sea posible.

—Tarde o temprano tendrás qué conocer a mis padres, Damian. No creo que les desagrades.

—Considerando que nos hemos estado viendo a sus espaldas, tengo mis dudas.

—Ya veremos, eso más adelante. Por ahora, sigamos con el paseo.

En el tiempo que siguieron moviéndose entre los pokémon, los tres se toparon con un par de Lapras más altos, que observaron seria y fijamente al otro.

—Me imagino que ustedes deben ser los padres de Lapras, ¿verdad? —preguntó Damian.

Ante eso, los dos asintieron con sus cabezas. El lagarto hijo se sintió avergonzado. Y los tres se comunicaron con sus propios cantos, que los jóvenes no podían entender, pero eventualmente, los dos adultos sonrieron, cosa que les hizo asumir a los adolescentes que no estaban enojados. Después de eso, el resto del viaje fue pacífico, observando otros Lapras y a algunos pokémon pez saltando de vez en cuando por su camino. Luego de unos diez minutos, el pokémon transporte regresó a donde comenzaron.

—Bueno, supongo que esto es el final. ¡Muchas gracias, Lapras!

Después chasqueó los dedos, invocando a Gardevoir.

—Gardevoir, llévanos a tierra firme.

—A sus órdenes.

La ninfa volvió a usar Fuerza Psíquica para mover a su entrenador hacia la costa, lejos del agua. Dentro de unos instantes sería el turno de Dani, así que ella se despidió del lagarto:

—Adiós, Lapras. Espero verte de nuevo —le acarició la cabeza una última vez.

Después, Gardevoir uso sus poderes para alejar a la chica del pokémon transporte. Una vez que ambos estaban en tierra firme, vieron al Lapras desaparecer en la niebla, nadando probablemente hacia su familia. Luego el muchacho retiró a la psíquica una vez más, y Dani habló:

—Damian, ¿podrías sacar a Hydreigon para que nos lleve, por favor?

El joven respondió con un suspiro y luego dijo:

—Bueno, ya que el viaje de ida fue tranquilo —después sacó la bola ocaso del dragón—: ¡Sal, Hydreigon!

Una vez que fue invocado, los tres se fueron volando y eventualmente aterrizaron cerca de la mansión Abbeystead. Luego bajaron del pokémon.

—Fue divertido. —dijo él.

—Sí. Ojalá algún día podamos intentar lo de nadar juntos en el lago.

—Pues primero se tendrían que resolver las cosas con tus padres. Digo, esconder trajes de baño y toallas sin levantar sospechas sería imposible.

—Tengo la esperanza de que ellos te aprobarán.

—Considerando a tu hermano, no creo que lo logre.

—¿Qué dijeron de mí?

El joven de pelo blanco apareció cerca de los dos, para su sorpresa, sujetando a Grisy desde una correa.

—Nada, Ron —dijo ella—. Solo estábamos hablando del lugar al que fuimos hoy.

—¿Y dónde es que estaban?

—En el Lago de los Lapras.

—¿Entonces por qué no están mojados, hermana?

—Porque yo me aseguré de ello. —respondió Damian.

—Je. Eres listo, imbécil, pero eventualmente, no tendrás esa suerte, más si te topas con nuestros padres.

“Como me dan ganas de golpearte. A ver si te sigues burlando, tarado,” pensó el muchacho. Pero como no estaba dispuesto a pelear no emitió ni un solo sonido. Aunque Hydreigon gruñó en señal de defensa.

—¡Basta, hermano! Con Damian he estado bien y me he divertido tanto como lo hago contigo.

—Pfe… —refunfuñó molesto ante la respuesta—. Trata de no compararnos, ¿quieres? Ahora, ¿terminaron su paseo?

—Así es.

—Entonces vámonos.

—Solo permíteme hacer algo antes —luego volteó a ver a su amigo—: ¿te parece bien que nos veamos en el puente de Brokenglass, Damian?

—Seguro.

—Bien, entonces ahí nos veremos. Adiós. —ella le ofreció la mano izquierda.

—Bye. —él aceptó su mano y la estrechó.

Después de eso, el muchacho de ojos rojos se fue montado en Hydreigon, lejos de los dos hermanos. Ron ya le empezaba a hartar con esa actitud draconiana, y deseaba poder quitarse su molestia de encima lo más pronto posible, pero en sus condiciones actuales, lo mejor que le quedaba era no tenerlo de cerca.

Fin de semana 4:

Entre Ciudad Brokenglass, pueblo carente de espejos; y Ciudad Rivermouth, ciudad hecha de piedra; se encuentra un enorme puente que permite el paso, dado que la segunda está separada del resto de Bristar por un enorme río que lleva al mar. Debido al invierno, el puente se heló, haciendo que el paso sea resbaladizo, aunque, al estar en sus últimos días, ha sido más fácil para la gente evitar el hielo.

Damian se encontró con Dani en la entrada hacia el puente, acompañada de Ron para su sorpresa y disgusto.

—¿Y ahora por qué vienes con tu hermano? —preguntó el joven a la chica.

—Porque si no fuera por mí, ella no podría haber salido.

—¿De qué hablas?

—Inconvenientes a la hora de salir —respondió Danielle—. No le des importancia, Damian.

—¿Segura?

—Insisto.

—Aparte —dijo el hermano—, no estoy con ganas de arruinar su diversión. Solo por favor asegúrense de hacerlo rápido.

—¿Qué tan rápido?

—Dos horas. Tienes a ese Hydreigon, así que no intentes inventar alguna excusa si tardan de más.

—Okay entonces… —gruñó—. Vamos, Dani.

—Claro.

Los dos dejaron de lado a Ron para pasear. De camino comenzaron a charlar:

—Lamento que mi hermano sea así.

—Ya me lo has dicho antes.

—¡Lo sé! Pero realmente no me gusta cómo te trata.

—Entonces deberías intentar algo.

—Eso quiero. Pero cada que intento enojarme, no puedo simplemente lograrlo. Es mi hermano y lo quiero.

—Nada que no me sorprenda. Pero no es que importe mucho. La única forma en que podría cambiarle la actitud es ganándome su respeto.

“Es tu hermano a fin de cuentas,” pensó. Damian conocía muy bien esa sensación de querer enojarse con alguien al que amas, pero no se puede porque el amor es superior a la rabia.

—Muy buena suerte con eso —dijo ella pensando en la discusión que tuvo con Ron antes de venir—. No me da la impresión de que vaya a cambiar de opinión sobre ti.

—Tal vez, pero no tengo mejores ideas en mente-

Rápidamente, el muchacho resbaló y cayó contra el suelo.

—¡Maldición! —gruñó del dolor.

—¿Estás bien?

—Sí. Fue una caída pequeña, pero nada duro. —después se levantó—. ¿A dónde es que vamos de todas formas?

—Oí de un lugar en Ciudad Rivermouth donde preparan jugos hechos con Bayas Enigma. Tengo ganas de probarlos.

—Okay. Supongo que esto será algo rápido.

Los dos entonces terminaron de recorrer el puente y se dirigieron a la siguiente ciudad.

Como ya se mencionó antes, Rivermouth era una ciudad cuyos hogares estaban todos hechos de piedra. Era el hogar de muchos pokémon dragón, pues son muy populares en la zona.

Dani guió a su amigo hacia el negocio que mencionó, un pequeño puesto llamado “Bayas Deluxe”.

—¿Les puedo ofrecer algo? —les dijo el empleado del establecimiento.

—Quisiera dos Licuados Enigma, por favor. —respondió Danielle

—Muy bien, enseguida se los traigo.

Después de eso, el hombre los dejó solos por unos minutos, hasta regresar con un par de bebidas.

—Son 1,500 pokécuartos.

“¡¿Cuánto dijo?!” El precio sorprendió a Damian. Estaba demasiado acostumbrado a comprar bebidas de entre 100 y 300 pokécuartos, que el haber comprado dos de 750 le tomó desprevenido. A Dani, en cambio, poco le importó.

—Aquí tiene —dijo a la vez que entregaba la cantidad de dinero exacta en el mostrador.

—Gracias por su compra.

—Dani… —pronunció Damian—. Muchas gracias.

—No hay por dónde.

—No, de verdad. Este licuado es caro. El que me invites algo así realmente me hace sentir que te lo debo.

—Para nada. Estas bebidas las pago riéndome, así que tómalo como un simple gesto de amistad. Algo que hacen los amigos.

—‘Kay…

Después, ambos bebieron de sus vasos, y sus bocas recibieron un duro sabor picante que terminó por molestarles las papilas gustativas. Mala decisión por parte de ambos.

—Creo que pediré un licuado más dulce. Este me enchiló demasiado la boca. ¿No quieres otro, Damian?

—Uno de Baya Pecha, por favor.

Una vez escuchado eso, la chica de cabello blanco se acercó al empleado de nuevo para ordenar dos bebidas hechas con el tipo de baya mencionado por Damian. Esos licuados en cambio, eran muy dulces, y su sabor apaciguó el picante que tenían en sus bocas. Una vez que terminaron, decidieron terminar la reunión.

El muchacho de ojos rojos, aún pensando en el gesto de bondad que hizo su amiga, decidió sacar a Hydreigon, cosa que la sorprendió porque no se lo había pedido, aunque lo contempló.

—¿Vas a llevarnos volando?

—Me di cuenta de que te gusta que volemos, así que decidí quitarme el miedo.

—Je je. Parece que ya empiezas a entenderme.

Así, el viaje terminó, simple, pero sin molestia alguna.

Una vez dentro de su propio cuarto en la mansión, Dani tuvo una charla con Ron.

—Un trato es un trato. —dijo ella.

—Ahora dime: ¿qué fue lo que viste en Damian?

Fin de semana 5:

El destino de la ocasión era diferente a los demás.

Ciudad Bigbrigde era una ciudad llena de puentes entre banquetas, ya que las calles están inundadas de agua. Pero lo que realmente hacía a la ciudad interesante, era su fuerza en el ámbito colegial, llena de escuelas donde mucha gente se prepara para diversos empleos: científicos, abogados, escribanos, arquitectos, hasta los mismos entrenadores.

Tomando ese dato en mente, Dani llevó a Damian hacia la escuela de entrenadores de la ciudad, para probar un pequeño examen de conocimientos que determinaría la inteligencia de su amigo en relación a los pokémon. Dicho examen costó unos míseros 200 pokécuartos, y le tomó al chico unas dos horas terminar.

Damian y Dani esperaron apenas unos quince minutos para observar los resultados: unos sorprendentes 98 aciertos fuera de los 120 que podían obtenerse, rango que fácilmente podría haber hecho que el joven entrara a esa escuela, y que era superior a la media de 75.

Una vez que salieron de la escuela, empezaron a discutir.

—Sabía que eras inteligente para esto. —dijo ella.

—No fue la gran cosa, realmente. Muchas respuestas eran sencillas.

—Fácil decir eso para alguien inteligente.

—Insisto, muchas eran tan simples, que hasta un niño de ocho años podría haberlas respondido.

Ese comentario no era, al menos en cierta forma, erróneo. Había muchas preguntas fáciles en el examen, como:

“¿Qué objeto necesita Vulpix para evolucionar a Ninetales?” Respuesta: Piedra Fuego.

“¿De qué tipo es Voltorb?” Respuesta: Eléctrico

“¿Cuál es el color de Chansey?” Respuesta: Rosa

Otras requerían de algo más de pensamiento, pero fueron acertadas:

“¿Cuál es el pokémon inicial más poderoso?” Respuesta: Swampert

“Las cabezas en los brazos de Hydreigon no tienen…” Respuesta: Cerebro

“¿Qué ventaja tiene la bola red sobre la poké bola normal?” Respuesta: Mayor efectividad sobre pokémon de tipo agua e insecto

Y hubo unas que no fue capaz de responder correctamente:

“Cuáles son las estadísticas base de Corsola” Respuesta correcta: 410

“¿Cuál es el poder de la habilidad Dicha?” Respuesta correcta: Amplificar la posibilidad de los efectos secundarios de los ataques

“¿Pidgeot es más rápido que Sneasel?” Respuesta correcta: No

La mayoría de las preguntas estaban relacionadas a temas de pokémon, ataques y habilidades, cosas que él conocía bien, y las veces que falló en alguna pregunta, era porque hablaba de algún pokémon que no conocía bien o porque se había olvidado de sus conocimientos.

—Pues si lo eran, entonces resulta que el promedio no es muy inteligente que digamos.

—Lo dudo. Pienso que el verdadero problema es que muchos entrenadores aplican al examen siendo inexpertos, o apenas han viajado por Bristar. Digo, mi Gliscor es el único pokémon que no puedes encontrar aquí, pero a casi todos los capturé en otras regiones: Gardevoir viene de Hoenn, Roserade de Sinnoh y Hydreigon de Unova. Así que mentiría si te dijera que no adquirí más conocimiento andando por otros lares.

—Y la mayoría de entrenadores quisieran poder llegar tan lejos. Ni yo conozco la mitad de cosas que tú sí.

—Bueno, seguramente es porque tienes algún otro tipo de educación.

—Ni eso. Apenas sé lo que es ponerse a limpiar cuartos. Mientras que mi papá se toma algo de tiempo para enseñarle a mi hermano a manejar el negocio familiar.

—¿Y le está yendo bien?

—No lo sé. Mi papá siempre tiene a Ron en su oficina o en Ciudad Swanna cuando ven esas cosas.

—Oh…

—¿Es malo que sea tonta?

—No eres tonta. Si lo fueras, no podrías pronunciar frases coherentes.

—¡Je je!

—Aunque, sí me dan ganas de preguntar: ¿cómo te imaginas tu vida de adulta, en las condiciones que estás ahora?

—Pues, me imagino estando casada con el hijo de alguna otra familia rica de la región, cuidando de nuestros hijos y haciendo las labores del hogar. Fue más o menos así que papá y mamá terminaron juntos, organizando matrimonios. Nada qué ver con algunos ancestros de la familia.

—¿Como Elias I y II?

—¿Los conoces?

—Algo así. Oí que los Abbeystead eran originalmente aventureros.

—Y eso es correcto. Hasta mi abuelo era un aventurero, ¡y eso que no era un mal hombre de negocios!

—¿Y qué hay de tu padre?

—A él también le gustaba la aventura, solo que terminó más inclinado a los negocios, que perdió su curiosidad por explorar —luego suspiró—. Aunque sabes, me gustaría que mi esposo fuera alguien que se preocupara por mí y me demostrara que me ama, sin tratos económicos ni nada de eso de por medio. No me molestaría terminar como un ama de casa teniendo a un hombre así.

—¿Y no te importaría el tipo de trabajo que dicho esposo tendría, o el hogar?

—¿Qué sugieres, Damian?

—¡Nada! —alzó la voz pensando que ella asumió que éste quería pedirle matrimonio—. Solo entretengo la posibilidad de que tú, la rica, termines casada con alguien de menos poder económico al que estás acostumbrado, pero que a fin de cuentas, amas con todo tu corazón. ¿Le darías importancia a eso?

—Pues, depende. Porque a una cueva no me iría a vivir.

La respuesta hizo que ambos se rieran.

—Pero, si fuese una casa normal como las que hay en Ciudad Lonhart, Lover’s Pool o Pueblo Knight, realmente no le daría importancia.

—Ya veo.

—¿Por qué te interesa saber sobre con quién me casaría?

—No es realmente eso, sino que tú habiendo estado aislada de la gente menos adinerada, me llama la atención lo que piensas sobre ciertas cosas.

—Entiendo. A mí también me llama la atención de la vida de los entrenadores. ¿Cómo fue eso para ti?

—Nada fuera de lo común. Preparas tu equipaje para el viaje, sales de casa, si eres nuevo, vas por tu primer pokémon; si no simplemente actualizas tu pokédex, luego vas conociendo gente y pokémon, capturas los suficientes para llenar tu equipo, ganas dinero y experiencia a través del combate y desafías la Liga.

—Lo haces ver muy poco interesante. A mí me gustaría poder conocer lugares por mí misma, o acompañada de amigos curiosos. Obtienes muchos recuerdos y experiencias de ello. ¿No sientes que has conseguido algo por viajar? Yo pienso que hubo algo que obtuviste y no quieres recordar.

—Quisiera decir que sí, pero… —luego empezó a recordar sus recorridos, a los pokémon que obtuvo y las buenas aventuras que tuvo con ellos, trayéndole una sensación de arrepentimiento que no quería mostrar en frente de Dani.

—¿Está bien, Damian?

—Sí —musitó—. Solo que… hace tiempo que no pensaba en esos viajes. Me hace extrañar a aquellos pokémon que liberé.

—Y ahora que lo mencionas, ¿me dirás finalmente por qué dejaste de ser entrenador?

—Quisiera, pero… creo que es necesaria mucha exposición para explicártelo. No voy a negarte una respuesta, solo necesito algunas cosas.

—¿Seguro que no estás evadiendo la pregunta? Quiero ayudarte a que recuperes la motivación, Damian, pero si no me dices cómo fue que pasaron las cosas, no podré hacerlo.

—No la evado. Solo que quiero mostrarte las cosas de la mejor manera posible. —dijo, pensando en que lo mejor sería buscar vídeos sobre las Ligas en las que participó y mostrárselos a Dani, de forma en que note su “progreso” como entrenador.

—Entonces quiero que me lo expliques directamente la próxima vez que te pregunte.

—Por mí no hay problema.

Una vez terminada la conversación. Los dos se separaron, con el muchacho pensando en que ya debía apurarse con exponer su pasado y su amiga en que deseaba ya las respuestas. Ambos terminaron por olvidarlo al día siguiente, por lo que la siguiente reunión, irónicamente no invocó el tema.

Fin de semana 6:

Damian y Dani volvieron a reunirse en Ciudad Lonhart. Esta vez, a petición del chico de pelo azabache, decidieron ver un combate en vivo. Era una pequeña pelea de exhibición entre el Campeón Arthur y Lancelot, miembro de la Élite 4.

—Krookodile, ¡dale con Garra Dragón! —ordenó el miembro de élite.

A su orden, la garra derecha del gavial se llenó de una enorme energía, la cual dirigió hacia el adversario.

—¡Aegislash, bloquéalo con Escudo del Rey! —exclamó el campeón.

La espada entonces cambió de forma para bloquear el golpe de su oponente y reducirle la fuerza.

—¿Cuándo entenderás que ningún golpe detiene el escudo de mi Aegislash, Lancelot?

—¡Ya verás, Arthur!

—¡Aegislash, usa Espada Sagrada ahora!

El pokémon volvió a cambiar de forma para atacar a Krookodile.

—¡Salta sobre Aegislash!

Y éste obedeció a la orden.

—¡Ahora ataca con Roca Afilada!

El cocodrilo lanzó varias piedras que golpearon al enemigo de espaldas.

—Eso no será suficiente para ganar.

—Solo admira. ¡Ataca con Juego Sucio, Krookodile!

Así, el gavial se dirigió hacia el oponente para aventarlo lejos.

—¡Usa Escudo del Rey de nuevo!

Pero cuando la espada intentó meterse en su escudo, descubrió que una de las piedras se metió en el agujero que le permitía anexarse a éste, resultando en un ataque exitoso por parte del oponente.

—¡AEGISLASH!

—Ya no eres muy bueno sin tu escudo, ¿o sí? ¡Acábalo con Garra Dragón, Krookodile!

El monstruo se dirigió para atacar al oponente con otro arañazo, pero el enemigo se levantó rápidamente, y el campeón dio su siguiente orden:

—¡Dale con Espada Sagrada!

Así, ambos terminaron por atacarse con cuchilladas directas. Una vez que ambos se detuvieron, Krookodile cayó debilitado, mientras que Aegislash permaneció con energía para continuar luchando.

—¡Krookodile ya no puede continuar, la victoria va para nuestro campeón Arthur! —anunció el réferi.

Todo el público gritó de emoción ante el resultado del combate, satisfechos.

—¡¿Qué?!

—Podrás haber desarmado a mi Aegislash, pero su fuerza seguirá siendo inigualable, ¡aprende de eso, Lancelot!

Esas palabras emocionaron más al público de lo que ya hacían. Arthur, campeón de Bristar, simboliza el poder que todos los entrenadores de la región aspiran a obtener. Cuando lo ven pelear, se proyectan en éste y piensan en la grandeza que sería estar en sus zapatos y ser capaz de superar todos los obstáculos que les deparan en su odisea por la fuerza.

Una vez que la exhibición terminó, Damian y Dani empezaron a hablar sobre la pelea:

—Arthur es increíble, ¿no crees? —preguntó él.

—Lo es. No importa a quién se enfrenta, siempre alcanza la victoria. Por eso todos lo admiran.

—Efectivamente. Imagínate ser tan poderoso que hasta la Familia Real te bendice.

—Todos los campeones reciben su bendición.

—De todas formas, eso es genial.

—Eso no te lo discuto.

—¿Sabes? Solía tener antes una medalla, no como las de gimnasios, sino una verdadera medalla para colgarse en el cuello y todo. Un regalo del campeón mismo.

—¿Cómo la conseguiste?

—Él una que otra vez pasa por Pueblo Knight. Yo estuve en una de esas ocasiones, cuando ya estaba por cumplir los diez años. Me la dio como un pequeño regalo de bienvenida al mundo de los entrenadores.

—¿Y aún la conservas?

—No… la perdí. Lo peor de todo es que ni siquiera recuerdo bien cómo.

—Tal vez puedas recordar bien dónde quedó más tarde.

Damian no sabía lo que le pasó, pero Dani tenía una idea muy diferente sobre su paradero.

—Esa cosa me daba algo de inspiración aunque fuese un simple bien material. Me daba una idea de lo que quería ser cuando ganara la Liga.

—¿Te imaginabas como Arthur cuando buscabas ser Campeón?

—Sí. En cierta forma. Al oír su historia, en la que solía ser un joven entrenador como todos los demás, pero con valor, fuerza y determinación; logró llegar a donde está ahora. Eso me hacía pensar que tal vez yo llegaría así de lejos algún día. Pero eventualmente dejé de hacerlo.

—¿Porque no has podido volverte campeón?

—No solo por eso, sino que también llegué a pensar: “Arthur a mi edad ya había ganado la Liga, y yo aquí aún fracaso, ¿realmente podré ser como él?” y con eso concluí que simplemente hay gente más capacitada para los logros que otros.

—Él también tuvo qué pasar por muchos entrenadores para llegar lejos. Justo como tú y todos los que han peleado por ello.

—¿Y?

—“¿Y?” ¿Acaso te olvidas que la Liga es un torneo que trae a muy pocos entrenadores comparado a los que empiezan su viaje? ¿Qué no calificaste?

—De hecho lo hice.

—Ahí tienes. Aparte, no deberías ver a Arthur como algo que nunca serás, sino como alguien que te inspira a ser mejor y a superarte.

—Tal vez, pero el fracaso es enorme y cuando es lo único que ves en tu desarrollo, realmente pierdes las esperanzas. Nunca entenderé cómo es que otros iguales o peores que yo insisten en seguir.

—Quizás ellos aún tienen razones para pelear.

—Yo solía tener la mía, pero eventualmente la perdí.

—¿Y no crees poder recuperarla, o encontrar algo más por lo que valga la pena seguir luchando?

—Hmm… tienes razón, tal vez haya algo muy valioso que me diga: “Sí, debo continuar como entrenador.” Lástima que ese “algo” no apareció cuando tomé mis decisiones. Igual, no descarto poder encontrarlo pronto.

—Piénsalo muy bien, Damian. Hay cosas por las que aún puedes luchar. —dijo, discretamente refiriéndose a sí misma.

Él le miró fijamente por unos instantes. “¡Tú lo vales, Dani!” pensó, sin embargo, no quería decirle eso, pues aunque ya empezaba a enamorarse de ella, aún no se sentía listo para regresar al combate. La acción sin embargo, le hizo pensar a la chica que ella era su nueva razón, hasta que Damian habló.

—¿Sabes, Dani? Estos fines de semana en los que nos hemos visto han sido de lo mejor que he tenido desde hace ya algo de tiempo. Tal vez realmente pueda regresar al entrenamiento contigo.

—De nada, Damian… —contestó sonrojada—. Por cierto, ¿importa si nos vemos la próxima semana en Lover’s Pool?

—¿Y eso?

—Hay un lugar que me interesa de ahí.

—¿Segura?

—Sí, por favor.

—Okay, Lover’s Pool será. Nos vemos el siguiente sábado. —después estiró su mano izquierda hacia Danielle.

—Nos vemos, Damian.

La idea que tenía la chica de ojos azules con ir a esa ciudad era la de descubrir si su amigo estaba enamorado de ella, cosa que, cuando vio que Damian le miró fijamente, no pudo evitar sentir. El muchacho de ojos rojos, en cambio, aún no sabía pensar si él le gustaba o no, y no podía imaginarse a sí mismo como alguien capaz de enamorar a una chica linda como ella.

Fin de semana 7:

Lover’s Pool en estructura era una urbe convencional. Como se podría esperar por su nombre, se encuentra llena de negocios relacionados a las parejas, de hecho, podría decirse que la ciudad en general está llena de éstas, la gente solitaria que vive ahí es una rareza del nivel de un pokémon brillante, todos los que habitan en su interior son familias o amantes sin hijos, y cada que se oye de una separación, las personas involucradas terminan en otros lugares, como si la gente soltera fuese una prohibición, aunque claro, no lo es, dado a que el sitio tiene su propio gimnasio, el único de la región que involucra batallas dobles, y cualquiera que desafíe la Liga Bristar debe entrar ahí y ganar su medalla, enamorado o no.

Damian y Dani se vieron en un restaurante conocido como el “Chez Luvdisc”, fácil de notar en la ciudad por su decorado basado en dicho pokémon pez. Conseguir una mesa fue rápido, pero las cosas empezaron a ponerse incómodas para el muchacho una vez que fueron atendidos por una empleada:

—Buenas tardes, amantes, ¿qué se les ofrece?

“Amantes”. Esa palabra no le gustaba a Damian. No porque estuviera asumiendo algo equivocado, sino porque amplificaba el poder de los sentimientos que éste empezaba a desarrollar por ella, y él aún no sabía qué pensar sobre su enamoramiento.

—Eh, no-

—¡No hemos almorzado todavía! —interrumpió ella—. Así que estamos muy hambrientos.

—Ya veo. Espero que entonces elijan algo que les llene el estómago.

“¿Qué fue eso?” pensó él tras notar el comportamiento de su compañera. “¿Acaso piensa que en verdad somos novios?”

—Yo voy a querer una Ensalada Roserade como entrada, y después de eso una Lasaña, por favor.

—¿Y usted, caballero?

—También quisiera una ensalada Roserade, solo que como plato fuerte, ordenaré un filete de Luvdisc.

—¿Y de tomar?

—Yo quisiera una limonada rosa. —dijo ella.

—Creo que pediré una soda de cola, por favor.

—Muy bien. Enseguida traeré sus bebidas junto a sus ensaladas.

Después de eso, la empleada dejó a los dos solos en su mesa.

La muchacha de ojos azules notó que su compañero estaba algo “estresado”, por explicarlo de cierta forma. Sentía que algo no le gustaba.

—¿Estás bien, Damian?

—Sí. Solo… —pausó por un momento para observar a las demás mesas a que les rodeaban, todas llenas de hermosas parejas felices de la vida—. Me siento raro aquí.

—¿Por qué?

—Mira a todos los demás. Enamorados. Y nosotros amigos, realmente no puedo evitar sentir que me veo fuera de lugar al lado de todos ellos.

—Oh… —después ella miró a la misma gente que Damian—. Sí, se siente algo raro. Aunque…

“Te amo.” Pero ese pensamiento no pudo salir de la boca de Dani. Ella tenía miedo de asumir mal cuando pensó que Damian la consideraba algo digno por qué pelear.

—¿Estás bien?

—Sí. No me sentía rara hasta que lo mencionaste. Solo era eso.

—Ya veo.

Pasados unos cinco minutos, la sirvienta regresó con dos platos de ensalada y bebidas para ambos.

—¡Aquí tienen!

Los platillos estaban compuestos principalmente de lechuga, coliflor, Baya Oran y Baya Cheri, todos ordenados debidamente para emular la cara de un Roserade. Mientras que con las bebidas, la limonada de Dani tenía dos rodajas de limón en su vaso, dando la apariencia de un corazón, mientras que Damian recibió una simple lata de refresco junto a un vaso lleno de hielo para que éste vertiera la soda. Las ensaladas fueron fáciles de devorar, pero conservaron gran parte de las bebidas para no tener que ordenar más.

—Dentro de pronto les traigo sus otras órdenes. —la empleada retiró los platos de ensalada ya vacíos y se fue.

De nuevo estando solos, el joven de ojos rojos admiró las mesas a su alrededor, y notó como una de las parejas se levantaba de sus asientos, la chica le daba las gracias a su novio por pagarle la comida, éste le respondió con un beso de amor y luego le dijo que haría cualquier cosa por ella. Al observar eso, no pudo evitar proyectarse a sí mismo y a Dani en ellos, pensando en que tal vez podrían llegar a amarse algún día y a que seguramente por ella es que volvería a ser un entrenador. Pero la idea aún no le convencía, así que ignoró esos pensamientos.

Después de trece minutos, la mujer regresó con los platos fuertes: Dani recibió un plato de lasaña, simple, pero grande lo necesario para satisfacerla, y lo mismo se puede decir de la orden de Damian, un gran filete de Luvdisc, acompañado de limones por si deseaba darle más sabor, y de papas fritas. Ambos degustaron de su comida lentamente, pero cuando terminaron, no sobraba migaja alguna en sus platos. Una vez que fueron retirados, Dani preguntó:

—Damian, ¿piensas en tener novia algún día?

—Hmm, no lo he contemplado mucho, no. —dijo queriendo evadir la idea de que ella le gustaba.

—¿Y no has pensado en que sería algo bueno?

—Tal vez, pero no soy muy optimista con esa idea, eso sin mencionar que una novia me parece algo que no podré encontrar.

“Si tan solo vieras con tu corazón y no con tus ojos, te darías cuenta de que la tienes frente a ti,” pensó ella.

Luego de eso, la empleada le otorgó la cuenta a los dos: 3,400 pokécuartos por la comida.

El chico sintió que debía pagar por ella, pensando en la pareja de antes, pero no tenía el dinero suficiente, así que solo pudo dejar que Dani se hiciera cargo.

Ambos salieron del restaurante y tuvieron otra charla:

—Oye —preguntó él—, ¿por qué tenías ganas de venir a esta ciudad?

—Pues… —luego trató de inventar una mentira—: es porque me interesaba buscar un collar, he oído que hay unos muy bonitos.

—¿Entonces para qué fuimos al restaurante?

—Porque tenía hambre.

—Y ahora que lo pienso, ¿por qué me interrumpiste cuando le quise decir a la empleada que no éramos novios?

—Oh, ¿lo hice? —mintió—. Yo pensé que no estabas hablando.

“Ya sabía que no era nada,” pensó Damian. No tenía expectativas de escuchar algo diferente a eso.

—Okay… ¿quieres que busquemos ese collar que querías?

—No gracias, perdí las ganas.

—¿Segura? No te oyes muy convencida.

—Insisto.

—Bueno, entonces nos vemos el próximo fin de semana.

—¿Dónde?

—Dejaré que decidas de nuevo. No me siento lleno de ideas ahora.

—Entiendo. Nos vemos.

—¡Bye!

Después ambos se separaron a sus respectivos hogares. Damian estaba simplemente confundido, pero Dani era una historia completamente diferente: ella deseaba que ambos se hubieran podido declarar en el restaurante, pero no tuvo el valor para decirle que lo amaba, y por los comentarios de su amigo, pensó que éste no consideró la idea de una relación.

De camino a casa, ella soltó algunas lágrimas por pensar que no podrían ser pareja, pero fue lo suficientemente fuerte para poder contener la tristeza y que sus padres no sospecharan algo. Una vez que volvió, se metió a su cuarto y empezó a sacar más lágrimas, molesta por el resultado de su reunión. Luego una criada entró:

—¿Está bien, Lady Danielle?

—Sí.

Ella se limpió la cara con una prenda que no reconoció, después la aventó al suelo, cosa que llevó a la mujer a recogerla.

—¡¿Qué esto?!

—¿Eh?

Ella no sabía por qué la criada se sorprendió, pero tras voltear y ver lo que lanzó, se dio cuenta de que era el suéter que Hydreigon mordió hace ya más de un mes.

—¡Debo mostrarle esto a Lord Hiram!

—¡No lo haga!

Pero la criada se fue corriendo, y rápidamente, cuando Dani la alcanzó, ella ya estaba junto a su padre.

—¡Danielle Miranda Abbeystead! ¡¿Se puede saber qué fue lo que le pasó a este suéter?! —dijo el hombre.

—¡Papá, es una larga historia-!

—¿Qué está pasando aquí? —dijo la madre de la chica, quien apenas entró a la habitación.

—¡Hay unas mordidas en este suéter, Brianna!

—¿Pero qué?

Luego ella vio las enormes marcas que el dragón dejó en la prenda. Así empezó el horror para la joven, viendo que su padre al fin la descubrió.

—¡Hija, ¿quién te hizo esto?! ¡¿Fue ese chico con el que has estado saliendo?!

—¿”Un chico”? ¿De qué hablas?

—Dejé que saliera de casa por un tiempo para verse con un amigo.

—¡¿Por qué no me dijiste de esto, Danielle?!

—Porque sabía que no me lo ibas a permitir. —respondió la hija.

—Si hubiera sabido que te iban a morder, ni te hubiera dejado ir.

—¡No me mordieron, mamá! ¡Mira!

Luego ella se quitó el suéter, descubriendo su blusa, para mostrarles sus brazos, sanos y salvos.

—¡No tengo nada! Un pokémon simplemente me salvó la vida.

—¿Qué clase de pokémon te salva la vida mordiéndote la ropa?

—Un Hydreigon.

—Los Hydreigon son violentos, ¿cómo uno va a salvarte?

—Si conocieras a su entrenador, verías por qué.

—Oigan, ¿podrían decirme lo que está ocurriendo? —Ron se unió a la conversación.

—Tu hermana estuvo saliendo con alguien a nuestras espaldas.

—¡Oh jo jo! ¡Estás en problemas, Dani!

—¿A qué vino esa risa? —Hiram miró al hijo con sospecha—. ¿Hay algo que sabes, Ron?

—Pues… —él se sintió intimidado por la mirada de su padre—. Sé que llevan ya viéndose por algo de tiempo.

—¿Y por qué no me lo dijiste?

—¡Ay! Bueno, ¡lo hubiera hecho, pero él y su Scizor vencieron al Rhyperior guardián!

—¡¿Qué?!

—Sí. Habría apartado a Dani de ese tipo, pero él me retó a un combate e hizo trizas a Rhyperior.

—¿Cómo se llama este chico?

—Su nombre es Damian. No conozco el nombre completo.

—¿Tú lo sabes, hija?

—Damian Kaine. Es una buena persona.

—¿Cómo puedo saber que me dices la verdad?

—¿Crees que estaría ilesa si fuera una mala persona?

Ante la pregunta, Hiram reflexionó por un momento, y al recordar que Dani nunca dio muestras de lesiones en los últimos meses, no podía evitar admitir que tenía razón.
—Bueno, entonces quiero conocer a este chico. ¿Cuándo lo volverás a ver?

—El próximo sábado.

—Pues dile a tu amigo que quiero verlo este martes en ocho.

—Se lo haré saber.

—Más te vale. Pero de mientras, ambos, vayan a sus cuartos. ¡Están castigados!

—¡¿Yo por qué?! —cuestionó Ron.

—Por cómplice. Ahora —luego dirigió la palabra a su mujer—, Brianna, tenemos qué discutir algunas cosas sobre quién puede entrar y salir de esta casa.

Ahí todos se separaron a diferentes habitaciones. Ahora Dani estaba muy enojada consigo misma por haber delatado a su amigo de una forma tan ridícula. Sabía que tarde o temprano, Damian iba a conocer a sus padres, pero deseaba no haber sido regañada de tremenda forma antes de eso. Ya en la noche, su madre tocó la puerta de su cuarto.

—¿Estás aún despierta, Dani?

Tras oír eso, ella abrió la puerta para dejarla pasar.

—Quiero hablar contigo.

Ambas se sentaron en la cama de la habitación para conversar.

—¿Está todo bien entre papá y tú?

—Sí. Pero ahora no te preocupes por eso. Dime lo que pasó entre ese chico Damian y tú. Créeme, no voy a regañarte.

—Bueno, mamá. Te dije que lo había conocido hace dos meses, cerca de la mansión.

—Y me dijiste que era fuerte para protegerlos a ambos. Por eso dejé que salieras a verlo.

—Y lo es. Su Hydreigon es un “nada qué ver” con los comunes. Es muy cariñoso.

—¿Entonces por qué mordió tu suéter?

—Porque estábamos volando, pero una parvada de Spearow nos atacó y habría muerto de no ser porque tanto él como Damian me salvaron.

—¿Y por qué seguiste viéndolo a pesar de eso? Yo no hubiera seguido viendo a alguien tan irresponsable.

—No es irresponsable, mamá. Es de hecho muy inseguro y sensible.

—¿Qué tanto?

—Dijo que no tenía amigos antes de conocerme, y estaba llorando después de salvarme. Hasta se arrepintió de que nos pusiéramos a volar.

—¿Entonces no volvieron a hacerlo?

—De hecho, sí. Pero en parte, es porque yo misma quería intentarlo de nuevo. Surcar por los cielos fue una experiencia increíble, algo que no habría logrado con Ron de ninguna forma. Sin ganas de despreciar ni nada.

—Está bien. ¿Y no volvieron a lidiar con otros pokémon voladores?

—Afortunadamente, no.

—Ya veo. ¿Qué es lo que piensas de Damian?

—Pues, por favor no le digas a nadie, pero creo que me gusta. Solo que, no sé si pueda decírselo algún día. Él solía ser entrenador, pero como nunca llegó a ser campeón, se tiene mucho desprecio. Creo que él quiere volver a pelear gracias a mí, pero dudo si en verdad le importo tanto.

—Si fuera tú, le diría lo mucho que lo amas. ¿Estás segura de que este chico es tan inocente?

—Lo es, mami. Créeme que cuando lo conozcas, verás que hiciste bien en dejarme salir.

—Yo también lo espero… bueno, voy a salir. Espero y estés tranquila. —después besó la frente de Dani.

—Lo estaré cuando sepa que aún podré seguir viendo a Damian. Pero gracias.

—Descansa hija.

—Igualmente, mamá.

Brianna salió del cuarto. Después de eso, Danielle decidió echarse a dormir, pensativa en el futuro. Ella conoce muy bien a su amigo, sabe que está segura junto a éste, pero sus padres no lo han visto por sí mismos, y teme a que éstos desaprueben de él. Lo único que puede hacer es tenerle esperanza a Damian.
 

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Capítulo 4: Los padres

En el fin de semana que vino después de ser atrapada, Danielle se encontró con Damian en Ciudad Lonhart de nuevo, aunque sin el pequeño disfraz que solía usar, esta vez para almorzar en un pequeño café de la urbe, pero al poco tiempo, ésta tuvo que confesar:

—¿Sabes, Damian? Creo que es hora de que conozcas a mis padres.

—¡¿Eh?! ¿Por qué debería? ¿Acaso ya te cacharon?…

—Pues sí… ¿recuerdas la vez que nos vimos para almorzar en Lover’s Pool?

—Sí, y aún me siento algo incómodo por ir allí. No hay nada más fuera de lugar que una relación platónica en ese sitio. ¿Qué hay con eso?

—Bueno… es que esa vez, mis padres encontraron el suéter que mordió Hydreigon, y no tuve de otra más que hablarles sobre ti.

—Con razón ahora no andas con tu disfraz de siempre… seguramente han de estar muy asustados.

—De hecho, ellos quieren verte, porque mi hermano les dijo que le diste una paliza.

—Imbécil… como se nota que nunca le voy a caer bien.

—Solo está celoso.

Sin embargo, esa solo era una mentira porque aún no quería hacer mención de cierto tema que aún consideraba íntimo entre ella y su hermano.

—Ajá —burló—. Deja te digo algo: ¿Recuerdas que él me susurró algo al oído después de que Scizor y yo le dimos una paliza?

Dani asintió con la cabeza.

—Pues me dijo que por dónde “te toque o te haga algo”, no jugará limpio a la próxima.

—No me sorprende de él…

—Pero ya dejando eso a un lado, ¿cómo quieres que sea la visita?

—De hecho, ellos quieren verte directo en la mansión. Este martes, a las dos de la tarde.

—¿Necesito llevar un traje?

—No. Solo intenta ser lo más formal posible. ¿Vale?

—Entiendo. Entonces nos vemos en tu mansión este martes. Voy a prepararme.

Los adolescentes entonces se levantaron y partieron de regreso a sus hogares.

Llegó el martes, y como dijo el sábado anterior, Damian se preparó, entendiendo las formalidades de la gente de clase alta, y contra el comentario de Danielle, alquiló un traje de gala para la ocasión, tenía miedo de ser criticado si los Abbeystead no lo veían con etiqueta. También decidió moderar su lenguaje como pudiese, con el mismo propósito de antes. Ahora él estaba en la vía donde encontró a su amiga por primera vez, esperando a que alguien abriera la puerta luego de haber tocado el timbre. Eventualmente, alguien abrió la puerta:

—Hasta que al fin llegas —comentó Ron—. Nuestros padres quieren verte.

—Sí. Dani me lo hizo saber el sábado pasado.

—Me alegra que mi hermana les haya hecho caso —el adolescente de ojos azules ahora sonreía—. No volverás a verla después de esto. Aunque eso sí, es bueno que por lo menos vinieras con algo de formalidad.

—Y eso que ella me dijo que no lo llevara. Pero no puedo arriesgar las cosas más de lo que hice pateándote el trasero.

Ambos entonces entraron hacia el enorme jardín frontal que rodeaba a la mansión Abbeystead. Damian admiró el orden de los círculos de flores que podían observarse, cada uno con un tipo de flor y color específico: rosas, claveles, lirios, tulipanes; todos notables; también veía la enorme fuente que bloqueaba su vista de la puerta principal de la mansión, y a los Beautifly que pasaban a los lejos en el cielo. Luego, los dos chicos se dirigieron a la puerta de la mansión y entraron.

—Oh, Lord Ron —un hombre mayor de traje apareció frente a los dos—. ¿Es este el invitado?

—Sí, Magnus. ¿Están papá y mamá ya en el comedor?

—Por supuesto que sí, señor. Ahora pasen.

Magnus guió a los jóvenes por el largo pasillo de la entrada hasta llegar a un final sin salida, luego los dirigió hacia otro pasillo a la derecha, y de ahí los llevó al enorme comedor que de la mansión. Ahí estaban en una mesa larga Danielle y sus padres. Damian se encontraba nervioso, pero también sorprendido por la apariencia de los padres de su amiga: papá y mamá Abbeystead eran prácticamente iguales a Ron y Danielle, con las pocas diferencias siendo la obesidad y el gran bigote del padre, y el labial plateado y la ya decadente belleza de la madre; aunque era normal que algunas familias fueran muy parecidas físicamente, a Damian le disgustaba la enorme similitud entre toda la familia de Danielle, le hacía pensar que su padres fueran familiares de sangre casados, pero no tuvo de otra más que hacer caso omiso y permanecer silencioso. Entonces los dos jóvenes se sentaron cerca de ellos para poder hablar.

—Damian, te dije que no debías usar traje.

—Bueno… —Damian se avergonzó—. No iba tampoco a dejar que una familia acomodada como la tuya me viera en ropa normal. Es una ocasión especial después de todo.

—Eres astuto, jovencito —dijo el señor Abbeystead—. Pero tienes mucho a qué responder y no creas que ese traje te salvará de ello.

Luego muchos sirvientes aparecieron con tazones en sus manos. Cada uno entregó un plato a cada persona sentada. Se trataba de crema de champiñones, como Damian pudo asumir por la apariencia grisácea del líquido y el pedazo de champiñón que nadaba en éste. Pero antes de otra cosa, el muchacho de pelo azabache puso su servilleta de tela en sus piernas como se suele hacer en ese tipo de restaurantes y casas. Entonces la familia y el joven empezaron a comer.

—Con que tú eres Damian. —señaló la señora.

—Así es. Soy Damian Kaine.

—¿Sabes quién soy yo, chico? —preguntó el hombre de la familia.

—Claro que lo sé, míster. Usted es Hiram Abbeystead, el último decendiente de Elias Abbeystead —luego miró a la mujer—. Y usted debe ser su esposa, Brianna.

—Así es.

—¿Y sabes a qué me dedico?

—Usted provee a Bristar de navíos comerciales. Es lo que básicamente permite la pesca en la región desde hace ya doscientos años.

—Interesante. ¿Investigaste de mí antes de entrar a esta casa?

—Sí y no. El negocio de su familia lo conozco desde hace años. Aunque debo admitir que no conocía a su último dueño.

—Era de esperarse… ¿sabes lo que pienso de que un desconocido como tú haya estado juntándose con mi preciosa hija a mis espaldas?

—Debe de estar furioso y asustado. Furioso más que otra cosa. —Damian asumió con miedo.

—Pues sí, de hecho tuve que posponer una reunión de negocios con gente de la Fundación Aether cuando supe de ello. ¿Sabes quiénes son esos tipos?

—No señor…

—Son una organización que rescata y cuida de pokémon en Alola. No será la gran cosa, pero también trabajan en portales interdimensionales y han oído de monstruos fuera de nuestro alcance, si logro convencerlos, puedo sacarles mucho dinero. Pero ya regresando al tema, como Danielle siempre volvía sana y salva, y ya que ella tanto insistió en que confiara cuando dice que no eres una mala persona, te daré una oportunidad para demostrarlo y que no te saque de mi hogar a patadas. Dime, ¿cómo fue que me mi hija y tú se conocieron?

Sin embargo, Damian no podía contestar a la pregunta porque se estaba metiendo crema en la boca. Aunque éste, para no hacerle pensar que lo ignoraba, alzó el dedo índice de su mano izquierda, para señalar que le esperara.

—Bueno, míster Abbeystead —dijo el joven ya sin tener comida en la boca—. Digamos que de pura casualidad pasé por su casa hace dos meses.

—¿Y eso?

—Tengo el hábito de dar caminatas largas por la región, y por ende, suelo llegar a lugares como su mansión.

—¿Te gusta caminar mucho?

—Es más un método para poder despejar la mente y relajarse, aunque hace ya tiempo que no lo hago por eso, desde que conocí a Danielle.

—Lástima. Si aún tuviera la juventud y energía que tienes para hacer eso, estaría en mejor condición física. Trata de no dejar un buen vicio como ese.

—Eh, usted está bien, míster. Puede conseguir el físico que desea de otras formas.

—Lo sé, pero el poder explorar Bristar con todas las comodidades de un cuerpo joven es algo que un adulto como yo desearía poder hacer.

—Ya no le dé importancia —luego recordó a lo que iba—: Oh, es verdad, olvidé continuar con mi historia: la verdad es que estaba descansando de haber caminado mucho. Me senté en un árbol cercano, y ya cuando decidí levantarme y continuar mi rumbo, su hija estaba observándome sin razón aparente.

—¿Es cierto eso, Danielle? —Hiram dirigió la palabra a su hija.

—Sí, papá…

—Hija —habló la madre—, no mentías sobre él, con esa forma de actuar ya me puedo imaginar por qué te interesa tanto.

—¡Mamá! ¡No lo digas delante de Damian!

—¡Espera! ¿De qué estás hablando, Dani?

—De nada…

—No, le hagas caso a mi hija, Damian —comentó la mujer—. Viéndote, ya no me das la apariencia de un monstruo o alguien malo. Seguro ella te podrá explicar las cosas más adelante, me das la impresión de un buen novio.

—Ni loco sería eso.

—¿Qué? ¿Acaso no consideras a mi hija linda? —preguntó el padre sorprendido.

—¿Eh? ¡No! Su hija es muy linda. Simplemente, soy muy pesimista en cuanto a tener una oportunidad en el amor. Seguro Dani encontrará el amor en alguien mejor que un Herdier faldero como yo.

—Más te vale, niño.

Todos en la mesa habían terminado su crema. Los meseros retiraron los tazones y a los dos minutos, trajeron el plato fuerte: un filete bañado en salsa gravy.

—Bueno, ¿en qué estaba? —regresó Damian a su anécdota—. Oh, cierto. Luego de cambiar miradas, iba a irme, pero ella me interrumpió, salió para hablar, nos presentamos, y luego…

—¿”Luego” qué?

—Luego llegó su hijo, y tuvimos qué separarnos, así que decidimos vernos un viernes en la pizzería de Ciudad Swanna. Nos vimos ese día, comimos, caminamos, luego tuve una pelea con su hijo y después nos separamos.

—De hecho, ahora que lo mencionas, oí que eras tan fuerte, que pudiste vencer al Rhyperior de la familia, y que tienes a un Hydreigon bien adiestrado.

—Con lo de Hydreigon, sí, es verdad. No es tan violento como los demás de su especie. Y sobre Rhyperior, fue cuando salimos de Ciudad Swanna, sí… pero pude haber perdido.

—¿Sabías que ese Rhyperior fue puesto a prueba por la misma Élite 4 de la región antes de quedármelo?

—Pues como dije antes, esa pelea la pude haber perdido, y con eso me refiero a por poco. Su Rhyperior es muy fuerte. Si Scizor no hubiera asestado el último golpe, seguro que Ron habría ganado y yo ya no hubiera vuelto a ver a Dani.

—Hmm… entonces quiero que por favor peleemos. Tú y yo. Cuando termine el almuerzo.

—¿Habla en serio, míster?

—En serio. Si mi hija ha salido ilesa de juntarse contigo, y si ella y Ron me dicen que venciste a Rhyperior, entonces quiero verlo por mí mismo. Tómalo como tu prueba de fuerza. Si ganas, dejo que Danielle se siga juntando contigo, si pierdes, te alejas de ella para siempre. A diferencia de mi hijo, yo no seré tan fácil de roer.

—¿Y no necesita que le diga otra cosa sobre mí? Hay otras cosas que también pasaron entre su hija y yo.

—Te lo habría pedido, pero luego recordé lo de Rhyperior y decidí que escuché suficiente. Ya podremos escuchar más sobre ti si me ganas.

—Okay…

Damian permaneció en silencio por el resto de la comida. Eso le hizo decidir que pronto le explicaría a Danielle el por qué se consideraba así. La familia y el chico entonces terminaron su almuerzo.

—Bueno, chico. Vete preparando. Tenemos un campo de batalla en el patio trasero de la mansión.

—Entiendo. Solo deme un minuto para pensar.

—No te tardes, que quiero ver esa fuerza tuya…

La familia Abbeystead salió del comedor, mientras que Damian se quedaba pensando en la batalla. La misma amenaza de antes, solo que ahora tenía más miedo por estar lidiando con el padre de Danielle, una autoridad, una figura que imponía las reglas, y para demostrar eso, obviamente necesitaba de fuerza, más de la que Ron impuso en su pelea. Temía a que no corriera la misma suerte que en la batalla anterior. No obstante, tampoco podía permitirse el huir del combate si eso significaba perder a su única amiga. Su decisión sería que iba a usar a Gardevoir o a Hydreigon, sus dos pokémon más fuertes, dependiendo de lo que el sr. Abbeystead usar para pelear.

—Disculpe, señora —interrumpió él a una sirvienta—. ¿No podrá usted guiarme hacia el patio trasero de la mansión?

—Oh, claro.

Damian fue llevado a través de varios pasillos lejos del comedor hasta llegar a la puerta que llevaba al patio trasero. Aunque fue rápido. Tardó más tiempo pensando que llegando ahí.

El patio era enorme, rodeado de sus propias flores, distintas a las que vio en la entrada de la mansión, y hasta los pokémon insecto que lo visitaban aparecían en mayor cantidad y frecuencia. El campo de batalla era también amplio, parecía un campo de fútbol al ser mayormente pasto con pequeñas líneas que delimitaban su área.

—Hasta que al fin llegas. —dijo Hiram a Damian.

—Creo ya estar listo para el combate. ¿Quiere empiece yo, o preferiría hacerlo usted?

—Empieza tú. No vaya a dejar que puedas contratacar si elijo yo primero.

—Muy bien entonces… —Damian luego chasqueó los dedos. Gardevoir salió para sorpresa de la familia menos Danielle.

—¿No vas a usar a Hydreigon?

—Será un pokémon fuerte, pero no soy dependiente de su fuerza.

—Bueno, ¿y qué es lo que intentas demostrar con eso truco del chasquido? ¿Eres mago o algo?

—Nada en lo absoluto, míster. De hecho, si me disculpa el lenguaje, este truco se vuelve muy aburrido cuando te acostumbras a usarlo o verlo. Simplemente es más práctico para invocar. Puedo contarle cómo lo logré si quiere.

—Para nada necesito saber algo así —el comentario lo provocó—. Esa técnica no te salvará de la paliza que tú y tu Gardevoir recibirán. ¡Sal, Bisharp!

De una poké ball salió el caballero de acero. Una clara desventaja para Gardevoir.

—Espero y no vayas a necesitar de ataques psíquicos.

—Si las cosas van como deseo, míster, no requeriré de ellos… —luego Damian dirigió la palabra a su pokémon—: Vete preparando, Gardevoir, necesito toda tu ayuda.

—A sus órdenes, maestro. —dijo el pokémon.

—¿Le enseñaste a tu pokémon a comunicarse?

—Sí, pero dado a la posición en la que ambos nos encontramos, eso tendrá que esperar. Oh, y espero que no le moleste si mi vocabulario no llega a ser el más adecuado, estando en un campo de batalla.

—Solo no me insultes, por favor.

—Con todo gusto, míster.

—¿Entonces quién de los dos empezará? —preguntó Danielle, quien, junto al resto de su familia, se quedaron a observar la pelea.

—Dejemos que nuestro invitado comience.

—Que así sea. ¡Gardevoir, usa Paz Mental!

Gardevoir entonces cerró los ojos y después su cuerpo brilló por unos segundos. Eso le dio poder para aumentar sus ataques.

—¡Bisharp, ataca con Guillotina!

—¡Esquívalo, Gardevoir!

El caballero se movió hacia su oponente para rasguñarla. Pero desgraciadamente, no fue capaz de asestar lo que pudo haber acabado la pelea de un golpe.

—¡Paz Mental de nuevo!

—¿Es todo? ¡Bisharp, usa Cabeza de Acero!

Gardevoir recibió un fuerte cabezazo que la tiró y la hizo jadear de dolor. Eso le hizo pensar a Hiram que no necesitaba más que otro golpe para acabar la pelea.

—¡Prepara Paz Mental una vez más, Gardevoir!

—Chico, si no vas a tomarte esto en serio, mejor ni sigas peleando.

Ron sin embargo, había recordado el combate entre Scizor y Rhyperior. Recordó que Rhyperior tenía una clara ventaja sobre su adversario hasta que éste usó Danza Espada, permitiéndole contraatacar con mayor fuerza a la que tenía. Eso le llevó a gritarle a su progenitor:

—¡Papá, es una trampa!

—¿De qué estás hablando, hijo?

—¡Está cargándose de poder! ¡Véncela antes de que pueda devolverte el golpe!

—¡Muy bien! ¡Bisharp, usa Cabeza de Acero de nuevo!

—¡Esquívala, Gardevoir!

Antes de que pudiera recibir otro cabezazo, Gardevoir logró evitar a su oponente con un elegante salto, evitando así que pudiera caer derrotada.

—¡Ahora usa Híper Voz!

El hada de Damian lanzó un fuerte grito hacia su oponente que lo hizo salir herido del campo de combate. Bisharp dio grandes muestras de daño al levantarse.

—Oh no… —musitó Ron.

—¡¿Qué?! —el padre se sorprendió por la fuerza de Híper Voz.

—Su hijo tenía razón, míster Abbeystead. Debió haberme acabado rápido, porque si no puedo usar todo mi arsenal, no me queda de otra más que hacer que nuestros ataques duelan más de lo que deberían.

—Entonces, ¿no necesitarás de más poder?

—Si mi estrategia funciona, lo único que necesitaré será otro golpe…

—Pues no permitiré que lo logres. ¡Bisharp, usa Cortefuria!

—Gardevoir, prepárate para esquivarlo.

Bisharp empezó a dirigir cortes hacia Gardevoir, pero estando ya lista en poder y confianza, la ninfa era capaz de identificar y evadir cada intento de ataque de su oponente. El caballero siguió atacando hasta que su entrenador se empezó a hartar.

—¡DEJA DE EVADIR Y PELEA!

Eventualmente, Bisharp logró asestar un pequeño corte hacia Gardevoir. Debido a la naturaleza de Cortefuria, el movimiento no pudo acabarla por sí solo, pero al menos le devolvió la confianza a Hiram.

—¡Al fin! ¡Acábala con Guillotina!

“Te tengo…” pensó Damian.

—¡Usa Onda Certera, Gardevoir!

Cuando Bisharp se dirigió a su adversario para darle el golpe final, Gardevoir cargó una esfera de energía rápidamente y la disparó. El golpe creó una gran explosión que le impidió ver a los entrenadores y al público observar momentáneamente, hasta que Bisharp salió disparado de la nube de humo y cayó agotado. Damian volvió a ganar.

—Hiciste un muy buen trabajo, Gardevoir. Gracias por tu ayuda.

—Es un honor como siempre, maestro. —dijo antes de regresar a su poké bola.

—Bueno, chico —mencionó el padre—, ganaste. No estaré muy feliz por la forma en que lo hiciste, pero debo reconocerlo.

—No fue nada que realmente haya hecho con mala intención, míster. Solo quería conservar mi amistad con Danielle.

—No digo que tu estrategia fuera mala, solo fue poco rudimentaria. Claramente no eres un debilucho.

—Si ese tipo de tácticas sirvieran como aquí, ya sería Campeón, en un lugar de un simple vagabundo…

—¿En serio? ¿Vences a uno de mis pokémon guardianes de dos ataques y dices que no fue la gran cosa?

—Me imagino que usted nunca se interesó en la Liga Pokémon estando en una buena posición que le permite ganar mucho dinero sin pelear, pero yo solo soy un chico normal que buscó lo mismo que muchos en la región: el poder, y terminó encontrando un tesoro vacío al final…

—Damian —Danielle dirigió la palabra—, diste una buena pelea, independientemente de si crees que eres débil o no.

—Dani… —comentó luego de dar un largo suspiro—. Te debo la explicación…

—¿De qué hablas?

—Del por qué me importa tanto un maldito trofeo como para que me odie por no tenerlo. Te dije que necesitaba tiempo para exponerlo debidamente, y me es mejor no retrasarlo por más tiempo.

—No necesitas apurarte con eso.

—¡Sí! ¡Claro que sí! Tú que me apoyas y tratas de hacer que me sienta bien, no sabes el porqué de mi odio hacia mí mismo. Si no te lo hago saber, entonces de nada sirve que gastes tanta energía y emoción en mí. Tú misma me lo dijiste.

—Nos veíamos también para divertirnos, ¿sabes? —dijo entristecida.

—Pero al final, lo hiciste principalmente porque te interesaste en mí, y te preocupé lo suficiente para que pensaras que yo era una causa que requería de ayuda. Ahora es tiempo de que yo confiese mi verdad. —dijo mientras empezaba a alejarse de su amiga y de su familia.

—¿No vas a quedarte? —preguntó Brianna.

—Si necesitan saber más sobre mí, con gusto me quedo a explicar. Excepto lo de mi pasado, eso lo guardaré para otra ocasión, solo porque requiero de algunas cosas para explicarlo. Y si ya no necesitan más, creo que mi trabajo aquí terminó. ¿Alguien necesita que le diga algo?

—Yo quisiera saber —preguntó el señor Abbeystead—: ¿vas a participar en la próxima Liga de Bristar?

—No lo contemplé. Pero ando con solo cinco pokémon, así que diré que no. ¿No tienen nada más que decir?

La familia, sin embargo, permaneció en silencio.

—Me lo imaginé. No sé si soy bienvenido en esta casa…

—Yo diría que sí. ¿Padre? ¿Madre?

—Creo que es lo justo —sugirió Brianna y después le pregunto a su esposo—, ¿qué dices, cariño?

—Después de la comida y esta pelea, supongo que tiene permiso para venir… —después miró a su hija—. Tenías razón sobre tu amigo, Danielle.

—Sabía que ibas a entenderlo.

—Más fácil así. Voy a pasar por aquí este viernes para que salgamos, Dani. Dejaré que elijas el lugar. Muchas gracias a ti y a toda tu familia por todo lo de hoy.

—Adiós, Damian…

El muchacho de ojos rojos entonces se dirigió al interior de la casa para salir. Había dado una vuelta de regreso por cada pasillo de la mansión hasta encontrar la puerta principal y llegar hacia el patio frontal, pero antes de que pudiera salir, Ron lo interrumpió.

—Habrás engañado a mi hermana, pero yo no me creo tu fachada de debilucho.

—No mentí con lo que dije… ¡y ella no se lo cree!

—¿En serio? ¿Cómo sé que no estás haciéndote la víctima para que te den dinero, o lástima, o a mi hermana?

—Porque no deseo tener nada de eso. Es más, dije que iba a mostrarle a Dani mi “progreso” como entrenador, que eso quede como una promesa aunque las odie.

—¿Qué hay de malo con las promesas?

—Que te ves obligado a asegurar lo que dices, si no puedes cumplir con tus palabras, ¿de qué te sirve prometer?

—Entonces no vayas a tardarte con tu promesa.

—No lo haré, pero al menos dame la paciencia para conseguir los vídeos de cada Liga.

—Yo mismo te los conseguiré. Solo dime cuáles son y con gusto te los daré la siguiente semana, a cambio de que se los muestres a mi hermana este viernes en ocho.

Después de oír eso, Damian empezó a dictar:

—Liga Bristar, cinco años atrás, cuartos de final; Liga Hoenn, cuatro años, cuartos; Liga Sinnoh, tres años, semifinales; Liga Unova, dos años, final; y Liga Kalos, año pasado, final también. Más vale que también vengas con un proyector.

—Gracias… no te arrepentirás de nuestro trato.

Damian se tomó un momento para suspirar.

—Simplemente me odias, ¿no?

—Conozco bien a los de tu clase. Solo les interesa el dinero que tengo y lo que mi familia haga con su poder.

—Pues lástima, pero ahora no puedo escuchar tu tragedia o lo que sea que te picó. Tengo que irme.

Entonces el joven se fue de la mansión con un sabor agridulce en la boca. Su amiga estaba bien y sus padres dejaron de ser un obstáculo para él, pero ahora debía cumplir con otro deber, revelar el pasado que ha perturbado su mente por mucho tiempo, que Danielle supiera lo que lo llevó a renunciar a su vida de entrenador. No le gustaba, pero era un mal necesario.
 

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Capítulo 5: La máscara y la foto

Era viernes, Damian quedó de encontrar a Danielle cerca de su casa para salir como acostumbraban. Para su fortuna, los Abbeystead le otorgaron permiso para entrar a su mansión y hacer las cosas más rápidas. Estando fuera del hogar de su amiga en lugar de la vía donde se vieron por primera vez, solo tuvo que esperar cuatro minutos. Los dos se encontraron y salieron de la mansión para empezar a caminar y plantear su próxima ida.

—Y dime —preguntó Damian—, ¿a dónde quieres que vayamos ahora?

—De hecho, esto te parecerá raro, pero —Dani se avergonzó—, me dan ganas de ir a tu casa.

El comentario hizo que él se detuviera y permaneciera inmóvil como una roca.

—¿Dije algo malo?

—No… solo me sorprendiste. ¿Por qué te interesa conocer mi hogar?

—Bueno, como tuviste que conocer a mis padres, creo que lo justo es que tu madre me vea en persona.

—Está bien… —dijo Damian después de suspirar—. Espero y no le moleste a mamá que cocine algo para nosotros. Ojalá y no tengas demasiadas expectativas.

—No te preocupes, me conformo con lo que ofrezcan, siempre y cuando no tenga picante.

—Je…

Ambos dirigieron su camino hacia Pueblo Knight. No les tomó mucho tiempo llegar.

El sitio era muy frío, dado a que se ubicaba al norte de la región. También era pequeño, pocas casas, una ruta enorme que permitía salir de camino a Ciudad Brokenglass, y no había mucho por explorar, salvo por negocios humildes: tiendas, artesanías, el Centro Pokémon local, y en especial para el joven que residía allí, la florería de su madre, eso le permitió identificar su hogar sobre los demás.

Damian y Dani se acercaron al hogar del muchacho. El chico tocó la puerta para hacerle saber a su madre de su presencia. Al minuto ella abrió la puerta:

—¿Damian y…? —la madre se quedó en silencio al ver a la chica junto a su hijo.

—Perdón que esto sea tan repentino —se avergonzó el chico—. Ella es Dani.

—¿La Dani de la que tanto me has hablado?

—Un gusto conocerla, señora Kaine.

—Pensé que saldrían a algún lado como siempre.

—Bueno, madre, Dani dijo que quería conocerte, ya que como yo conocí a sus padres, lo justo es que a ella le toque su turno. ¿No es una molestia?

—Para nada, hijo. Pasen, porque esto es una sorpresa para mí.

Damian y Dani entraron al hogar de los Kaine. Ambos pasaron tiempo en la sala mientras que la señora preparaba comida para los tres. Tomó tres horas para que el almuerzo estuviera listo y los dos adolescentes fueran a la cocina a comer.

—Aquí tienen —la señora Kaine entregó un par de tazones llenos de sopa a los amigos—. Espero y no estés acostumbrada a la comida de lujo, Dani.

—Gracias, madre.

—No se preocupe, señora. Yo estoy bien con lo que pueda ofrecer.

—¡Jo jo! Puedes llamarme Eliza si quieres, cariño.

—Gracias, Eliza.

Entonces todos empezaron a comer, mientras seguían la conversación.

—Dime, Dani —preguntó la madre—: ¿por qué te interesaste en mi hijo? No necesitas decirme cómo se conocieron, Damian ya me lo dijo.

—Oh, Eliza. Es una larga historia, pero ni Damian la sabe.

—¿Y no podrías contármela? Seguro que debe ser interesante.

—No es nada que pueda decirle. Preferiría que él la supiera primero.

—Está bien. Tampoco quiero arruinar cualquier confesión de amor.

—¡Madre! —el comentario provocó al muchacho.

—Tranquilo, hijo. Ya sabes que me gusta bromear de vez en cuando. No sé por qué te molesta tanto que hable sobre enamorarse.

Los tres terminaron la sopa después de eso. Eliza recogió los tazones para ponerlos en el lavadero y entregar el siguiente plato: spaghetti casero, bañado en mantequilla.

—Aquí tienen, chicos. —la madre entregó los platos.

—De hecho, ahora que mencionó lo del amor —interrumpió la rica para dirigir la palabra a su amigo—: ¿Por qué piensas que nunca encontrarás el amor, Damian?

—Porque no le gusto a las chicas y eso es algo que acepto.

—No le hagas caso —dijo la madre—. Damian es muy lindo, pero es tan necio que no quiere aceptarlo.

—Bueno, puedo al menos ver que heredó sus bonitos ojos —Danielle sonrió—. Lástima que no tiene su color de cabello.

—Gracias. Aunque me hubiera gustado que fuera pelirrojo como yo, debo admitir que el negro le queda bien.

—Eso es muy cierto.

—Bueno —dijo Damian al terminar su plato y levantarse—, la comida me gustó. Muchas gracias, madre.

—De nada hijo. ¿Quieres que recoja tu plato?

—No hay necesidad. Yo lo pondré en el lavabo.

Rápidamente se movió hacia el pequeño estuche lleno de trastes sucios para depositar el suyo. Luego volvió con las chicas.

—Voy a subir a mi cuarto mientras espero.

—¿Por qué no mejor te quedas?

—Porque necesito acostarme en mi cama por un momento, no suelo llegar tan temprano, así que mejor no desaprovechar la oportunidad.
Damian entonces salió del comedor para subir por las escaleras de su hogar y entrar a su cuarto a descansar.

—Ese Damian… —gruñó la mamá.

—¿Su hijo suele hacer eso?

—Lleva ya tres meses así. Desde que salió de la Liga Kalos no ha hecho nada más que perder el tiempo en su “retiro” como entrenador… lo bueno es que en ese tiempo te conoció.

—¿Por qué se retiró?

—Porque como tiene cinco años sin ganar ni una sola Liga, él piensa que eso es señal de su debilidad como entrenador y que no es digno de tener ese condenado trofeo.

—¡Eso es terrible!

—¡Lo sé! Pero no importa cuántas veces le diga que no es para tanto, él sigue haciéndose el sufrido —luego se entristeció—. Si tan solo no hubiera sido tan exigente con él.

—¿De qué habla?

—Es por mi culpa que Damian sea así, pero ahora no quiero hablar de eso —respondió antes de desviar el tema—. Aunque, ¿sabes? Me alegra que él te tenga a ti para hablar, no lo he visto sonreír tanto desde hace tiempo.

—Gracias, Eliza. Y también por la comida.

—De nada, querida —la madre recogió el plato de su invitada—. Deberías subir al cuarto de Damian para avisarle que terminaste.

—Lo haré con gusto.

Danielle entonces salió para seguir el rastro de su amigo por las escaleras. El piso de arriba solo llevaba a tres habitaciones: un baño cerca de las escaleras, la habitación de Eliza a la izquierda, que pudo identificar debido a que estaba vacía; y la de Damian a la derecha. Habiendo identificado las otras dos puertas, ella se dirigió al cuarto de su amigo.

La habitación estaba a oscuras, cosa que no le permitió a Dani ubicarse, pero para su fortuna, el interruptor que encendía la luz del cuarto se encontraba apenas a centímetros cerca de ella, por lo que solo tuvo que mover su mano izquierda hacia la pared para sentirlo y girarlo, permitiéndole distinguir todos los objetos de la habitación.

—¿Dani? —preguntó Damian, quien yacía en su cama, con su brazo derecho cubriéndole los ojos. Luego éste se levantó para ver a su amiga—. Sé que no suele haber visitas por aquí, pero por lo menos hubieras tocado antes de entrar.

—Lo siento —la chica se avergonzó—, pero vine porque ya terminé de comer.

—Bien. Supongo que entonces podemos salir a otro lado, ¿o preferirías volver a casa?

—No tengo idea ahora —respondió Danielle para luego fijar su atención en la habitación de su amigo—, aunque sí me gustaría mirar un poco de tu habitación antes que otra cosa.

—No creo que haya nada interesante…

Danielle ignoró el comentario de su amigo. Se había fijado en el pequeño estante a su derecha. Curiosa, se asomó para ver su contenido: se trataba de varios libros, enciclopedias más que otra cosa, las cuales fue sacando para observar: “Fauna natural de Bristar”, “Estadísticas principales del combate”, “Cómo entrenar tu pokémon: guía del entrenador novato”, “Poké Bolas y sus diferentes versiones”, “Habilidades de pokémon” y “Medicina natural: bayas y hierbas para curar problemas” eran algunos de los títulos que encontró. Varios de éstos eran viejos, de hace ya más de siete años, antes de que Damian empezara su viaje como entrenador pokémon.

—¿Te gustan? —preguntó Damian.

—Son interesantes —respondió Danielle mientras hojeaba las enciclopedias—. Nunca me dijiste que también consultabas libros.

—A veces me olvido que tengo esas cosas. De ellas obtuve gran parte de mi conocimiento sobre pokémon.

Dani siguió leyendo la enciclopedia y encontró un artículo muy interesante en la guía de poké bolas:

Bola Ocaso
Precio: 1000
Color: Verde con negro
Descripción: Esta Poké Bola funciona como una convencional en el día, pero ya que llegue la noche o el usuario se encuentre en un sitio muy oscuro, su efectividad se cuadruplica, haciendo la captura de un pokémon mucho más sencilla. Recomendable para entrenadores nocturnos o exploradores de cueva.

—Interesante. Con que de aquí es que entonces usas más que solo las poké bolas normales.

—Así es, pero a mucha gente no le gusta invertir en otros tipos de bolas por su precio. Lástima, que la efectividad vale la pena el costo.

—Cierto…

Después de haber visto las enciclopedias de su amigo, Danielle empezó a guardarlas, empezando por la guía de poké bolas que tenía a la mano, pero al guardarla, notó la presencia de un objeto muy extraño en el fondo del estante: era esférico y tenía un agujero enorme desde el ángulo en el que se ubicaba. La chica estaba confundida por ese objeto. “¿Qué es eso?” se preguntó. Entonces decidió preguntarle a su amigo:

—Oye, Damian, ¿qué es esta cosa de aquí?

—¿De qué hablas?

Danielle entonces alzó su brazo derecho para sacar la extraña esfera del estante. Ahora podía notar un poco mejor lo que era: su forma se asemejaba a la de una cabeza humana, carecía de detalle facial alguno a excepción de un par de agujeros ubicados paralelamente en lo que parecía ser la cara, su color era gris y su tacto emitía una sensación de frío, dando a entender que llevaba mucho tiempo ahí. La chica entonces se la mostró a su amigo.

—Oh… esa es mi máscara.

—¿Tu máscara?

—Sí. Ya me había olvidado de esa cosa.

—Se siente muy fría y dura. —comentó ella, perturbada por la sensación que emitía el objeto ante el tacto.

—Es porque está hecha de acero. —dijo el chico mientras tomaba la máscara de las manos de Dani.

—¿De dónde sacaste una máscara de acero?

—Fue un regalo de Byron. Un líder de gimnasio de Sinnoh.

—¿Por qué te la dio?

—Le hice el favor de limpiar su gimnasio. A cambio él dijo que podía hablar con un herrero y que me haría lo que yo quisiera, así que le dije “hazme una máscara”, y a las dos semanas me la entregó.

—Wow… ¿por qué querías una máscara?

—No le iba a pedir que me hiciera una espada o una pistola, por eso fui con algo simple. Lo único que hice fue pintarla de blanco, porque así me gustaba.

—¿Y querías que no tuviera detalle alguno?

—Pensé que le daría una sensación de anonimato a quien la llevara puesta.

—Pues sé que no me engañarías si te la pusieras.

—Obvio no. Pero si no supieras que la tengo, ni te darías cuenta.

—Tal vez —luego preguntó—: ¿y te queda?

—Era demasiado grande para mí cuando me la entregó, pero no sé si ahora me la puedo poner.

Damian decidió ponerse la máscara por curiosidad. Ahora le cabía bien y podía llevarla sin problema.

—¿Cómo me veo?

—Das miedo… —dijo perturbada por la apariencia de su amigo—. Si esa cosa estuviera pintada de blanco, parecerías un fantasma.

Esa máscara, aunque simple si permanecía reposando en cualquier sitio, emanaba una sensación de terror enorme estando en la cabeza de Damian. No tenía boca o nariz alguna, dejando que solo los ojos quedaran al descubierto, y con el color que tenían los de su amigo, era muy fácil notar la combinación de horror que podía inspirar con el color y la ropa adecuada, resultando en la apariencia de una figura humana inidentificable, observando a su víctima con unos ojos rojos enormes. Un ser digno de pesadilla.

—Eh. Como dice el dicho “a Rapidash regalado no le veas las llamas”. Espantar solo podría ser útil si fuera un vigilante que lucha contra el crimen. Es probablemente el recuerdo más preciado que tengo ahora, desde que perdí la medalla.

Luego se quitó la máscara y la dejó encima del estante en el que había permanecido escondida.

Danielle observó a su amigo retirando el objeto, pero cuando volteó al estante, encontró otro objeto interesante: una foto. En ésta, se Damian se encontraba parado junto a muchos pokémon a su alrededor, incluyendo a los que tenía; eran 24 en total, de izquierda a derecha: Roserade, Flygon, Empoleon, Ninetales, Primarina, Gigalith, Abomasnow, Noivern, Gliscor, Swampert, Scizor, Mismagius, Emboar, Gardevoir, Absol, Lilligant, Swanna, Breloom, Hydreigon, Togekiss, Galvantula, Lopunny, Nidoking y Manectric . La chica estaba curiosa por la imagen, por lo que le preguntó a su amigo:

—¿Y esa foto?

—Es de hace dos años… igual, ya no tengo a la mayoría de esos pokémon, y ni siquiera están los que capturé en Kalos.

—Creo que me habías dicho que los habías liberado.

—Efectivamente —Damian asintió mientras trataba de no llorar con los recuerdos que aún se sentían como heridas frescas en su mente—. Pensé que estarían mejor en las manos de otros, así que busqué gente que se interesara en ellos. La mayoría encontró nuevos dueños o terminó suelto en su propio hábitat, excepto un Aegislash que obtuve de Kalos, ese se perdió y nunca supe a dónde se fue.

—Entonces, ¿por qué aún tienes a tus cinco pokémon?

—Curiosa historia, pero preferiría si saliéramos antes de hablar de ello, ¿te parece bien?

—Está bien.

Ambos salieron del cuarto y bajaron las escaleras.

—¿Ya se van, chicos? —preguntó la progenitora al notarlos.

—Sí, madre. Te veré más tarde.

—Entiendo. ¡Diviértanse! —luego dirigió la palabra a Danielle—. Ah, y Dani, eres bienvenida en esta casa, puedes venir cuantas veces quieras.

—Gracias, Eliza.

Los dos adolescentes tomaron la puerta principal para empezar otra caminata usual por la región, así Damian podría explicar su historia con más calma.

—Bueno —interrumpió Danielle—, ¿vas a hablarme de por qué no liberaste a tus demás pokémon?

Damian se detuvo y dio un suspiro, molesto por la idea, aunque capaz de cumplir con la demanda.

—Es una larga historia —empezó a narrar—:

“En mi labor por repartir a mis pokémon con otras personas, Roserade, Hydreigon y Gliscor se rehusaron a irse. No diré nada de Scizor porque siendo mi primer pokémon, lo justo era que se quedara conmigo.

“Con Roserade, recurrí a algunas florerías que podrían interesarse en tener pokémon que cuidaran de sus arreglos. La dueña de una, ubicada en Brokenglass se interesó por ella. Yo acepté, me despedí de Roserade, ambos llorando y regresé a casa. Pero a la semana siguiente, la florera llegó a mi casa para reclamarme sobre ella.

“—¿Qué fue lo que pasó? —le pregunté.

“—¡Tu Roserade es una majadera desobediente! —me dijo—. ¡Le encargué algo tan simple como era vigilar mis macetas y las tiró todas! Luego, le pedí que me ayudara a regar las flores, ¡y las llenó todas de veneno! Y por último, le ordené que fuera amable con los clientes, ¡y los ahuyentó encimándoseles!

“Yo alegué que eso no era posible porque mis pokémon no actúan así, pero luego me gritó:

“—¡Pues eso no fue lo que yo vi! ¡Y me vas a pagar por todos los daños que ella hizo!

“—Entiendo… el dinero no es problema para mí.

“Entonces ella dejó a Roserade en mi casa. No me fue difícil asumir que se puso tan desobediente con el propósito de regresar hacia mí. Ella quiso abrazarme, pero yo estaba demasiado enojado con ella por lo que hizo y le grité. Ya al tiempo dejé de estar enojado y pagué por las flores y las macetas.

“Con Gliscor, encontré a un guardia nocturno del Museo Nacional de Bristar en Lover’s Pool. Le sería útil para defenderse de peligros, gracias a su visión y agilidad. Me despedí igualmente de él. Pero al día siguiente que decidí volver para ver si no hizo alguna tontería como Roserade, el guardia me comentó lo siguiente:

“—Creo que te devolveré a tu pokémon.

“Le pregunté por qué y me dijo:

“—La noche anterior que decidí sacarlo, se quedó en el techo del museo sin moverse. Intenté llamarlo, pero no me hacía caso. Unos ladrones intentaron asaltar y seguía sin moverse. Para mi suerte, yo ando con un Growlithe, por lo que no hubo desgracia alguna.

“—Entiendo.

“El policía me regresó a Gliscor sin problema. Yo estaba algo molesto con él, pero al menos me aliviaba el que no hiciera enojar al señor a diferencia de Roserade.

“Ahora, con Hydreigon: para este fui a un lugar menos convencional. En ciudad Rivermouth, hay un pequeño bar donde entrenadores de tipo dragón se encuentran para conversar o pelear, le dicen “Guarida del Dragón”. Yo entré y ofrecí públicamente a Hydreigon. Uno de los entrenadores lo reclamó. Volví a despedirme. Pero en la noche, lo encontré fuera de casa sin motivo aparente.

“Regresé al bar donde lo había dejado. Encontré al entrenador con el que dejé a Hydreigon, furioso, que me gritó:

“—¡OYE TÚ! ¡Tu maldito Hydreigon me mordió la mano!

“Y el entrenador me mostró su mano derecha, con la marca enorme de una mordida en ella. Al parecer pensó que lo quise estafar porque luego me dijo:

“—¡¿Crees que es divertido engañar a otros así?! ¡Ya te enseñaremos!

“Todos los entrenadores del bar nos atacaron con sus propios dragones. Eran demasiados para los dos. Terminamos siendo expulsados del bar.

“—¡Y no regresen jamás! —contestó el dueño del lugar antes de cerrarnos la puerta.

“Me enojé mucho con Hydreigon por hacerle daño a alguien, siendo que yo les ordeno a mis pokémon que nunca le hagan daño a los demás si no están perdidos o liberados. Aunque al final, también terminé por perdonarlo.

“Era claro para mí que ellos no iban a dejarme por ningún motivo.”

—¿Y qué hay de Gardevoir? —preguntó Danielle.

—Ah, ella… —dijo Damian melancólico—. Ni siquiera tuve qué hacer algo con ella. Apenas saliendo de casa, Gardevoir me dijo: “Maestro, sé que ahora se siente indigno de mí y de mis hermanos, pero no me iré de su lado. Mi deber es con usted y con nadie más”. Y con eso le bastó para que abandonara mi idea de regalarla.

El joven permaneció en silencio después de dar sus anécdotas acerca de sus leales pokémon, de quienes se consideraba indigno de tener. El recuerdo quiso obligarlo a soltar lágrimas, pero tuvo la fuerza de voluntad para simplemente no hacerlo.

—Vaya anécdota, ¿no? —bromeó—. ¿Qué te gustaría que hiciéramos ahora?

Damian quiso cambiar de tema, pero Danielle no lo permitió, observándolo con una mirada penetrante.

—Damian… —refunfuñó con un tono de intimidación—. ¿Sabes por qué tus pokémon volvieron a ti?

—Sí… —respondió asustado.

—Pues no lo parece. Porque si así fuera, ni hubieras pensado en liberar a ni uno solo de tus pokémon.

Damian permaneció en silencio, intimidado por la ira que salía de la boca de Dani. En el tiempo en que ambos se habían conocido, nunca la escuchó tan furiosa en su vida, y lo único que había hecho fue contarle parte de su pasado para ello. Pero lo peor para él es que esa actitud no tenía mucho sentido en contexto, dado a que realmente no sentía que había hecho algo que garantizara la furia de su amiga. Además, estaba tan confundido y asustado que no podía explicarle el por qué de su decisión.

—Ellos se quedaron contigo porque te quieren. Grábate eso en la cabeza, Damian Kaine.

—¿Acaso estás enojada?

—Lo estoy. Pero ahora quiero irme a casa. —dijo a la vez que se alejaba.

—¡Espera! ¿No quieres que hagamos algo más?

—Creo que he tenido suficiente…

—¡Vamos! —el joven agarró a la muchacha del brazo para detenerla—. Dani, sé que hice mal con liberarlos, pero no fue porque no los amara, sino porque están mejor en manos de mejores entrenadores.

—Entonces si hubiera mejores chicos que tú, ¿me dejarías porque estoy mejor con ellos?

—No estás comparándote con los pokémon, ¿o sí?


—Lo estoy haciendo porque no pareces entender dónde está su felicidad. El amor no es sobre superioridad, Damian, sino sobre lo mucho que aprecias a quiénes tienes de cerca.

El comentario lo dejó sin palabras. No porque no entendiera que el amor no era un tema de poder, sino porque lo sabía y odiaba esa sensación de regaño que le dejó el comentario.

—Parece que no lo comprendes… —gruñó Danielle, soltándose del brazo de su amigo para irse.

Damian sabía que no podía dejar las cosas así. “Por favor no me dejes,” Dani era su única amiga, y no podía perderla por algo como una anécdota de su pasado. Tenía qué hacer algo para que dejara de estar enojada, y su tiempo corría con cada paso que ella daba, así que tuvo que pensar rápido. “Me voy a arrepentir de esto…” Corrió hacia ella y puso un brazo en su hombro izquierdo.

—¡Déjame! —gritó la rica apartando el brazo del muchacho.

Pero eso era lo que él quería, porque la hizo voltear, dándole una oportunidad para asestar su ataque: un beso directo a sus labios. Su duración en la conexión duró apenas cinco segundos antes de que Damian la soltara.

—Lo siento, pero no quiero que pienses que no te aprecio…

La chica se quedó paralizada, fuertemente sonrojada por la acción de su amigo. Damian se quedó pensando que ella no iba a perdonarlo por tomar la virginidad de sus labios, pero la muchacha le respondió con un beso más simple en la mejilla, que en turno le dio su propio sonrojo.

—Disculpa aceptada —ella sonrió—. Pero a la próxima, déjame cerrar los ojos y disfrutar del momento, ¿vale?

—¿Okay…?

—Supongo que no será necesario ir a otro lado, porque me acabas de dar un viaje. Te veo la próxima semana.

Danielle entonces se fue, sin perder aquella sonrisa. Aunque Damian se sentía satisfecho con ver a su amiga, si es que aún podía llamarla así, tan feliz, sabía que su plan con ese beso fue algo muy arriesgado, dada la naturaleza de dicha acción. “Nota mental, si llegas a tener más amigos, ni de loco te atrevas a hacer eso de nuevo”, pensó. Lo bueno de todo, era que ahora podría mostrarle su récord en la Liga Pokémon sin la molestia que antes le habría causado.
 

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Capítulo 6: Pasado detestable

Una semana pasó desde que Damian y Danielle tuvieron su primer beso. Como habían acordado casi dos semanas antes, Ron tenía preparado todo el material para que Damian le mostrara sus derrotas a su hermana. Él no olvidó el acuerdo que hizo, así que llegó una vez más a la mansión Abbeystead, aunque lo hizo con el miedo de saber si sus padres supieron del beso que usó como táctica para mantener a su hija cerca.

—Me alegra que llegaras —Ron recibió a Damian en la puerta—. Pensé por un momento que no ibas a venir. Ya tengo todo listo.

—¿Está Dani bien?

—De hecho, ahora que lo mencionas, Dani volvió más alegre que de costumbre el viernes pasado. ¿Qué fue lo que le hiciste, Damian?

—Es algo un poco íntimo. Solo te diré que no fue nada malo.

—¿Seguro?

—Insisto. Te lo haré saber más adelante si es que no nos molesta explicarlo.

—Más te vale. Porque como te dije antes: por donde sepa que tocaste a mi amada hermana, créeme que no tendré piedad contigo.

Los dos entraron a la mansión. Ron guió a Damian hacia el cuarto de Danielle en el segundo piso de la mansión. La puerta estaba cerrada como era de esperar.

—¡Hermana! —gritó el joven de ojos azules mientras tocaba la puerta—. ¡Damian llegó!

Treinta segundos después, la puerta se abrió.

—Hola, Dani… —Damian saludó avergonzado.

—Damian…

—Muy bien. Díganme de una vez que pasó con ustedes dos la semana pasada.

—Nada importante, hermano.

—Pues no lo parece. —dijo notando el sonrojo de ambos.

—Aunque sí hay algo que debo hacer —comentó Dani para luego abrazar al muchacho—. Por favor no vayas a rechazar nada de lo que haga por ti.

—No puedo prometer. Pero por ti, daré mi esfuerzo por ello. —respondió mientras hacía el abrazo entre ambos más duro.

—También, perdóname por lo del viernes pasado. Simplemente pensé que no eras capaz de apreciar el amor de otros. Tenía mucho miedo de que me fueras a dejar de lado como a tus pokémon.

Damian consideró eso como una explicación algo vaga para la extraña actitud que ella tomó el viernes pasado, pero la sensación de cariño le hizo conformarse con esa respuesta.

—No te preocupes. Esos días terminaron para mí…

—Si ya terminaron, tórtolos —criticó Ron—, tenemos lugares a dónde ir.

—Un segundo —interrumpió Danielle mientras se apartaba de los brazos de Damian—. ¿A qué te refieres con “lugares a dónde ir”, hermano?

—Ah, es verdad. Le hice el favor a tu novio de buscar los vídeos de las Ligas en las que participó. Todo está listo en la sala de cine de abajo. Papá me lo prestó para la ocasión.

—Espera, ¿cuándo acordaron eso?

—El martes que lo trajiste a almorzar con mamá y papá, antes de que saliera.

—¿Por qué lo hiciste, Damian?

—Porque te dije que debías saber por qué me odio tanto. Lo único que no pensé es que antes te haría enojar.

—Suficiente de charla. Ya podrán continuar su drama en el estudio.

Los tres entonces bajaron de la planta para dirigirse al estudio de la mansión, ubicado al fondo del pasillo principal, en una zona oscura que Damian apenas miró cuando fue guiado hacia el comedor once días atrás. Habiendo llegado, Ron encendió las luces para preparar las películas, revelando la enorme habitación, con dos filas de siete asientos, un telón enorme y cuatro estantes rodeando las paredes.

—Wow… —musitó Damian al observar la sala—. ¿Para qué usan este lugar?

—A veces, papá invita a sus socios para mostrarles sus nuevas propuestas. —respondió Ron—. Tomen asiento y Damian, no toques los estantes a tu alrededor. Yo voy a poner la película de mientras.

Damian y Dani tomaron asiento juntos en la fila más cercana al telón.

—¿Con cuál empiezo?

—Apreciaría si fueras por orden cronológico. Aunque realmente con solo la primera y la última basta para tener el mensaje claro, pero igual hay que poner todas para no dejar espacios vacíos.

—Muy bien entonces. Yo las vi antes, así que me voy a quedar en silencio. Disfruten de la función.

Ron apagó las luces de la habitación mientras el proyector procesaba la película. A los diez segundos, empezó la función.

Como Damian solicitó que las batallas fueran en orden, la película comenzó exponiendo los cuartos de final de la Liga Bristar, cuando este tenía apenas diez años:
Siendo su primera vez, Damian no tenía muchas expectativas de sí mismo y de sus pokémon. Sin embargo, ya apenas había logrado ponerse entre los ocho mejores de su región natal.

El oponente de la ocasión le dio al joven una batalla de la cual perder los nervios, pues si bien Damian llevaba la ventaja contra los primeros tres pokémon peleando con más fuerza bruta que otra cosa, al momento que lidió con su cuarto enemigo: un Ursaring, las cosas se turnaron en su desventaja, pues requirió de que su Nidoking y Mismagius combinaran veneno y el efecto de maldición para tumbarlo, dado a que no podían vencerlo con ataques normales. El siguiente: Magmortar, fue quien dio con acabado a los dos monstruos del muchacho, viéndose obligado a enviar a Scizor al combate, una desventaja muy clara, pero por suerte o esfuerzo, terminó acabándolo, aunque desgraciadamente, ya no fue capaz de darle la victoria a Damian, perdiendo contra un Donphan fácilmente. Dani, para la sorpresa de los dos chicos, no se inmutó hasta admirar la cara de tristeza en su amigo antes de que la filmación terminara abruptamente.

—¿Ves? —dijo el muchacho de ojos rojos hacia su compañera.

—Vamos, Damian. Fue tu primera Liga. Seguramente no estabas tan bien entrenado como ahora. Aparte, aunque perdiste, le diste una pelea dura a ese tipo.

—Estoy de acuerdo —dijo Ron—. No todos los días veo a un Scizor recibir un ataque tipo fuego sin caer al suelo.

—Es sólo el principio… aparte, no recuerdo muy bien cómo estuvo, pero estoy seguro de que a alguien le hice una promesa con esa Liga, y al perder terminé por romperla. Igual, no es momento de hablar sobre eso —después dirigió la palabra a Ron—, continúa con la siguiente pelea, por favor.

—Con gusto.

De ahí empezó todo un maratón de combates tedioso de ver para el que las protagonizó, aburrido para el que las vio con anterioridad y curioso para la que apenas las conocía. Ahora siguió Hoenn, un año después de Bristar. La pantalla permitió ver al joven, igual de nervioso que antes, en la misma posición. En esa pelea, Damian ahora intentó no solo valerse de la fuerza de sus pokémon, sino que también decidió sacrificar movimientos que podían permitirle valerse contra sus debilidades a favor de otros que permitían amplificar la fuerza de los demás ataques; aunque no le molestaba demasiado, teniendo criaturas más flexibles en ese detalle como Swampert, Absol y su fiel Gardevoir, a quien aún no podía invocar de un chasquido como ahora. Para su extraña sorpresa, le había sido útil, acorralando al rival en un impactante 5-1 a su favor, pero su suerte terminó ahí. El último monstruo a vencer era un Salamence, “fácil de acabar” pensó cuando estaba en ese campo de batalla, pero por más extraño que pareciera, fue capaz de acabar con cada uno de sus monstruos. Demasiado fuera de lugar para el entrenador, siendo que casi todo su equipo tenía al menos un ataque podía hacerlo trizas, pero al final, logró mandarlo a la derrota por segunda vez.

—Wow… —pronunció la muchacha.

—¿De qué te sorprendes? ¿De que esa cosa aguantara a cinco pokémon a la vez?

—Pues, sí. Aunque igual no deberías verlo como algo malo. El hecho de que casi ganas la pelea en un 6-1 muestra lo duro que eres.

—Aparte —interrumpió Ron—, vi el resto de la Liga y ese Salamence no volvió a aparecer con su entrenador. Claramente mordió más de lo que podía masticar.

—¿Y? Ni que mi intención fuera mandar a alguien a la sala de emergencias. Sigamos con las demás.

El siguiente turno fue para Sinnoh, una vez que Damian logró salir de los ocho mejores a la semifinal. No fue capaz de repetir su logro en acorralar al oponente para llegar a la victoria, pero fue de igual manera más duro de roer que antes, todo gracias a su decisión de combinar equipos entre sus dieciocho pokémon para variar sus estrategias. Para la semifinal, éste decidió usar a los seis monstruos que capturó en su viaje por la helada región. Con las Púas Tóxicas de Roserade, logró darse una ventaja enorme sobre el oponente, pero éste eventualmente consiguió eliminarlas tirando a un Aggron con Lanzallamas. Una vez eliminada esa trampa, el combate fue intenso, con ambos entrenadores tirando sus golpes más fuertes, hasta que en la pelea final entre Empoleon, del lado de Damian y Torterra, asistiendo al oponente, terminó con la enorme tortuga destrozando al pingüino emperador de un potente Terremoto.

—Bueno, mira el lado positivo: saliste de los cuartos de final.

—Hmm. Continúen con la siguiente, solo son dos más.

La penúltima pelea se dio llevó a cabo en Unova, esta vez en la mismísima final de la región. Ahora el chico llegó lo más cerca que podía de la victoria. Su equipo regional era el mejor que tenía hasta ahora, siendo capaz de valerse en los cuartos y la semifinal por sí solos, sin requerir de sus pokémon anteriores. Cada uno de los pokémon se turnó en una larga serie de peleas en las que uno saldría victorioso sobre, casi sin que los entrenadores cambiaran de arma. Una vez que Emboar y Samurott terminaron en un empate, los dos chicos lanzaron a sus últimas criaturas: Hydreigon y Haxorus; los dos dragones libraron un combate que involucró muchas mordidas y rasguños respectivamente, hasta que ambos decidieron darle un fin al combate disparando Pulso Dragón de manera simultánea. Los ataques se dirigieron a sus objetivos, por lo que lo único que realmente quedaba por hacer era ver quién quedaba de pie. Desafortunadamente, la hidra quedó sin más energía para seguir peleando.

—Esa pelea fue muy intensa —admitió el chico de ojos azules—. Por poco pudiste ganar.

—Pero no lo hice, ¿o sí? Solo pon la última y terminemos con esto.

Ahora, era turno de ver la última batalla del joven de Pueblo Knight antes de abandonar su vida como entrenador. Cinco años transcurrieron desde que empezó su viaje en búsqueda del título de campeón que lo pondría encima de una región entera. Era hora de la verdad, o ganaba esta vez, o todo habría sido una pérdida de tiempo. Como hizo antes en Sinnoh, decidió traer a cuantos pudiera de todos sus pokémon al combate por lo menos una vez. Su última batalla involucró a las cinco bestias que ahora le quedaban, junto a una Primarina que sorprendentemente encontró en su región natal, dando entre todos el esfuerzo de sus vidas. La pelea final se dio entre un Lucario y la Gardevoir del muchacho, que ya podía entrar a la arena con un chasquido; los dos pokémon portaban ropa con la que metían sus respectivas megapiedras, el perro con un collar y la ninfa con una tiara.

Y ahora que hablamos de nuestro protagonista, Damian portaba un guantelete para la ocasión, con el que incrustó su piedra llave; pero había algo muy inusual en su pose, si bien él tenía nervios por dentro, podía mantener la compostura por fuera, pero una vez que ya quedaban seis pokémon capaces de luchar entre los dos entrenadores, su pose había cambiado a una de carácter feral, inclinando la cabeza hacia abajo, con los dedos de ambas manos retorciéndose y el resto de su cuerpo temblando. Dani no pudo evitar fijarse en ese detalle, y quiso preguntar:

—Damian, ¿qué fue lo que te pasó ahí?

—Eso es lo que pasa cuando llevas el tiempo de fracaso que yo, te desesperas tanto que es imposible evitar desear que el oponente caiga sin importar lo que pase —dijo con un tono de rabia—. Sin embargo, no veas eso como un intento de asesinato, sabes que nunca aprobaría o justificaría algo así. Aparte, eso no es lo peor de la pelea, ya verán.

Volviendo a la pelea, los dos entrenadores no pensaron dos veces en megaevolucionar a sus respectivas criaturas. Los dos pelearon con mucha fuerza en sus manos, Gardevoir con el juego a distancia y Lucario con golpes físicos. El perro tenía la ventaja por su combinación de tipos, pero el muchacho no iba a permitir que le ganaran de nuevo, así que, en una ola de rabia que le nubló la mente, ordenó a su ninfa que lanzara una fuerte Onda Certera que llegó al brazo izquierdo de su rival, el disparo fue tan duro, que terminó por rompérselo, impactando al público en la arena y a la joven de pelo blanco.

—¡Damian! —exclamó sin hacer demasiado ruido—. ¡¿Cómo pudiste hacer algo así?!

—Es como te dije antes: estaba tan harto de perder que realmente no quería volver a repetir las cosas —musitó, dio un suspiro de molestia y continuó—. Lo siento, Dani, realmente no quiero que pienses que soy una mala persona.

Habiendo escuchado el tono de su amigo y recordando que éste era el mismo chico que estresó el llevarla volando por un incidente, y el mismo que le besó con tal de demostrarle que le importa; ella decidió no enojarse con él.

—Está todo bien. Solo, prométeme que no actuarás así de nuevo, ¿puedes?

—Pues, como ya no me dedico a pelear, supongo que puedo hacer una promesa sobre eso. Además, fíjate en esto.

Siguiendo la indicación de su amigo, la chica volvió a mirar la pelea: notó que el joven ya no seguía en la misma posición feral que antes y en cambio, empezaba a mostrar señales de miedo y arrepentimiento. El réferi no lo descalificó por el ataque, así que no le quedó de otra más que continuar peleando, aunque ahora conteniendo parte de su fuerza. Eso le mostró a Dani que el daño en el brazo no fue intención de Damian. Ambos se miraron y con gestos, ella le hizo saber que entendió lo que pasó, sin rencor ni rabia.

Ya para acabar con el maratón, Gardevoir empezó a bajar la guardia y a atacar con menos potencia que antes, debido a lo que ocurrió. Aprovechando esto, Lucario logró darle el golpe final a su oponente con una poderosa Garra de Metal usando su brazo derecho, poniéndole fin a la batalla y con ésta también finalizó la carrera de entrenador de Damian Kaine.

—Ahí tienes… —musitó el muchacho una vez terminado el maratón y luego se levantó—. Cinco años de mi vida, y ni un solo logro…

—¡Por favor, Damian! Hay gente que lleva más tiempo entrenando y ni han logrado llegar a donde tú has podido.

—Solo siendo campeón es que alcanzas siquiera una pizca de éxito en la vida del entrenador… —respondió con lágrimas saliendo de sus ojos—. Solo piensa en todo lo que soñaba cuando era más joven: imagínate a un chico que añoraba la grandeza como todos, piensa en alguien al que desde pequeño le tachaban lo débil que era y cuanto más deseaba poder demostrar lo contrario, y…

El chico se mantuvo en silencio por recordar, pero decidió continuar con el comentario:

—¡Diablos! Piensa en la familia también. Mi madre tenía tantas expectativas de mí. Eso es lo que esperaba de su único hijo, pero lo único que recibió fue a un perdedor común y corriente. No sé cuántas veces fue que no té su cara de decepción al verme perder, por ser como los demás en lugar de algo mejor, pero sé que me las merecía. Me siento mal por ella, ¿sabes?

La respuesta sorprendió a la joven de ojos azules, entendiendo ahora por qué Eliza se había echado la culpa por la actitud de su hijo: le exigió demasiado ser algo que tomaba mucho lograr. Pero algo no le cuadraba: si ella fue exigente con él, ¿qué la hizo cambiar que ya no le hacía de menos?

—Pero, Damian, Ella se portó tan bien con los dos cuando la vimos, ¿qué hay de eso?

—Se suavizó —gruñó—. Eso es lo que le pasó…

—¿Entonces por qué se llevan tan bien?

—Porque a pesar de todo aún la quiero. Me imagino que ya conoces esa sensación.

Entonces el chico se levantó de su asiento, harto de hablar y pensar en su pasado, y se dirigió a la puerta que llevaba a la salida.

—Gracias por la ayuda, Ron. Te debo una grande…

—¡Espera! —gritó, logrando que el chico se detuviera por un momento—. Damian, no vayas a hacerte daño, por favor.

—No lo haré… aunque si me gustaría preguntarte con toda honestidad, Dani: ¿crees que soy digno de ti? Porque pienso que no lo soy, ni de nada bueno que me pasa en la vida.

La chica permaneció en silencio por varios segundos, hasta que a Damian se le colmó la paciencia.

—Supongo que es mejor si dejo que lo proceses debidamente. Nos vemos, Dani.

Damian salió de la habitación y poco después de la casa. Danielle y Ron estaban impactados por la actitud del chico, Ron porque entendió que no era ningún rufián que quería hacerle algo malo a su hermana; y Dani porque ahora sabía por qué su amigo se sentía tan miserable consigo mismo.

—Bueno… —comentó Ron después de estar en silencio por un rato—. Eso fue, algo… creo que es mejor si nos va-

No pudo terminar la frase porque sintió una mano jalando del cuello de su camisa. Volteó para ver a su hermana con una expresión furiosa en la cara.

—¿Por qué le trajiste esos vídeos?

—Eh…

—Lo hiciste para humillarlo, ¿no es cierto? —interrogó con la rabia saliendo de su boca.

Ron se quedó incapaz de hablar, sabiendo que a ella no le iba a gustar la respuesta.

—¡Habla! ¡A ti no voy a tenerte paciencia!

Habiéndola escuchado, él escupió lo que pudo:

—No pensé que él de verdad fuera honesto. Creí que realmente era un clase baja oportunista-

Sus palabras fueron interrumpidas de nuevo, esta vez siendo porque la mano que sostenía su camisa se soltó para darle una cachetada fuerte.

—¿Y por qué lo pensaste, exactamente?

—Porque nuestros padres no quieren que-

—No. Yo sé por qué, porque al parecer, no puedes superar lo que te pasó en la escuela de entrenadores de pueblo Hammer, ¡así que todos los que no vengan con una billetera enorme deben ser unos monstruos!

—¡Hermana, por favor! Sabes que esos tipos nos odian por nuestro dinero, lo que pasó en mi infancia solo solidificó la decisión de alejarnos de ellos. Y aunque Damian sea tan honesto como lo dices, ¿realmente crees que vale la pena enamorarse de un tipo al que conociste hace años? Ni ha de acordarse de eso.

—Pues prefiero estar con un clase baja como él a que me regalen a otro rico para obtener dinero. Al menos él me ha hecho feliz —gruñó mientras se dirigía a la puerta—. ¡Oh! Pero antes de salir, te haré saber algo: así como le dijiste a Damian que lo ibas a atacar si me hacía algo, no te metas entre nosotros a menos de que te disculpes con él, o quieras que me vaya de esta casa. ¿Entendiste?

—Sí… —respondió humillado.

—Bien.

Danielle salió de la sala, dejando a Ron sólo. Ambos pasaron el resto del día reflexionando. Ella le había dicho a Damian que iba a apoyarlo a como dé lugar, y ahora que conoció su pasado, tenía que darlo todo para hacerlo feliz. Ron, por otro lado, pensó en lo que su hermana le dijo; no podía obligarse a tolerar a toda la gente de menor ingreso porque aún le enfurecía recordar el recuerdo de su infancia, habiendo ido a la escuela de entrenadores con el deseo de hacer amigos, solo para que los demás niños lo atacaran por los ingresos de su familia, haciéndole jurar que no los perdonaría; sin embargo, tampoco podía ignorar que ella, a quien quería mucho por ser su única amiga en ese largo tiempo, realmente amaba a ese chico, ni podía tampoco hacer caso omiso a la amenaza que ésta le hizo; por lo que ahora debía decidir qué era más importante, ¿la felicidad de Dani o su propio rencor?
 

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Capítulo 7: Pagando una deuda

En el sábado siguiente a la pequeña “tarde de películas” que los tres adolescentes tuvieron, Damian reposaba en su casa, tranquilo de la vida. Aunque le molestó recordar sus derrotas, tampoco era inmaduro al respecto; dejó ese problema atrás para poder relajar su mente y pensar en el paso que ahora debía tomar como persona, hasta no llegar a una conclusión y quedarse dormido.

Se escuchó un golpe hacia la puerta de los Kaine. Como el joven estaba encerrado en su cuarto, no pudo escuchar nada, pero su madre, estando en la cocina, detectó el ruido y lo atendió.

—¿Dani? —preguntó Eliza después de abrir la puerta.

—Hola Eliza… —saludó con un tono vacío—. ¿Está Damian bien?

—Sí… ¿qué haces aquí? Pensé que ustedes no se verían hasta el próximo viernes.

—Lo sé, pero vine porque necesito verlo.

—Pasa.

La madre le hizo espacio para que entrara. Aún estaba intrigada de por qué ella se vio con la necesidad de venir a ver a su amigo. A fin de cuentas, Dani era la primera amistad que Damian tenía con otra persona, de ahí su curiosidad por ello.

—¡Damian! —gritó hacia el piso de arriba, pero no hubo respuesta alguna, por lo que su siguiente acción fue subir al segundo piso y tocar directamente al cuarto de su hijo.

—¡DAMIAN! ¡Dani está aquí, ella quiere verte!

Sin embargo, aún no había respuesta del otro lado, eso le hizo pensar que se encontraba aún inconsciente en su cama, típico de él. Eliza entonces volvió con Danielle.

—Parece que está durmiendo todavía.

—¿Es normal que esté dormido a estas horas?

—De vez en cuando, tiene un mal hábito por desvelarse. ¿Quieres que entre a su habitación y lo despierte, o preferirías esperar un rato?

—Démosle algo de tiempo, seguramente no esperaba a que yo viniera.

—Entiendo. ¿Quieres venir a la cocina y tomar algo de té mientras esperas?

—Con gusto.

Ambas entonces se fueron de la sala. A la derecha tenían su lugar de destino, habiendo estado ahí antes, Eliza le pidió a Danielle que tomara asiento en la mesa que tenían cerca, pues iba a preparar té para ambas y eso requería de tiempo. La mujer empezó a sacar de la alacena los materiales que requería: dos tazas, una olla pequeña y una pequeña bolsa con un pequeño contenido verde adentro. De ahí llenó la olla con agua y depositó el contenido de la bolsa en la misma, después puso el recipiente a calentar en la estufa por el tiempo suficiente y al final vació el líquido en las dos tazas. Y en todo ese proceso, aún no tenía idea de con qué motivo es que la chica se vio con la necesidad de reencontrarse con su hijo fuera de sus salidas habituales, y con Damian dormido, sabía que no podría conseguir un contexto a partir de la conversación que ambos podrían tener. Eso fue lo único que pensó en esos diez minutos que dedicó a preparar sus bebidas.

—Aquí tienes, es de manzanilla —la pelirroja le entregó una taza con té caliente a la chica.

—Muchas gracias, Eliza.

—Dime, Dani, ¿a qué se debe que vinieras?

Una vez escuchado eso, Danielle detuvo su taza de té con un aire de molestia, haciendo que la mujer se preocupara porque ella reaccionara mal ante lo que consideraba una interrogante inocente.

—Es por algo pequeño, sin embargo… —la joven dio un suspiro de estrés antes de continuar—. Eliza, me veo con la necesidad de preguntarle, ¿usted piensa que su hijo es malo solo por no haber ganado la Liga?

Esas palabras le dieron un escalofrío enorme. Aunque estaba consciente de que antes ya había hecho referencia a la influencia que tuvo con la actual actitud de su hijo, no creyó que él le contaría de algo más, considerando lo estresante que era para ambos recordar aquel momento que la “suavizó” como el joven mencionó. “No, él no es así,” pensó, con la idea de que seguramente, ese mismo comentario que hizo la llevó a interrogarlo y conseguir una respuesta vaga.

—Ay, Dani… no tienes idea de lo mucho que me duele recordar lo que pensaba antes y…

No quería responder a esa pregunta de su invitada, quien le miraba sospechosa, pero tampoco podía arriesgar el que pudiera levantar una sospecha si se mantenía en silencio por demasiado tiempo. Estaba tentada a abrir la boca, pero…

—¿Dani? —preguntó una voz.

La señora Kaine salió de su pequeño trance mental en el que trataba de plantear su siguiente acción para voltear a ver a su propio hijo, quién inmediatamente estiró los brazos y lanzó un bostezo enorme, enormes señales de cansancio, comunes de alguien propenso a desvelarse como él.

—¿Damian? —respondió la joven.

—¿Qué haces aquí?

—Muy bien —interrumpió la madre para dirigirse al muchacho de ojos rojos—. Primero respóndeme, ¿por qué no contestaste antes?

—Porque estaba tan cansado que no quería ni abrir la boca. Eso pasa a veces cuando quieres dormir un poco más y no puedes, sin mencionar que debía ponerme la ropa —comentó antes de volver a bostezar—. Es un proceso algo lento a veces, ¿sabes?

—Entiendo. —suspiró.

—Pero a lo que íbamos. ¿Por qué estás aquí, Dani?

—Porque quería verte, Bello Durmiente.

—Querrás decir Rip Van Winkle. Ese es el hombre que pasa demasiado tiempo dormido. Aunque él no estuvo ni la mitad de tiempo dormido, no gozó de no envejecer como Bella, y que no lo despertaron con un beso…

—Tú sí podrías despertarme con uno, Damian.

—¡Awww! No me digan que ya son novios. —la madre se sonrojó.

—No formalmente, no…

—Eso es cierto.

—Ya dejando demás temas. ¿Por qué querías verme, Dani?

—Porque quería entregarte algo.

—¿De qué hablas?

Danielle metió su mano izquierda en un bolsillo de su suéter y se puso a manosearlo. Rápidamente dio con un objeto que sacó de la bolsa.

—Para ti —entregó un pequeño papel a su amigo.

—¿Qué es esto? —entonces empezó a leer el mensaje.

GRAN BAILE DE LOVER’S POOL
5 de Marzo, 8:00 PM
Favor de mostrar este boleto a la entrada del salón GOLDENHEART para asistir al evento

—¡A la…! ¿De dónde sacaste esto, Dani? ¡Este baile es increíblemente costoso!

El joven no exageraba en lo absoluto. El evento era caro, más que nada porque la mismísima familia real aparecía para divertirse e interactuar, llamando la atención de gente adinerada y celebridades; por lo que los organizadores podían ganar mucho dinero cobrándole la entrada a dichas personas, así como a cualquier transeúnte inocente.

—Los compré después de que saliste de casa ayer.

—Pero, ¿por qué?

—Porque pienso que te has estresado mucho con lo de la Liga, así que ahora, hay que divertirnos como nunca y no tocar ese tema.

—¿Okay…? Pero, ¿qué no todos deben llevar traje o vestido? El que alquilé la otra vez no era muy barato que digamos, y esto es la próxima semana.

—Bueno-

—No necesitas hacer nada, Dani —interrumpió la madre—, yo le daré un traje a Damian. Ustedes vayan y diviértanse.

—Madre…

—No te preocupes, hijo. Insisto.

—Oh, pues, gracias Eliza.

—De nada, Danielle.

—Entonces, ¿cómo nos veríamos para ese día?

—Pasa por la mansión como lo has hecho antes. Magnus nos hará el favor de llevarnos al salón. ¡Entraremos como toda una pareja real!

—Oh… bueno, muchas gracias por la invitación, Dani. Supongo que nos vemos en dos semanas.

—Claro…

Todos quedaron en silencio, pues la conversación ya no llevaba a ningún lado.

—No sé qué les pasa a ambos, ¡despídanse! —exclamó la señora Kaine impaciente.

—Adiós. —pronunció el chico usando su mano izquierda, moviéndola de izquierda a derecha.

—Damian… —gruñó.

El joven soltó un suspiro tras oír a su madre y se acercó a Dani para darle la mano. Ella le respondió debidamente, dándose un apretón amistoso.

—¿En serio? —cuestionó con los brazos cruzados, zapateando su pie izquierdo.

El joven volvió a suspirar de vergüenza y le dio a Danielle un beso frío, nada que ver con la vez que conectó sus labios para evitar que su amistad se rompiera. Ese acto se sintió demasiado forzado para los dos.

—Adiós, Dani. —dijo con un tono de voz tan congelado como su contacto labial.

—Te veo este sábado. A las seis. No lo olvides.

—No te preocupes por eso.

—Bien…

La rica luego se separó de su amigo y salió de la cocina. Ahora en la entrada, ella abría la puerta hacia su salida, pero antes de desaparecer de la morada de los Kaine, gritó.

—Gracias por el té, Eliza.

—De nada, Danielle.

Así, la joven salió, quedando fuera del rango de vista de Damian y su progenitora.

Damian soltó un suspiro enorme, estresado porque Dani tomó una decisión que por lo menos debía requerir de su consulta con anterioridad. Ahora debía prepararse para un evento de lujo, uno que no le daba importancia, pues a él no le llamaba la atención estar en un salón enorme llena con gente de traje que permanecería sentada en mesas hasta que el mandamás del lugar dijera que podían bailar, eso sin mencionar que apenas podía permitirse pensar en la idea de poner una mano en la cintura de Dani mientras la otra se conectaba a la correspondiente de su “amada”, si es que la podía llamar así; y aunque llegara a considerar a los dos como pareja, pensaba que había al menos varias cosas qué hacer antes de invertir demasiado dinero en sus propias actividades, podía revisitar ciudades y pueblos en busca de nuevos sitios de interés, explorar alguna zona salvaje, o hasta pagarse unas vacaciones en alguna región como Hoenn o Alola, que por lo menos tendrían todo un mundo distinto a checar, incluso si el precio era mayor al del evento.

Desgraciadamente para él, aún quedaba otra discusión a atender, con su mamá.

—Tenemos que hablar sobre esa forma en que trataste a Danielle.

—Técnicamente no somos novios, o bueno, no lo éramos. Los besos no son costumbre mía.

—Se nota con ese que le diste.

—Ay, madre, nuestro primer beso tampoco fue exactamente “bueno”, pero si lo hubieras visto, créeme que no me pondrías esa cara.

—Ya me lo imagino.

—Por cierto… —musitó el adolescente antes de abrazarla—. Gracias por pagarme el traje.

—De nada, hijo —respondió apretando sus brazos con la misma fuerza que éste. Y ya una vez que ambos se soltaron, quiso hablarle sobre esa interrogante que la amante le hizo—. Por cierto…

Pero no pudo obligarse a soltar la pregunta. Dani nunca dio muestra de rabia enorme hacia ella, y Damian le acababa de abrazar por ahorrarle tiempo y dinero en vestimenta; ¿realmente le servía hablar de algo que podía alarmar a su retoño y posiblemente causar conflicto entre la pareja? Agradecida estaba que Damian haya hecho que su novia olvidara ese asunto, y deseosa estaba porque nunca lo recordase.

—¿Ocurre algo, mamá?

—No, hijo. Solo quiero saber si tienes hambre.

—Pues sí. ¿Qué planeas cocinar?

—Tenía algo en mente, pero con la noticia de que ustedes son novios, me dan ganas de hacer hamburguesas para celebrar. Aunque van a tener que esperar bastante, ¿está bien?

—Con gusto que espero. Aunque… —dijo mientras sacaba una pieza de pan de una bolsa junto al refrigerador—. Me llevaré esto, para no agonizar en el proceso.
Ambos rieron. El resto del día fue pacífico para los Kaine. Un almuerzo bastante satisfactorio, más para Damian que para Eliza, claro. Nada como degustarse de unas hamburguesas caseras de vez en cuando.


Habiendo terminado el día, Damian regresó a su habitación para dormir, pero estando en la cama, no podía hacer nada más que pensar en Danielle y en el baile. “Ella gastó mucho dinero en esto” pensó, “Supongo que realmente quiere que deje de preocuparme por mi fracaso. Lástima que nunca le dije lo que pienso sobre bailar…”

“¡Bah! Ve y hazla feliz, ¿quieres?” se ordenó en ese mar de pensamientos. “Es hermosa después de todo, solo recuerda esos ojos. ¿No quieres verlos llorar o sí? Ni de loco habría pensado que tendría una amiga, ya ni digamos una novia adinerada, pero…”, el muchacho ahora tuvo otro concepto a mentalizar: “¿Puedo devolverle esto? ¿Puedo devolverle el que haya sido la única amiga que he tenido en toda esta maldita vida? ¿Puedo corresponderle de igual forma?”, esa idea lo intrigó, “¿Qué podría hacer? Ella no será la mujer que lo tiene todo, pero tampoco hablamos de alguien muy fácil de impresionar.” El adolescente pasó unos minutos murmurando hasta conseguir una respuesta. “Ahora que recuerdo, ella quería comprar un collar en Lover’s Pool,” fue lo que se le ocurrió, “Tal vez encuentre uno bueno si busco bien,” es lo último que pensó antes de ponerse a dormir.


Al día siguiente, Damian se levantó temprano, al menos, eso se podría decir de alguien que acostumbraba levantarse entre las doce y una del día, este vez haciéndolo a las ocho. Necesitaba de mucho más tiempo ahora, pues debía viajar a Lover’s Pool como había planeado la noche anterior, y buscar un regalo para Danielle. Asearse y desayunar le tomó una hora, y otra le tomó llegar.

Una vez dadas las diez, el joven ya se ubicaba en la ciudad de los amantes. Dedicó tiempo a observar tiendas, pensando en la idea que tenía de su regalo: un collar. Se movía como un robot, sin ralentizar sus pasos, volteando a cada esquina, hasta encontrar lo que buscaba. En la primera calle solo dio con un café, una tienda de ropa y un hotel para amantes; dando vuelta hacia la izquierda, llegó a un boulevard que contenía un parque para parejas, otro café y el salón Goldenheart al que debía llegar el siguiente sábado en ocho; ahora empezó a turnarse de regreso por la derecha, esta vez buscando el restaurante Chez Luvdisc, sitio dónde Danielle y él habían almorzado tiempo atrás, no estaba demasiado lejos, sólo debía volver a la primera calle y seguir derecho en lugar de dar vuelta, nada difícil porque pudo reconocerlo por la estatua del pokémon cita a su frente, ahora usándolo como punto de referencia, empezó a fijarse en las tiendas a través de sus ventanas, en una de ellas, se fijó en una que tenía objetos atados a pequeñas cadenas. “Bingo…” pensó, por lo que su siguiente acción fue entrar en el establecimiento.

Un timbre sonó cuando Damian abrió la puerta, usual de muchos dueños para recibir a sus clientes. Detrás de la caja, a muy corta distancia de la suya, apareció una señora obesa de pelo carmesí para atenderlo.

—Buenos días. ¿Qué se le ofrece?

—Buenos días. Busco un collar para mi am- mi novia.

—¿Le da vergüenza decirle así, o es que salen a escondidas?

—Para nada. Simplemente no estoy acostumbrado a referírmele como tal. Mi primera relación.

—¡Jo jo! Era de esperarse. Si le interesa alguno de nuestros collares, puede buscar en el estante a su izquierda.

—Gracias.

El joven siguió las palabras de la mujer y checó a su izquierda. Observó las piezas a través del cristal: una esfera multicolor, carente de patrones, “No. Demasiado demente,” pensó; un pequeño espejo, “Tampoco. No quiero ver mi propia cara cuando ella lo traiga puesto;” una piedra con forma de sol, diferente de la piedra solar, “Bonito, pero poco convincente;” una luna, “Cerca, pero no;” dos corazones, uno rosado y otro dorado, “Seamos un poco más originales;” una pokébola, “Demasiado genérica;” una piedra decorada para asimilar la cara de Pikachu, y otras tres que representan a Bulbasaur, Charmander y Squirtle, pokémon iniciales de Kanto, “Nunca he pisado pie ahí, y ya me dan ganas de no hacerlo;” y por último, un extraño objeto similar a la luna que vio antes, su forma era igual, representando un cuarto creciente, pero sus detalles eran más complejos, tenía espacios vacíos para ser una curva perfecta, en su interior había una larga línea que daba la impresión de una “raíz”, la primera mitad de ésta, de donde la punta salía, era de un color morado, mientras que la otra mitad, donde llega a la punta, era de un azul marino. Damian se encontraba muy intrigado por este objeto, era hermoso para sus ojos, y en cierta forma, recordaba a Danielle gracias a su mitad de color azul, lo suficientemente pintoresco para decidirse a comprarlo.

—¡Señorita! —el joven llamó a la encargada—. ¿Qué es este de aquí?

La mujer salió de la caja para atenderlo. El muchacho usó su dedo índice para especificar el collar del que hablaba.

—Oh, ¿ese? Es uno al que llamamos “pluma de Cresselia brillante”.

—¿Y ese nombre?

—Oh, es por una historia de antaño de la región. No sé si ha oído de la historia de “La amante del sueño”.

—Me suena, pero no puedo recordar bien. ¿Cómo era?

—Bueno, como es una que me encanta, se la explicaré con gusto:

“Hace seiscientos años, mucho antes de que el negocio bucanero de la familia Abbeystead existiera, había un soldado cuyo trabajo era participar en batallas militares entre Bristar y la lejana Sinnoh.

“Sus compañeros le admiraban porque era uno de los guerreros más valientes y persistentes de la región. Ese gran ímpetu suyo se debió a que hacía todo en honor a su amada, quién sufría de una enfermedad desconocida que la mantuvo en cama por mucho tiempo. Un día, recibió una carta por parte de un amigo suyo, quien le hizo saber que su mujer había fallecido. Ese evento lo dejó tan marcado, que ya no peleaba con la misma valentía o fuerza que le demostró a sus compañeros en el campo de batalla.

“Una vez tomada Ciudad Canal, el soldado empezó a sufrir de pesadillas continuas, carentes de explicación. Cada día y noche se volvían una tortura, atormentado tanto por los enemigos como por los monstruos que perturbaban sus sueños. Habiendo caído en la desesperación, el hombre empezó a rezar y a lamentarse frente a una foto de su amada, pidiendo paz y perdón.

“La noche que siguió, tuvo un giro muy peculiar: el soldado se encontraba cara a cara con otra pesadilla con la forma de un gusano gigante, a punto de devorarlo, pero antes de que la boca del ser pudiera tocarlo, un ave de colores amarillo y púrpura, con alas que se asemejaban a la luna misma, apareció frente a sus ojos, deteniendo a la criatura y revelando su identidad como un raro ser oscuro de cabello blanco y ojos azules, y desvaneciéndolo de regreso a la penumbra. El pájaro que le salvó tomó la forma de la amada muerta, ambos se abrazaron, y ella le pidió: “Por favor detén la guerra, y si no puedes conseguir que los demás te sigan, abandónala por ti mismo. Regresa a Bristar y vive la vida con una sonrisa, eventualmente nos reuniremos.”

“El soldado despertó con memoria de todo el evento. Buscó la foto de su amada en su mesa de dormir y la encontró junto a unas plumas de color azul con morado. El evento fue real, o al menos así lo consideraba.

“Recordando las palabras de su amada, recurrió a su general y le explicó todo. Él no le creyó en lo absoluto. Entonces le mostró las plumas que encontró. Su apariencia le sorprendió mucho porque no había visto a ningún pokémon que pudiera dejar un rastro así, por lo que decidieron hablar con el más sabio de sus prisioneros, y éste les contó de Cresselia y Darkrai, pokémon de los sueños y las pesadillas respectivamente. Pero algo no parecía tener sentido, y es que aunque las plumas eran iguales en forma a las de Cresselia, su color era muy diferente al amarillo con verde que suelen tener; lo único que podían asumir, es que la misma novia tomó una apariencia diferente al pokémon.

“El soldado no fue capaz de convencer a su general o a sus compañeros de abandonar la pelea, pero el primero entendió la experiencia que tuvo, así que le otorgó el permiso para regresar sólo a Bristar. Ahí pasó el resto de sus días ayudando a los demás, sin dejar de mostrar una sonrisa conmovedora. Una vez que murió, las famosas plumas desaparecieron con él.

“Aunque nunca ha habido reportes sobre esto, se clasificó al color inusual del Cresselia como brillante. De ahí viene su nombre.”

—Wow… —musitó Damian una vez terminada la narración.

—Bonita historia, ¿no cree?

—Pues, sí. ¿Cuánto cuesta?

—Cuesta 20,000 pokécuartos.

—¡A la…! —el precio lo tomó por sorpresa, pero no terminó la frase—. ¿De qué está hecho?

—De lapislázuli y amatista. Ensambladas y talladas a la perfección.

El joven soltó un suspiro de molestia, tratando de calmarse.

—¿Cree que ese collar sea vendido en uno o dos días?

—¿A qué se refiere? —preguntó extrañada.

—A que, si logro conseguir el dinero para mañana, ¿será posible que ya alguien más haya comprado el collar?

—Bueno, considerando que he tenido más gente de costumbre por el próximo baile, hay una oportunidad de que lo hagan.

—Entiendo…

Desanimado, pero con una idea en mente, el joven volteó y empezó a alejarse de la mujer.

—¿A dónde va?

—A correr suerte con las posibilidades. Ese collar es el regalo más convencedor que he visto.

—¿Y qué pasa si no lo consigue?

—No tengo ni idea. Regalarle algo a una chica adinerada es un dolor con solo pensarlo.

—Qué curioso que me digas eso, porque una riquilla vino aquí hace unas dos horas.

—¿Cómo se veía? —preguntó al escuchar aquella mención, pues no pudo evitar pensar en Dani.

—Era pálida, de cabello rubio y ojos verdes.

Al oír eso, Damian simplemente descartó su pequeña hipótesis.

—¿Eres novio de esa chica?

—No. La mía es diferente.

—Bueno, no son muchas las familias ricas de por aquí. Los Giorg, los Gardner, los Blai- —la mujer no terminó su frase por recordar algo malo.

—¿Sucede algo?

—Nada —respondió más tranquila—. Solo recordé que los Blaise ya ni siquiera podrían llamarse familia. La pareja murió en un accidente, la hija desapareció, y la única pariente que heredó la fortuna no se veía muy interesada en el negocio de trenes que tenían, así que se lo regaló a otras personas. Parece que la historia de esa familia llegó a su fin.

—¡Auch! —expresó Damian no de dolor, sino de lástima ante lo que escuchó.

—Triste, pero bueno… —luego recordó que estaba mencionando los apellidos de las familias ricas—. ¡Ah! Me olvidé de continuar: los Abbeystead, los Rockwell, recientemente los Wilson… y creo que ya son todos.

—Pues, puedo decir que uno de esos apellidos es acertado, sí es que eso sirve.

Ya sin nada más qué decir para continuar la conversación, el muchacho decidió irse de la tienda.

—Bueno, muchas gracias por todo. Ojalá tenga suerte de conseguir ese collar.

—Buena suerte con eso, futuro yerno de alguna familia rica —rió—. ¡Vuelva pronto!

Damian salió del establecimiento. El precio del collar le parecía absurdo, pero tampoco estaba en posición para juzgar ese tipo de cosas. La prioridad ahora era obtener todo el dinero que necesitaba para comprar el artículo y dárselo como regalo a su amiga el día del baile.

Después de una larga caminata, el adolescente regresó a su hogar. Se encerró en su cuarto a pensar en su siguiente plan. Checó su pokédex para mirar la cantidad de dinero que le sobraba: 7,000 pokécuartos. Eran 10,000 antes, pero ya había invertido en Danielle antes, pagando algunos paseos y golosinas, así como el traje que llevó cuando conoció a sus padres. No importaba para él de todas formas, ese dinero era un buen lugar para empezar.

Ahora, ¿cómo conseguiría los 13000 que le hacían falta? Su primer idea fue vender cuantas cosas sin uso tuviera; empezando con sus viejas enciclopedias, las observó para fijarse en su estado, algunas ya tenían la cubierta descosida, otras tenían páginas rotas aunque fuese una pequeña grieta, otras tenían letras o imágenes despintadas, y se fijó que hasta una parecía haber sido remojada en agua de alguna forma, pues sus hojas no se veían firmes como las demás, y hasta parecían “inflar” el libro desde adentro. Luego buscó en un cajón de su armario el resto de sus “pertenencias inútiles”, que tampoco le convencieron mucho: un par de lentes, “Mejor me consigo unos nuevos…” opinó, trofeos de torneos pequeños y demás premios, “Estas cosas no han de tener valor monetario,” los juzgó así porque ninguno estaba hecho de algún tipo de metal; su última opción fue la máscara de acero. Aunque no tuvo alguna mala impresión al ponérsela de nuevo y al verla desde afuera, sí sintió una incertidumbre ante la posibilidad de que siquiera un poco del hierro se haya oxidado en los dos años que pasó tragando polvo. Iluminó la habitación para observar su interior en busca de un color marrón que pudiera delatar una degradación, sin logro alguno. Tenía sentido en cierta forma, como no le quedaba cuando se la puso por primera vez hace dos años, de nada le servía tenerla en su mochila, así que se la envió a su madre, quien la dejó dentro del cuarto hasta que Dani la sacó.

Su decisión fue buscar a alguien que conociera de metales. Tenía la certeza de que alguien en Ciudad Rivermouth sabía del tema. Para no gastar demasiado tiempo, recurrió a su Hydreigon para volar hacia la urbe.

Entre la gente “importante” de aquella ciudad, se encontraba el descendiente de un herrero que se involucró en la construcción del Puente Vía. No fue muy difícil ubicar su establecimiento en la ciudad, pues el lugar tenía un letrero indicando su profesión. Lo que hizo después fue tocar la puerta, y a los pocos segundos le respondieron.

—¿Qué se le ofrece? —preguntó un hombre de mediana edad de cabello canoso, con lentes enormes, una camisa gris y un overol marrón.

—Buenas tardes, señor Ferram —respondió mientras le mostraba el objeto—. Mi nombre es Damian Kaine, y vine a ver si por favor podría darme un poco de su tiempo y fijarse en el estado de esta máscara de acero.

—Entra —dijo mientras se hacía a un lado para darle paso al joven—. Esto no deberá tomar mucho tiempo.

—Okay.

Ambos entraron al hogar del herrero. Damian tomó asiento en la sala de estar, a la vez que Ferram entró a su estudio con la pieza de metal. Después de unos diez minutos, regresó con el artículo en sus manos.

—Está bien. Un poco polvorienta, pero no tiene muestras de oxidación. ¿Por qué te preocupaba que se haya oxidado?

—Digamos que conseguí esa máscara hace dos años —respondió después de levantarse y tomar su posesión—. Regalo de un líder de gimnasio en Sinnoh. La tenía detrás de un librero para que no le llegara el sol.

—Yo que tú le hubiera comprado un estante de cristal. Estaría en un lugar más seguro.

—Entiendo. Y una cosa más: ¿cuánto dinero podría ganar si la vendo?

—No sé mucho de dinero, pero dado al material y a lo que podría costar, digamos que unos 6,000 pokécuartos.

—¿Lo dice en serio? —preguntó desanimado.

—Es solo una estimación. Seguramente el precio será más bajo.

—Ya veo… bueno, muchas gracias por su ayuda.

—De nada.

Con la nueva información, el muchacho salió de la ciudad con Hydreigon de regreso a casa, dado a que ya no tenía tiempo para hacer algo más. Aunque agradecía conocer el precio, la respuesta fue decepcionante, ya que tenía la ilusión de que vender su máscara le bastaría para comprar el collar de Dani. Ahora, solo le quedaba otra solución.


Damian recordaba un establecimiento particular en Ciudad Lonhart: un sitio donde podía ganar dinero, “El Club de los Luchadores” se hacía llamar. En este, los entrenadores pueden librar peleas convencionales, así como también tienen la libertad de apostar con la condición de firmar un contrato con anterioridad, quitándole la responsabilidad al sitio de cualquier problema, cosa de esperarse en un sitio así. Él había pasado por ahí dos veces en su viaje por Bristar: una cuando apenas tenía una medalla consigo y otra cuando ya tenía las ocho, como un calentamiento para la Liga; perdió y ganó respectivamente, pero le tenía confianza para saber que tanto él como los oponentes eran comprometidos a pagar.

A las once del día, el joven dio con el lugar como deseaba. Abrió la puerta que le permitía entrar.

—¡Buenos días, joven! —contestó una mujer en la entrada—. ¿Se le ofrece algo?

—¿Dónde está la sección de apuestas?

—Siga a la derecha.

—Gracias.

El muchacho siguió la instrucción de la mujer para dar con otro cajero.

—¿Es aquí donde se hacen las apuestas?

—Sí, señor —respondió el hombre que le atendió—. ¿Quiere hacer una pelea por dinero?

—En realidad, quisiera saber del límite de dinero que puedo poner, y si puedo pelear varias veces. Necesito bastante.

—Pues si quiere ganar muchos pokécuartos, tenemos una promoción: el desafío de la pepita. Derrote a nuestro seis entrenadores en cadena y puede ganar 50,000 en efectivo. Es gratuito pero solo hay una oportunidad por cliente.

Esa suma lo cautivó. Ya no se vería con la necesidad de usar el dinero que le sobraba, tendría más que suficiente para comprar el collar de Cresselia.

—¿Dónde firmo?

—Permítame entregarle el formulario.
Tomó apenas pocos segundos para que el empleado le otorgase a Damian un papel impreso. Le ordenó firmarlo en dos espacios específicos. Se trataba de un contrato como los que había firmado antes: quitarle la responsabilidad al sitio de cualquier incidente, y comprometerse a cumplir con su parte del trato. El muchacho siguió la orden sin molestia, aunque tenía algo de nervios, de igual manera depositó su confianza en los cinco pokémon que poseía. Después de eso, el hombre sacó una cámara y tomó una foto del entrenador, para asegurarse de que no tratara de entrar de nuevo mintiéndole a otro empleado.

—Muy bien, joven —el hombre salió de su caja—. Acompáñeme a la arena para su pelea.

Ambos se dirigieron a una sala al fondo del establecimiento. El área de combate era pequeña, pues la distancia entre los puestos de cada entrenador era de apenas veinticinco metros, comparada a la que suelen tener los gimnasios de cuarenta; su apariencia tampoco era sorprendente, nada diferente a las típicas arenas llenas de escombros. Un árbitro en el centro ya les esperaba.

Ahora que se ubicaba en el campo de batalla, el muchacho soltó un suspiro enorme y se preparó tanto para ganar como para perder.
Su primer oponente era un joven con la apariencia de un nerd, ni éste ni sus pokémon eran amenazantes: Beautifly y Dustox; Damian invocó a Hydreigon y Gardevoir al combate y éstos ganaron con mucha facilidad, pues sus oponentes apenas lograron hacerle daño a los ases. La segunda en entrar fue una chica, acompañada por un Aromatisse y un Slurpuff; también derrotados con facilidad gracias a Scizor y Roserade. Un niño joven de no más de diez años fue su tercer oponente, pero a pesar de su apariencia, fue un combatiente duro de roer, sus pokémon eran Tangrowth, Magmortar y Electivire; Damian los acabó con dificultad, usando a Scizor, Gardevoir y Hydreigon, y para su mala fortuna, su fiel guardiana cayó debilitada. La cuarta persona era otra chica que contaba con un Granbull y un Machamp; el muchacho trató de acabar rápidamente al enorme perro con su poderosa mantis, pero con otro infortunio, el pokémon contaba con Colmillo de Fuego, acabando fácilmente con su as; por lo que su siguiente idea fue vencerlo a distancia con Roserade, lo logró; el otro enemigo también cayó, con una combinación de esfuerzo entre la rosa y Gliscor. Como penúltimo rival, llegó un muchacho con apariencia de rockero, cuyo equipo también era impotente, contando con Kingdra, Druddiggon y Salamence; siendo los tres del tipo dragón, Damian no pensó dos veces en enviar a Hydreigon a pelear, pero cuando la pelea terminó, la hidra también se debilitó.

Aunque ya solo tenía a un oponente más, el chico temía de lo peor, debido a que perdió a sus tres mejores pokémon en el proceso.

Repentinamente, apareció un hombre de apariencia obesa, vistiendo un traje y con una placa que el joven asumió correspondía a algún tipo de posición en el establecimiento.

—Debo felicitarte, joven —dijo el señor—. Hace ya tiempo que los clientes no llegan hasta mí. Pero no pienses que por eso vas a tener una pelea fácil.

—¡Sal, Arbok! —exclamó al mismo tiempo que aventó una pokébola al suelo.

La enorme cobra morada le inspiró miedo al muchacho, pero su pokémon permaneció sin intimidar. “Es la última pelea,” pensó. Debía tener cuanta confianza tuviera en los dos monstruos que le quedaban, así que dio otro suspiro, y se preparó para lo que viniera.

—¡Ve, Gliscor! —invocó al pokémon, ya lastimado de los combates anteriores.

—¿Con que así serán las cosas, eh? ¡Arbok, usa Cola Dragón!

—¡Esquívalo y usa Acrobacia!

En ese momento, el murciélago voló hacia atrás, evitando el coletazo que la serpiente le iba asestar. Acto seguido, se dirigió a su oponente, y lo empezó a rodear dando saltos a gran velocidad hasta taclearlo.

Consciente del ataque, el hombre dio una segunda orden:

—¡Colmillo de hielo!

Arbok aprovechó el momento para darle una dura mordida a Gliscor en la cola.

—¡GLISCOR!

—¿Creíste que no tendría con qué defenderme de los tipo tierra?

Molesto ante aquel comentario, el joven ordenó.

—¡Dale a la cara con Cuchillada Nocturna!

—¡¿Qué?!

El murciélago, haciendo caso a su entrenador, usó su garra izquierda para darle un duro rasguño en la cabeza. El ataque hizo que la cobra lo soltara de sus fauces y retrocediera de dolor. El pokémon colmicorpio también dio un paso atrás para recuperarse, flotando apenas a menos de un pie sobre la arena.

—¡No dejes que escape y usa otro Colmillo de Hielo!

La cobra se dirigió con velocidad hacia Gliscor, listo para acabar la pelea, pero antes de que pudiera dar un mordisco…

—¡Dale con Terremoto!

Usando sus dos garras, Gliscor las golpeó contra el suelo, creando varias ondas de fuerza que se expandieron por todo el escenario. Su poder fue tan fuerte que la serpiente cayó.

—¡Arbok ya no puede continuar, Gliscor gana! —exclamó el árbitro.

—Aún no creas que ha terminado —comentó el hombre mientras sacaba otra pokébola—. ¡Sal, Crobat!

Vino el siguiente pokémon. Aunque el suyo ya estuviera lastimado y no pudiera usar el devastador Terremoto, Damian esperaba a que aún pudiera hacerle frente, dado a que Roserade estaría en una mayor desventaja si se enfrentaba a ese oponente.

—¡Usa Tóxico!

—¡Evádelo y ataca con otra Acrobacia!

El murciélago con características de escorpión esquivó la ola de gas que su oponente le lanzó para darle con otra de sus tacleadas a gran velocidad.

—¡As Aéreo!

El oponente se recuperó rápidamente y asestó su propio golpe. Si no fuera por la mordida helada de Arbok, el chico no le habría dado importancia.

—¡Atácalo con Roca Afilada!

—¡Crobat, usa Ala de Acero!

Las alas del murciélago con forma de cruz dieron un brillo enorme, por lo que empezó a maniobrarse a través de los proyectiles de piedra del oponente, evitando contacto con cada uno de éstos, rematando a su rival y haciéndolo caer al suelo.

—¡Gliscor ya no puede continuar, Crobat gana!

Eso ya lo tenía muy nervioso. Su último pokémon tendría un gran problema para vencer a esa amenaza alada, y ya ni se diga de la posibilidad de que el tipo tuviera algún otro as bajo la manga.

“Piensa en Dani. No te dejes perder por esto,” pensó una última vez antes de dar lo que le quedaba.

—¡Roserade, yo te elijo! —exclamó invocando a su última guerrera, también llena de heridas.

—¿Es en serio? —cuestionó el obeso—. No vas a poder ganar este encuentro con un pokémon así. ¡As Aéreo, Crobat!

El rival se dirigió al enemigo para taclearlo con un aire amenazador.

—¡Dale con Poder Oculto!

Obedeciendo, la ninfa creó una bola de energía roja y la aventó contra el murciélago, previniendo que le pudiera golpear.

—¡Usa Doble Equipo!

La amenaza alada entonces creó cinco copias de sí misma, rodeando al rival.

—Veamos qué tan bien puedes contra esto, ¡Ala de Acero, ahora!

—¡Ataca con Carga Tóxica!

Así, la flor enmascarada disparó ciegamente a uno de los murciélagos que la rodeaban, atacando a una ilusión. Ese error terminó en que los demás le atacaran con sus alas, haciéndola arrodillarse de dolor.

—¡ROSERADE!

A pesar de lo duros que fueron los golpes, la ninfa se levantó. Al igual que los demás pokémon de su entrenador, ella era fiel, pero siendo el más débil de los cinco, su necesidad por mantenerse de pie era mayor, pues quería mostrar que era tan fuerte como sus “hermanos”.

—¿Estás bien? —preguntó Damian preocupado. Sin embargo, ella no le contestó en lo absoluto. “Por favor no te esfuerces de más,” pensó. Luego cerró los ojos, dio un suspiro y los abrió.

—¡Lanza Púas Tóxicas por todo la arena!

Obedeciendo la orden, el pokémon ramillete elevó sus brazos cuanto pudo y disparó una lluvia de agujas moradas por todo el escenario. Si bien no pudieron hacerle algo a ninguno de los dos debido a su tipo, fueron capaces de revelar al Crobat real sobre los impostores.

—No creas que eso te servirá de mucho —gruñó el hombre—. ¡Usa Ala de Acero una vez más, Crobat!

—¡Esquívalo!

Con un reflejo casi milagroso, Roserade logró evitar el golpe del murciélago saltando sobre éste.

—¡Ahora usa Poder Oculto!

Y con rapidez, la flor disparó otra esfera de energía que dañó gravemente a su rival, haciendo que baje su altitud sobre el suelo.

—¡No voy a perder esto, acábalo con un As Aéreo!

—¡Usa Tormenta de Hojas!

En el momento que el murciélago habría llegado a taclear a su oponente, la ninfa disparó una salvaje ráfaga de hojas que se movían como un remolino. El ataque llegó a Crobat y empezó a moverlo en su espiral, dañándolo gravemente en el proceso. Una vez terminó el ataque, la bestia alada cayó sin fuerzas restantes.

—¡Crobat ya no puede continuar, la victoria es para Damian Kaine de Pueblo Knight!

“¿Eh?” pensó el chico, pues no le constaba que el combate haya terminado.

—¿En serio ya terminó la pelea?

—Sí —respondió el gordo—. Era lo único que tenía. La mayoría de entrenadores no pasan del quinto oponente, así que suelo dejarme llevar. ¡Felicidades!

Ante la respuesta que recibió, el joven se llenó de alegría y abrazó fuertemente a su Roserade.

—¡Hiciste un muy buen trabajo!

Ella le respondió también con fuerza. Le dolía la espalda por todas las peleas, pero no quería rechazar el amor de aquel que la crió. Hacía ya mucho tiempo que Damian no estaba tan feliz, y más desde que el pokémon ramillete le había dado una victoria lo más mínimamente importante.

—Ustedes se han esforzado mucho hoy. Tienen un descanso bien merecido. —dijo antes de devolverla a su pokébola.

Después de eso, el hombre se acercó al muchacho.

—Bueno, un trato es un trato —dijo, entregándole un fajo de billetes en su mano izquierda—. Creo que solo hubo un entrenador que ganó el desafío antes que tú. Eso habla de lo duro que eres.

—¡Bah! —burló el chico—. Seguramente no estoy ni al nivel de un entrenador de la Élite.

—Tienes razón, esos entrenadores tienen seis pokémon, mientras que tú ganaste con cinco. Seguro no te habrías arriesgado tanto si hubieras tenido uno más.

—Tal vez, pero no puedo pensar en eso ahora. Muchas gracias por todo.

Damian entonces tomó el dinero que el señor le ofreció y salió del Club de los Entrenadores.

Satisfecho con su logro, el joven estaba listo para comprar el collar que quería darle a Danielle. Sin embargo, sentía que primero debía recompensar a sus pokémon por su esfuerzo. Habían peleado sin descansar por ya bastante tiempo, cuatro horas para ser exacto, y lo justo era premiarlos por ello. Así que antes de salir de Ciudad Lonhart, el joven se dirigió a una dulcería que conocía, y les compró diez pokéhabas irisadas, frescas, importadas directamente desde Alola, pues se sabe que cualquier pokémon ama su sabor.

Damian sacó a sus pokémon en plena calle, cansados de pelear, pero recuperados para mantenerse de pie.

El muchacho le entregó a cada uno dos pokéhabas irisadas.

—Chicos, les debo una enorme por darlo todo hoy. Espero y les guste el premio.

Cada uno se metió los dulces en la boca. Una vez que los empezaron a masticar, se degustaron del sabor en sus paladares, cada segundo siendo más placentero que el otro. Los cinco se habían decantado con el regalo de su dueño.

—No saben lo mucho que les estoy agradecido, chicos.

—Y nosotros con usted, maestro. —respondió Gardevoir.

Todos los pokémon menos la envolvente saltaron de alegría. “Hacía ya tiempo que no me sentía así,” pensó el muchacho, recordando sus viejos tiempos como entrenador, imponiendo presión sobre sí mismo con tal de llegar a la victoria, era una sensación que ya no sentía desde que abandonó sus metas por el sabor de la derrota.

—¡Ay, qué tierno! —exclamó una voz familiar.

El joven volteó al escuchar eso, y se fijó que su amiga estaba detrás de él.

—¿Dani? —preguntó cuando la vio—. ¿Qué haces aquí?

—Oh, bueno, vine aquí porque mi mamá me estaba buscando un vestido para el baile. ¿Y tú?

—Son asuntos, algo privados… —mintió—. Solo digamos que necesitaba ganar algo de dinero, y como mis pokémon dieron un enorme esfuerzo, creo que lo justo era que recibieran un premio por ello.

—¿Está todo bien en tu hogar? —interrogó ella, pensando que tal vez era algo entre el chico y su madre.

—Sí. Confía en mí, no te preocupes por a dónde irá esa plata.

—Bueno… pues me alegra ver que en serio tratas a tus pokémon con cariño. No es que asumiera que no lo haces o algo, pero es bueno ver que le muestras tu aprecio a la gente que quieres.

—Claro…

Como la muchacha tenía sus propios compromisos, decidió salir de la conversación, despidiéndose de su amigo.

—Bueno, ¡te veo este sábado!

—¡Ey!

Ambos tomaron caminos distintos. Damian, recordando una vez más su compromiso anterior, soltó un suspiro, regresó a sus criaturas a sus pokébolas y se dirigió a Lover’s Pool.

Una hora más tarde, había llegado a la ciudad de los amantes, listo para cobrar su premio. Acto seguido, se dirigió a la tienda de collares.

—¡Buenas tardes! —exclamó la misma mujer que vio el día anterior, y también le reconoció—. Oh, ¡si es el chico de ayer!

—Buenas tardes… quisiera saber si aún tienen el collar de Cresselia.

—Es “Pluma de Cresselia brillante,” y para su fortuna, aún lo tenemos. ¿Tiene el dinero?

—Sí —contestó entregando el dinero a la caja—. Son los 20,000 pokécuartos que costaba.

—¡Wow! Vaya que no mentía cuando dijo que iba a tener el dinero listo para mañana. ¿Quiere que se lo entregue en una caja decorada? No le cobraré extra.

—Por favor…

La mujer feliz sacó el collar de su estante y entró a un cuarto fuera del alcance de su cliente. Diez minutos después, regresó con el muchacho.

—¡Aquí tiene! —dijo entregando una caja forrada con patrones de corazones y con un listón rojo encerrándola—. ¡Diviértase!

—Muchas gracias.

Así, Damian salió satisfecho. Habiendo obtenido el regalo de su amada, no podía evitar sentirse en paz consigo mismo, ya no tenía compromiso alguno más que ir al baile como quedó con ella, y después de recapacitarlo un poco, se dio cuenta de que disfrutó de los combates que tuvo, fuera de cualquier sensación de nostalgia. “¿Será que Dani y los demás tengan razón?” se planteó por un tiempo, sin llegar a alguna conclusión.
 
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