L00n4t1k
No soy bueno para los títulos
Nota del autor: Antes de cualquier otra cosa, hay algo que nada más dejaré en claro. Si la región que leerán les recuerda a cierto sitio que visitaremos dentro de este próximo otoño/invierno :cough:Galar:cough:, les hago saber que ya había pensado en una región basada en Reino Unido antes, y publiqué ya el trabajo antes. Si aún así quieren decirme si está mal y por qué, siéntanse con el gusto de decírmelo. Sin nada más qué decir, que la lectura comience.
Capítulo 1: Primera vista
Nos encontramos en la curiosa región de Bristar, una gran isla al norte de Kalos. Esta región sufre de un problema único, la falta de pokémon endémicos a la región. Dicho problema debido a una guerra de hace tres mil años, cuando esta región y Kalos entraron en conflicto, y el rey de esta última, en venganza por la muerte de su amado Floette, activó un arma poderosa que acabó con el noventa por ciento de la población de Bristar, incluyendo a los hermosos pokémon que provenían de ahí y a los hábitats en los que vivían. Lo que quedó de sus habitantes tomó el control de la región, y para compensar por la caída de todos los seres que vivían en la naturaleza, se vieron obligados a importar pokémon de otras regiones. En el lapso de los tres mil años, los paisajes de la región pudieron regresar a un estado aceptable, que aunque no se comparaban en nada a lo que alguna vez fueron, podían al menos decir que eran bellos, sin embargo, el vacío que dejó la ausencia de sus especies locales jamás pudo ser llenado.
La historia a contar que esta región hospeda, trata sobre el encuentro entre un chico deprimido y una chica alegre que llevó al nacimiento de una amistad y de un infortunio enorme que causó en el primero un cambio radical en su vida.
En la pequeña vía fuera de la mansión Abbeystead, hogar de una de las familias más ricas de Bristar, se encontraba un joven de quince años sentado en tristeza. Tenía un cabello oscuro como un cuarto cerrado sin luz y sus ojos tan rojizos como una rosa, vestía una camisa negra con el símbolo blanco de una Poké Bola en la zona del pecho, unos pantalones azules y zapatos igual de negros que su cabello y camisa. Su nombre era Damian.
Él descansaba debido a que llevaba mucho tiempo caminando, atrapado en una nube de pensamientos que lo torturaban. Tenía la mirada hacia el suelo, y estaba tan distraído en sus propias ideas y emociones, que no se fijó en la presencia de una chica que lo estaba observando al otro lado de la vía. El chico eventualmente volteó debido a que su posición le estaba molestando el cuello, permitiéndole observar a una silenciosa espectadora, con un cabello largo de color blanco y unos hermosos ojos azules, una combinación que le hacía recordar al cielo mismo; llevaba puesta una blusa color celeste, un suéter blanco y unos tenis de ese mismo color; y cargaba a un Eevee de color gris, un color poco común en su especie, en sus brazos. Ambos jóvenes intercambiaron miradas. Damian no sabía cuánto tiempo llevaba ella ahí, pero la forma en que le miraba le causaba una sensación de incomodidad. “¡Ay! ¿En serio llamé la atención de alguien? Ojalá mi presencia no le haya molestado,” pensó, así que decidió levantarse y alejarse. Al notar la acción del chico, la chica alzó la voz.
—¡Espera, no te vayas!
“¿Acaso me acaba de hablar?” Damian quedó perplejo al oír a la joven. Él no estaba acostumbrado a ser llamado por otros más que su propia madre y una que otra enfermera que se encargara de sanar a sus pokémon, por lo que volteó de nuevo para ver a la chica, ahora curioso porque no creía que de verdad le estuviera hablando. “Sí, sí lo hizo,” pensó una vez que la vio directo a los ojos. Sin embargo, su silencio le dio a la muchacha otra impresión.
—¿No vas a hablar?
El joven ahora se vio obligado a salir del silencio para contestar, algo que le incomodaba bastante:
—Perdón, no estoy muy acostumbrado a hablar con otros.
—Está bien, pero primero, déjame salir. —ella entonces abrió la enorme puerta de la mansión para poder acercarse al muchacho y presentarse:
—Me llamo Danielle Abbeystead, pero puedes llamarme “Dani”, Y este es “Grisy”. —dijo refiriéndose a ella misma y al Eevee en sus brazos.
—Mi nombre es Damian Kaine.
—¡Mucho gusto, Damian! —Danielle alzó su mano en señal de un apretón. El joven con gustó aceptó y estrechó su mano con la de la chica.
—Te ves muy triste, ¿estás bien?
—Sí. Estaba cansado. Llevaba mucho tiempo caminando y necesitaba donde poder sentarme y relajarme un poco. Espero no te haya molestado que terminara cerca de tu mansión.
—Oh, para nada. Pero tu cara no me parece de cansancio, ¿seguro que no te pasó algo más?
—Bueno…
“No voy a decirle nada,” a Damian no le gustaba hablar de sus problemas con nadie, porque no podía encontrar a alguien que entendiera sus frustraciones en la vida, y porque tenía la idea de que era mejor ahorrarle a los demás unos minutos de vida que podían ser desperdiciados en anécdotas personales que no les han de interesar. Sin embargo, al admirar a la adolescente, bonita de apariencia, no podía evitar las ganas de querer hablar con ella, con la idea de que ésta le escuchara y comprendiera, eso sin mencionar que hablaba con una chica adinerada que seguramente no se juntaba con extraños. “Pero, pensándolo bien…”
—¿Pasa algo?
—Oh, para nada, solo que, en verdad me siento sorprendido de esto…
Pero ella le miró sospechosa, levantando la ceja izquierda.
—En serio, no es nada. En cuanto a lo que pasó conmigo, es una larga historia.
—Pues dímela, estoy lista para escuchar.
La respuesta le sorprendió, ella realmente quería escucharlo y él estaba deseoso de contarle su pasado. Pero siendo un lobo solitario por gran parte de su vida, no pudo evitar que el orgullo le comiera la consciencia, así que trató de desviar la atención preguntando.
—¿Segura que no tienes problema o asuntos más importantes qué atender? No quiero que pierdas el tiempo en algo que no quieres.
—Insisto. Cuéntame todo.
Su intento de evitar su propia narración fracasó y el muchacho de ojos rojos no tenía motivación para inventar más excusas que pudieran desviar el tema, por lo que soltó un suspiro y dijo:
—Bueno, si así lo dices…
Pero antes de que pudiera decir algo más, una voz interrumpió la conversación.
—¿Hermana? —dijo otro chico, con la misma combinación de colores en su cabello y ojos, aunque el de éste era más corto y tenía un enorme flequillo de frente—. ¿Con quién estás hablando?
—¿Ron? —ella volteó para ver a su hermano—. ¿Qué haces aquí?
—Mamá lleva varios minutos llamándonos para el almuerzo, y te encuentro aquí con alguien que no conozco.
“Ay no…” pensó Damian. Esa actitud con la que cuestionaba el hermano le hacía sentirse como alguien que toca una pertenencia ajena: no debería hacerlo, pero lo hace, y el resultado a esperarse es que el dueño de dicho objeto le llame la atención al culpable y lo castigue debidamente.
—Él es Damian.
—¿De dónde lo conociste?
—Lo encontré aquí hace unos minutos.
—¿Es en serio, hermana? ¿Qué nos han dicho nuestros padres acerca de juntarnos con la prole?
—¡Cálmate, Ron! ¡Él no vino a robar nada!
—Si sirve de algo, no estoy muy interesado en el dinero. —comentó Damian.
—¡Nadie pidió tu palabra! —Ron exclamó hacia el transeúnte, pero luego dirigió la palabra a su hermana—: Ahora, hermana, ven conmigo y dejemos a este pobre infeliz.
Ron agarró a su hermana del brazo izquierdo para llevársela, pero ésta se soltó con molestia.
—¡No! —Danielle se alejó del hermano para acercarse una vez más a su compañero de pelo azabache—. No hemos terminado esta conversación, ¿hay algún lugar al que recurres? —preguntó la ella al transeúnte.
—En realidad, no acostumbro ir directamente a un lado, pero a veces me gusta ir a la pizzería de Ciudad Swanna-
—Entonces te veré ahí este viernes. A las doce en punto. No vayas a faltar.
Danielle entonces se alejó de Damian y regresó con su hermano.
—¡Oh, claro que no faltará porque tú no saldrás a ningún lado!
La hermana no puso esta vez ninguna resistencia, aunque no sin antes dar unas últimas palabras.
—¡Nos vemos este viernes, Damian!
Los dos hermanos entonces volvieron a su lado de la zona que separaba a la mansión de la vía pública, cerraron la puerta y dejaron a Damian sólo una vez más.
La experiencia había dejado confundido a Damian. Él, hasta ese momento, no se consideraba amigo de nadie, pero ahora había alguien interesado en su persona y quería verlo dentro de tres días, por lo que se cuestionó: “¿debería ir, o simplemente hacer de cuenta que nada ocurrió?”. Pasó un tiempo reflexionándolo, volviendo a vagar sin rumbo por Bristar hasta que la noche cayera, cuando tenía que regresar a su hogar en Pueblo Knight, al sur de donde se encontraba actualmente.
Cuando Damian regresó a casa, fue recibido por su madre.
—¿Estás bien, hijo? —preguntó.
—Sí, madre. Solo que ahora…
Damian quedó en silencio debido a que le incomodaba hablar de sucesos poco comunes, más de un tema que podía sorprender a su progenitora.
—¿”Ahora” qué?
—Bueno, es complicado, pero… alguien quiere verme este viernes.
—¡¿Quién?!
—Es una chica que conocí mientras caminaba.
—¿Sabes su nombre?
—Sí. Se llama Danielle. Danielle Abbeystead.
—¡¿La hija de los Abbeystead?!
—Hablo en serio, madre. Realmente se trata de esa chica.
—No te creo…
—¿En serio crees que te mentiría sobre algo así?
La madre del muchacho estaba de acuerdo. Conocía a su hijo y sabía de muchas artimañas suyas, pero a ella no le constaba que él fuera deshonesto con temas simples, menos si se trataba de algo muy inusual: la idea de que el chico fuese a ver a alguien más, incluso para algo simple como lo es charlar.
—Y… ¿dónde verás a esa chica?
—En la pizzería de Ciudad Swanna…
—¿Elegiste el lugar?
—No realmente, no. Digamos que ella estaba peleando con su hermano, y cuando me preguntó sobre algún lugar, le dije que no salgo mucho, pero le mencioné el nombre del lugar y ella simplemente me dijo que la viera allí el viernes a las doce.
—Eso es extraño.
—Lo sé, pero así ocurrieron las cosas.
La señora Kaine entonces miró a su hijo con lástima, sabiendo que éste aún tenía problemas para hablar con los demás y hacer amistades.
—Y entonces, ¿vas a verla?
—No sé si debería. Me sorprende que realmente alguien quiera hablar conmigo, pero a la vez, no sé si de verdad la vea. Me da miedo que por cualquier razón, no la encuentre, incluso si voy tan temprano como pueda.
—Deberías intentarlo de todas formas. Eres muy cerrado, y creo que te haría bien si hicieras alguna amistad.
—Es verdad… esto es tan nuevo para mí. Realmente no sé ni qué pensar. Tal vez si duermo un rato, pueda pensarlo mejor.
—Solo no vayas a pensarlo demasiado o terminarás olvidándolo.
—Recuérdamelo mañana de todas maneras.
La madre accedió al favor de su hijo y éste se fue a dormir.
Damian pasó toda la noche pensando en lo que ocurrió. “¿Debería ir o no?” ese dilema lo tenía tan distraído, que había olvidado por completo su tristeza anterior. Ahora tenía algo nuevo en qué pensar, pero aún con eso, seguía temiendo a lo peor: “Pero, ¿qué pasa si ella no llega? ¿O si yo no voy? ¿Qué tal si ella quería venir y no pudo por su hermano? ¿O si me ausento y resulta que me estaba esperando?”. El miedo a la ironía hacía su decisión difícil, pero eventualmente, llegó a una conclusión: “Solo ve. No pierdes nada en lo absoluto por intentarlo, menos si fracasas. Lo peor que pasará si no la encuentras es desperdiciar un par de horas, que al menos sería por algo fuera de lo habitual.”
Capítulo 1: Primera vista
Nos encontramos en la curiosa región de Bristar, una gran isla al norte de Kalos. Esta región sufre de un problema único, la falta de pokémon endémicos a la región. Dicho problema debido a una guerra de hace tres mil años, cuando esta región y Kalos entraron en conflicto, y el rey de esta última, en venganza por la muerte de su amado Floette, activó un arma poderosa que acabó con el noventa por ciento de la población de Bristar, incluyendo a los hermosos pokémon que provenían de ahí y a los hábitats en los que vivían. Lo que quedó de sus habitantes tomó el control de la región, y para compensar por la caída de todos los seres que vivían en la naturaleza, se vieron obligados a importar pokémon de otras regiones. En el lapso de los tres mil años, los paisajes de la región pudieron regresar a un estado aceptable, que aunque no se comparaban en nada a lo que alguna vez fueron, podían al menos decir que eran bellos, sin embargo, el vacío que dejó la ausencia de sus especies locales jamás pudo ser llenado.
La historia a contar que esta región hospeda, trata sobre el encuentro entre un chico deprimido y una chica alegre que llevó al nacimiento de una amistad y de un infortunio enorme que causó en el primero un cambio radical en su vida.
En la pequeña vía fuera de la mansión Abbeystead, hogar de una de las familias más ricas de Bristar, se encontraba un joven de quince años sentado en tristeza. Tenía un cabello oscuro como un cuarto cerrado sin luz y sus ojos tan rojizos como una rosa, vestía una camisa negra con el símbolo blanco de una Poké Bola en la zona del pecho, unos pantalones azules y zapatos igual de negros que su cabello y camisa. Su nombre era Damian.
Él descansaba debido a que llevaba mucho tiempo caminando, atrapado en una nube de pensamientos que lo torturaban. Tenía la mirada hacia el suelo, y estaba tan distraído en sus propias ideas y emociones, que no se fijó en la presencia de una chica que lo estaba observando al otro lado de la vía. El chico eventualmente volteó debido a que su posición le estaba molestando el cuello, permitiéndole observar a una silenciosa espectadora, con un cabello largo de color blanco y unos hermosos ojos azules, una combinación que le hacía recordar al cielo mismo; llevaba puesta una blusa color celeste, un suéter blanco y unos tenis de ese mismo color; y cargaba a un Eevee de color gris, un color poco común en su especie, en sus brazos. Ambos jóvenes intercambiaron miradas. Damian no sabía cuánto tiempo llevaba ella ahí, pero la forma en que le miraba le causaba una sensación de incomodidad. “¡Ay! ¿En serio llamé la atención de alguien? Ojalá mi presencia no le haya molestado,” pensó, así que decidió levantarse y alejarse. Al notar la acción del chico, la chica alzó la voz.
—¡Espera, no te vayas!
“¿Acaso me acaba de hablar?” Damian quedó perplejo al oír a la joven. Él no estaba acostumbrado a ser llamado por otros más que su propia madre y una que otra enfermera que se encargara de sanar a sus pokémon, por lo que volteó de nuevo para ver a la chica, ahora curioso porque no creía que de verdad le estuviera hablando. “Sí, sí lo hizo,” pensó una vez que la vio directo a los ojos. Sin embargo, su silencio le dio a la muchacha otra impresión.
—¿No vas a hablar?
El joven ahora se vio obligado a salir del silencio para contestar, algo que le incomodaba bastante:
—Perdón, no estoy muy acostumbrado a hablar con otros.
—Está bien, pero primero, déjame salir. —ella entonces abrió la enorme puerta de la mansión para poder acercarse al muchacho y presentarse:
—Me llamo Danielle Abbeystead, pero puedes llamarme “Dani”, Y este es “Grisy”. —dijo refiriéndose a ella misma y al Eevee en sus brazos.
—Mi nombre es Damian Kaine.
—¡Mucho gusto, Damian! —Danielle alzó su mano en señal de un apretón. El joven con gustó aceptó y estrechó su mano con la de la chica.
—Te ves muy triste, ¿estás bien?
—Sí. Estaba cansado. Llevaba mucho tiempo caminando y necesitaba donde poder sentarme y relajarme un poco. Espero no te haya molestado que terminara cerca de tu mansión.
—Oh, para nada. Pero tu cara no me parece de cansancio, ¿seguro que no te pasó algo más?
—Bueno…
“No voy a decirle nada,” a Damian no le gustaba hablar de sus problemas con nadie, porque no podía encontrar a alguien que entendiera sus frustraciones en la vida, y porque tenía la idea de que era mejor ahorrarle a los demás unos minutos de vida que podían ser desperdiciados en anécdotas personales que no les han de interesar. Sin embargo, al admirar a la adolescente, bonita de apariencia, no podía evitar las ganas de querer hablar con ella, con la idea de que ésta le escuchara y comprendiera, eso sin mencionar que hablaba con una chica adinerada que seguramente no se juntaba con extraños. “Pero, pensándolo bien…”
—¿Pasa algo?
—Oh, para nada, solo que, en verdad me siento sorprendido de esto…
Pero ella le miró sospechosa, levantando la ceja izquierda.
—En serio, no es nada. En cuanto a lo que pasó conmigo, es una larga historia.
—Pues dímela, estoy lista para escuchar.
La respuesta le sorprendió, ella realmente quería escucharlo y él estaba deseoso de contarle su pasado. Pero siendo un lobo solitario por gran parte de su vida, no pudo evitar que el orgullo le comiera la consciencia, así que trató de desviar la atención preguntando.
—¿Segura que no tienes problema o asuntos más importantes qué atender? No quiero que pierdas el tiempo en algo que no quieres.
—Insisto. Cuéntame todo.
Su intento de evitar su propia narración fracasó y el muchacho de ojos rojos no tenía motivación para inventar más excusas que pudieran desviar el tema, por lo que soltó un suspiro y dijo:
—Bueno, si así lo dices…
Pero antes de que pudiera decir algo más, una voz interrumpió la conversación.
—¿Hermana? —dijo otro chico, con la misma combinación de colores en su cabello y ojos, aunque el de éste era más corto y tenía un enorme flequillo de frente—. ¿Con quién estás hablando?
—¿Ron? —ella volteó para ver a su hermano—. ¿Qué haces aquí?
—Mamá lleva varios minutos llamándonos para el almuerzo, y te encuentro aquí con alguien que no conozco.
“Ay no…” pensó Damian. Esa actitud con la que cuestionaba el hermano le hacía sentirse como alguien que toca una pertenencia ajena: no debería hacerlo, pero lo hace, y el resultado a esperarse es que el dueño de dicho objeto le llame la atención al culpable y lo castigue debidamente.
—Él es Damian.
—¿De dónde lo conociste?
—Lo encontré aquí hace unos minutos.
—¿Es en serio, hermana? ¿Qué nos han dicho nuestros padres acerca de juntarnos con la prole?
—¡Cálmate, Ron! ¡Él no vino a robar nada!
—Si sirve de algo, no estoy muy interesado en el dinero. —comentó Damian.
—¡Nadie pidió tu palabra! —Ron exclamó hacia el transeúnte, pero luego dirigió la palabra a su hermana—: Ahora, hermana, ven conmigo y dejemos a este pobre infeliz.
Ron agarró a su hermana del brazo izquierdo para llevársela, pero ésta se soltó con molestia.
—¡No! —Danielle se alejó del hermano para acercarse una vez más a su compañero de pelo azabache—. No hemos terminado esta conversación, ¿hay algún lugar al que recurres? —preguntó la ella al transeúnte.
—En realidad, no acostumbro ir directamente a un lado, pero a veces me gusta ir a la pizzería de Ciudad Swanna-
—Entonces te veré ahí este viernes. A las doce en punto. No vayas a faltar.
Danielle entonces se alejó de Damian y regresó con su hermano.
—¡Oh, claro que no faltará porque tú no saldrás a ningún lado!
La hermana no puso esta vez ninguna resistencia, aunque no sin antes dar unas últimas palabras.
—¡Nos vemos este viernes, Damian!
Los dos hermanos entonces volvieron a su lado de la zona que separaba a la mansión de la vía pública, cerraron la puerta y dejaron a Damian sólo una vez más.
La experiencia había dejado confundido a Damian. Él, hasta ese momento, no se consideraba amigo de nadie, pero ahora había alguien interesado en su persona y quería verlo dentro de tres días, por lo que se cuestionó: “¿debería ir, o simplemente hacer de cuenta que nada ocurrió?”. Pasó un tiempo reflexionándolo, volviendo a vagar sin rumbo por Bristar hasta que la noche cayera, cuando tenía que regresar a su hogar en Pueblo Knight, al sur de donde se encontraba actualmente.
Cuando Damian regresó a casa, fue recibido por su madre.
—¿Estás bien, hijo? —preguntó.
—Sí, madre. Solo que ahora…
Damian quedó en silencio debido a que le incomodaba hablar de sucesos poco comunes, más de un tema que podía sorprender a su progenitora.
—¿”Ahora” qué?
—Bueno, es complicado, pero… alguien quiere verme este viernes.
—¡¿Quién?!
—Es una chica que conocí mientras caminaba.
—¿Sabes su nombre?
—Sí. Se llama Danielle. Danielle Abbeystead.
—¡¿La hija de los Abbeystead?!
—Hablo en serio, madre. Realmente se trata de esa chica.
—No te creo…
—¿En serio crees que te mentiría sobre algo así?
La madre del muchacho estaba de acuerdo. Conocía a su hijo y sabía de muchas artimañas suyas, pero a ella no le constaba que él fuera deshonesto con temas simples, menos si se trataba de algo muy inusual: la idea de que el chico fuese a ver a alguien más, incluso para algo simple como lo es charlar.
—Y… ¿dónde verás a esa chica?
—En la pizzería de Ciudad Swanna…
—¿Elegiste el lugar?
—No realmente, no. Digamos que ella estaba peleando con su hermano, y cuando me preguntó sobre algún lugar, le dije que no salgo mucho, pero le mencioné el nombre del lugar y ella simplemente me dijo que la viera allí el viernes a las doce.
—Eso es extraño.
—Lo sé, pero así ocurrieron las cosas.
La señora Kaine entonces miró a su hijo con lástima, sabiendo que éste aún tenía problemas para hablar con los demás y hacer amistades.
—Y entonces, ¿vas a verla?
—No sé si debería. Me sorprende que realmente alguien quiera hablar conmigo, pero a la vez, no sé si de verdad la vea. Me da miedo que por cualquier razón, no la encuentre, incluso si voy tan temprano como pueda.
—Deberías intentarlo de todas formas. Eres muy cerrado, y creo que te haría bien si hicieras alguna amistad.
—Es verdad… esto es tan nuevo para mí. Realmente no sé ni qué pensar. Tal vez si duermo un rato, pueda pensarlo mejor.
—Solo no vayas a pensarlo demasiado o terminarás olvidándolo.
—Recuérdamelo mañana de todas maneras.
La madre accedió al favor de su hijo y éste se fue a dormir.
Damian pasó toda la noche pensando en lo que ocurrió. “¿Debería ir o no?” ese dilema lo tenía tan distraído, que había olvidado por completo su tristeza anterior. Ahora tenía algo nuevo en qué pensar, pero aún con eso, seguía temiendo a lo peor: “Pero, ¿qué pasa si ella no llega? ¿O si yo no voy? ¿Qué tal si ella quería venir y no pudo por su hermano? ¿O si me ausento y resulta que me estaba esperando?”. El miedo a la ironía hacía su decisión difícil, pero eventualmente, llegó a una conclusión: “Solo ve. No pierdes nada en lo absoluto por intentarlo, menos si fracasas. Lo peor que pasará si no la encuentras es desperdiciar un par de horas, que al menos sería por algo fuera de lo habitual.”